Hay algunas películas, libros y series de televisión americanas que sólo tienen sentido cuando has vivido una temporada en Estados Unidos. Una de mis favoritas es “El reportero: la leyenda de Ron Burgundy”, de Adam McKay, una sátira del extraño mundo de las televisiones locales americanas con Will Farrell, Paul Rudd, Steve Carrell y Christina Applegate. La película me pareció entretenida cuando la vi en España, pero sólo tras mudarme aquí y disfrutar de la peculiar épica que son los informativos americanos acabé entendiendo la mayoría de las bromas.
Hablemos, pues, de las televisiones locales americanas, que son mucho más importantes de lo que parecen.
Estados Unidos es un país absolutamente gigantesco con cinco husos horarios, así que no tiene, como tal, un mercado único de televisión. Aunque hay cadenas de televisión nacionales, una combinación de legislación heredada, limitaciones técnicas y estructura empresarial hacen que estas no emitan directamente en casi ningún lugar del país. Quienes tienen las antenas y transmiten la señal a los hogares americanos son las llamadas local affiliates, o “afiliadas locales”, que son controladas por empresas distintas a la matriz nacional.
Estados Unidos se divide entonces en 210 mercados televisivos y radiofónicos separados, llamados Designated Media Areas, o DMAs. Cada uno de estos mercados cubre una área metropolitana y sus alrededores, y sus límites y fronteras tienen toda clase de implicaciones divertidas en las campañas políticas y el mercado publicitario, que expliqué por aquí.
En general, cada una de las cadenas nacionales tiene un afiliado local en cada mercado, todas con un contrato similar. La emisora local retransmite la programación que viene de nacional en horario de máxima audiencia en varias franjas acordadas durante el día. Durante el resto, emite o bien programación propia, o bien lo que se conoce como “contenido sindicado”, que son programas que son ofrecidos por productoras que pueden o no depender de las cadenas nacionales. Entre los programas sindicados hay concursos como “La ruleta de la fortuna”, reposiciones de series, tertulias, telenovelas, o dibujos animados. En producción propia, los canales locales se dedican casi exclusivamente a una cosa: informativos.
Las televisiones locales suelen emitir dos o tres informativos cada día. Uno a primera hora de la mañana, abriendo sólo con contenidos locales hasta las siete, e intercalado con los matinales de las cadenas nacionales después, que va de cinco (son madrugadores) hasta las nueve o las diez, según la cadena. Después tienen el informativo de tarde, que suele empezar a las cinco y termina a las seis y media, dando paso al telediario de la cadena nacional. Para terminar, acostumbran a tener también otro que empieza a las once de la noche (cuando termina el prime time tradicional) y termina a las once y media, para dar paso a los late shows. Los afiliados de Fox tienen horarios un poco distintos (Fox no tiene informativos nacionales y su primetime acaba a las diez, así que emiten más noticias locales), pero este patrón se sigue, más o menos, en todo el país.
Las emisoras locales, como todas las televisiones del mundo, se ganan la vida mediante publicidad. Los ingresos durante el día son muy pequeños, así que emiten contenidos sindicados. En primetime, cuando emiten la programación de la cadena nacional, tienen que repartirse el pastel, y las pausas publicitarias tienen un porcentaje de anuncios locales y otro de anuncios nacionales. Esto explica, por cierto, eso tan americano de tener anuncios de Apple, o Chanel, o una marca global parecida seguida de un anuncio de vendedores de coches de segunda mano la mar de cutres. Donde las locales ganan dinero, porque es donde no tienen que compartir ingresos con nadie, son durante los informativos de producción propia.
En Estados Unidos, como en todas partes, las emisiones de televisión convencional llevan años en marcado descenso. Netflix, HBO y el resto de los servicios de streaming les han comido el pastel, y el resto se lo llevan las TV de pago por cable. Las únicas excepciones a esta caída son dos: los deportes en directo, especialmente el fútbol americano, y los informativos locales, que es la segunda fuente de noticias más común para los americanos, sólo por detrás de los informativos de las cadenas nacionales. No es que tengan cifras colosales de espectadores (sobre diez millones diarios; los informativos nacionales suman unos veinte millones), pero en un mundo donde los programas de máxima audiencia no deportivos raramente superan los cinco millones de espectadores, es de los pocos sitios donde la publicidad televisiva sigue teniendo algo de valor.
Esto hace que las cadenas de TV locales compitan con mucha, mucha energía en esto de las noticias. Es habitual ver carteles y vallas publicitarias con cosas del estilo de “WFSB Connecticut – Early Warning Weather Alert!” y “Today at Channel 8 – Holiday Shopping Nightmare”. Las cadenas intentan montar su propio star system de presentadores, corresponsales enrollados y hombres del tiempo supersimpáticos que te venden a todas horas. La figura del anchorman, el presentador que lleva las noticias es siempre alguien a quien le quieren dar mucha importancia, un aire de autoridad.
Pero claro, estamos hablando de televisiones locales; muchas DMA tienen menos de dos millones de habitantes, y tres o cuatro cadenas locales compitiendo con esta combinación entre molonismo y aires de grandeza, provincianismo y presupuestos un tanto cutres que hace que todo el circo sea un poco ridículo. La combinación entre redacciones pequeñas, horas de contenidos que llenar y falta de recursos hace que los informativos sean siempre un poco casposos y llenos de la clase de noticias que no requieren periodismo de investigación.
