Internacional

Federalismo, recesión e impuestos

7 Mar, 2021 - - @egocrata

El enorme plan de estímulo fiscal que (con suerte) aprobará el senado esta semana incluye una cifra mareante, de las que llaman la atención: 350.000 millones de dólares en ayudas directas para gobiernos estatales y federales. Es uno de los capítulos que han atraído las iras del partido republicano, y también uno de los que la Casa Blanca quería con más urgencia.

Es también algo que requiere cierta explicación, porque a quién ayuda y cómo funciona tiene cierto interés, y crea escenarios políticos interesantes.

Presupuestos estatales y disciplina fiscal

En Estados Unidos los gobiernos locales y estatales viven bajo la más estricta disciplina presupuestaria. Estas instituciones tienen, casi sin excepción, reglas estrictas de déficit cero; están obligados cada año a no gastar más de lo que ingresan.

Como era de esperar, la recaudación fiscal fluctúa de forma considerable a lo largo del ciclo económico. Cuando las cosas van bien, el dinero que entra en caja es estable, o creciendo de forma previsible. Cuando las cosas van mal y tenemos una recesión, los ingresos se resienten, a veces de forma dramática.

Los políticos son conscientes de que estas fluctuaciones son inevitables, así que, si quieren hacer las cosas bien, intentan ser previsores. Los estados y gobiernos locales suelen tener fondos de reserva donde depositar los excesos de recaudación. También (como no), tienen siempre fuertes tentaciones para no hacer los deberes y poner la mano en la hucha cuando deberían estar ahorrando, así que no siempre se topan con las crisis con margen de error.

La crisis del coronavirus fue un ejemplo de libro de shock presupuestario inesperado para todas estas administraciones públicas. El país cerró, y con él la actividad económica. El frenazo fue tan pronunciado, tan brutal, que incluso los estados más disciplinados y ahorradores se vieron en el brete de afrontar o subidas de impuestos o tremendos recortes de gasto en medio de una recesión.

Es en este escenario cuando el gobierno federal entra en escena. El congreso de los Estados Unidos sí que tiene acceso a una tarjeta de crédito y una capacidad casi ilimitada para endeudarse; en vista del desastre generalizado en las cuentas públicas, tomaron la decisión de regar de dinero a los estados. Y eso han hecho, repetidamente, ya desde el primer plan de estímulo de abril pasado bajo Trump, un ejemplo más del colosal esfuerzo fiscal que ha hecho que la crisis del coronavirus sea algo menos dañina en Estados Unidos que en Europa.

¿Quién paga los impuestos?

La crisis del coronavirus ha sido una recesión peculiar, ya que no ha impactado a todos los sectores de la economía de manera uniforme. En una contracción “normal”, tienes uno o dos sectores económicos que quizás van un poco peor que la media, pero la actividad se reduce de forma más o menos uniforme. En esta crisis, por el contrario, hemos tenido una serie de industrias que han tenido que cerrar casi por completo, léase todo aquellos que dependen de interacciones en persona y multitudes bajo un mismo techo, mientras que otros han seguido funcionando casi sin interrupción. Si puedes trabajar desde casa, el 2020 ha sido incómodo, pero no malo. Si no puedes hacerlo, el 2020 ha sido atroz.

Visto desde la agencia tributaria de un estado o ciudad medianeja, esta crisis a dos velocidades tiene consecuencias fiscales significativas. Los estados y autoridades locales en Estados Unidos, en general, escogen qué impuestos utilizan para recaudar dinero entre un menú de tributos bastante familiar. Dependiendo de qué estructura fiscal tengan y de dónde recaudan, la crisis del coronavirus ha tenido un impacto completamente distinto en la recaudación.

Si tu estado depende, por ejemplo, de impuestos sobre la renta, la crisis reciente no te ha dolido demasiado. Sí, los trabajadores en muchos sectores han perdido su trabajo, pero el gobierno federal ha dado un aumento gigante del subsidio de desempleo (que cuenta como renta), hasta el punto de que muchos cobraban más en el paro que empleados. Para los trabajadores que podían seguir haciendo lo suyo desde casa, los ingresos no han caído o incluso han aumentado un poco, así que tu recaudación no se ha resentido.

Si por el contrario tu estado depende de impuestos indirectos como, por ejemplo, un impuesto sobre ventas minoristas (no IVA; sólo hay un par de estados con algo comparable), tus ingresos seguramente se han desplomado. Sí, los ingresos familiares medios se han mantenido, pero la tasa de ahorro se ha disparado; la gente es precavida, y con casi todo cerrado, no hay mucho dónde gastar.

La tercera fuente de ingresos tradicional (especialmente en gobiernos estatales) son los impuestos sobre la propiedad, más o menos el IBI, pero con tipos mucho más altos. Es como se paga la educación en casi todo el país. Estos impuestos tienen la ventaja de que acostumbran a ser muy estables; el precio de los bienes inmuebles no fluctúa demasiado a largo plazo, y son, además, casi imposibles de evadir.

