Internacional

Condescendencia, latinos y elecciones

5 Dic, 2020 - - @egocrata

El mes pasado hablaba sobre cómo uno de los fenómenos más curiosos del trumpismo es como vivía extremadamente en líneacon un mensaje y argumentario de campaña autorreferencial, confuso y muy centrado en las paranoias del día de la derecha conservadora en Twitter/Parler.

La izquierda americana tiene su elenco de conspiranoicos y flipados en sus filas, aunque no domina el debate del partido. Lo que anima al sector más ruidoso y extremadamente en línea es el activismo anti- “cosas”, y los guardianes de la inclusividad y la pureza ideológica.

La pureza ideológica, huelga decirlo, es un clásico de la izquierda; siempre infelices con el que manda, no importa quién sea. Lo de la inclusividad y el activismo anti- sí que es un poco más nuevo. Os lo habréis encontrado en internet, porque es algo que en España los sectores más pelmazos de la izquierda también están en una línea parecida: el nutrido, vociferante, e increíblemente ruidoso colectivo de activistas que son anti- heteropatriarcado, anti- machismo, anti- racismo, anti- transfobia, indigenistas, multiculturalistas, inclusivos y biodegradables, y que te van a llamar de todo en el momento en que uses el pronombre equivocado o cometas algún pecado de apropiación cultural.

Como alguien que está en contra del patriarcado, el machismo, el racismo, la transfobia, etcétera, y que de hecho ha hablado y escrito sobre esta clase de temas aquí y en otras partes a menudo (véase aquí aquí), no puedo decir que estos activistas me caigan mal. Porras, trabajo en uno de estos grupos; llevo años metido en esta clase de cosas. De hecho, es muy posible que sea parte del problema.

La estrategia de la izquierda

En estas últimas elecciones el partido demócrata en general, y la izquierda americana en particular, han hecho un esfuerzo considerable en intentar llegar a grupos cuyas voces están infrarrepresentadas en el sistema político para intentar amplificarlas. Esto incluye inmigrantes, latinos, personas con identidades de género no tradicionales, gente de color, personas con discapacidades, y en general, toda la nube de definiciones de colectivos que votan poco, tienen indicadores sociales atroces y creíamos que podíamos movilizar electoralmente. Esta estrategia, junto a un mensaje económico populista, iba a dar las primarias a Bernie Sanders y recuperar la Casa Blanca y el Congreso para el partido demócrata.

Bueno, no ha funcionado. Bernie (y Warren) perdieron las primarias por goleada, y aunque Biden ha ganado la Casa Blanca con cierta solvencia, el partido demócrata ha naufragado en el congreso y en cámaras legislativas por todo el país otra vez. De forma más preocupante para el nutrido contingente de verdaderoizquierdistas de diverso pelaje, parece que muchos de los grupos a los que estábamos intentando atraer y ganar su confianza se han ido hacia Trump, en algunos casos de forma masiva.

El voto latino

Aunque es temprano para decir qué grupos han votado a quién en el electorado (las encuestas postelectorales no son fiables aún), parece relativamente claro que los demócratas han perdido una cantidad considerable del voto latino especialmente en dos regiones del país, el sur de Texas y el sur de Florida. Esto se debe en parte a una brillante campaña publicitaria de los republicanos, con anuncios como este (que Emilio Doménech no se cansa de enlazar – ahora intentad sacaros la música de la cabeza):

También se debe, en parte, de uno de los problemas endémicos del verdadeeroizquierdismo americano, especialmente en su rama másidentitaria: sus colosales, infinitas reservas de condescendencia con la gente a la que decimos querer representar.

Mi ejemplo paradigmático es una palabra que me pone de los nervios, latinx.

Empecemos por los sondeos. En una encuesta reciente de Pew (probablemente los mejores encuestadores sobre opinión pública del país) un tres por cientode hispanos en Estados Unidos usan la palabra “latinx”. Tres cuartas partesde los encuestados no habían escuchado nunca esa palabra. Dentro de esa misérrima cuarta parte de encuestados que habían escuchado el término alguna vez, dos terciosrechazan su uso. El término preferido por más de un sesenta por ciento de los entrevistados es “hispanos”, un 29% prefiere “latinos”. El sondeo de Pew, por cierto, dista mucho de ser un caso aislado. Todos los estudios que he visto van en la misma dirección.

¿Qué palabro lleva utilizando la verdadera izquierda de forma obsesiva estos últimos dos años? Sí, lo habéis adivinado. Latinx.

