Polikracia

Los conceptos de representación en el 15-M

14 Dic, 2017 -

Este artículo es una colaboración con Polikracia.

En la década de los 90, Manin publicaba su famosa obra ‘Los principios del gobierno representativo’. Analizaba los distintos estadios que componían la historia de la democracia. En el último, el espacio público se caracteriza por una fuerte mediatización, la excesiva dependencia de los partidos políticos respecto a sus líderes y la actitud pasiva de una ciudadanía que responde electoralmente a las líneas de fractura propuestas por las élites (Manin,1995).

La acción de los medios de comunicación, los liderazgos entre bambalinas y el efecto anestesia de la democracia representativa forman parte de las críticas lanzadas por el 15 M, que a mediados de 2011 ocupó las plazas de España para gritar ‘¡No nos representan!’.  El presente artículo pretender ser una aproximación a los distintos conceptos de representación política, que se articularon en las distintas movilizaciones desarrolladas a lo largo de varios meses.

­­­­Como punto de partida teórico, partiremos del esquema dibujado por García Guitián para referirse al trabajo de Pitkin. Podemos distinguir cinco dimensiones cuando hablamos de representación (García Guitián 2001).

Ser como ellos: la dimensión descriptiva

‘’Pedís austeridad en un Mercedes Clase A’’. El enunciado, empleado durante la ocupación de las plazas, tiene algo de profético. Anuncia, de algún modo, la polarización en torno a dos actores antagónicos (pueblo contra casta) que va a definir el ciclo electoral 2014-2015.

De los datos extraídos por el CIS, al calor del 15-M, puede afirmarse la fuerza de la idea de que ‘’la actividad política proporciona unos beneficios en forma de atractivos réditos’’ (CIS, 2011: 11). Así, la ciudadanía observa el conjunto de privilegios inherentes al desarrollo de la labor pública, mientras los gobiernos aprueban duras medidas de ajuste en un contexto de acusada recesión.

Emerge con claridad la dimensión descriptiva de la representación política, aquella que presupone la similitud de características y cualidades entre diputados y electores. Los que participaron en las movilizaciones de 2011 izaron la bandera de la lucha contra las prerrogativas de unas élites que se percibían extrañas al cuerpo social.

‘El sistema es anti- nosotros’: la dimensión simbólica

Es una de las marcas de nuestro tiempo. El rebrote de las emociones ha penetrado en el tablero de las democracias. Una de las causas esgrimidas es ‘la ruptura de una red de cohesión social que dotaba de importantes dosis de legitimidad’ (Vallespín y Martínez Bascuñán, 2017: 108) al sistema.

En las sociedades industriales, el trabajo se instituyó con fuerza como una fuente de integración. Los efectos de la crisis en el mercado laboral han diezmado el potencial del empleo para consolidar los lazos sociales, como recoge esta información publicada recientemente por El País.

El relato construido por los activistas del 15M se basa en los ‘valores de democracia, libertad y protección en los que muchos se han educado, y que ahora sienten cómo la realidad les niega’ (Monge Lasierra, 2017:137). La sensación de los participantes en la protesta era mayoritaria: unas instituciones  políticas que han expulsado a grandes capas de la población de los beneficios del contrato social.

Políticas injustas: la dimensión sustantiva

Es tal vez el concepto de representación más empleado en las discusiones de los medios de comunicación. Está relacionado con el resultado de las políticas y el impacto de éstas en las condiciones de vida de los ciudadanos.  Se trata de uno de los mensajes más recurrentes del movimiento, que sitúa en el centro del malestar social las medidas adoptadas por el Ejecutivo, a instancias de organismos supranacionales.

El contexto en que se producen las propuestas no es casual.  En el ámbito internacional, los programas de rescate diseñados para Grecia (2010) y el vecino Portugal (2011) representan  una de las fracturas que definen al proyecto europeo: la división entre países deudores y países acreedores. En un plano más nacional, la convocatoria de una huelga general en septiembre de 2010 (como consecuencia de la reforma laboral aprobada por el ministro socialista Celestino Corbacho) y la consolidación de una política fiscal severa ‘’contribuyeron a elevar un estado de inquietud e incluso indignación en amplios sectores de la ciudadanía’’ (Coca, del Rio y Talego, 2014:122).

AsÍ, el 15-M se instituyó en un actor político que impugnaba los ‘outputs’ salidos del sistema. Si miramos a la agenda de Madrid , entre las propuestas acordadas se incluyen ítems relacionados con el gasto militar, la regulación del mercado laboral y una reforma fiscal favorable a las clases más castigadas por la caída de la actividad económica.

