Catalunya

El partido jacobino

24 Oct, 2017 - - @jorgegalindo

Una de las particularidades de la política española es la considerable correlación que existe entre la autoubicación en el eje izquierda-derecha y en el eje territorial. Mientras el nacionalista español tiende a considerarse de derechas, los otros nacionalistas se sitúan más a menudo en la izquierda. Esta relación tiende a ser considerada como natural por el espectador despreocupado. Y sin embargo no hay nada que la haga inevitable. Claro está, existen factores que la explican, los cuales han sido bien estudiados por la ciencia política dentro y fuera de nuestras fronteras. Pero más allá de este debate una izquierda centralista no sólo no es inevitable, sino que tendría en sus manos argumentos teóricamente tan válidos como los de la izquierda descentralizadora: donde los segundos hablan de soberanía, minorías y derecho a decidir, los primeros podrían responder con redistribución e igualdad de acceso a las provisiones del Estado.

Y sin embargo no sólo no existe lo que podríamos llamar como un partido jacobino en España, sino que intentos pasados de crearlo han acabado en el fracaso o en una deriva hacia el centro-derecha, donde hay más votos de ese estilo. ¿Quiere decir, pues, que la correlación es tan fuerte que no existen votantes jacobinos en España? Y, si hay alguno, ¿cuántos son, quiénes son y dónde están hoy día? ¿Hay demanda potencial para un partido de estas características?

Responder de manera fehaciente a estas preguntas requeriría de un estudio ad hoc mucho más completo del pequeño ejercicio que aquí presento, pero es un comienzo. La postelectoral del CIS de las elecciones generales del 20D2015* ofrece un buen punto de partida. En mi definición de «jacobino» he metido a todo aquel votante que se encuentra entre el 1 y el 5 de la escala de autoubicación ideológica (recordemos que la escala llega hasta 10), y que además declara que preferiría que España fuese un estado donde las autonomías tuviesen menos competencias que ahora, o directamente suprimirlas. Cruzando ambas variables, y ponderando las tablas de la manera correspondiente, un 15% del censo entraría dentro de esta definición. Una cifra nada despreciable, para empezar.

¿A quién votó el electorado jacobino? Con una abstención sólo ligeramente menor a la del resto de la población, un 28’3% se decidió por el PSOE, y hasta un 22’5% por Podemos sin incluir en esta cifra En Comú Podem, En Marea ni su coalición con Compromís, que apenas ganaron un 1% de este perfil de voto. C’s acumuló un 16’8%, en su mayoría ubicados en el 5 de la escala. El PP alcanzó a un 8’5% de los jacobinos, mientras que IU se quedó en un 6’6%. En definitiva: mientras C’s lo tiene fácil para llegar a ese 5 que es centro-izquierda o casi centro, PSOE y Podemos se quedan con la mitad del electorado jacobino, casi todo en el 4 o por debajo, a partes similares. Además, IU casi duplicó resultados en este sector con respecto a su total estatal. Si se trasladan estos porcentajes al total del censo y se aplican al 15% inicial, se obtiene que en torno a un 6%-7% de votantes (según la asunción de abstención que se haga: entre 2’2 y 2’5 millones) con preferencias jacobinas que a día de hoy se decantan por partidos netamente de izquierdas.

¿Es probable que se muevan? Los del PSOE, no mucho: su partido ha escogido a día de hoy ser parte integrante del bloque constitucionalista. Otra cosa son aquellos que decidieron dar su apoyo a Podemos o a IU, y que se encuentran con que sus formaciones escogidas mantienen un discurso, cuanto menos, descentralizador, llegando incluso a sugerir una fragmentación de la soberanía.

El estereotipo nos llevará rápidamente a pensar que muchos de estos votantes vienen de Andalucía, Castilla y Extremadura. Hay además una razón teórica de peso para hipotetizar que estas autonomías estarán sobrerrepresentadas en el bloque jacobino: son las más beneficiadas por la redistribución. Y sin embargo los datos de la postelectoral apuntan a otra cosa. Mientras un 18’69% de los no jacobinos son andaluces, sólo un 15’1% de los jacobinos habitan en esta comunidad. En Extremadura la cifra es muy similar en ambos casos: 2’5% y 2’86%. De ambas Castillas sí hay sobrerrepresentación, pero los datos más llamativos nos los trae Madrid y la Comunitat Valenciana, donde la presencia de ambas entre los jacobinos casi dobla a su peso en el resto de la población. Mientras la capitalidad de la primera lo hace fácil de entender, el caso valenciano es más sorprendente: geográficamente periférica, perdedora absoluta en el reparto financiero territorial actual, con lengua propia, un gobierno participado por un partido nacionalista, y algunos agravantes que podría echar en cara al centralismo (particularmente, la falta de esfuerzos en el Corredor Mediterráneo de infraestructuras). Por lo demás, y como cabría esperar, catalanes, vascos, navarros y en menor medida canarios, baleares y gallegos están infrarrepresentados entre los jacobinos. Confirmar estos datos requeriría de un esfuerzo extra, pero como pista inicial, son harto interesantes.

En el resto de variables sociodemográficas, el perfil jacobino es relativamente similar al no jacobino, con algunas salvedades. Primera, hay bastantes más hombres que mujeres entre los centralistas de izquierdas (55%). Segunda, suelen ser más habitualmente de mediana edad, aunque no por mucha diferencia. Tercera, tienden a vivir más a menudo en municipios de mayor tamaño. Cuarta, es más común ser clase alta o media-alta, o un obrero cualificado cuando se es jacobino.

De todos estos datos se desprende que (1) sí hay un espacio electoral jacobino; (2) está localizado geográficamente de manera que es difícilmente combinable con la izquierda no jacobina; (3) sus características sociodemográficas difieren algo pero no demasiado de las del resto de la población. Los dos primeros puntos hacen que para las organizaciones que dominan en la izquierda hoy (el PSOE y sus federaciones por un lado; Podemos y sus alianzas por otro) sea difícil mantener un equilibrio que facilite una coordinación a lo largo y ancho del territorio estatal.

¿Quiere decir esto que se abre un espacio de oportunidad para un partido distinto? Parece difícil, pues por un lado existe ya una formación capaz de captar el voto jacobino de centro-izquierda (C’s), y por otro el voto está lo suficientemente disperso hoy día (en términos geográficos y de partido) como para que resulte complicado que se coordine en torno a una formación de nuevo cuño. Sin embargo, vivimos en tiempos de altísima incertidumbre política: si las tensiones nacionales se incrementan todavía más dentro de la izquierda en los próximos meses y años, una ruptura no es completamente descartable, pues los jacobinos existen.

*La escogí porque separa voto de Podemos y de IU, algo que me pareció interesante este caso.


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