En la ola de dospuntocerismo que nos invade, una de las obsesiones más extendidas en congresos, eventos, fiestas y encuentros varios es la democracia electrónica, las administraciones hiperconectadas y el gobierno abierto.

La idea es sencilla e intuitiva: las nuevas tecnologías permiten compartir información de forma muy eficiente, así que los gobiernos deben poner tantos datos, mapas, informes y proyectos como puedan en la red al alcance del público. Esa misma tecnología permite crear redes de participación y herramientas de comunicación increíblemente rápidas, extensas y abiertas, así que los políticos deben hablar, escuchar y hacer que la gente participe tanto como pueda.

Son ideas bonitas e intuitivas, pero ¿son realmente útiles? La verdad, creo que su utilidad es muchísimo más limitada de lo que tanta retórica y proyecto futurista pretende.

El motivo es de hecho muy simple; algo de una antigüedad decepcionante: la participación política en el mundo real es algo bastante triste, específico y asimétrico de lo que dicen los ideales democráticos. Lo vemos en el voto: los viejos votan más que los jóvenes, ricos más que pobres, y casados más que solteros. Al hablar de participación directa, sin embargo, estas desigualdades son aún más pronunciadas.

¿Recordáis cuando en la facultad alguien organizaba una asamblea? Al principio la asistencia era aceptable, pero dos o tres meses después siempre acababan siendo los mismos. Los participantes eran al final miembros de dos grupos específicos: gente con demasiado tiempo libre y tipos completamente obsesionados con alguna paranoia específica. Dicho en otras palabras, los tipos que no han dado ni golpe en toda la carrera y los asambleístas compulsivos hiperpolitizados y un poco idos de la olla – y lo digo con conocimiento de causa, que yo era uno de ellos. Gente que tiene muchas ganas de hacer ruido y montar cosas, pero que en ningún caso son una muestra representativa de la población.

Lo decía hace tiempo hablando de democracia directa, y los mismos problemas se extienden a los gobiernos 2.0 abiertos: la participación política tiene un coste. No todo el mundo tiene tiempo para dedicase a mirar mapas y leer estudios infomativos en la página del ADIF para ver si una línea de tren es una buena idea o no (¿cuánta gente sabe qué es el ADIF, de todos modos?), y por descontado no hay demasiados perturbados dispuestos a perder el tiempo escribiendo a la administración, participando en foros y atendiendo a a interminables reuniones. La gente que va a hacer esas cosas será, en la inmensa mayoría de los casos, gente con estudios, ingresos aceptables y demasiado tiempo libre – y los que hagan ruido y se movilicen
sobre ello serán los que más tienen que ganar o perder en un proyecto.

Cuando pensemos en abrir la administración y hacer a los políticos más accesibles, recordad la figura del lobista. No todos los lobistas son gente malvada representando a enormes multinacionales comeniños; un número considerable de ellos, de hecho, son organizaciones representando ciudadanos de a pié. Dado que participar y organizarse tiene costes, sólo aquellos grupos realmente obsesivos sobre algún tema son los que hacen ruido, y así acabamos viendo la NRA (asociación nacional del rifle), los antiabortistas, y los grupos que se quejan que alguien ha decidido construir algo detrás de su casa y les tapa las vistas.

Sí, las nuevas tecnologías facilitan las cosas. Participar es más fácil en internet que en persona, pero los costes de tiempo (lectura, preocupación, diálogo) y  quién tendrá interés en invertirlo son esencialmente los mismos.

Eso no quiere decir que el gobierno abierto no sea necesario, o sea una mala idea. Publicar datos, proyectos y planes es algo fantástico; la transparencia es la administración es una herramienta imprescindible para combatir la corrupción. Aún más importante, tener estadísticas públicas estandarizadas contribuye a mejorar la calidad de gobierno; las administraciones deben poder hablar y compartir lo que saben para hacer bien su trabajo. La participación directa siempre es bienvenida, y ayuda a mejorar el proceso de toma de decisiones hasta cierto punto.

Aún así, es necasario tener muy en mente que los datos, planes y mapas no los va a consultar casi nadie, y los que escriben, debaten y protestan van a ser lo que raritos que iban a todas las asambleas en la facultad. Es mejor que nada, pero no es una revolución o cambio tectónico que cambiará todo. El dospuntocerismo en político puede aportar muchas cosas, pero no exageremos.


9 comentarios

  1. Edgar Rovira dice:

    Tengo dudas, señor Egócrata (me ha tocado la fibra, pues esto es a lo que me dedico o intento dedicarme)

    Yo tampoco creo en un vendaval participativo de la noche a la mañana. Sin embargo, ¿cómo se explica que en la ciudad alemana de Friburgo (por poner un ejemplo real) los eParticipatory Budgetings incrementen la participación de ciertos colectivos tradicionalmente poco dados a meterse en estos meollos (immigrantes, mujeres, clases bajas, etc.)? ¿o que de pronto en Birmingham la web del Ayuntamiento la hayan hecho sus ciudadanos, porque no les gustaba la que había hecho su gobierno, y se haya convertido en la web que los vecinos visitan para servicios, trámites, etc.?

    ¿Y si el concepto de participación política que nos explicaron en Ciencia Política o en Movimientos sociales, en segundo y tecero de Políticas, ya no nos sirve?

