Internacional

Hablar sobre inmigración

9 Jun, 2021 - - @egocrata

El discurso de Kamala Harris en Guatemala pidiendo a aquellos que quieren emigrar a Estados Unidos que “no vengan” ha sido recibido con cierto estupor en la izquierda demócrata. Alexandria Ocasio-Cortez criticó las palabras de la vicepresidenta, diciendo que pedir asilo político en la frontera es una legítima de inmigración. Varios grupos de activistas han hablado de los conflictos internos del país y cómo aquellos que huyen de Centroamérica lo hacen por necesidad, no por gusto.

Como casi todo lo que tiene que ver con inmigración en Estados Unidos, es un debate absurdo, ya que evita hablar directamente tanto de las causas como de las consecuencias de la inmigración en el país, o sobre posibles reformas legales para cambiar la situación.

Por encima de todo, ignora el factor más importante: la inmigración no es un problema. Veamos.

Causas y consecuencias

Sobre las consecuencias de la inmigración he hablado otras veces en otros sitios. En este tema, soy un integrista: es increíblemente positiva para el país receptor, no genera perdedores (o muy, muy pocos), y deberíamos tener mucha más, no menos. Mi posición no se debe a temas morales, de justicia social, aprecio por el multiculturalismo o refugees welcome (aunque simpatizo con muchas de esas ideas), sino es puramente economicista y utilitario.

Recibir inmigrantes es crecimiento económico gratis. Los costes de asimilarlos son mucho menores que el retorno que generan. Los temores de invasión cultural, identidad de occidente y demás chorradas parecidas me parecen de una cobardía insufrible y de un iliberalismo atroz.

Mi condición de inmigrante en este país de locos, por supuesto, tiene algo que ver, pero lo cierto es que la evidencia empírica es abrumadora en este aspecto.

De las causas también se está hablando mucho, porque como de costumbre los demócratas empiezan todos los debates a la defensiva y después se extrañan cuando nunca parecen ganarlos. La gente quiere mudarse a Estados Unidos porque es un país increíblemente rico donde uno puede aspirar a una vida mejor. Este sigue siendo un lugar que sabe recibir y asimilar inmigrantes, convirtiéndolos en esa bonita mezcla de patriotismo hortera y nostalgia de la madre patria en pocos años. Que Guatemala tenga bandas armadas o no es casi irrelevante cuando el salto de prosperidad y expectativas de futuro es tan colosal.

Esto hace que, ya de entrada, el debate sobre inmigración me parezca absurdo, especialmente en Estados Unidos. La extraordinaria riqueza del país ha sido construida sobre colosales llegadas de inmigrantes de todo el mundo, y es un sitio donde vive, medio bien, gente de todo el planeta.

En política, sin embargo, sólo hay un cierto consenso de que la inmigración es positiva (y todo el mundo se va a apresurar a contarte de qué país eran sus abuelos, que es una tradición americana), pero debate sobre el cómo y el quién puede entrar en el país se ha convertido en un auténtico circo que nadie quiere arreglar.

Sobre leyes migratorias

La mejor forma de describir las leyes migratorias de Estados Unidos ahora mismo es decir que son un galimatías incomprensible que llevan sin actualizarse de forma significativa desde mediados de los noventa, sino antes. Los canales para inmigrar de forma legal al país son múltiples, variados, y complicados hasta decir basta. Pedir un visado, permiso de residencia, naturalización o cualquier otro estatus migratorio es algo que a menudo requiere toneladas de papeleo, cantidades ingentes de dinero (porque uno tiene que pagar por los trámites) y en muchos casos un abogado competente.

La cuestión es que Estados Unidos es un destino tan atractivo que hay literalmente millones de personas dispuestas a tragarse estos trámites. Incluso durante los años de Trump, cuando la administración hizo todo lo posible para disminuir los niveles de inmigración, cada año más de un millón de personas entraban al país legalmente.

Dado que inmigrar legalmente es complicado hasta niveles casi cómicos, es comprensible que un porcentaje considerable de entradas sean de gente sin papeles. Como era de esperar, los datos en este caso son un poco menos fiables, pero todo indica que el número de inmigrantes sin documentos lleva bajando desde al menos el año 2007, hasta rondar los 10 millones en la actualidad. Si alguien cree que la inmigración ilegal es un problema (que no lo es), estamos ante poco más de un 3% de la población del país. Es un error de redondeo.

En agregado, menos de un 14% de la población de Estados Unidos ha nacido fuera del país, una cifra que está cerca (pero no alcanza) los máximos históricos de principios del siglo XX. Como referencia, esta cifra está por debajo de la media de la OCDE – y es menor que la de España.

