Internacional

El dilema popularista

12 Oct, 2021 - - @egocrata

David Shor es uno de esos famosos de Twitter que es sólo conocido entre aquellos completamente obsesionados con la política americana. Su fama empezó pronto, blogueando sobre datos y encuestas sobre las presidenciales del 2008, cuando tenía 16 años. Su buen ojo y capacidad de síntesis hizo que fuera reclutado por la campaña presidencial de Obama en el siguiente ciclo, preparando unos de los informes diarios más importantes para marcar su estrategia.

Tras la victoria de Obama, Shor siguió el camino tradicional de los consultores de élite en campañas presidenciales, pasando a trabajar en una empresa privada de sondeos de prestigio, Civis Analytics. Shor pasó a un segundo plano hasta el año pasado, cuando, en plena oleada de protestas tras la muerte de George Floyd, cometió la imprudencia de citar en Twitter un estudio de Omar Wasow que señalaba que en las presidenciales de 1968 los demócratas sacaron de media dos puntos menos en los condados donde hubo disturbios violentos tras el asesinato de Martin Luther King.

Una cita inocente, pero una turba de activistas furibundos se le echó encima, hasta el punto de asustar a Civis lo suficiente como para despedirlo… y hacer que Shor se hiciera inmediatamente mucho más famoso, poniéndole en el centro del debate estratégico en el partido demócrata. Por fortuna, el tipo es muy listo, así que vale la pena repasar el debate un poco, ya que de él depende la estrategia demócrata en los próximos años.

La teoría de David Shor

La tesis principal de David Shor es que el partido demócrata está atrapado en una cámara de resonancia de activistas, consultores, obsesos por la política y empleados excesivamente woke. En su opinión, el partido en los últimos años (empezando allá por el 2014) está cada vez más obsesionado con cuestiones identitarias, desde derechos sexuales a inmigración o discriminación racial. La insistencia de los activistas y flanco izquierdo del partido en hablar todo el santo rato sobre pronombres, las atrocidades de Cristóbal Colón, supremacismo blanco, heteropatriarcado y demás temas típicos de la “religión” woke (que no tiene nada de nueva – es fruto de la tradición mesiánica de la política americana) quizás motive a los universitarios progres de ONGs y fundaciones cercanas al partido, pero provocan que las bases tradicionales del partido (a saber, gente sin estudios superiores de clase obrera) se sientan excluidos, cuando no acusados de ser la fuente de todo mal.

Esta teoría ha sido recibida con entusiasmo por una parte significativa del partido, especialmente el ala más moderada – básicamente porque les da la razón. “Defund the Police” y toda esa palabrería estilo latinx, pronombres, y recordar a los ancestros nativos emocionará a los activistas, pero para un obrero de GM de Ohio al que le han cerrado la fábrica le parecerá una sarta de chorradas. El partido tiene que hacerse menos identitario, hablar más como seres humanos, y apelar a la gente normal, sin paridas postmodernas. Hablar mucho de lo que los votantes dicen estar a favor, poco de lo que los votantes recelan.

Esta idea revolucionaria ha recibido el nombre (un tanto sarcástico) de popularismo, y está en el centro de todas las guerras internas demócratas estos días.

A favor de Shor también juega que, si miras los datos demográficos en 2016 y 2020, el electorado demócrata parece haber cambiado de forma considerable. El partido ha perdido apoyo a patadas entre votantes blancos sin educación universitaria, y ganado votos a mansalva entre votantes blancos con educación superior. Incluso entre votantes de color, esta polarización del voto según niveles educativos es cada vez más clara. Esta tendencia, por cierto, es también visible en prácticamente todas las democracias occidentales, como señala este estudio recién salido del horno de Gethin, Martínez Toledano y Piketty. Estados Unidos va por delante, pero la tendencia es clara:

Gráfico de hilos A

En España, por cierto, la tendencia es algo menos marcada, y el único país que parece ir en dirección contraria es Portugal.