    Quizás se haya reinventado, y participar (tener actividad política o pública) ahora también pueda traducirse a hacer un grupo en Facebook que ponga patas arriba la reputación del alcalde de tu pueblo, o reenviar un vídeo de Obama a mis tíos de Wisconsin para que por una vez en su vida voten demócrata, o aprovechar los datos públicos para crear webs que comparen los impuestos de diversos pueblos de una misma comerca o región.

    Todo esto son ejemplos que han sucedido (bueno, lo de los tíos de Wisconsin igual no) y todos han tenido, en mayor o menor medida, una cierta repercusión en la política. Ninguna revolución, claro. Pero tengo mis dudas de que esto no suba los índices de aquello que en los states se conoce como civic engagement.

  2. Bajo mi punto de vista, la comparación es simple, es comparar lo que tenemos ahora mismo, Democracia representativa, con lo que podría ser, Democracia participativa. La Democracia representativa precisa de una serie de cosas determinadas, partidos políticos, grupos de presión, lobbys y demás francachela – le ha quedado bien eso de que no todos los lobbys son malos, yo añadiría que no todos los lobbys son malos, siempre y cuando no tengan representación en las cámaras de gobierno (sólo en la UE existen más de cien lobbys con representación en la cámara, sin ir más lejos, el señor Oreja representa al lobby de empresas de seguridad europeo, y le puedo poner más ejemplos, si quiere)-. Por el contrario, la Democracia participativa depende de eso, de la participación de aquellos que son gobernados.

    Una de las preguntas que habría que hacerse es cómo es posible que, existiendo las herramientas que existen, los diferentes gobiernos no se hayan preocupado más en profundizar en este sistema. Pues porque, en teoría, dentro del sistema de Democracia participativa, los partidos no dejarían de ser lo mismo que esos grupos organizados en el Facebook – por poner una herramienta de las muchas que hay-, y claro, pasar de ser el non summum de la base organizativa del voto en una Democracia a convertirse en un mero aditamento sin relevancia real, como que no.

    Tanto le están viendo las orejas al lobo que hay partidos políticos que se están preparando para resistir todo lo que puedan el embate, que llegará, sin duda, y no hablo de partidos poliicos de extrema derecha, precisamente.

    Ôo-~

  3. d dice:

    Cómo mola xkcd.

    La experiencia que comentas sobre el asambleísmo es exactamente la que tuve yo en la universidad y en más sitios.

  4. Roger Senserrich dice:

    No digo que sea siempre un desastre friki (yo también me dedico a esto, creeme) pero creo que es obligado recordar que no es una panacea. Una de las cosas que hacemos es trabajar para que aumente la participación de la gente con pocos recursos, y sí, algo aumenta – el problema es que después nos pasan las encuestas postelectorales y la participación electoral sube uno o dos puntos, pero aún estás a 25 de distancia.

    Mejorar el proceso lo mejoras (y todo lo que sea controlar y molestar a políticos es una buena idea, creeme) pero es como si dijéramos que la blogosfera es representativa. Aunque seamos útiles y maravillosos, no somos una muestra correcta de la población. Gracias a Dios.

    Participar es más barato, qué duda cabe. El problema es que la inmensa mayoría de votantes no quieren perder el tiempo en ello.

    Sobre los partidos políticos… nos burlamos mucho de ellos, pero existen desde que existen democracias en todas partes. Se adaptan, y lo hacen bien, por la cuenta que les trae. Ahora mismo nadie sabe realmente qué hacer con ello (ni los gurus, ni nadie); estamos todos aprendiendo sobre la marcha. Si da votos, no lo dudes que no se van a quedar atrás.

  5. Roger Senserrich dice:

    Para ser mas especifico: bien hecho, es algo que funciona «bien», dentro de ciertos limites y con ciertos sesgos implicitos que deben recordarse. En muchos casos, sin embargo, es solo un barniz que hace que los de siempre participen como siempre.

    Hacer las cosas bien, por cierto, ni es (demasiado) facil, ni es rapido, ni es sencillo, ni es barato. Vale la pena recordarlo.

    (perdon falta de acentos – teclado gringo)

  6. Mr. P dice:

    Por cierto, solo por educación, deberías de indicar el autor de la viñeta y su web, vale que la mayoría sepamos que es XKCD, pero ahbrá muchos que no

  7. Interesante reflexión que comparto en su mayor parte.

    La democracia representativa no es un invento de unos pocos para monopolizar el poder y alienar al votante de su soberanía: es un invento de «unos muchos» para hacer la democracia eficiente, eficiente en el sentido clásico de mayores beneficios con el mínimo coste.

    Y el coste de la democracia no es baladí: informarse, debatir en el ágora, formarse una opinión, manifestar la opinión formada… todo ello es tiempo y, a menudo dinero (ya sea directamente o por el coste de oportunidad).

    Por otra parte, no tengo ninguna duda que el open government, el government 2.0 y demás términos de la familia de la web social acabarán «abaratando» la participación democrática, con el consiguiente incremento de la misma: el monopolio (de la información, en este caso) se rompe, los precios bajan y la demanda sube.

    Aunque, claro, depende de cómo sea esa función de demanda, las cosas pueden cambiar, pero muy poco 😉

  8. […] muchos comentaristas son a veces bastante ingenuos. No hace demasiado hablaba sobre alguna de las limitaciones del gobierno abierto, así como el hecho que el trolleo ha acabado por ser la forma más efectiva de […]

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