Internacional

Carreteras, olvido y racismo

9 Nov, 2021 - - @egocrata

Tras la aprobación del plan de infraestructuras en el congreso (gracias, en no poca medida, al virtuosismo legislativo de Nancy Pelosi), la administración Biden se apresta esta semana a venderlo. Veremos presentaciones, ruedas de prensa, fotos del presidente delante de proyectos de infraestructura y demás parafernalia propagandística, como cualquier político competente haría en estos casos.

Ayer el secretario de transportes Pete Buttigieg (que manda menos de lo que parece, como contaba por aquí) daba una rueda de prensa para explicar los planes de su departamento implementando el plan. Un periodista le preguntó sobre una partida llamada “reconnecting communities”, destinado a remediar el impacto de autopistas y otras infraestructuras dividiendo barrios y ciudades. Este fue su respuesta:

Buttigieg hace referencia a una anécdota célebre recogida por Robert Caro en “The Power Broker”, la biografía de Robert Moses, probablemente uno de los mejores libros sobre política jamás escritos.

Moses, el hombre que se encargó, gracias a ocupar multitud de cargos no electos a construir la vasta red de autopistas y zonas verdes del área metropolitana de Nueva York, tuvo entre uno de sus proyectos favoritos la creación de una red de playas públicas en parques a las afueras de la ciudad. Muchos son francamente bonitos, con pabellones y teatros al aire libre estilo art deco, creando un acceso abierto al mar en una región donde las playas son privadas.

Aunque esto puede sonar muy social y democrático, Moses quería playas públicas para parte del público, no para cualquiera. El gran constructor de autopistas quería parques para la clase media blanca, y trabajó activamente para bloquear cualquier acceso con transporte público a sus playas. Lo hizo, por un lado, bloqueando al LIRR construir una línea de tren mediante trabas burocráticas, y por otro, construyó barreras físicas en forma de puentes. Moses sólo quería gente con medios suficientes para tener su coche privado, así que pidió a sus ingenieros que todos los puentes en las autopistas que llevaban a Jones Beach tan bajos como fuera posible para que no pudieran entrar autobuses. Y lo hizo con el objetivo explícitode evitar que negros, latinos, y otra gente parecida pudieran ir a la playa con facilidad.

Esto está documentado; Robert Caro es un escritor increíblemente detallista, y ha sido confirmado por otros autores. Es también bien conocido; “The Power Broker” ganó el Pulitzer y es un libro no ya famoso, sino obsesivamente referenciado y leído por cualquier persona con interés en política americana, hasta el punto de ser un fondo recurrente en conexiones televisivas vía Zoom. Si no lo habéis leído, ya tardáis; es un libro extraordinario. Que Pete Buttigieg lo referencie es un poco intelectualoide, pero no está hablando de un oscuro paper publicado en 1997 que sólo han leído tres urbanistas.

Por supuesto, esto no importa en Fox News, que están indignados ¡indignados! con que el secretario de transportes de los Estados Unidos diga que las autopistas son racistas. Tucker Carlson, que es alguien que garantizo que se ha leído el libro de Moses, ha dedicado un segmento enterito de su programa a burlarse de Buttigieg, porque oye, decir que alguien en el pasado fue racista es, ahora mismo, profundamente insultante para la derecha americana.

Y sí, las carreteras pueden ser diseñadas de forma racista; he hablado de ello por aquí otras veces. Los constructores de las autopistas en los años cincuenta y sesenta no es que lo ocultaran

, sino que lo decían en voz alta. Hay cientos de casos de alcaldes, responsables de transportes y demás diciendo que esa autovía de ocho carriles en medio de Hartford, o Kansas, o Detroit, o donde sea se construye allí para limpiar barrios y separar zonas blancas de barrios negros. Pero bueno, el partido republicano es ahora esto, un lugar donde negar lo que decían al construir esas obras es perfectamente normal.

No es que estas cosas me sorprendan a estas alturas, por supuesto, pero es un buen ejemplo para entender tanto lo complicado que es revertir cualquier política que favorezca la segregación racial, como lo absurdo que es debatir sobre racismo en Estados Unidos. Fox y sus mariachis, a estas alturas, se dedican a defender gente que lleva 30 años muerta y se pasó la vida diciéndole a todo el mundo lo racistas que eran con tal de contradecir a la malvada izquierda socialcomunista woke.

Esta clase de discusiones absurdas, por cierto, no se limitan a la derecha. Una de mis eternas frustraciones al hablar de trenes con activistas aquí es cómo los servicios de cercanías están estructurados pensando en clientes blancos de clase media, y son espantosamente malos cubriendo las necesidades de gente con pocos ingresos, o cómo lo de hacer que el transporte público sea gratuito es directamente contrario a las prioridades que debes cubrir si quieres ayudar a gente de color (hablé sobre ambas cosas aquí – puedo desarrollarlo más otro día, si queréis). Los sesgos y prejuicios al hablar sobre cualquier tema relacionado con transportes y urbanismo son tremendos, y es muy, muy difícil sacar a gente de sus ideas preconcebidas.

Y sí, tanto los horarios absurdos en cercanías como el mantener precios de transporte público regulados a niveles artificialmente bajos fueron justificados, en su momento, con motivaciones racistas. Pero da igual.

En fin, es el problema de siempre: las desigualdades raciales y las desigualdades de clase, en Estados Unidos, están muy, muy correlacionadas. Hablar de ello, y solucionarlo, es complicado.

Bolas extra:


2 comentarios

  1. PacoV dice:

    Ante todo, gracias por tus crónicas; no conozco medio mejor para enterarme de lo que se cuece en ese grande, complejo, extraño e inquietante país que es hoy Estados Unidos. Y me gustaría que explicaras por qué un transporte público gratuito es una mala idea. Aquí, como sabes, también padecemos de eso, y se piden autovías y autopistas gratuitas, el ministro de Educación promete universidad gratuita para todos, y así. Y lo increíble es que, me temo, son medidas populares tanto en la izquierda como en la derecha.

    • Alatriste dice:

      Lee el artículo que enlaza Roger… en dos frases y si he entendido bien, su opinión es que es preferible un transporte público con una gran red, muy frecuente, limpio, etc, etc, que cueste algo (un precio no tan alto que vaya al 50%, ni tan bajo que vaya al 110%); pero si es gratuito, por fuerza eso implica recortes.

      Aparte, hay otro tema – y esto ya es cosecha mía. Si las carreteras, las líneas de autobus, etc, pasan por áreas mayoritariamente blancas, y encima los horarios no están pensados para trabajadores, hacer su uso gratuito solo beneficia a los usuarios actuales, que por fuerza tienen que ser casi todos blancos y/o no trabajadores…

Comments are closed.