Internacional

¿Cuándo se rompió Estados Unidos?

12 May, 2020 - - @egocrata

Hubo un periodo mágico, casi irreal, en que Estados Unidos era capaz de hacer todo lo que se proponía, y hacerlo con éxito.

Los años exactos de esta época de gloria son difíciles de definir con precisión, pero más o menos abarcan las tres décadas entre el 4 de marzo de 1933 y el 22 de noviembre de 1963. Entre estas dos fechas (la toma de posesión de Franklin Delano Roosevelt como presidente y el asesinato de Kennedy en Dallas) el país alcanzó una hegemonía industrial, tecnológica, militar y cultural casi completa, lanzando, uno detrás de otro, proyectos revolucionarios, ambiciosos, e inmensamente caros y llevándolos a buen puerto.

La lista es francamente extraordinaria: salir de una gran depresión sin precedentes sin sufrir una quiebra democrática, desplegar las bases del estado de bienestar moderno en el país, movilizar su gigantesca capacidad industrial en un esfuerzo sin precedentes para aniquilar el nazismo, crear un nuevo orden económico mundial anclado en el dólar, ocupar y reconvertir a las tres potencias derrotadas en la guerra en prósperas democracias aliadas, desarrollar la energía atómica, ordenadores, y lanzar el programa espacial que llevaría el hombre a la luna, hacer que la cultura, cine, y música del país dominen el mundo, “inventando” la adolescencia en el proceso, y convertirse en el país más poderoso y rico en la faz de la tierra, a años luz de distancia del resto.

Todos estos logros, concentrados en apenas treinta años, se hacen gracias a un gobierno federal enérgico y competente, unas élites bien preparadas y con un ethos de servicio público inigualable. Un ejemplo: los cuatro hijos varones de FDR sirvieron en puestos de combate en la segunda guerra mundial, todos como voluntarios. John, el más joven, quería hacerse objetor de consciencia, pero sus hermanos le convencieron (a gritos, supongo) que se alistara en la marina.

Todo esto pareció romperse, poco a poco, a partir de 1963. Estados Unidos empezó a acumular pifias, proyectos fallidos, y derrotas militares. Sus líderes dejaron de comportarse como servidores públicos primero y políticos después y buscaron ventaja creando divisiones. El gobierno federal perdió poco a poco la capacidad de gestionar proyectos complejos, responder a crisis o ser visto como un actor competente. El país se sumó en un mar de dudas, cada vez más incapaz de solucionar problemas internos o externos. Estados Unidos está hoy gobernado hoy por un patán naranja orgulloso de su incompetencia, abiertamente hostil al ejecutivo que el mismo preside.

¿Qué ha pasado? ¿Dónde se fue este país prodigioso al que todo le salía bien?

Primero, porque ese era un país que realmente nunca existió. Aunque ciertamente los años de hegemonía entre 1933 y 1963 fueron prodigiosos, la era dorada de Estados Unidos está puntuada de sombras. El sistema de Breton Woods era imperfecto, y sólo sostenible si Estados Unidos actuaba de forma impecablemente virtuosa. El terror de la guerra fría había dejaba a la humanidad más cerca que nunca de su propia extinción. El espejismo de la sociedad de clase media de la era Eisenhower ocultaba las semillas del final del movimiento obrero y de las desigualdades que vendrían después.

Por encima de todo, sin embargo, estaba el racismo, la lacra de la segregación racial. Gran parte de Estados Unidos distaba mucho de ser un país democrático, gobernado como estaba bajo un estricto, brutal, y opresivo sistema de discriminación racial que relegaba a millones de personas a ser ciudadanos de segunda. Es el racismo de Jim Crow, del confinamiento de ciudadanos de origen japonés durante la guerra. La América del New Deal se basa en un pacto implícito entre progresistas norteños y racistas del sur donde los primeros aprueban reformas sociales a cambio de que los segundos mantengan regímenes autoritarios en el sur que oprimen a negros y condenan a blancos al odio racial y la pobreza. La harmonía entre las élites políticas, el espíritu indomable del país, está construido sobre estos cimientos.

El dos de julio de 1964 el presidente Lyndon Johnson firma la ley de derechos civiles. Un año después, se aprueba la Voting Rights Act, la ley que desmantela, de forma definitiva, las restricciones al voto negro en todo el país. No son las primeras leyes sobre estos temas (Johnson mismo, como líder del senado, había sido instrumental en la aprobación de una ley de derechos civiles más débil en 1957), pero representan el punto de inflexión decisivo, el golpe que rompe con el racismo institucional en el centro del sistema político americano.