Los límites del popularismo

Supongo que esperaréis que, como alguien que ha expresado cierta exasperación con el lenguaje estrafalario de la izquierda a veces y las obsesiones peculiares de las fundaciones progresistas, esté bastante de acuerdo con Shor. Es más, culpé la derrota de Bernie Sanders en las primarias del año pasado en gran medida en su obsesión por atraer el voto latino, negro, femenino, LGBTQ, etcétera, etcétera hablando de temas identitarios.

Pero como siempre que ves una teoría que parece que te da la razón, lo primero que debes hacer es parar, mirar los datos con calma, y comprobar si te gusta porque te suena bien o porque las cifras cuadran. El problema para Shor es que los números dan, siempre y cuando los cosas a martillazos antes.

Pongamos, por ejemplo, un estudio que Shor ha publicado hace poco sobre el cheque infantil. La teoría para muchos (entre los que me incluyo), es que lo mejor que pueden hacer los demócratas es hacer el cheque (un pago mensual por hijo), tan universal como sea posible, excluyendo sólo a las rentas más altas. Shor, sin embargo, dice lo contrario; un programa así, sin límites de renta, está en 49-51 de aprobación, y la cifra mejora marcadamente si bajas el límite.

El problema es que esta “mejora marcada” baja muy, muy lentamente según el límite de ingresos. Si se pone el límite en familias que ganen $125.000 al año, se queda en 50-50; sólo se queda en positivo si bajas de $75.000 (52-48).

Mirando el diseño de la encuesta, es fácil ver que la progresión no es tanto debido a una respuesta considerada del votante, sino que simplemente la pregunta se plantea como una “subasta a la baja”. La propuesta, además, se explica diciendo que viene del partido demócrata, algo que inmediatamente hará que la mitad de los encuestados la vean de forma negativa, porque el partidismo es así de maravilloso.

El gran problema de los datos de Shor es que sus sondeos (cuando da cifras) sobre retórica woke y apoyo a los demócratas casi siempre salen de encuestas donde cambiando la formulación de la pregunta los resultados pueden variar mucho, y siempre parecen partir de diferencias de 3-5 puntos que insiste que son cruciales. Por mucho que el marco mental parezca lógico y que la explicación de Shor suene coherente, siempre acabo con la sospecha que estamos rondando problemas de diseño de cuestionario y márgenes de error un poco demasiado cerca.

El falso centro de la política americana

Como todas las historias sobre voto y electorado que parecen sencillas y fáciles, el modelo de Shor se topa con que las cosas son un poco más complicadas de lo que parecen. Este artículo de Ian Haney Lopez repasa las más obvias, pero vale la pena repasar algunas ideas claves.

La primera, y más importante, es que el votante moderado no existe. Es fácil creer o pensar que el electorado es este continúo parsimonioso entre señores de derechas reaccionarios, señores de derechas católicos, señores de derechas liberales, moderados, izquierda moderada, socialistas de toda la vida, y comunistas que hacen biodanzas, pero la cosa es un poco más complicada. Los tipos que están en medio, los que cambian de partido de vez en cuando, son gente que no sigue la política, no tiene ideas demasiado formadas, y que cuando las tiene a veces son unos fascistas de narices. La gente más autoritaria del electorado occidental son estos centristas, insisto; son la gente más propensa a la anti política.

Esto quiere decir que, si eres un partido de izquierdas, “moderarte” quizás no te sirva para nada, porque lo que la gente en el medio quiere no es “estado de bienestar, pero menos”, sino que quiere “sanidad pública universal y fusilar de forma sumarísima a los que pintan grafitis en trenes”. Estos votantes lo del feminismo les parece una rareza, pero ni saben que esos debates existen. No son ideólogos; basan su voto en afinidad identitaria y confianza en el político, no en su programa.

Como señala Haney, Shor acierta al decir que los demócratas, en su infinita torpeza, a menudo lanzan mensajes que parecen dirigidos a ofender la identidad de estos votantes. Ir por el mundo hablando sobre “los problemas de la identidad blanca” no te hará amigos entre gente blanca que pasa de la política y que de golpe estás diciendo que el desastre que es el país es su culpa, ciertamente.