El COVID, sin embargo, ha tenido un efecto inmediato en el valor de muchas propiedades inmobiliarias. Un edificio de oficinas en el centro de Manhattan, pre-crisis, era algo valiosísimo; la demanda para tener tu negocio en el centro del mundo es alta, y el suelo disponible escaso. Una pandemia y un año de trabajar desde casa después, todos esos inquilinos que pagaban fortunas por un despacho al lado de Times Square han descubierto que pueden hacer todo lo que hacían antes con todos sus trabajadores en casa. Sí, quizás valga la pena mantener oficinas para reuniones, proyectos que requieran colaboración y demás, pero no un edificio entero. El resultado es que todas esas ciudades que dependían de impuestos sobre propiedades comerciales para pagar sus facturas tienen un problema serio, mientras que muchos suburbios de repente llenos de gente buscando comprar una casa grande con una oficina para teletrabajar tienen las cuentas más que saneadas.

Resulta que, en Estados Unidos, gracias a su estructura federal, hay una diversidad considerable entre cómo cada jurisdicción recauda sus impuestos. En lugares como Connecticut, Vermont, Michigan o California, el estado recauda mucho dinero vía impuestos directos, a menudo muy progresivos, y poco en indirectos, como los impuestos de ventas. En Texas o en Florida, sin embargo, el estado no tiene un impuesto sobre la renta, fiándolo todo a impuestos indirectos e impuestos sobre la propiedad.

¿Quién necesita un rescate?

Esta diversidad de modelos fiscales ha hecho que algunos estados tengan una crisis presupuestaria tolerable, ya que su recaudación no ha caído demasiado. Otros, sin embargo, se han visto en esta clase de bretes:

Florida es un estado que no tiene impuesto sobre la renta y depende muchísimo del turismo. Alaska y Texas tampoco tienen impuestos directos, y además dependen mucho del sector energético (gas, petróleo) para recaudar dinero, igual que Dakota del Norte. En general, la crisis fiscal de los estados sigue muy de cerca la estructura fiscal de cada estado, por un lado, y su dependencia o no del turismo. A los menos les ha pillado en una crisis presupuestaria anterior (Connecticut, aunque el fondo de reserva, por cuestiones que no vienen al caso, es enorme) o más o menos a salvo gracias a que están ganando población.

Lo fascinante, además, es que el impacto presupuestario no sólo varía entre estados, pero dentro de estos. Las ciudades, especialmente aquellas con muchas oficinas y zonas comerciales, están en un agujero enorme, mientras que los suburbios no están teniendo problemas graves. La distribución de los impuestos entre nivel local y nivel estatal, además, puede provocar efectos curiosos; en Alabama el estado tiene unas cuentas saneadas, ya que se financia con el impuesto sobre la renta, mientras que los municipios están ahogados, ya que recaudan propiedad y ventas minoristas.

Dicho en otras palabras: aunque los republicanos estén quejándose de que el dinero para los estados es para rescatar a “estados azules mal gestionados”, a la práctica quién necesita el dinero depende mucho más de qué impuestos se recaudan en cada jurisdicción y de la cantidad de petróleo y turistas que tienen.

Esta es una crisis curiosa, ciertamente, y el galimatías fiscal subsiguiente es más complicado de lo habitual. La descentralización en Estados Unidos hace que las cosas nunca sean sencillas del todo. También hará que muchos de los legisladores que representan a los estados que peor tienen las cuentas acaben votando en contra de un plan de estímulo fiscal que va especialmente dirigido a ayudar a la gente que representan.

Porque bueno, quién espera coherencia en el partido republicano.

Bolas extra:


2 comentarios

  1. Alatriste dice:

    A veces pienso que el mejor punto de la descentralización es que permite practicar muchísimas políticas diferentes y averiguar las que funcionan mejor; y su problema más grave, que por fuerza eso implica que también vas a descubrir las que funcionan peor… y en la capacidad humana de mantenerlas durante decenios antes que reconocer el error.

    Nada original por otra parte. Muchos historiadores han sostenido que uno de los factores que llevó a Europa a dominar el mundo fue precisamente su división, la intensa competencia entre sus estados.

    Por otra parte, me pregunto cuál sería la reacción de muchos políticos, en primer lugar los nacionalistas (y en primerísimo lugar los procesistas) si se les ofreciera un sistema así, con capacidad ilimitada para crear, gestionar y cobrar los impuestos que desearan, a su gusto tanto en tipo como en volumen, y a todos los niveles, regional, comarcal/provincial y local, pero a cambio con capacidad de endeudamiento cero…

  2. Sr.Yo dice:

    EEUU no es un país, es un continente. Ni siquiera China está tan «centralizada» como presume. Además, una cosa es descentralizar la administración y otra muy diferente la inercia del sistema, y cómo intentar (porque más lejos no se va a llegar) planificar un poco. Si queremos compararnos con alguien, en mi opinión es mejor fijarse en Suíza. O si se quiere, hasta en Suecia. Estuve una vez en una conferencia de un sueco y se descojonaba de risa de la «descentralización española», allá cualquier municipio tiene las mismas competencias fiscales que Euskadi.

