Internacional

Regateando durante un naufragio

3 Ago, 2020 - - @egocrata

Estados Unidos sufrió una caída del PIB modesta el segundo trimestre de este año comparada con el resto de los países desarrollados. Mientras la eurozona sufría un desplome del 12,1%, la economía americana “sólo” caía un 9,5%.

Es la peor caída de la serie histórica (sólo hay datos desde 1947) y un desastre colosal para todos los implicados, con millones de personas perdiendo su trabajo, empresas cerrando, y un impacto difícil de calcular en el tejido productivo a largo plazo. Pero gracias a una serie de medidas económicas extraordinariamente agresivas del congreso aprobando tres planes de estímulo fiscal gigantescos (hasta el punto el número de americanos por debajo del umbral de la pobreza disminuyódurante una pandemia), el golpe económico ha sido menor que en la eurozona, al menos a corto plazo.

Quien llevó la iniciativa en estos planes de estímulo fueron sobre todo los demócratas. Nancy Pelosi, Speaker y la política más infravalorada del país, se las arregló para convencer a la Casa Blanca y a Mitch McConnell de que era necesario gastarse tres billones de dólares en programas de emergencia tirando de la tarjeta de crédito. No sólo llevó la iniciativa en casi todo el proceso, sino que además se plantó repetidas veces exigiendo que varias de las ideas más idiotas del GOP (como bajar los impuestos sobre beneficios empresariales como medida de “estímulo”) fueran eliminadas, ganando todas las batallas. Estados Unidos hizo un estímulo fiscal enorme, lo hizo rápido, y lo hizo bien, con multitud de programas que ponían dinero en las manos de empresas, parados y familias casi de inmediato.

Allá por abril/mayo, sin embargo, las cosas se torcieron. La Casa Blanca ya andaba cantando victoria diciendo que la pandemia estaba solucionada (a pesar de que había dudas muy serias sobre ello), diciendo que tocaba reabrir la economía y no hacía falta más estímulo. Los republicanos empezaron a criticar la medida más efectiva de todas las aprobadas, un suplemento de $600 semanales a todo aquel que recibiera desempleo (junto una enorme expansión de quien podía solicitar el subsidio), diciendo incorrectamente que era un incentivo para que la gente se quedara en casa sin trabajar.

La suerte para estos críticos es que la mayoría de las medidas de los planes de estímulo aprobados al empezar la crisis tenían una fecha de caducidad, el 31 de julio. A partir de ese día, los pagos adicionales a parados, la moratoria sobre desahucios, préstamos para pequeñas empresas, y una miríada de fondos adicionales para programas sociales dejaban de estar operativos. El problema es que, a principios de agosto, el coronavirus no es que haya desaparecido, sino que está presente en más sitios que nunca en todo el país, y los datos de desempleo y actividad económica están dando señales de empeorar. Todo apunta que cuando más incertidumbre hay y más frágil está la economía, el Congreso va camino de contraer el gasto público de forma drástica, dejando millones de americanos sin apenas ingresos.

Hoy es tres de agosto, y bueno, eso es exactamente lo que ha hecho el congreso, o más concretamente, el partido republicano. La cámara de representantes aprobó otro estímulo fiscal a mediados de mayo (gracias a la siempre hiperactiva Pelosi), pero el senado, aún bajo el control del GOP, se ha pasado dos meses y medio mirando al vacío sin hacer nada. En la Casa Blanca, mientras tanto, reaccionaban todo ofendidos cada vez que alguien les preguntaba sobre un estímulo, mientras insistían en su glorioso renacimiento económico.

La consecuencia práctica más inmediata es que esta semana los más de 30 millones de parados en Estados Unidos pasarán de recibir de $921 a semanales ($321 es la media nacional, más los $600) de estímulo) a cobrar sólo $321 (y una cifra considerablemente inferior en los estados más tacaños, como Florida y Mississippi). En medio de una depresión económica, Estados Unidos va a empezar a imponer austeridad económica a la tremenda.

Los republicanos, son el principal escollo para aprobar un nuevo estímulo, ya que no parecen saber qué quieren hacer. La semana pasada las negociaciones en el Capitolio fueron entre republicanos moderados, republicanos asustados de tanto gasto público, y la Casa Blanca intentando encontrar una posición común para poder negociar con los demócratas. Trump, en uno de esos alardes que nos tiene acostumbrados, dijo que “no le importaba” el contenido del estímulo fiscal. El viernes Mitch McConnell pareció dar a su grupo en el senado por imposible, cerrando la sesión durante el fin de semana y enviándolos a casa en vez de seguir negociando.

Lo que hemos acabado viendo, otra vez, es a Stephen Mnuchin (secretario del tesoro y uno de los raros ejemplos de cordura en la administración Trump) y Mark Meadows (jefe de gabinete de Trump, y no del todo cuerdo) negociando con Pelosi en las oficinas de la Speaker, muchos reproches cruzados, y un acuerdo que parece estar aún lejos.

¿Cuáles son los principales puntos de desacuerdo? El primero, y más obvio, son los $600 adicionales para parados. Los republicanos quieren recortarlo, los demócratas como mucho quieren añadir una cláusula que mantenga esta paga extra hasta que la tasa de desempleo en un estado baje del 10-11%. El segundo, tan o más importante, es la voluntad de los demócratas de dar un billón de dólares a fondo perdido a estados y ciudades para compensar la pérdida de ingresos fiscales durante la pandemia.

