Economía

Fama, Shiller y la (no) paradoja de la ciencia económica

22 Oct, 2013 - - @jorgegalindo

En cuanto se conoció que el Premio de Economía en honor a Alfred Nobel de este año iba para Eugene Fama y Robert Shiller al mismo tiempo, muchos se apresuraron a comentar en lo paradójico del fallo. Se ha dicho que mientras Fama es el responsable de considerar a los mercados financieros como eficientes, Shiller puso esta afirmación en entredicho y, al hacerlo, anduvo cerca de predecir la que se nos vino encima en 2008. Esta (supuesta) contradicción se ha empleado para resaltar la supuesta incapacidad de la economía no ya para predecir lo que va a suceder y alertar de posibles desequilibrios y riesgos en el sistema, sino incluso de su incapacidad para ser coherente en sí misma. Yo, sin ser uno de ellos (es decir, sin ser un economista), estoy lejos de verlo así por dos razones: por un lado, la contradicción entre Fama y Shiller no es evidente y no se basa exactamente en una distinción radical entre la eficiencia y la ineficiencia de los mercados. Por otro, aunque así fuese no habría ningún problema porque la ciencia económica (mejor dicho, la ciencia social) es capaz de trabajar con mercados eficientes, pero es capaz también de hacerlo con fallos de mercado.

El premio a Fama y a Shiller (y a Hansen, el pobre olvidado) ha sido concedido por décadas de estudio en cómo funcionan los mercados financieros. Mientras es cierto que dicho estudio ha comprendido debate entre ambos autores, no lo es menos que también existe complementareidad y acuerdo, y sin duda hay una línea narrativa detrás de todo esto. En esencia, Fama comenzó por mostrar que los precios de las acciones, tomados de manera individual, evolucionan de manera impredecible, aparentemente aleatoria. Esto se consideró como prueba de la eficiencia de los mercados financieros por una razón a la vez contraintuitiva y evidente: si los precios son anticipados de manera adecuada, un inversor cualquiera o un grupo de los mismos puede intentar jugar con dicha información para comprar o vender activos antes de la subida o bajada esperada. Sin embargo, esto cambiará el precio futuro del activo. Como consecuencia, el precio varía. Fama y sus coautores estudiaron la relación entre información sobre los valores fundamentales a los que cada acción hace referencia y los correspondientes precios de las mismas en los mercados financieros y llegaron a la conclusión de que en tanto que los precios incorporaban la información de manera rápida y fluida, la no-anticipación se mantenía y por tanto el mercado era eficiente. Corría 1969, más o menos.

Una década más tarde Shiller decidió hacer un análisis paralelo pero distinto al de Fama y compañía. Al analizar la fluctuación agregada de los precios de acciones, Shiller mostró que (1) en el largo plazo sí existe cierta capacidad de predicción de precios y (2) la volatilidad de los índices agregados es muy superior a la volatilidad de los valores base que, se supone, representan las acciones: los dividendos de las empresas. Esto puede considerarse como evidencia de la irracionalidad como esencia de los mercados financieros, pero también puede interpretarse (y el mismo Shiller lo ha hecho) como un resultado agregado inesperado que no invalidaría completamente la tesis de Fama sobre información, precios y movimientos de acciones aisladas. La cuestión sobre la eficiencia del mercado permanece (y permanecerá) abierta.

Porque más allá de particularidades técnicas, lo que es necesario poner de relieve es que el debate entre Shiller y Fama no es una discusión en la cual dos partes se pelean por poner sobre la mesa un modelo totalmente distinto para explicar cómo funciona el comportamiento del objeto de estudio. Más al contrario: ambos utilizan como herramienta base la idea de mercado. En ambos casos se parte de un esquema en el cual ofertantes y demandantes se encuentran en una plaza para intercambiar bienes que llevan asociados una etiqueta de precio a la cual se le presupone una cierta información. La cuestión es bajo qué condiciones la asignación final de recursos a través del sistema de precios es totalmente eficiente, y bajo qué condiciones no lo es. Es decir, la pregunta que nos trae a nuestros días desde, casi, Adam Smith: cuándo hay un fallo de mercado. Como decía Robert Solow en este discurso de 1979 ante la American Economic Association que presidía,

la tradición [de la ciencia económica, o de la economía política] nos ha provisto al mismo tiempo con los fundamentos para creer en la eficiencia del mercado como sistema de asignación de recursos y las herramientas para una poderosa crítica. El análisis económico por sí mismo no tiene forma de escoger entre ambas.

De hecho, desde que estas palabras fuesen dichas hace tres décadas y media los científicos sociales contamos con más herramientas para esperar que, en un futuro (aún lejano, eso es cierto), podamos escapar a esta tensión. Entendemos mejor, por ejemplo, los diferentes mecanismos de asignación de recursos que existen además de los mercados, comenzando por cualquier sistema jerárquico o centralizado. Entendemos también mejor las instituciones que aseguran cada uno de estos mecanismos. Entendemos algo peor el cambio y el conflicto, cuándo y por qué una forma de cooperación se rompe y una nueva emerge, pero estamos en ello. Ese es el mensaje, creo, que al final quiero transmitir con esta nota: que estamos en ello, que nos va a costar (mucho) tiempo pero que vamos en la dirección adecuada. Y que el Nobel de este año, si es una prueba de algo, es de eso mismo.


7 comentarios

  1. Javi dice:

    Buen artículo. Para los «paganos», recalcaría que en este contexto la eficiencia se refiere a la agregación de información, no a que los mercados financieros sean más o menos «buenos» (esto es un debate aparte)

    • Cierto, gracias por la puntualización. Pero en cualquier caso habla de la capacidad del mecanismo de precios de llevar toda la información para conseguir que el mercado dé como resultado el reparto de recursos más eficiente posible.

  2. Batistuta dice:

    Muy interesante, gracias por el artículo.

    Nos regalará Politikon artículos explicando lo que han hecho todos los ganadores de Premios Nobel de 2013, como hicisteis el año pasado? A mí me encantó…

  3. […] Fama, Schiller y la (no) paradoja de la ciencia económica […]

  4. Manu Oquendo dice:

    Entre el trabajo de Fama y el de Shiller hay un cambio de sistema monetario nada banal. El dólar se convierte en moneda fiat y todos los gobiernos pueden ya manipular sus masas monetarias a voluntad exportando parte los efectos inflacionarios de esta práctica.

    A partir de ese instante, de las tres funciones de una moneda (medio de pago legal, unidad de medida y depósito temporal de valor) sólo la primera permanece con integridad.

    Las otras dos cambian profundamente.
    Por un lado la moneda no tiene valor de referente constante (como si el metro o el kg se fuesen sublimando minuto a minuto y cambiando de longitud y peso) y resulta muy inadecuada como depósito temporal de los ahorros.

    En ese momento arranca igualmente la inflación sostenida más brutal de la historia occidental en muchos siglos y los índices de inflación oficiales comienzan a excluir cosas como la energía y todo lo que no conviene a los gobiernos.

    La ortodoxia económica calla porque le va mucho en juego.
    Así salen los Nobel….Subprime..
    ¿Mercado? ¿Qué mercado?

    Saludos

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