Estas dos leyes representan también el fin del viejo consenso de los años de hegemonía americana, y el origen de las divisiones políticas que incluso aún hoy atenazan el país. Como escribí hace una temporada por Jotdown, todo empezó con Richard Nixon, la revolución conservadora, y la política del resentimiento que domina el debate en Estados Unidos desde hace décadas.

Mi foto favorita de Nixon.

En los 30 años pre-derechos civiles, el debate político americano se centra en qué queremos hacer y cómo hacerlo. Las minorías raciales hasta entonces estaban fuera del sistema; los racistas del país estaban dispuestos a apoyar todo mientras eso se mantuviera.

A partir de los años sesenta, una coalición de republicanos y demócratas del norte dice basta y acaba con la discriminación de iure en todo el país. La reacción contraria es una contra-coalición de racistas que no toleran que esa gente (la gente de color) pueda obtener nada del gobierno, y oligarcas que les aplauden las gracias a cambio de que les bajen los impuestos y nadie tenga acceso a un estado de bienestar decente.

El debate político deja de ser sólo sobre qué o cómo; ahora incluye la pregunta “para quién”. El proyecto común, de un consenso amplio, de un gobierno del que todos confían, que goza del respeto y prestigio de las élites, se ha roto.

Llevo en Estados Unidos 16 años. Si hay algo que nunca deja de sorprenderme y horrorizarme de este país, incluso en un estado en teoría progresista y liberal en el norte, es el enorme peso del racismo y los debates de los años sesenta en las luchas políticas de hoy. Un estado de bienestar basado en la presunción de quienes piden ayudas están intentando cometer fraude. Un sistema de justicia que asume culpabilidad cuando el sospechoso no es blanco. Un urbanismo dirigido a separar y discriminar. Una tendencia marcada y persistente por parte de muchos dirigentes a ignorar o ningunear el sufrimiento de negros y latinos, pero responder con alarma al sufrimiento de blancos.

Un ejemplo: la pandemia de coronavirus está teniendo un impacto desproporcionado sobre minorías raciales en número de enfermos y muertes. Los que protestan para levantar las restricciones son, casi sin excepción, blancos, empezando por un presidente que ha hecho del resentimiento racial una de sus señas de identidad.

La América de los años dorados nunca fue, vista en perspectiva, el país que decía ser. Cuando intentó remediarlo, las fuerzas hostiles al cambio hicieron que dejara de aspirar a serlo.

Bolas extra:

El debate político más importante estos días es si el congreso debe ayudar a estados y ciudades a cuadrar presupuestos este año. Lo dejo para la siguiente edición.


12 comentarios

  1. Batistuta dice:

    Muy interesante artículo, pero un apunte: «armonía» no lleva ‘h’ en castellano, por mucho que a los que trabajamos en lengua inglesa nos cueste recordarlo 😉

    El artículo nombra de refilón a Lyndon Johnson y yo, que en este momento estoy leyendo la biografía de Caro, me pregunto si no fue su llegada a la Casa Blanca el inicio del fin de los gloriosos Estados Unidos. Con su llegada a lo más alto vemos una justificación de la corrupción al más alto nivel, del uso de favores políticos y de dinero para conseguir más poder, de las mentiras más descaradas que se pueden imaginar…. me pregunto si ahí empezó el declive, la desconfianza de la clase política y la división que hoy está en niveles nunca vistos.

  2. Victor Medrano dice:

    Sin pretender llegar a tus conocimientos sobre politica de EEUU (ni siquiera acercarme) creo que realmente el factor que que propicia es «rotura» se puede resumir (como dicen en mi pueblo) «Con perricas chifletes».
    Me explico: Pasada la Primera Guerra Mundial los paises europeos estaban en bancarrota. Incluso los vencedores, Francia e Inglaterra, terminaron la guerra exhaustos, con territorios devastados (sobre todo Francia), mucho dinero gastado y sin posibilidad de pagar sus deudas haciendo pagar a los vencidos, mas arruinados aun. Obligados a coger prestamos a EEUU, Reino Unido empezo a perder su preponderancia politica y economica.
    Esto se acentuo todavia mas despues de la Segunda Guerra Mundial. Con la mitad de la produccion mundial radicada en EEUU, con las infraestructuras intactas, EEUU tenia dinero de sobra. Y lo gasto todo y mas en su afan de ser LA potencia mundial. Mientras el resto de paises intentaban recuperarse habia dinero a espuertas, todo iba bien y nadie se quejaba. Fue despues, cuando hubo que pagar esos excesos (vivian por encima de sus posibilidades), que empezaron a hacerse visibles las grietas. La guerra de Corea, la de Vietnam, el mantenimiento de un ejercito abismalmente mayor que el de entreguerras y los grandes programas de armamento, etc fueron los que pasaron y estan pasando factura.
    Si a eso le añades los problemas raciales, aun peor.