El término tradicional en el mundillo de activistas, académicos y periodistas había sido “latino”, que ya de por sí era no era el preferido por la comunidad de la que estábamos hablando. He tenido un puñado de discusiones bizantinas y un tanto absurdas con colegas de ONG y organizaciones sociales (siempre anglos, por supuesto) sobre por qué era mejor usar “hispanos” por el mero hecho de que es mucho más común y aceptado. Sin excepción, siempre la discusión siempre acababa girando sobre la etimología de la palabra “hispano” y cómo era una referencia a la potencia colonial opresora (¿?) y que “latino” era más preciso, porque sólo se refería a gente que habla español, no brasileños (¿?), entre otros argumentos parecidos. Casi nunca me hacían caso, porque Dios nos libre de escuchar a alguien que habla el idioma, o algo parecido.

La cuestión es que la palabra “latino” tiene género, es masculina, y eso es problemático. No tengo ni idea sobre quién empezó a utilizar la X (creo que viene del movimiento LGBTQIA+), pero a alguien se le ocurrió que llamar a las personas provenientes o descendientes de una cultura de habla castellana “latinos” era excluyente y machista, y empezaron a utilizar el término latinx.

No importa que en inglés las palabras no tienen género, que si quieren una palabra neutral siempre pueden recurrir a “hispanic” incluso eliminar la vocal, porque “latin” también es una palabra que fuera de la burbuja progresista significa lo mismo (“no, que no hablan latín” me dicen). Les da igual.

Latinx. En términos de comunicación política, es un poco como entrar por la puerta y decir “hola, amigos, quiero que me votéis porque estoy en contra del racismo, pero vuestro idioma está mal y os voy a explicar por qué”.

Y sorpresa, parece que a muchos votantes latinx ahí fuera que alguien venga y les diga eso no les ha parecido un argumento convincente.

Para ser justos, hay bastantes voces en la misma izquierda que llevan meses diciendo que el término latinx es absurdo y poco menos que insultante. El día después de las elecciones, Rubén Gallego, congresista por Arizona, repetía este mismo mensaje; muchos otros cargos electos y activistas (latinos) han dicho lo mismo las últimas semanas. El problema no es tanto la palabra, no obstante, sino la actitud condescendiente implícita en el término. La aproximación de los demócratas y la izquierda americana al voto latino era la de alguien que cree saber los problemas de los votantes mejor que ellos mismos sin tener que escuchar lo que dicen.

La ficción del voto latino

Porque por supuesto, el voto latinx como tal no existe. En Estados Unidos hay casi sesenta millones de personas que pueden ser clasificadas como latinos, pero hablar de ellos como un bloque electoral es una simplificación sin sentido. Es tan latino alguien que se apellida Alarcón y es descendiente de los primeros colonos españoles en Texas llegados a finales del siglo XVII que un tipo que se llama Juan López, llegado hace tres meses de Nicaragua. El primero será, a estas alturas, un tipo más tejano que Tommy Lee Jones y que seguramente votará como un anglo. El segundo no podrá ni votar.

Básicamente, a los latinos los puedes clasificar según un montón de criterios que definirán en gran medida cómo votan y qué temas les preocupan. Algunos ejemplos:

  • Distancia temporal desde su llegada al país: esto va desde “estábamos aquí antes de que el país existiera” a “tengo muchos familiares deportados”. Al primer grupo hablarles de inmigración es perder el tiempo.
  • Raza: ser latino y negro es muy distinto, en términos de lo que vives en el día a día, que ser latino y blanco. Muchos latinos blancos se ofenderán si les hablas de racismo.
  • País de origen: sólo en Estados Unidos un cubano, un chileno y un argentino serán metidos en el mismo saco con la misma alegría. A un cubano no puedes hablarle de socializar la medicina, obviamente.
  • Religión: La mayoría son católicos, sí, pero hay una minoría evangélica muy conservadora.
  • Edad y género: jóvenes y mujeres son mucho más de izquierdas que hombres y mayores. La brecha de género es muy probable que sea mayor entre latinos que con votantes blancos.

Durante toda la campaña se habló mucho sobre cómo Biden no tenía una estrategia clara para atraer al voto latino, así que la izquierda activista demócrata ha llevado la voz cantante en muchos lugares. El problema es que el modelo de esa izquierda era la campaña de Sanders en las primarias, en las que Bernie consiguió atraer una cantidad considerable del voto latino al menos en apariencia. Lo que era menos visible es que Bernie estaba ganando el voto joven (y los latinos son más jóvenes de media), no al votante latino que Biden necesitaría en las generales.

