Leer y escuchar los debates sobre la propuesta de la superliga desde Estados Unidos ha sido un tanto curioso estos días. Primero, porque sí se ha hablado sobre ello; aunque este país es tremendamente insular y el fútbol dista mucho de ser la presencia dominante que es en Europa, tanto el Washington Post como el New York Times le han dedicado múltiples artículos al tema, y han hablado de ello bastante en ESPN a lo largo del día.
Segundo, porque ha sido divertido ver a comentaristas de por aquí esforzándose en explicar (o incluso entender) cuál es el problema, ya que, desde la experiencia americana, el concepto de una superliga no es que sea natural, es como se entiende el deporte profesional.
No me meteré demasiado en el debate sobre si la propuesta de los doce clubes de fútbol europeos es buena o no (es espantosa, y como culé me parece una santa vergüenza que mi equipo esté metido en esta patraña), que esto no es el Marca. Sí que me apartaré un poquito de la política hoy, sin embargo, y hablaré de algo que es muy, muy curioso y específico de Estados Unidos: la organización del deporte profesional, y la relación de los americanos con este.
En Estados Unidos, los deportes de equipo más seguidos, en orden de audiencias televisivas e importancia son el fútbol americano, seguido a mucha distancia del beisbol y baloncesto, con hockey hielo en un distante cuarto lugar. Cada uno de estos deportes está controlado por una asociación sin ánimo de lucro que regula y organiza una liga profesional a nivel nacional (NFL) o continental (MLB, NBA y NHL, con equipos canadienses).
Las ligas no forman parte ni dependen de la federación, ni están reguladas por ellas. La única regulación por la que se rigen es una serie de excepciones a la legislación sobre competencia (una combinación de decisiones judiciales y parches legales) que les ha permitido actuar como un cártel capaz de negociar contratos televisivos, escalas salariales, y mecanismos para fichar y despedir jugadores de forma estandarizada.
Esto quiere decir que todos los equipos que forman parte de cada una de las ligas aceptan seguir unas normas sobre su gestión, salarios, y demás, limitando la competencia entre ellos. A cambio, la liga negocia cosas como contratos televisivos y publicitarios de forma centralizada para maximizar el nivel de ingresos de sus miembros, y crea mecanismos para redistribuir estos ingresos entre los equipos que están en mercados publicitarios grandes (léase Nueva York o Los Ángeles) y pequeños (Green Bay, Oklahoma). Las ligas profesionales en Estados Unidos son un cártel de empresas, en el sentido más puro del término; que se organicen de forma explícita con una ONG de por medio es una manera de simplificar las cosas.
Como era de esperar en un cártel, los equipos participantes lo hacen bajo la expectativa de que su participación es a perpetuidad; no hay descenso a categorías inferiores ni nada por el estilo. Los 32 equipos de la NFL son empresas privadas en un mercado regulado*, no competidores.
De vez en cuando los integrantes de una liga deciden añadir nuevos equipos, normalmente para generar afición en una ciudad o región emergente. Estos expansion teams son equipos literalmente creados de la nada cuando algún millonario o emprendedor local se ofrece a hacerlo en alguna ciudad interesante; su ingreso debe ser aprobado por el resto de los miembros.
Los equipos, con muy pocas excepciones, tienen un arraigo territorial limitado; en realidad son una franquicia de la liga, y como tal, pueden ser trasladados a otro mercado por motivos estratégicos o caprichos de sus propietarios. Algo que sucede muy a menudo, porque si hay algo que los equipos profesionales en Estados Unidos adoran es mudarse cuando alguien les ofrece construirles un estadio gratis y montones de dinero en subvenciones.
En teoría, cualquier millonario con demasiado dinero y tiempo libre puede poner una burrada de millones sobre la mesa y crear su propia liga profesional para competir con las cuatro grandes. Esto es algo que ha sucedido en el pasado con la NFL, cuando en los años sesenta una asociación alternativa, (la AFL) intentó competir con ellos. A la práctica, acabaron fusionándose en 1966, porque ser un cártel es mucho más rentable que pelearse por audiencias.