Donde Shor se equivoca es cuando dice que, dado que estos temas alienan a los “centristas”, los demócratas deben dejar de hablar de ello. Esto es absurdo, porque los republicanos van a seguir utilizando racismo y temas identitarios como arma arrojadiza; uno no puede salir del debate dándoles la razón, porque entonces perderán esos votantes anti-racistas woke universitarios que (no lo olvidemos) le dieron la victoria a Biden.

Descubriendo a Marx

La estrategia a seguir (que tiene bastante evidencia empírica detrás) es hablar de clase social y raza a la vez, no como temas separados. Los demócratas tienen que decir que el conflicto en Estados Unidos es entre 1% y el resto, y que los ricos utilizan las divisiones raciales como arma arrojadiza para distraer al personal.

Y sí, es tierno ver a la intelligentsia del partido demócrata, ala progresista, descubriendo el Überbau. Cuando decía el año pasado que Estados Unidos es el país más clasista que conozco no bromeaba; si hay un lugar donde el marxismo parece cuadrar más es este.

Bolas extra

  • Os preguntaréis también por qué los demócratas están hablando tanto entre ellos sobre el desastre electoral que viene, recuperar el voto blanco y demás a pesar de haber ganado las elecciones el año pasado con cierta suficiencia. El problema es que si no recuperan algo de voto blanco el sesgo conservador del sistema constitucional (léase, el senado) les dejará sin poder en pocos años, a pesar de que sigan ganando elecciones presidenciales.
  • El senado aplazó el voto sobre el techo de la deuda a diciembre. O sea, que la catástrofe no está aquí, pero la juerga para evitarla sigue.
  • Bridgeport me va a matar.


4 comentarios

  1. Alatriste dice:

    Me apunto a lo de sanidad pública universal y fusilar a los grafiteros (esta semana ha abierto una tienda en mi calle; no solo habían llenado de grafitis hasta los cristales durante los meses que estuvo cerrada; una vez limpia, que les costó, los descerebrados volvieron a emporcarla la noche antes de la apertura… y suerte que no pasó otro descerebrado de los del diamantito rayando los cristales).

    Pensaréis que me aparto del tema, pero no… porque demasiada parte de lo que hacemos en la izquierda se parece mucho, demasiado para mi gusto, a reírles las gracias a los grafiteros y olvidarnos de los currantes que se pasaron nosecuantas horas DOS VECES limpiando su tienda. Y quien dice eso dice batirse el cobre por un chulo que le da de patadas a un policía en una mani, o reirles las gracias a unas feministas que tienen una librería sin libros escritos por varones y cuando descubren que «Carmen Mola» no es una mujer retiran sus libros de la venta (¿Os imagináis si alguien quisiera abrir una librería así al revés, una en la que estuvieran prohibidos los libros escritos por mujeres?)

    Los temas identitarios pueden ser nuestra perdición, pero olvidarnos de la gente corriente, de «Juan Español», no es que vaya a serlo, es que ya lo está siendo. Y eso no quiere decir que no haya que hablar de feminismo, o de racismo, etc, etc, pero si nos olvidamos de que lo primero para los votantes son primero el curro, la hipoteca y el cole de los niños, y segundo que no les insulten, mal vamos. Y se nos olvida a menudo.

  2. Sr.Yo dice:

    Esto… Es muy vasto. Incluso basto.