    En mi opinion, durante mucho tiempo a los EEUU les ha ido bien (con sus altibajos) gracias a la enorme cantidad de recursos que disponia su territorio y la falta de enemigos vecinos. Sea por la colonizacion de las deshabitadas (relativamente) tierras del Oeste, sea por el acceso a grandes cantidades de materias primas (petroleo por ejemplo). Esto ha hecho que tengan una actitud ante los problemas de :»si no funciona ponle un motor mas grande». Por supuesto todo esto no quita para que no hicieran cosas bien, pues ni con todo el dinero del mundo se puede ganar siendo un inutil

  3. Jordi dice:

    Bibliografia recomendada?

    • Víctor medrano dice:

      Auge y caída de los imperios de Paul Kennedy por los datos económicos y d producción. Hace mucho hincapié en la idea que un imperio al tener que aumentar el gasto en ejercito para defender un imperio mayor hace que este se debilite.

  4. Uno que pasa dice:

    El excepcionalismo americano es una patraña. Es un país forjado sobre élites corruptas, una democracia disfuncional de iure hasta hace apenas cincuenta años (y ahora aún más disfuncional con todos los problemas de gerrymandering y de acceso al voto) y con un sistema económico atroz.

    Es imposible negar su hegemonía económica, militar y cultural. Son el Imperio de nuestra época y llevan siéndolo un siglo.

    Lo pueril es achacar esa hegemonía a una suerte de ángeles caídos del cielo y de políticos aparentemente excelentes.

  5. Alatriste dice:

    Este es uno de esos artículos en los que cuesta no estar de acuerdo con todos los comentarios, porque todos tienen su parte de razón (y no pequeña). Solo unas notas al margen:

    – Con ser innegables los problemas de la democracia americana desde siempre (y por siempre me refiero a la parte de la Constitución que decía con todas las letras que los esclavos cuentan como 3/5 de un hombre libre a la hora de determinar el número de congresistas, etc… es decir, que los votantes y estados del Sur tenían mas poder que los del Norte) también lo es que hubo un tiempo en que los Estados Unidos eran capaces de empresas de una audacia y una ética sin precedentes. Por poner solo un ejemplo, el Plan Marshall ¿Desde cuándo un vencedor, lejos de buscar la ruina del vencido e imponerle indemnizaciones, etc, buscaba restaurar su economía?

    – La importancia de la «Conquista del Oeste» tampoco puede subestimarse. De hecho, una de las asunciones de los economistas nazis era que el éxito económico de América se debía en parte a la abundancia de todas las materias primas y a la riqueza agrícola, pero sobre todo al tamaño de su mercado interno. No faltó quien dijo con todas las letras que Ucrania iba a ser su Oeste americano (Adam Tooze tiene un excelente libro sobre el tema; no comparto todas sus tesis pero no por eso deja de ser excelente)

    – Hay una parte de las memorias de Churchill que nunca he olvidado; menciona que cada vez que los americanos le presionaban diciendo que Gran Bretaña solo aprovechaba para la guerra una ínfima parte del potencial de la India (y era verdad) les contestaba que el delicado equilibrio de la India se rompería en otro caso, con consecuencias inimaginables, y mencionando como de pasada que era el mismo caso del Sur estadounidense…

    – Y respecto al momento en que todo empezó a deteriorarse es difícil ir más allá de decir que hubo un momento en los primeros 60 en el que el orgullo llegó demasiado lejos, al mismo tiempo que el resto del mundo después de 15 años podía por fin decir que se había recuperado de la guerra. Un tema recurrente de los «Papeles del Pentágono» (otro libro sumamente recomendable) es que todos los implicados en la toma de decisiones en Washington compartían implicitamente el convencimiento de que no había problema en Vietnam del Sur que no fuese a mejorar simplemente poniendo americanos en ello; por definición iban a ser más eficaces, más justos y menos corruptibles… pocos años antes del Watergate. Y como uno que anda cerca de los 60 años me pregunto si los jóvenes 🙂 podéis ser realmente conscientes del batacazo real y de imagen de los Estados Unidos a fines de los 60 y sobre todo durante los 70: Vietnam, el Watergate, las drogas, la crisis económica, el abandono de la paridad fija dólar/oro… no eran solo los americanos, también el resto del mundo habíamos puesto a los Estados Unidos en un pedestal.