Entre poco y nada, realmente. Dado que en las grandes ligas los equipos no suben o bajan de categoría, en el deporte profesional americano no tienes la enorme pirámide de ligas de segunda, regionales, semiprofesionales y amateurs que tienen el fútbol europeo. No existen tampoco categorías juveniles, ni canteras, ni nada de este estilo; un equipo de la NFL, NBA o NHL es una isla amarrada a una ciudad, pero sin contacto directo ni raíces en el deporte local.
La única excepción, en este caso, es el beisbol, derivado de lo peculiar que es este deporte. MLB significa “Major League Baseball”, porque está acompañada de las “Minor Leagues” de menor categoría de carácter regional. Hay cuatro categorías, AAA, AA, y A+ y A-, todas ellas compuestas por filiales de los equipos de las Major. Estos equipos son también franquicias (y también se trasladan a menudo) pero tienen bastante afición local; ver partidos de minor league es francamente entretenido.
Su existencia se debe a que el beisbol es, de muy lejos, el deporte donde más difícil es alcanzar un nivel de juego suficiente para competir en la élite. Un jugador de baloncesto o fútbol americano recién salido de la universidad puede incorporarse en la NBA o NFL y ser útil casi desde el principio. Un jugador de beisbol no; los bateadores y pitchers en las majors son mucho más fuertes, hábiles y lanzan mucho más duro que cualquier chaval de 20 años. Los jugadores prometedores, entonces, son enviados a curtirse en la minor, cobrando salarios bastante lamentables, hasta que son “called to the big leagues” (“llamados a las grandes ligas”).
La NHL también tiene una categoría inferior (la AHL), pero eso es más para evitar que un crío de 18 años sea ascendido antes de tiempo con los profesionales y alguien le arranque la cabeza accidentalmente. En hockey pegan duro.
Fuera de esto lo que tenemos es… el vacío. En los cuatro deportes existen un puñado de ligas independientes de carácter regional, pero sin conexión directa a las ligas profesionales. Son pequeños negocios con aficiones minúsculas, pero que dan vidilla a las ciudades pequeñas del país.
La cantera de los equipos profesionales americanos es el sistema educativo del país. Los niños americanos hacen mucho deporte en el instituto, y en todos los estados hay ligas y campeonatos organizados para casi cualquier cosa. El nivel de afición y devoción que los americanos sienten por estos equipos es considerable (es el equipo de mi instituto) y los jugadores que despuntan son pequeños héroes locales.
Si alguien es muy bueno jugando a algo en el instituto, es muy posible que pueda ir a la universidad con una athletic scholarship (una beca para atletas). A cambio de jugar en el equipo de la universidad, educación gratis.
Las ligas universitarias dan para otro artículo entero, porque son un negocio colosal. Los campeonatos nacionales de baloncesto y fútbol americano son televisados y tienen audiencias gigantescas. La afición por estos equipos es fanática. Todo el sistema genera montañas de dinero, aunque los jugadores no cobran un duro. Están ahí con la expectativa de que alguien los llame (draft) desde la NBA o NFL.
Desde luego, muy, muy distinta de la que tienen los equipos europeos con sus ciudades. El viejo dicho del fútbol de que uno puede cambiar de coche, de cerveza, de mujer o de sexo, pero nunca de equipo no es del todo operativo en Estados Unidos. Primero, porque “tu equipo” puede decidir hacer las maletas e irse a otra ciudad, y segundo, porque los equipos no tienen casi nunca el arraigo, la presencia social, que tienen sus equivalentes europeos.
Por supuesto, hay algunas excepciones; los Boston Red Sox a veces parecen más una secta religiosa que un equipo de beisbol, y los New York Yankees tienen una idea tan alta de ellos mismos que hace que el Real Madrid parezca un grupo de gente humilde y sacrificada. En general, sin embargo, uno es aficionado de un equipo profesional de una forma bastante más relajada de lo que sería en Europa. Ves y sigues al equipo local un poco como quien sigue una serie que le gusta. Hay superfans, por supuesto, y en algunas franquicias históricas chiflados obsesivos, pero la masa de aficionados es más tranquila.
