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La maldición de la política industrial

9 Dic, 2008 - - @egocrata

Un último comentario sobre Detroit y sus cochecitos; prometo no dar demasiado más la tabarra ahora que parece que el Congreso va a rescatar esos gandules un ratito (estos 15.000 millones no les durarán demasiado).

El sector del automóvil tiene un problema grave de exceso de capacidad a nivel mundial. Hay demasiados productores de coches para el nivel de demanda presente y (probablemente) futuro; sea por la crisis, sea por el precio de los hidrocarburos, el mundo tenderá a comprar menos en las décadas venideras. Los defensores del libre mercado dicen, con toda la razón del mundo, que lo racional sería dejar que el mercado liquidara ese exceso de capacidad, sacándose de encima todas esas fábricas y trabajadores que están haciendo trastos inútiles. Los inversores ya descubrirán que ahora toca fabricar trenes, y ya reasignarán recursos.

Ahora imaginemos un mundo con dos países, cada uno con su fábrica de coches con capacidad para fabricar un millon de coches. Resulta que el petróleo anda carísimo, y la demanda total en este pequeño planeta es de un millón y medio. Las dos fábricas están en crisis, produciendo 250.000 coches más de la cuenta, y las dos piden ayuda a sus respectivos gobiernos. ¿Qué deben hacer?

Si nadie ayuda a los fabricantes, los dos se irán a la bancarrota. Los accionistas perderán dinero, las empresas se reestructurarán para producir menos, y los dos acabarán sacando 750.000 coches al año.

Sin embargo, la cosa no es tan sencilla: el gobernante de Poldavia, uno de los países, sabe que el otro gobernante es un amante del libre mercado y que no piensa hacer nada por sus fábricas. El sabio líder Poldavo decide dar dinero a su gloriosa factoría, haciendo que pueda competir de forma agresiva y sacar a su competidor del mercado a patadas. Gracias a su brillante estrategia, Poldavia tiene el monopolio de la fabricación de coches, ha humillado a sus rivales, y puede decir orgullosa que todo lo que rueda es Poldavo.

Pequeño problema: es bastante probable que el vecino de Poldavia llegue a la misma conclusión. Anticipando las ayudas públicas poldavas, los enemigos de la poldavez contratacarán con otra subvención. Mira qué listos somos, nos vamos a quedar con un monopolio. Antes que nadie se pare a pensar, tenemos dos países tirando dinero a espuertas en empresas que van a perder dinero eternamente.

Bonita maldición la de la política industrial: es racional para todos, no favorece a nadie. Acostumbraos a la idea de tirar dinero subvencionando fábricas: todos los fabricantes cuentan la misma historia, y todos los políticos saben que la decisión racional es subvencionar; es, como de costumbre, un dilema del prisionero.

A largo plazo la teoría dice que en un juego repetido en el tiempo veremos algo que se parezca a cooperación en estos casos. En el planeta tierra, esto en teoría se le llama «Organización Mundial del Comercio, por cierto. No funciona demasiado bien.


9 comentarios

  1. Javier dice:

    Muy cierto. Habrá que soportar por un lado a todos los liberales alegando que su remedio de libre mercado es perfecto sólo que todo el mundo está loco por no entenderlo ni cooperar y, por el otro, a revistas y medios del mundo automotor aplaudiendo la decisión como «una medida muy acertada para una industria vital en el progreso mundial».

  2. Ramon dice:

    Y hablando de la industria del automovil, ¿Habéis visto esta anotación en boingboing?

    http://www.boingboing.net/2008/12/09/a-message-to-boing-b.html

    Brillante xD

  3. Soria dice:

    La maldición es la intervención para rescatar mercados improductivos. Sólo es dar pan para hoy y hambre para mañana.

    Que la OMC funcione mal no significa que el sistema funcione mal.

  4. Vespasiano dice:

    Efectivamente el juego de tirar dinero eternamente en subvenciones a fábricas que fabrican trastos inútiles puede sobre el papel ser teóricamente posible pero nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que los recursos de la Tierra son finitos. Y esos límites físicos sí son reales. Los políticos no nos lo cuentan pero lo cierto es que o dejamos de hacer coches y nos ponemos a hacer trenes (es una simplificación para que se me entienda) o estamos arreglados porque un día la Tierra nos va a decir ya no te doy más de esto ni de aquello.

    Y en algunas materias primas como el petróleo, el gas, el uranio o el cobre ya está pasando. Y es especialmente preocupante el hecho de que es justamente la energía lo que se hace escaso. Nos gustaría disponer de energía rápida y fácil pero resulta que no. Hay unos límites. No podemos producir eternamente infinita cantidad. Así pues el modelo de subvencion inútil es factible sí pero solo hasta que la Tierra diga basta. Si llegamos a esa situación que dios nos coja confesados.

  5. […] La decisión de “salvar” el concesionario con un préstamo de emergencia puede parecer una idea estupenda para los políticos locales, especialmente si los del pueblo de al lado dejan quebrar a su vendedor de coches sin darles ninguna ayuda. En cierto sentido, es una versión a escala local de la maldición de la política industrial. […]

  6. […] La decisión de “salvar” el concesionario con un préstamo de emergencia puede parecer una idea estupenda para los políticos locales, especialmente si los del pueblo de al lado dejan quebrar a su vendedor de coches sin darles ninguna ayuda. En cierto sentido, es una versión a escala local de la maldición de la política industrial. […]

  7. […] no sé qué papel puede jugar el estado en este aspecto. Me suena a política industrial, algo a lo que le tengo alergia. Las medidas no suenan demasiado dirigistas, de todos […]

  8. […] lo ha expresado tan claramente como Roger Senserrich: no le gusta la política industrial. Nada de nada. Desde hace tiempo, además (por cierto, en ese último enlace pueden deleitarse con comentarios […]

  9. […] y ser cada vez más eficiente sin copiar a nadie. China, en este caso, corre el peligro de caer en la maldición de la política industrial: un montón de funcionarios deciden de forma centralizada qué vamos a producir, y acaban por […]

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