La razón para este pago es que los estados y ciudades americanas (con muy contadas excepciones) están obligados constitucionalmente a tener déficit cero en todos sus presupuestos. Si una crisis económica provoca una caída de recaudación, deben o bien subir impuestos o bien recortar gasto. Aunque muchos estados tienen fondos de reserva para días como este (rainy day funds, en jerga local), a efectos prácticos todo el mundo ahorra poco en condiciones normales, y desde luego nadie ahorra lo suficiente como para responder a una pandemia.

Los recortes estales son, obviamente, muy procíclicos, imponiendo austeridad y contracciones fiscales gigantescas en medio de una recesión. Regarles de dinero es muy buena idea si quieres salvar la economía… pero si eres republicano y odias el gasto público, los funcionarios, y todo lo que huela a ayudar a gobiernos que deberían haber ahorrado cuando podían, pues vas a estar en contra.

Las negociaciones continuarán toda la semana. Lo más divertido de todo este asunto es que Pelosi y los demócratas están defendiendo medidas que ayudarían a reactivar la economía, mientras que los republicanos y el mismo presidente están en contra de ello.

Estados Unidos es un lugar extraño.

Bolas extra:

  • Trump ha nombrado a un tipo abiertamente racista e islamófobo saltándose el proceso de nominaciones del senado, porque bueno, nada importa ya.
  • El embajador de Estados Unidos en Brasil pidió al gobierno brasileño que ayudaran a reelegir a Trump. Porque lo de Ucrania (y China, y Turquia…) no era una anécdota, es algo que Trump hace todo el rato.
  • La liga de béisbol profesional ha vuelto a los estadios (vacíos). La cosa va mal – dos equipos tienen brotes de COVID y muchos jugadores han renunciado a jugar.
  • John Lewis, congresista por Georgia y héroe en la lucha por los derechos civiles, murió el 17 de julio. Su editorial póstumo en el NYT el día de su funeral merece una buena lectura: “Democracy is not a state. It is an act, and each generation must do its part to help build what we called the Beloved Community, a nation and world society at peace with itself.
  • A su funeral atendieron Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama. Trump ni se dignó a ir a la capilla ardiente en el congreso. El discurso de Obama en el funeral, por cierto, es muy, muy, muy bueno.

Foto: Gage Skidmore.


3 comentarios

  1. Alatriste dice:

    «diciendo incorrectamente que era un incentivo para que la gente se quedara en casa sin trabajar…»

    Digo yo que si lo fuera, tampoco sería tan mala idea incentivar que la gente se confinara durante unos meses durante una pandemia espantosa.

    Empiezo a pensar que nos estamos volviendo insensibles a la cifra de muertes que se está cobrando el virus. Para hacernos una idea de la magnitud de lo ocurrido, la Segunda Guerra Mundial se cobró la vida de 405.000 estadounidenses a lo largo de 44 o 45 meses. El COVID-19 ya ha matado a un mínimo de 157.000 (y probablemente sean bastantes más) en unos cinco meses. En otras palabras, aún teniendo en cuenta que la población del país es unas 2,5 veces la de 1941, un americano de hoy tiene más probabilidades de morir por COVID-19 que uno de 1941-45 de que lo maten en la guerra.

  2. Alatriste dice:

    Y respecto a la actitud de los republicanos con respecto a las ayudas a desempleados y las administraciones, me pregunto hasta qué punto se debe a un rechazo vísceral a cualquier clase de ayuda pública, y hasta qué punto puede haber un sector que está intentando socavar discretamente las posibilidades de Trump de ser reelegido… porque resulta sumamente extraño este afán aparente por provocar una crisis lo más profunda y dolorosa posible justo a la hora de ir a las urnas.

  3. Sr.Yo dice:

    Por hacer un inciso, un tanto hiperbólico.

    Desde que el neoliberalismo decidió que la mejor forma de tratar la fase terminal del sistema de acumulación de capital fumando más, bebiendo más, y drogándose más, comamos y bebamos que mañana moriremos, primero fueron los así tradicionalmente llamados líderes de Occidente los que tenían que consumir cada vez más tiempo y recursos en defender su posición, algo totalmente inédito en el núcleo del sistema si nos referimos al papel estructural. Y como la metástasis avanza, ya no es sólo la jefatura, ni los escalones superiores del estado lo que está sometido a un caos y un desgaste abrasivo sin precedentes, es toda la estructura del Estado. No es Johnson y sus bolcheviques de pacotilla los que quieren laminar a los civil servants de toda la vida (es un decir: 150 años más o menos), es que el país es ingobernable y como dices, ya todo da un poco igual. En esto, EEUU es la vanguardia y ya se sabe, el teorema del vecino barbudo y la peluquería húmeda.

    Mientras tanto, en la semiperiferia, Putin y sus kasachoks gobiernan tan ricamente a golpe de decreto sin la más mínima cortapisa. Por supuesto, están sentados encima de un polvorín, pero eso es que todo el mundo.

    Y en el caballo que va alcanzando la cabeza, es que ni el Armagedón los para. Ya están creciendo otra vez. Se han despachado el tema de Hong Kong en un plas plas.

    La siguiente fase es cuando arrimarse a China confiera «mágicamente» estabilidad, porque hasta ahora, como Modi y Bolsonaro han probado y tan empíricamente, arrimarse a la metástasis confiere exactamente todo lo contrario.

    Es posible que si se presenta a Presidente Will Smith o cualquier otro payaso, hasta gane. Es la demostración «Aurora Boreal» de cómo va la cosa. Y de qué manera va a parar.

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