Un problema que resolver

El partido demócrata y la izquierda americana van a debatir, y mucho, sobre las lecciones del 2020. La erosión del voto latino será uno de los temas centrales, así como la pérdida de apoyos en otros grupos sólidamente demócratas. No estoy seguro hasta qué punto el término latinx va a formar parte de la agenda, pero desde luego, espero que se hable sobre esta actitud del activismo de izquierdas de coger el micrófono y aleccionar a aquellos que dice representar. He hablado de la comunidad latina porque es el problema que mejor conozco, pero este es un problema común en muchos sectores y del activismo americano, especialmente en años recientes, cuando el lenguaje de la solidaridad se ha empezado a complicar salvajemente.

Los movimientos sociales son, por su propia estructura, menos representativos de lo que dicen ser. La gente que tiene tiempo para el activismo (o que se las arreglan para trabajar en ONGs profesionalmente) son por definición individuos un poco extraños, muy politizados, muy activos, y seguramente mucho más extremadamente en línea de la gente que dicen representar. Los buenos activistas son conscientes de esto, y trabajan muy intensamente para no ser quienes deciden la agenda. Mantener esa disciplina es muy, muy difícil, y más cuando hay elecciones a seis meses, tenemos que recaudar fondos, salir en los medios y reclutar voluntarios.

En el frenesí de la era Trump, el partido demócrata se ha llenado de blancos universitarios súbitamente movilizados contra el racismo, y la izquierda parece haberse olvidado que estar muy soliviantado y leído no tiene mucho que ver con tu capacidad para hablar con y organizar votantes de forma efectiva.

Desde luego, espero que al menos el mensaje en el próximo ciclo no sea “déjame salvarte a ti mismo de tu idioma retrógrado”.

Bolas extra:


6 comentarios

  1. Sr.Yo dice:

    Aquí subyace otro problema de fondo, y la Alexandria como siempre lo dijo muy claro: en Europa, ella y Biden no estarían en el mismo partido. Ni de coña. Es más, Biden posiblemente estaría en el mismo partido que McCain, desde luego en el mismo que Romney.

    De lo que sacas de los comentaristas, en realidad la sociedad americana daría para 4-6 partidos, amplios, con más del 10% de los votos cada uno, si tuviesen un sistema como el de los Países Bajos, por decir algo. P.ej. a Trump y su trumpismo lo han clasificado de facha, algo hay pero no es tan simple. Con lo que mejor encaja es con lo que ellos llaman nativismo, algo que viene de muy muy lejos, y siempre ha estado ahí. Todas estas tendencias, es asombroso, siempre han estado en el curso de la historia, y cuando los dos partidos eran una Big Tent con ideología nebulosa, esto no parecía ningún problema, la única parte del espectro que fue masacrada fue la izquierda-izquierda por aquello de la Guerra Fría (en Europa Occidental se la desmanteló de otra manera, pero esto ahora no hace al caso).

    Desde que el GOP se ha ido ubicando en el centroderecha y los Dems en el centroizquierda, se ha jodido la marrana por completo. El GOP, por no escribir largos parrafeos, está ahora mismo en la derecha extrema, por no decir la extrema derecha, y los Dems en la práctica en la derechita cobarde liberal, aunque la partitura que dicen seguir sea social-liberal o social-demócrata. El PNV hace una política social que le pasa por la izquierda al PSOE, como siempre no es mérito, es demérito, y a nadie se le ocurre decir que el PNV es de izquierdas (de hecho, tuvo una escisión exactamente por eso). El problema del PNV hace al caso, porque el eje político vasco siempre ha estado distorsionado, vamos a decir así, ahora que las cosas pueden asentarse por afinidades vemos que Eusko Alkartasuna o los sectores de más, digamos claridad, de EE (no la cofradía de estómagos agradecidos que recaló en el PSOE) se ha ido a eso llamado la IA y con un peso que desafía a otros sectores, digamos más tradicionales.

    Quiero decir que las circunstancias influyen en el control de las herramientas.

    Si EEUU tuviese un sistema multipartidista (la pluriporquería), el bloqueo y el marasmo desaparecerían, porque habría muchísimos acuerdos faccionales entre partes que ahora se antojan increíbles, p.ej. entre nativistas, izquierda verde y socialdemócratas para comercio.

    Pero el sistema está sostenido por una forma de ver las cosas exterior a él, eso que llamamos primordialmente el complejo militar-industrial y una serie de cabildeos asociados de la misma cuerda. Son su ETA, digamos así.