    Es una multitud de problemas… Primero, que el sistema fluctúa de forma imprevisible, y esto repercute en la sociedad, pero si me piden mi opinión, en Occidente la izquierda se ha ido a la mierda, muy groseramente, acabada la II GM teníamos comunistas, varias facciones y retroalimentadas unas con otras, y teníamos socialdemócratas que se podría incluso debatir si realmente es izquierda (a mí ese debate me parece irrelevante), otras opciones eran marginales y en el tercer mundo acabaron predominando formas de nacionalismo (en las antípodas del comunismo), p.ej. el partido Baaz y del estilo. Una vez que se fue a cagar la URSS, los partidos comunistas occidentales en general bastante desorientados (y combatidos sin descanso) se fueron tambièn a deponer (un país donde todavía es significativo es Portugal, a cuento de lo que apunta Roger), esto es una golpe brutal para la socialdemocracia porque pierde la mitad de su razón d’être, el resto lo hizo el thatcherismo/reaganismo dando como solución al hundimiento de retornos el cargarse toda la política social de forma sádica (entre otras burradas), ante esto, y uno de sus pioneros fue ese personaje llamado Mitterrand, la socialdemocracia se fue sin complejos a la derecha (no al centro, a la derecha) haciendo el triple salto mortal con Blair. El modelo en mi opinión está fundido primero porque el sistema ya no lo necesita (no hay comunistas o si los hay no son amenaza), y segundo porque son conscientes de ello y se han vuelto más papistas que el Papa.

    No puedes pretender ser de izquierdas y ser reformista. O mejor dicho, sí puedes ser ambas cosas, pero son diferentes. Y según para què asunto, incompatibles.

    Por eso se ofrece religión (woke, LBGTQHPZYX), básicamente porque es gratis. Matrimonio gay cuesta cero, subir pensiones ay joder.

    Hay mercado para la izquierda. Vaya si lo hay. Mejor que se vuelva a organizar porque si no, vamos a tener Bukeles a punta pala.

  3. Alatriste dice:

    No estoy de acuerdo con todo, ni mucho menos, pero comparto al 100% la idea de que para buena parte de la izquierda moderada el atractivo de la política identitaria es que sus medidas salen tan baratas que sí, se puede decir que salen gratis. Apenas generan conflictos con los empresarios, no hay que preguntarse de donde sacar 10.000 millones al año, la prensa no suele criticarlas (en ocasiones hasta la derecha tiene problemas para oponerse abiertamente), y encima mejoran las relaciones con los radicales.

    Pero es, en mi opinión, un atractivo letal…

  4. Sr.Yo dice:

    Es… Complicado.

    Sin duda alguna si vas a una tienda que el dependiente sea amable y considerado es un punto a favor. Eso no quita que te pueda estafar, darte gato por liebre o cualquier otra actividad contraproducente para èl y el negocio.

    El problema es que lo que se autollama izquierda, y es significativo que se lo autollame cada de vez de forma más reiterada, lo que hará pensar a muchos que lo repiten tanto porque ya ni ellos se lo creen, es que deja ese poso de que como mínimo hay que recordar la marca porque empiezan a confundirse todas.

    Si te digo lo de antes de otra manera, quizá se me entienda mejor: si tú tienes competencia tienes que mover el culo, si no la tienes puedes pensar que tienes un monopolio. Y la cosa es que en vender confianza, porque esto es un mercado de confianza, no hay monopolios. Es imposible.

    No están ofreciendo nada, porque ofrecer gratuidades es no ofrecer nada. No es sólo problema de la izquierda, la Union de Merkel tiró tambièn toda su ideología por el váter, tal cual un lastre, y siempre se colocó al sol que más calienta de las gratuidades, siempre gratuidades, si había que rascarse el bolsillo, con cuentagotas, què digo, con micropipeta, pero en este caso tiene mèrito, era el conglomerado de la derecha haciendo de tripas corazón, y eso hombre, quieras que no, llama la atención porque Schröder ya tiró por el váter la socialdemocracia pero en su caso ya venía de atrás. ¿Alemania? El SPD con un 25% a costa de succionar die Linke que por los pelos no se quedó fuera, otros que tampoco pueden rebajarse mucho más porque ya están con el culo al aire, están felices porque el partido magufo se quedó en el 10%, cuando los Verdes son tan o más magufos, y lo que salga del semáforo, el jamaica, el tutti frutti o el alles paletti da igual porque va a ser todo lo mismo: gratuidades.

    Por eso llega un anormal como Bukele y le enseña a todo el mundo lo que es un golpe de Estado y cómo llevar a un estado de vuelta al siglo XVI. Llevan apretando para volver al XIX y estas cosas suelen acabar así, la tuerca que no hay que tocar se jode.

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