Es decir: las noticias locales en Estados Unidos dedican mucho, mucho tiempo a la previsión meteorológica (cuando hay temporales o tormentas es cuando más audiencia tienen), mucho tiempo a historias de interés humano, y una burrada de minutaje a crímenes, homicidios, accidentes, y cosas que pueden matarte. Eso de “if it bleeds, it leads” (si sangra, va primero) es el principio organizativo de los informativos locales en este país.
En los sondeos, los americanos siempreparecen creer que la tasa de crimen va en aumento y que las cosas van a peor, a pesar de que lleva disminuyendo (con la excepción del 2020) desde principios de los noventa. Bueno, aquí tenéis el motivo.
Más allá de las percepciones sobre el crimen y las alegres rivalidades entre canales locales en sitios remotos, en años recientes este sector de los medios de comunicación ha experimentado un cambio considerable.
Durante décadas, la legislación federal establecía límites sobre concentración empresarial en TV local, e incluso prohibía que una misma empresa fuera propietaria de un periódico, radio, y televisión en un mismo mercado. En años recientes, sin embargo, esta normativa ha ido relajándose, y aunque siguen existiendo barreras para evitar monopolios, las autoridades han permitido que aumente la concentración empresarial. Esto ha hecho que las emisoras locales hayan dejado de serlo. En Estados Unidos hay sobre un millar de TVs locales; casi dos tercios de estas son propiedad de tres grupos nacionales, Sinclair, Nextstar, y Gray Television.
Tanto Nextstar como Gray son empresas más o menos convencionales; sus emisoras hacen su trabajo y sus informativos son sensacionalistas, pero más o menos imparciales. Sinclair, sin embargo, es otra cosa. Sus propietarios son republicanos, trumpistas entusiastas, y se han dedicado a utilizar a los telediarios locales como altavoces de causas conservadoras. Lo han hecho, en ocasiones con una uniformidad norcoreana, como cuando exigieron a los presentadores de todas sus cadenas que leyeran un editorial quejándose del sesgo anti-Trump de la prensa americana.
Esto es muy inusual en la tradición de las TV locales americanas, por supuesto, y es especialmente cargante porque el partidismo de Sinclair no es explícito, como Fox News. Simplemente tienes una cadena local que, así de repente, te pone segmentos enviados desde la redacción nacional completamente partidistas. Es una repetición (otra más), del esquema típico de los medios en Estados Unidos, donde hay medios de derechas, medios centristas/equidistantes, y no hay nada parecido a Fox o Sinclair en la izquierda, aplaudiendo la línea del partido sin rechistar.
Tenemos la fortuna, sin embargo, de que la gente realmente parece ver las noticias locales para ver el tiempo, sucesos, y poco más, y no prestan demasiada atención al resto. Entre eso y que la audiencia tiende a ser gente mayor (que siguen fieles a sus emisoras) las campañas de Sinclair quedan difuminadas entre noticias de homicidios, un nuevo animalito en el zoo, y un coche al que le ha caído un árbol encima.
Los informativos locales no son demasiado buenos. Cuando un periodista destaca, casi siempre acaba por ser fichado por otra emisora en un mercado más importante, o se pasa a un medio nacional. Las redacciones siempre son una mezcla entre becarios en busca de gloria, periodistas mediocres trabajando para comer, y tres o cuatro tipos que sí son muy buenos, y siguen allí porque les gusta su trabajo, y sufren al resto.
La combinación no es exactamente brillante, pero es entrañable, a su manera. Y Anchorman es, muchas veces, mucho más realista de lo que aparenta.
La TV en EEUU siempre ha sido una chapuza, incluso tècnicamente el antiguo sistema analógico NTSC era una mierda (Never Twice the Same Color), de 525 líneas, poca gente que el sistema europeo de 625 es un estándar soviètico, los británicos tuvieron otra mierda peor que el americano, hasta que la sobrevalorada BBC adoptó el continental no recuerdo cuándo, esto fue una ventaja momentánea porque era de polarización vertical, antenas tipo palo no las habituales en T, que era incompatible, y Francia en su TF1 desde Mitterand (ministro) en 1940 y tantos, despuès de la guerra, su sistema de ‘alta definición’ de 800 líneas hasta los años 70 (las posteriores A2 y FR3 en 625 estándar, con el conseguiente cachondeo e incompatibilidad de aparatos). Digo todo esto porque a pesar de que el sistema americano era una caca tècnica, al menos hizo un estándar, en Europa de no ser que el soviètico se fue adoptando por motivos apolíticos como vemos hubièramos acabado con 3-4 sistemas incompatibles entre sí. Se supone que se fundó la UER/EBU aka ‘Eurovisión’ para esto, precisamente (y echar a la puta calle a los países comunistas).
Sin embargo en Europa absolutamente todo el mundo estatalizó la TV. Hasta bien entrados los años 60 no hubo nada parecido a TV comerciales (la ITV británica, UKIB ahora, debe ser de por ahí), era una tecnología muy cara lo que subraya la capacidad de EEUU, que tenía una red comercial (la PBS no sè de cuándo es), en Europa despuès los antiguos monopolios públicos se privatizaron directamente, sólo en el RU se intentó un modelo regional comercial como el americano (que acabó todo concentrado en la misma empresa menos la STV, la Scottish TV).
Las TVs europeas eran mucho más cotos cerrados que la de EEUU, la preponderacia comercial americana en audiovisual no venía sólo de su capacidad económica, sus vasallos se lo montaban de putísima pena.