Esto se refleja en los estadios. En Estados Unidos la venta de alcohol es legal en todos los espectáculos deportivos, y el ambiente es más festivo que otra cosa. Aunque el público puede ser ruidoso (y en algunos estadios de la NFL, excepcionalmenteruidosos), los cánticos son casi siempre orquestados desde megafonía, no desde la afición. Las rivalidades existen, pero no tienen ni de lejos la intensidad que ves en cualquier liga europea. Recuerdo hace años cuando fui al Camp Nou a ver el primer Barça-Madrid después del traspaso de Figo (el día del cochinillo). Esto nunca lo verías en Estados Unidos, y desde luego, nunca harán esa clase de noventa minutos de odio contra nadie.
¿Es una relación más sana con el deporte? Quizás, pero es también increíblemente aséptica. La NFL mueve montañas de dinero y tiene audiencias tremebundas, pero carece de cualquier clase de romanticismo o carácter. Es obscenamente rentable, sin duda, pero los equipos son casi totalmente intercambiables; los Patriots podrían mudarse a Arkansas mañana y eso no tendría mayores consecuencias que un montón de tipos en Boston un tanto cabreados. El carácter, la identidad de la franquicia sería la misma. Cuando los Patriots perdieron a Tom Brady el año pasado el debate fue sobre si el equipo iba a mejorar o empeorar. Nada que ver con las profundas idas de la olla del barcelonismo cuando Messi mira hacia el horizonte.
El único deporte que conserva algo del aura romántica del deporte europeo es el beisbol, en parte porque es la liga más antigua, en parte porque es más un ritual que una competición deportiva. En la MLB hay equipos muy antiguos jugando en estados muy, muy viejos, y los jugadores estrella definen ciudades y eras. No es casual que, de los cuatro deportes, el beisbol es de lejos el más cinematográfico.
En el fútbol europeo hay demasiada historia como para que los equipos se conviertan en cascarones vacíos como las franquicias de la NFL. El paralelismo, sin embargo, es importante.
El deporte profesional es un reflejo de la sociedad que tiene detrás. El fútbol europeo, con su localismo, sus ineficiencias, sus partidos en patatales de segunda B en la copa, sus sorpresas, sus dramas, es una expresión de la sociedad que lo sostiene. El equipo del pueblo, de la ciudad, es fruto de una tradición futbolística local; los chavales que acaban en el primer equipo viniendo de la cantera son un reflejo de esas historias. Incluso en primera, con equipos llenos de fichajes de fuera, alguien que juega en el Valladolid, o en el Celta, o en el Zaragoza es alguien que vive en esa comunidad, conecta con ella, es parte de esa tradición. Todo jugador que ha pasado por el Sevilla o el Betis entiende bien deprisa qué significa jugar en un derbi. La historia está allí, presente.
La superliga, en cierto modo, sería un reflejo también de la sociedad que tiene detrás – una sociedad donde un pequeño club de millonarios crea una institución cerrada sólo para ellos para sacar tanto rendimiento como sea posible a un conjunto de marcas comerciales. Es el equivalente deportivo del MCU; una franquicia comercial, sin arraigo alguno con la realidad, utilizando propiedad intelectual de segunda mano para forrarse.
La verdad, la idea de que las élites del fútbol decidan crear un chiringuito separado del resto quizás sea inevitable. El mundo que refleja, sin embargo, me desagrada profundamente.
Quiero que fracasen.
Vaya por delante que en segundo lugar soy del Madrid, pero en primero soy anti-Mourinho y detesto a cualquier equipo que entrene aunque vista de blanco riguroso. De fanatismos, nada.
Luego, sospecho que la super liga esta caso de arrancar, cosa que dudo mucho, va a ser un desastre económico para los implicados. Esto no es Estados Unidos y el fútbol es algo mas que un espectáculo a lo Super Bowl, con animadoras, cantantes y… bueno, farándula vacía. Sin rivalidades locales (y regionales, y nacionales), ascensos, descensos, eliminaciones en la Copa, etc, etc, no queda nada mas que 90 minutos de ver a 22 adultos corriendo detrás de una bola en paños menores. Un horror.