La “crisis” de la frontera

El histerismo de los republicanos sobre inmigración, incluso pre-Trump, siempre tiene el mismo punto de partida: “recuperar el control sobre nuestras fronteras”. La imagen de refugiados e inmigrantes cruzando el Río Grande de noche para entrar en el país es una de las fijaciones de Fox News y el discurso conservador americano, y es lo que acaba monopolizando el debate, una y otra vez.

En realidad, lo que vemos es lo siguiente:

Cada año sobre 400.000 personas que intentan cruzar la frontera son detenidos, y casi en su totalidad, devueltos a Méjico. En tiempos recientes hemos visto picos de entrada más altos, pero lo que sucede sigue siendo lo mismo. No tenemos cifras exactas sobre cuántos logran entrar, pero es difícil creer que sean demasiados en vista del descenso sostenido del número de inmigrantes residentes en el país sin papeles. No hay mucha historia que debatir.

Reformando el sistema

Es bastante obvio que si entendemos que la inmigración legal es buena para el país, y que el sistema actual es un caos ridículo que no hace más que crear incentivos para que la gente se salte la ley, quizás valdría la pena aprobar una reforma. El congreso lleva fracasando en ello desde la presidencia de George W. Bush, y no hay visos de que se pueda cambiar gran cosa.

En el fondo, lo que tenemos es una adorable paradoja política. La inmigración no es un problema urgente y el sistema actual, aunque caótico, más o menos hace lo que se supone que debe hacer. Todo el mundo, dice, sin embargo, que debemos arreglarlo, pero se ha politizado tanto y el congreso es tan disfuncional que no se aprobará ninguna reforma migratoria.

Así que seguiremos sin arreglar este gran problema que no existe.

Por supuesto, hay bastantes cosas que se podrían mejorar, y aquí es donde entra la “flexibilidad” de la legislación migratoria actual. Dado que al legislativo ni está ni se le espera, todos los presidentes desde Bush han “interpretado” las normas sobre inmigración de manera creativa, haciendo el sistema más o menos hostil a los inmigrantes (legales e ilegales) en el proceso. Obama, por ejemplo, fue muy hostil aplicando la ley al principio de su mandato, ya que quería pactar una reforma migratoria con el GOP, pero su administración fue moderándose con el tiempo. Trump habló como un intransigente, pero a menudo su administración fue demasiado incompetente como para reducir la inmigración de manera efectiva.

Biden ya ha dado señales que será más flexible, anunciando cambios en cómo se procesan aplicaciones de residencia, aumentando la cuota de refugiados y estudiando ampliar el número de visados para inmigrantes cualificados. El único fleco que no se puede alterar con regulación es la legalización de los sin papeles, por desgracia.

En realidad, los votantes americanos son bastante favorables a permitir más inmigración. Están preocupados por la “crisis” de la frontera, pero no hay una amplia mayoría social hostil a nuevas llegadas. La minoría que está obsesionada con estos temas, no obstante, parece votar con entusiasmo en primarias republicanas.

Bolas extra


Un comentario

  1. Sr.Yo dice:

    Esto… Es un tema complicado. Como todos los problemas que nos afectan a los humanos, podemos mirarlos desde el (concretamente, uno de los) ángulo micro, y luego en perspectiva desde el macro, que es único, termodinámicamente hablando. Es decir, el micro EEUU y el macro la Humanidad y este planeta.

    Porque cuando hablamos de *migrantes*, esa lengua llamada Latín llena de phrasals (exmigrare, inmigrare), si usamos la perspectiva micro obviamente es la que le interesa al público USA, pero todos los emigrantes vienen de alguna parte. Una parte se desangra, y pierde elementos valiosos, la otra se enriquece. No puedo menos que estar totalmente de acuerdo con Roger, tener un país de IN-migrantes es vivir en un país por encima de la media, porque los que están siendo perjudicados son los países de E-migrantes, no sólo pierden carne de cañón laboral, pierden sus elementos más valiosos y que les ha costado mucho formar. Encima de ser pobres, regalan médicos e ingenieros a los países ricos. En un mundo ideal, deberían emigrar los más pobres, y no permitírsele a los de alta cualificación. Porque además esta inmigración *sí* perjudica, en la medida que reduce la capacidad del país receptor de mantener sus propias capas cualificadas, aunque en este punto esto es un problema más que se acumula con otro centenar en ese aspecto.