Más que elecciones: la representación como accountability

En las democracias liberales, la herramienta que permite la distribución de premios y castigos a los gobiernos son las elecciones. Mediante el voto, el ciudadano tiene la capacidad sancionar o expulsar a los miembros del ejecutivo. De esta forma, el representante ‘es aquel que debe responder por su actuación’ (García Guitián, 2001: 215).

Un común denominador en el ciclo de protestas inaugurado en mayo de 2011 está asociado a una mayor involucración de la ciudadanía en la puesta en marcha de políticas públicas. En la mayoría de los casos, los participantes no desafiaban el mecanismo electoral, pero apostaban por un aumento de la intervención popular en la esfera pública, con el objetivo de ‘’legitimar las decisiones y recuperar la conexión con el pueblo’’ (Monge Lasierra, 2017: 131).

Uno de los marcos utilizados, ‘lo llaman democracia y no lo es’, describe un estado de ánimo en relación con los instrumentos tradicionales. No es suficiente la cita con las urnas cada cuatro años. Es necesario, según las propuestas de las distintas asambleas, construir artefactos complementarios que refuercen el vínculo social. Además, una de las sugerencias tenía que ver con la creación de dispositivos de control político desconocidos en nuestro ordenamiento jurídico. Este tipo de medidas conectan con un clima de antipolítica, que coincide con la escasa identificación del electorado con la organización básica de la democracia representativa: el partido político.

Un sistema electoral más proporcional: representación como autorización

Esta dimensión se institucionaliza mediante los sistemas electorales. Éstos ejercen una función ­­­­­­­­traductora: transforman los votos emitidos en diputados elegidos. En su reciente trabajo. Ignacio Urquizu señalaba la tensión que subyacía a las dos almas del 15M, una más reformista y otra más revolucionaria (Urquizu, 2016).

La necesidad de modificar las normas electorales pertenece a la primera. El sistema español hunde sus raíces en la Ley para la Reforma Política, aprobada en 1976. Su funcionamiento es bien conocido. La unidad básica es la provincia, y son las pequeñas las que se caracterizan por una sobrerrepresentación, atenuando los efectos proporcionales de la legislación, puesto que  ‘’más de la mitad de éstas se reparten cinco o menos escaños’’ (Piedras de Papel, 2015: 248).

Una de los ‘issues’ incorporados por los indignados es, precisamente, una reforma de la ley electoral más proporcional, principio constitucionalizado en el texto de 1978. Madrid, Barcelona o Sevilla fueron los principales núcleos en torno a los cuales giraron el desarrollo de las movilizaciones. Precisamente, son las grandes circunscripciones las más afectadas en términos de distribución proporcional de escaños (Penadés y Santiuste, 2013).

Conclusión

Este artículo ha pretendido ser una pequeña aproximación a los distintos conceptos de representación política articulados por el 15-M.  La falta de receptividad de las demandas de la población, la desconexión emocional con el sistema, la escasa identificación con las élites, la percepción de un régimen electoral injusto y el distanciamiento con las instituciones tradicionales de la democracia liberal evidencian la complejidad del ejercicio de la representación, que dista de ser un fenómeno unívoco (García Guitián, 2001).

Bibliografía

CIS (2011): Representaciones políticas y 15-M ( nº 2921).

COCA, A., DEL RÍO, A. y TALEGO, F. (2014): Los indignados del 15-M en el contexto del movimiento alterglobalista. Entre el obrerismo y el republicanismo. Revista Andaluza de Antropología (nº6).

GARCÍA GUITIÁN, E. (2001): Crisis de la representación política. Las exigencias de la política de la presencia. Revista de Estudios Políticos (nº 111).

MANIN, B. (1995): Los principios del gobierno representativo. Alianza Editorial. Madrid.

MONGE LASIERRA, C. (2017): 15M. Un movimiento para democratizar la sociedad. Prensas Universitarias de Zaragoza.

PENADÉS, A. y SANTIUSTE, S. (2014): La desigualdad en el sistema electoral español y el premio a la localización del voto. Revista Española de Ciencia Política (nº 32).

URQUIZU, I. (2016): La crisis de la representación en España. Catarata. Madrid.

VALLESPÍN, F. y MARTÍNEZ BASCUÑÁN, M. (2017): Populismos. Alianza Editorial. Madrid.


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