La red de protección social americana siempre ha pretendido ayudar sólo a los que realmente lo necesitan. Para ello, las administraciones públicas dedican cantidades enormes de tiempo y dinero en identificar quién «merece» participar estos programas y quién no cumple con los requisitos necesarios.

Uno de los ejemplos más claros y deprimentes es el programa SNAP, el sistema de protección social que ayuda a la gente con pocos ingresos a comprar comida. El programa es el heredero de los food stamps, un invento de los años sesenta; básicamente le cambiaron el nombre el año pasado. La idea es dar unas tarjetas de débito a la gente que tiene problemas comprando comida; el año pasado más de 27 millones de personas participaban en este sistema, un número que seguro irá a más los próximos meses.

El problema, sin embargo, es que más de un tercio de la gente que tiene derecho a participar no lo hace. Esto es, hay unos catorce millones de personas ahí fuera con un nivel de renta bajísimo (uno tiene que ser rematadamente pobre para acceder a las ayudas) que básicamente pasan hambre.

El motivo que esto suceda es la histérica obsesión de los americanos de controlar quién tiene acceso al programa. Para acceder a SNAP es necesario rellenar un formulario de cinco o seis páginas (dependiendo del estado), aportar una enorme cantidad de documentación (ingresos, ahorros, alquileres, gastos familiares) y ser entrevistado en persona por un burócrata de servicios sociales. Para alguien acostumbrado a rellenar papeleo es un proceso fustrante, laborioso y bastante confuso; para alguien con un nivel de educación bajo y pocas ganas de sentirse humillado, es una tortura refinada.

Y esto es sólo para acceder al programa. La fórmula que decide el nivel de ingresos recibido es barroca, oscura y ligeramente surrealista, así que uno no sabe demasiado qué recibirá.

Todo el «estado del bienestar» americano parte de este principio, desde Medicaid (sanidad para gente con poco dinero) y SCHIP (lo mismo para niños) hasta ayudas para la calefacción en invierno (una cosa de vida o muerte en muchos estados). Ser pobre no es sólo un problema económico, es una pesadilla burocrática; los americanos tradicionalmente han odiado los programas universalistas, y tienen tendencia a diseñar estos engendros, que gastan una cantidad enorme de dinero decidiendo si mereces recibir caridad. Por descontado, los programas son bien poco populares, ya que la inmensa mayoría de la población no los ven como algo para ellos. Es algo de «pobres», no de gente bien.

Cuando en Europa se diseñan sistemas de protección universal (sanidad, ley de dependencia, etcétera) es por un muy buen motivo. Más sobre esto esta noche.


12 comentarios

  1. Roger Senserrich dice:

    Por cierto, el gasto anual en este programa es de 30.000 millones. Casi nada.

  2. Cierta obsesión, a veces enfermiza, por la progresividad, genera una burocracia y unos gastos que hay que detraerlos de las prestaciones.

  3. Roger Senserrich dice:

    Y creeme, las 291 paginas del manual (abreviado) explicando la ley y como pedir beneficios es una fuente de regresividad gigante. Es mas facil abrir un banco que pedir estas cosas.

    Y no, las 291 paginas no es hiperbole.

    Y no tengo acentos en este teclado.

  4. Rocamadour dice:

    Por cierto, interesante aportación la de Jorge Sevilla en su blog con algunos aspectos que tú ya habías tocado, al menos tangencialemte, en entradas anteriores.

    Un saludo. Y feliz 2010, dicen algunos. ¿O feliz 2020?

  5. alberto.djusto dice:

    Puestos a elegir entre despilafarrar recursos a la americana o a la europea, con cuál se queda?

  6. Roger Senserrich dice:

    Depende del programa (como en todo) pero en general creo que es mejor el sistema Europeo. Me explico mejor luego.

    Por cierto, no creo que sea despilfarro. A fin de cuentas, la igualdad de oportunidades es importante.

  7. citoyen dice:

    Si, eso es lo que dice Esping Andersen de que el estado del bienestar anglosajón estigmatiza a los pobres ¿no?.

  8. […] en Estados Unidos se toman su tiempo y esfuerzo en asegurarse que todo aquel que participa en ellos es realmente pobre. Nada como 270 páginas de regulaciones (en su versión abreviada) para animar a quien puede […]

  9. […] en Estados Unidos se toman su tiempo y esfuerzo en asegurarse que todo aquel que participa en ellos es realmente pobre. Nada como 270 páginas de regulaciones (en su versión abreviada) para animar a quien puede […]

  10. […] no del todo. La gente pobre tiene que además pasar por una entrevista personal, no sea que estén mintiendo. Los banqueros se supone que son gente honesta, así que les ahorraremos el trauma. Aparte de eso, […]

  11. […] no del todo. La gente pobre tiene que además pasar por una entrevista personal, no sea que estén mintiendo. Los banqueros se supone que son gente honesta, así que les ahorraremos el trauma. Aparte de eso, […]

  12. […] Ese algo tiene que ser suficientemente desagradable para que la persona no lo hiciera a menos que realmente lo necesitara. Un ejemplo son los programas de desempleo de subsidio condicionado a hacer un trabajo […]

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