El ejemplo más claro de que el fútbol en Europa no puede ser simplemente un espectáculo ha sido no ya la reacción negativa de las aficiones, sino la de los gobiernos, y muy en particular la del británico: no puede haber espectáculo más anti Brexit que ver a los equipos ingleses optando por una liga europea…
Pero lo que de verdad me ha hecho pensar es que este no es el primer ejemplo que tenemos de que las instituciones americanas trasplantadas a Europa no funcionan, y muy en especial en el ejemplo de las primarias, que en mi opinión tal y como se han adoptado en España han sido un desastre porque los partidos políticos americanos no se parecen en nada a los europeos. Allí se vota al candidato, pero el candidato no dirige el partido. Esto ha hecho que las primarias en España, lejos de mejorar la democracia interna, hayan convertido a los líderes / candidatos en césares mucho más difíciles de derrocar que los antiguos.
Nota:
«hace que el Real Madrid parezca un grupo de gente humilde y sacrificada»
Claro, porque el Barcelona FC es un equipo obrero y trabajador sin divas ni ínfulas ni nada parecido ¿Verdad, pedazo de culé? 🙂
Gracias Mr. Senserrich por el artículo, una muy buena descripción del asunto. Sin venir a cuento, me permito recomendarte la novela de Ross Raisin «A natural», sobre un jugador de fútbol (homosexual) en las ligas inferiores de Inglaterra. Recoge muy bien ese ambiente de patatales y equipos de pueblo o ciudad pequeña al que te refieres.
Me hacen a mí mucha gracia los defensores del romanticismo y la pureza del fútbol actual que se oponen a la Superliga… no te digo yo que en los 80 quedara todavía algo de eso, pero hoy día lo único que se mantiene es la agresividad, el fanatismo, la homofobia y otras entrañables «virtudes» del balompié.
Hace un par de años llevé a mi hijo pequeño a un estadio con gran solera, hogar de una de los «mejores» aficiones del país. A los 5 minutos tuve que ver su cara de miedo al oír gritar, aporrear e insultar a una energúmena de 30 años que estaba detrás de nosotros. No pienso llevarlo nunca más.
Así que por mí, ni SuperLiga, ni LigaSantander, ni subvenciones estatales ni privilegios fiscales, basta ya de pan y circo.
Estos son los artículos de Senserrich que da gusto leer: los, digamos, costumbristas, que te sumergen en el modo de vida de Estados Unidos como pocos saben hacer no mucho menos explicar. Enhorabuena.
Ojalá haya muchos más artículos de este tipo y muchos menos de los otros, los de adoctrinamiento y propaganda: sí, ya sabemos que Trump es Satán, los republicanos unos imbéciles, los demócratas unos charlatanes y la izquierda unos ingenuos pero admirables. Pero no hace falta repetirlo todos los días y en casi todos los artículos de Politikon.
Panem et circenses, cierto Durruti, pero incluso yo tengo que admitir que algo hemos mejorado (con todos los peros articulables ante un concepto tan resbaladizo como mejor/peor) entre el Circo Romano, algo que pudorosamente esconden con todo el cuajo la legión de defensores de la civilización (¿¿??) romana, y un espectáculo deportivo moderno, dejando en el medio los boxeos del siglo XIX y las peleas de animales de las cuales la tauromaquia… Chapoteamos la mierda otro día.
A mí también me ha gustado mucho el artículo, muy brillante. Como todos los de Roger, intentando no dejar cabo suelto y de hecho lo hace. Discrepo con Alatriste, lo que se copia de EEUU funciona distinto, y como amantes de la estadística, las primarias son impagables. Se está pagando la novedad, si esto funcionase en Hispanistán desde hace tiempo los cojones Sánchez desarbolaba al aparato. Eso también es impagable, aunque tengo que reconocer que he revisado mi opinión sobre la defenestración original de Sánchez (nunca hubiera pensado que ficharía a un astrólogo tan defectuoso).
Y Roger puede estar tranquilo. La superliga esta ni de coña va a ir adelante. Irá otra, que es la que la FIFA fabrique a gusto del colectivo que representa, que es mucho más heterógeneo, menos capitalista (pero capitalista igual), sí, en el sentido de menos eficiente en rendimientos, y para otro orden de cosas mucho más extenso. De hecho los gobiernos han salido en contra del proyecto (lo que es explícitamente apoyar el papado de la FIFA), y ¿adivinan qué juececillo anormal y delirante acaba de echar otra bañera de mierda sobre el prestigio de este país lamiéndole el culo a Florentino? No, estas cosas ya no pasan tan a menudo como antes.
Pero lo de la judicatura en España es otra historia.