    Esto por no hablar de nuestras tribulaciones judiciales, que son de esperpento, ya no por las averías jurídicas derivadas del procès o lo de Hasél, sino por el descaro absoluto de esa máquina de delinquir que se niega a renovar el poder judicial. Porque para descentralizar en serio, tienes que tener jurisdicciones autónomas, técnicamente soberanas, no esta palangana corrupta que es la que se estila por el sur de Europa. Era de vergüenza ajena leer lo de Schleswig-Holstein en la prensa y comprobar que simplemente al pesebre centralizado no le caben en la cabeza ciertas cosas.

    Y ni siquiera hacer falta irse a la cultura de la Common Law (por cierto, el Reino Unido tiene tres jurisdicciones autónomas y soberanas, Inglaterra y Gales, Escocia e Irlanda del Norte, el único tribunal que hubo siempre por encima era la Cámara de los Lores, que hacía las veces de Constitucional, ahora tienen un Supremo de verdad obligados por los formatos de la UE y el TEDH, pero esto es otra historia), Argentina, Venezuela, México o Brasil son estados federales, federaciones.

    El problema es como siempre histórico. Cada país (=estado) viene de donde viene y hereda las clases sociales que hereda, junto con su Windows mental. Cambiar esto es muy complejo, bien lo sabemos nosotros. Pero ni siquiera esto tiene que ver con el nuestro problema principal: aquí no hay futuro. Aquí nunca hubo planes ni proyectos, ni se hacen, y al que los haga ahí está la puerta o la cuneta, escoges tú (o no, según como vengan dadas). Todo son ocurrencias, chapuzas, aquí te pillo aquí te mato y el verdadero estilo español: déjalo que se pudra. Red tape sale de aquí, literalmente eran columnas de legajos de metros de altura envueltos en cinta roja. Ni Franco ni Rajoy tenían nada políticamente gallego, es estrictamente español, ya el virrey de Nápoles con Felipe II llegó a decir que si la muerte viniera de la corte, vivirían eternamente. No hacer nada, y cuando llegue el toro a ver si coge a otro. Esa es la idea. No es algo que precisamente escasee por esos mundos de Dios, pero aquí es el verdadero arte, ni tauromaquias ni polladas. Nada. Básicamente lo de Chumy Chúmez, o nosotros o el caos, y si escogeis el caos, pofale, también somos nosotros.

    Esto es cultural, y por supuesto contingente. Uno interpreta su papel en la comedia como guste, el guión no cambia, la interpretación sí. Podríamos ser Suíza, no lo somos.

    El sistema-mundo capitalista funciona así, con estados en competencia. Por su propia naturaleza, ningún estado puede alcanzar un grado de hegemonía por un encima de un umbral, a diferencia de un imperio precapitalista (el último, el hispánico), que se expande hasta donde físicamente puede hacerlo, este sistema se mueve en conceptos de centro y periferia que no son estáticos, y ésa es la competición, que se lucha para pasar de la periferia al centro (un caso particularmente obvio desde el Renacimiento es el de Rusia, que lo intenta todo, incluyendo la revolución bolche), o para mantenerse en el centro, que ha ido moviéndose desde Venecia y las repúblicas italianas hacia los Países Bajos y esa franja Rin-Ródano (era tonto Carlos el Temerario intentando montar el estado que no pudo, que hubiera cambiado la historia por completo), para luego desplazarse a Inglaterra y luego a EEUU. Dicho así de breve parece chorras, pero cualquier etapa de esta ha sido órdenes de magnitud más compleja que todo el imperio romano (básicamente un alud de escombros gestionado por falsificadores de banca, violentos como ellos solos).

    Esto forma parte del folklore. Cada uno se organiza como más o menos puede. Bueno, otro problema de este país es que sus clases… no sé si decir dirigentes, más bien indigentes, no tienen la más puta idea de lo que es el capitalismo, ni de cómo funciona, y en consecuencia, no saben ni dónde están metidos (hablo de la UE). Todas estas cosas que digo no son ocurrencias mías, son cosas que las he leído razonadas en al menos (cada una) media docena de autores, y dejémonos de bobadas, cierto que en la URSS tenían una base económica marxista bastante sobrada, desde luego para entender cómo funciona esto les ha venido que ni Lenin, porque han entendido perfectamente cómo funciona el tinglado. Aquí seguimos con apellidos, limpieza de sangre, asco a los menestrales, complejos de inferioridad social (foto del artículo: Aznar), picaresca siglo XV a punta pala, colon irritable mental, y sobre todo, mucho mucho palo. Palo, caña, a la yugular.

    Para compararnos con EEUU, sin duda.

    P.S. lo de EEUU, muy descentralizado todo, efectivamente… Menos la deuda.

Comments are closed.