    Por supuesto, si tal multipartidización fuese posible, se vería que los latinos, como los demás grupos, tendrían la misma homogeneidad que una mayonesa, que como el mundo sabe, es una emulsión. Algo que está hecho de cosas incompatibles y que sólo aparenta ser homogénea, porque sólo es un batido inestable.

  2. Alatriste dice:

    Respecto a los problemas de la izquierda una y vera, «católica, apostólica y romana», en cuanto a despreciar con ceño fruncido quienes dice defender y sus opiniones, el asunto es viejo y goza de excelente salud. Por poner un ejemplo entre cientos, el de que las mujeres tienen derecho a decidir libremente sobre su cuerpo… salvo que decidan usarlo como vientre de alquiler, en cuyo caso la ley debe dar castigo severo y ejemplar porque en ese caso -y solo en ese- resulta que su decisión no es de verdad libre; que sea el caso en el que están en desacuerdo con las activistas es… una desafortunada casualidad. Como la de la prostitución.

    Y en cuanto a los problemas de los demócratas para capitalizar el voto étnico y la forma en la que Trump y Biden consiguieron ambos cazar parte del electorado rival (Biden mejoró los resultados demócratas entre los blancos, mientras que Trump lo hizo entre hispanos, asiáticos y negros) hay que decir que lo que han hecho los americanos es poner en La Moncloa a Jesús Gil, y como hubiera ocurrido aquí el espectáculo ha sido de vergüenza ajena, pero tanto Gil como Trump sabían hablar exactamente a esa clase de persona a la que los activistas de izquierdas no escuchan y a los que en realidad tampoco hablan; están muy ocupados tratando de ignorarlos, cuando no de olvidar que existen. Esa gente que te dirá que cosas como cambiar el idioma por decreto es primero absurdo, segundo idiota, tercero imposible, cuarto insultante, y sobre todo que eso no paga el alquiler de nadie o mucho peor, que solo paga el alquiler de los activistas implicados. Que lo que ellos quieren es una izquierda que luche por mejoras contantes y sonantes, no una que le diga que si usas la palabra «portavoz» para una mujer es que eres machista (por si no se nota: portavoza es tan idiota como portavozo; y encima voz es una palabra femenina así que están intentando cambiar un caso en el que una terminación femenina se usa para varones por otra que acabe en «a»)

    Más corto: los activistas solo saben tocar… irritar al personal, y resulta que el personal irritado vota a Donald Trump, y también a Vox ¿A que es asombroso?

    Aparte, y este es un tema que hay que tratar con muchísimo cuidado porque el terreno está sembrado de minas, los demócratas y la izquierda en general no parecen conscientes de que los temas identitarios, por su propia naturaleza, tienen mucho de juego de suma cero. Hace unos días leía un artículo del hijo de un inmigrante chino en los Estados Unidos que contaba como su anciano padre y muchos otros miembros de su comunidad habían votado a Donald Trump en buena parte porque se habían sentido amenazados por el movimiento BLM y los intentos de disolver fuerzas policiales… y ese caso particular es aplicable a muchos otros; cada ganancia entre un grupo (da igual si es raza, género, credo, lengua…) es contrapesada como mínimo en parte por pérdidas entre los demás.

    Nota: Conste que cuando digo «activista» es para usar un término más corto que «activista neopuritano que se considera más noble, puro y mejor que Galahad, Perceval y Gawain juntos, por no hablar de Lancelot, ese corrupto criptoliberal, pero que nunca ha fichado ni visto un jefe explotador en su puñetera vida, ni en realidad ha hablado jamás con un inmigrante, ni con un obrero, ni con un gitano, ni con una prostituta… ni con un militar, un policía, un católico o un cura tampoco». Los buenos activistas están cortados de otra tela.

  3. Sr.Yo dice:

    A ver, que es mucho.

    Una cosa es ser dueño de tu cuerpo y otra comercializarlo. Yo creo que no tiene nada que ver. Yo puedo donar mi riñón para salvar una vida, es insultante decir que es lo mismo que venderlo (que de hecho, está prohibido). Hay problemas muy difíciles de abordar, como la prostitución, que a fin de cuentas no se limita a comerciar con el cuerpo, pero no veo en general incoherencias de nadie en estos campos, no siendo del facherío caproalpino.

