Hay días en que uno no puede más que tirarse los pelos sólo con leer lo espantoso que es el sistema de gobierno americano en no pocos sitios. Esta semana tenemos de todo, desde la comedia bufa hasta el vodevil más esperpéntico. Ahí van unos cuantos enlaces.

Agencias en guerra

Uno de los problemas más urgentes a los que se enfrenta la Casa Blanca es cómo reformar la regulación del sistema financiero. El NYT hoy tiene una historia bastante preocupante sobre como la lucha entre la SEC (Securities and Exchange Comission) y la FDIC (Federal Deposit Insurance Corporation) están haciendo esta reforma casi imposible. La SEC regula bancos grandes, y es absurdamente servil hacia sus intereses; la FDIC regula a los pequeños, y quiere «robar» competencias a la SEC.

La administración pretendía consolidar todos los reguladores en una nueva super-entidad, pero parece que entre las luchas entre agencias y la cantidad de congresistas y senadores que quieren mantener jurisdicciones separadas (cada agencia está regulada por un comité legislativo distinto) van a tener que conformarse con una chapuza semi-coherente.

Cambio climático

Hablaré más sobre esto más adelante; es algo importante. Parece que entre las guerras entre comités e intereses personales de cada pequeño congresista y troglodita senador están arreglándoselas para debilitar muchísimo la legislación sobre cambio climático.

De todos modos, la legislación no está necesariamente muerta – básicamente, la Casa Blanca no le está prestando atención ahora mismo. El sistema americano es una cosa curiosa; las leyes tienden a ser mejores como más atención se les presta. Por «mejores» entended mas coherentes y cercanas al ejecutivo, en este caso, el presidente consigue que las leyes sean más de su agrado si habla de ellas, hace que los medios las cubran y fuerza así a los legisladores a ser más patéticamente cínicos y absurdamente protectores de sus amiguitos. Como más popular es el presidente, más capacidad de influencia tiene.

La Casa Blanca, ahora mismo, está hablando de sanidad. Es una ley popular, impulsada por un presidente popular, que se enfrenta a grupos de interés extremadamente poderosos. Todo esfuerzo es poco. Cuando la nueva ley de sanidad sea aprobada (Dios mediante), Obama probablemente pasará a poner todos sus esfuerzos -si aún es popular- en temas de energía. Y aprobar esa ley será, otra vez, un pequeño milagro.

Dioses, y nos quejamos de la timidez del PSOE. Aquí todo el maldito legislativo del país son una pila de histéricos asustadizos.

El Senado del estado de Nueva York

Comedia de terror, o algo peor que eso. El estado de Nueva York tenía mayorías demócratas en ambas cámaras por primera vez en décadas. Es algo que en teoría no debería haber sucedido; el senado fue diseñado de forma bastante descarada para dar algo de representación al cada vez más residual partido republicano.

El estado de Nueva York, como medio país, tiene unos problemas fiscales enormes; déficits espantosos y una constitución que no les permite endeudarse. Eso ha llevado a los legisladores a recortar gastos y subir algunos impuestos – algo que ha irritado muchísimo a Thomas Golissano, millonario que apoyó al partido pero que no quiere pagar un duro de más al fisco.

Golissano, lejos de protestar en silencio, se puso en contacto con dos senadores «de prestigio»: Pedro Espada, un tipo acusado de regalarse dinero público a si mismo y recaudar fondos ilegalmente para pagar su campaña, e Hiram Monserrate, un encanto de hombre que está siendo investigado por rajar a su novia en la cara con un cristal. Tras un poco de presión, los dos héroes políticos cambiaron de partido, dándole el control del senado a los republicanos.

La cosa va a mejor. Los demócratas cogieron un cabreo de espanto, así que suspendieron la sesión antes que se votara. Cerraron las puertas, cortaron la luz, y escondieron las llaves, clamando ilegalidad. Los republicanos se quedaron a dos velas, intentando abrir la puerta, proclamando que iban a bloquear toda la legislación. Cuando tras días de aspavientos encontraron una llave, Monserrate dijo que ahora tenía dudas. Los demócratas no se presentaron, así que los republicanos se quedaron sin quorum suficiente para hacer nada.

Hoy Monserrate ha entonado el mea culpa, volviendo con los demócratas… y dejando la cámara en empate 31 a 31. Eso habitualmente no es problema, ya que el vicegobernador puede votar para romper empates. El problema es que el año pasado Patterson, el tipo que ocupaba el cargo, fue ascendido a gobernador tras la sonada caída en desgracia de Elliot Spitzer; la cámara es ahora inoperante, y el estado aún no ha pasado presupuestos.

No preguntéis como salen de esta. No tienen ni idea.


7 comentarios

  1. Mario dice:

    Me imagino que el Senado tendría que votar para confirmar un candidato a vicegobernador, ¿no? (Lo digo por analogía con el sistema federal). Aunque claro, eso tampoco sería tarea fácil… xD

    Viva el parlamentarismo y las listas cerradas y bloqueadas.

  2. Roger Senserrich dice:

    Pues la verdad, no lo sé :). Conociendo Nueva York, sin embargo, ya podía Patterson nominar a Ghandi, que el senado se las hubiera arreglado para cagarla de algún modo creativo.

    Cuando se dice que el parlamentarismo con listas cerradas tiene virtudes, sí, estoy pensando en esto.

  3. Creu dice:

    Y nos quejamos de España y sus Autonosuyas…

  4. Tvrtko dice:

    ¡Cuánto me recuerda esto al «tamayazo»! Creo que el problema no serían tanto las listas partidistas vs. candidatos uninominales, sino la incapacidad de disolver las cámaras antes del fin de su mandato natural, como se hizo en Madrid.

  5. […] ¿Recordáis el Senado del Estado de Nueva York? Sí, esa encantadora pila de patanes que eran incapaces de votar nada porque no sabían quién mandaba. Un mes después, los alegres senadores siguen exactamente igual: empatados a 31, incapaces de aprobar ni su propio salario (no están cobrando) o irse de vacaciones, y dejando a su estado a dos velas, sin presupuesto, legislación o nada remotamente parecido. […]

  6. […] ¿Recordáis el Senado del Estado de Nueva York? Sí, esa encantadora pila de patanes que eran incapaces de votar nada porque no sabían quién mandaba. Un mes después, los alegres senadores siguen exactamente igual: empatados a 31, incapaces de aprobar ni su propio salario (no están cobrando) o irse de vacaciones, y dejando a su estado a dos velas, sin presupuesto, legislación o nada remotamente parecido. […]

  7. […] estado de Nueva York, y su ridículo empate en el Senado? Sí, esa historia de terror en que dos tránsfugas cambian de partido, uno vuelve, y el resultado es una cámara con empate a 31, dos partidos […]

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