    A principios del siglo XX Europa era una hemorragia. Esto ya venía de atrás, y se mantuvo en estas cifras brutales hasta la segunda posguerra. El único país de Europa que no perdía población a chorros (no globalmente, todos aumentaban, pero las cifras de inmigración eran brutales) era Suíza. Los demás, a hordas. La omnipotente Gran Bretaña, a chorros, y no sólo a sus colonias, Francia a sacos, Alemania a punta pala, la URSS claro, por el régimen y tal (ironic mode), los paraísos escandinavos ni te cuento, Italia, España, Portugal y Grecia a tsunamis. No había en realidad mucha variación, si es que alguna, entre sistemas políticos (había un buen zoo, con más diversidad que actualmente), sin embargo casi toda la emigración era paupérrima, pero esto se debía al déficit de clases profesionales. No hay más que ver apellidos en EEUU, hay desde apellidos frisones o sorbios que ya no existen en los Países Bajos o Alemania, hasta espécimenes (de apellidos) rarezas totales, incluyendo sefarditas ausentes de esta península desde la friolera de 530 años (medio milenio es una cifra bonita).

    Por cierto, en esta época los EEUU tenían cerrada la puerta por ley a los chinos, se colaban pero no en la medida que lo hubieran hecho si hubiera estado abierta (literalmente, una ley racista, abolida hace relativamente muy poco). Sería hoy un país totalmente diferente si hubiera 50-75 millones de descendientes chinos, y con certeza mucho menos racista.

    Ahora vamos con otro punto. Desde la liquidación del Ancien Régime a finales del XVIII (en general, en Rusia lo liquidaron en 1917 y en Hispanistán sigue en vigor en gran medida, sobre todo mental), se han planteado dos clases de ciudadanía: el ius solis (de suelo) y el ius sanguinis (de sangre). El segundo es más en línea con el Ancien Régime y el primero fue adoptado con furor por las naciones revolucionarias, incluyendo todas las Latinoamericanas. EEUU es ius solis, si naces en EEUU, eres ciudadano americano, punto pelota, al margen de que puedas ganar la ciudadanía por otras vías. Sydney Poitier es americano porque su madre, a punto de dar a luz en las Bahamas, se agarró un bote y se fue a parir a EEUU. Así de simple. Esto sigue en vigor hoy en día, y, ¿guess who ha dicho que esto es una antigualla y hay que abolirlo? Sí, the Donald. Pero es que desde 1800 hasta hoy una larga lista de estados han ido reculando desde el ius solis de vuelta al sanguinis, el que siempre tuvo Hispanistán: sólo eres ciudadano español si uno de tus progenitores lo es (esto es automático también en jurisdicciones de ius solis). Si un moromierda nace en España, moromierda se queda a no ser que su papá o su mamá sean españoles. Sí, acumulando años se puede ganar después la nacionalidad, pero siempre ha sido un tema muy arbitrario y sujeto al albur de las circunstancias.

    Por supuesto, la mamá y el papá de Sydney Poitier se pueden quedar en EEUU al ser su hijo americano (aunque ellos no lo sean, de momento). O así fue hace más de medio siglo, hoy en día esto está un poco baqueteado.

    Ni que decir tiene qué tipo de jurisdicción facilita la INmigración, ni cual facilita la Emigración. Argentina es ius solis también, naces allá y eres argentino, sin perjuicio de ser español por serlo tus padres, al revés no, un hijo de argentinos no será español si nace acá, a no ser que lo sea algún progenitor.

    Por tanto estos son los dos factores que, entre tantos, llevaron a los EEUU al núcleo mismísimo del sistema, desde esa periferia donde empezó en 1776 y con unas perspectivas de mierda (se diga lo que se quiera, Napoleón soltó una boutade de cojones). Se le puede comparar a un agujero negro demográfico, en el buen sentido del término (si es que lo tiene), es decir, a diferencia de Hispanistán, que expulsó a moros, judíos, protestantes, menestrales, mercantiles, ilustrados, liberales, demócratas, rojos en general y obviamente masones por citar los más nombrados, amén de pobres y muertos de hambre, eso si corrían y tenían suerte (en vez de Plus Ultra, que es un sindiós gramatical y la n-ésima paletada hispanistana, porque era el lema personal, en *francés (valón)*, de Carlos V, «Plus Oultre»), más bien debería decir A la Puta Cuneta, o a la Hoguera, o Trágala, Trágala), en EEUU vale tudo. Everybody is welcome. Tenemos problemas como en tu casa, o más, pero mira, en vez de echar gente, queremos que venga.

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