    Luego para no enrollarnos, tenemos un problema para definir la izquierda. En origen, los que se sentaban en los Estados Generales de Francia, todavía no Asamblea Nacional, tenían el dilema también viejo como el mundo: ¿reformamos el sistema, cambiamos sólo esto y aquello pero en general lo dejamos más o menos como está? ¿O tiramos todo el edificio y hacemos uno nuevo? Los primeros se sentaron a la derecha, los segundos a la izquierda. Los segundos estaban p.ej. en la misma estrategia que el Papa que hizo derribar la basílica romana de San Pedro, en aquel momento de 1.200 años de antigüedad y plagada de obras de arte insalvables, como mosaicos romanos, que no bizantinos, porque claro, hacer la basílica nueva en otro sitio para dejar la vieja tranquilita (que estaba pocha, es verdad, pero no era insalvable) eso de ninguna manera. La grandeza de la Iglesia no trafica con estafas. Lo mejor de todo, los miles de reliquias embutidas por todo el edificio (cadáveres), que se fueron a la fosa común porque no vamos a andar perdiendo el tiempo catalogando huesos, coño. Luego vinieron las tropas de Carlos V, ese señor que jamás habló en castellano porque era la lengua que usaba para hablar con Dios (eso decía, en francés con los penes, en toscano-italiano con las vaginas y en teutón con los equinos), y eso que los Comuneros se lo pidieron. Educadamente. Pues bien, esas tropas saquearon y diezmaron Roma y le dieron la puntilla a la Basílica vieja. La nueva eran de momento cuatro pilares y unos cimientos y así se quedó muchas décadas. Lo mejor de todo es que este radicalismo arquitectónico fue gasolina para eso llamado la Reforma.

    Así contado todo, parece que estoy poniendo a caldo los ubicados en las bancadas izquierdas, pero otro día hablamos de los de las bancadas de enfrente. Adonde quiero llegar, es que para (auto)catalogarse de izquierdas, por pura consistencia etimológica y semiótica, uno no puede ser un dispensador de cataplasmas del sistema y dedicarse a Cáritas S.L., se diga lo que se quiera, un franciscano es alguien del sistema que procura engrasar, no modificar la maquinaria, podríamos discordar si lo sería o no un melanchtoniano o un valdense, pero no un franciscano. Supongo que queda muy epatante decir que la socialdemocracia no es de izquierdas, pero lo cierto es que son Girondinos, no Jacobinos.

    Y es imporante no caer en las propias trampas taxonómicas.

    Pata terminar, el sistema concede digamos derechos identitarios porque salen gratis total, no cuestan literalmente nada. Se podría argumentar que nunca han costado nada y por qué no se concedieron antes, y es fácil de responder: porque es falso, antes sí costaban y costaban mucho. De hecho si en el cálculo del PIB todas las mujeres de la historia se computara su trabajo gratuito doméstico (que habría que pagar si no existiera la trabajadora «gratuita») los cálculos se parecerían a los que se manejan en casi nada, y lo que quedaría por añadir, porque en EEUU nadie ha calculado jamás el salario equivalente jamás pagado de la población esclavizadas, al igual que todo lo demás. El sufrimiento humano es computable y calculable.

  4. Alnair dice:

    Excelente artículo. Describes muy bien el gran cáncer en la izquierda actual.

    Por otro lado, me ha hecho gracia la bola extra de los grandes almacenes. Décadas demonizándolos porqué se cargaban al pequeño comercio, ahora se los alaba como los valedores de la identidad de la clase media.
    Hay que querer a los ideólogos de la izquierda.

  5. Carlos Jerez dice:

    Totalmente de acuerdo con el artículo y con lo que dice Alnair, el cáncer de la izquierda actual es tanto esa violencia dialéctica en temas identitarios, cuando deberíamos ser persuasivos, y el centrarse en temas superficiales como el género de las palabras.

    Del tema trans mejor no hablar, y mira que soy de los que piensan que son personas muy atacadas por una parte de la sociedad, que necesitan nuestra protección y respaldo ante esos ataques. Pero si pones en duda cualquier axioma o quieres debatir cualquier aspecto, te atacarán a ti como transfobico. Si yo que me considero de izquierdas y progresista me siento agobiado con eso, si yo que he apoyado a una amiga trans en su proceso de cambio y será siempre ella aunque naciera como hombre, no quiero ni imaginarme como se lo tomará el ciudadano promedio.

  6. ubiko dice:

    Admiro intelectualmente al autor del post. Pero esos activistas que no le caen mal son capaces de cancelar la vida profesional y social de una persona en cuanto comete un pequeño (a sus ojos) desliz lingüístico o real. Y tan orgullosos de hacerlo. ¿Que hay lo mismo en la derecha? Por supuesto. Pero parece que estos últimos son unos cafres y los primeros unos simpáticos frikis.
    Y no, no lo son hombre.

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