    • Victor Medrano dice:

      En mi opinion el mayor problema que puede tener la constitucion de los EEUU es que se diseñó hace 300 años para el gobierno de 13 pequeñas colonias, con malas comunicaciones y por un grupo de terratenientes. Y sobre eso han ido construyendo sin modificarla mucho (o esa es mi impresion. ¿Usted que opina Roger?). Tuvieron que pasar 150 años para que tuvieran presidentes fuertes (Lincon) pues al principio los Estados eran los fuertes y bien recelosos de que asi siguiera. Todos los sistemas de gobierno heredan particularidades de su pasado y se acumulan estructuras que en su momento tenian su sentido pero que ahora tal vez no tanto. Y en EEUU se han acumulado muchisimas. Sin contar con Reino Unido, el resto de paises han «renovado» sus sistemas de gobierno desde hace relativemente poco (Francia es Republica solo desde 1870 y van cinco, Alemania fue Monarquia pura y dura hasta 1918, España…). No han tenido la «suerte» de una revolucion/catastrofe que desestabilice todo el edificio. Lo mas gordo fue la guerra civil y fue mas bien una lucha entre los de arriba para ver que mandaba (terratenientes del Sur contra Oligarcas Industriales del Norte).

      Respecto al ejemplo del plan Marshall… ¿Etica?. Antes de que Hitler se pegara un tiro los EEUU ya veian a la URSS como su rival, sobre todo ideologico. No podia permitir que una zona como Europa Occidental cayera en la orbita comunista. Aparte de crear un mercado a sus productos, claro. Y por cierto, ese dinero hubo que devolverlo. Si realmente hubieran seguido lo que predicaban (La Libertad etc) hubieran bajado al sur a eliminar al ultimo dictador fascista. Al fin y al cabo ya tenian un enorme ejercito en Europa, la amenaza de una bomba nuclear y aqui ni siquiera tendrian el apoyo de toda la poblacion. Pero su objetivo era otro y prefirieron que se mantuviera un dictador anticomunista que correr el riesgo de tener otro frente mas en Europa. Como Estadista y estrategia General tiene su sentido pero es hipocrita (como todos los gobiernos en mayor o menor grado).

      • Alatriste dice:

        Respecto a la sacrosanta constitución de los Estados Unidos no puedo estar más de acuerdo; desde plazos que tenían todo el sentido del mundo cuando las personas viajaban en carros tirados por caballos o se quedaban varadas un par de semanas por la ausencia de viento a una vicepresidencia francamente mal diseñada pasando por un colegio electoral que es un fósil viviente (creo que alguna vez he mencionado que he intercambiado mensajes con americanos que sostienen con toda seriedad que Estados Unidos es una república, no una democracia; es decir, que tiene diseñado desde el principio un gobierno con notables elementos aristocráticos)

        Pero con respecto al Plan Marshall y al supuesto temor a la URSS debo decir que esa es una idea con fuertes elementos de eso que en inglés llaman «hindsight». En 1945 los Estados Unidos no tenían demasiado miedo a Rusia o a la expansión del comunismo, expansión que aún pertenecía al futuro. Por un lado, tenían la bomba atómica, una marina absolutamente hegemónica, y una aviación inigualada (sobre todo en bombarderos estratégicos); por otro, aún mantenían la idea de preguerra de que Rusia era realmente poco de temer (derrotada por Japón en 1904, derrotada por Alemania en 1914-18, dividida y con una guerra civil solo 20 años en el pasado… hasta con enormes problemas para vencer a la pequeña Finlandia en 1940) aunque hubiera hubiera conseguido no ser conquistada por los nazis gracias a su extensión, al invierno y a la ayuda americana.

        Cierto que no se dedicaron a invadir otros países para establecer democracias, pero ¿Realmente podía Truman en 1945 decir a los ciudadanos que la guerra no iba a terminar porque Estados Unidos iba a invadir todos los países que tuvieran gobiernos que no le gustaban porque no habían sido elegidos? ¿Aunque eso hubiera incluido hasta a Francia y otros aliados… incluyendo a la URSS? Por cierto, Stalin se lo pasaba bomba soltándoles a Churchill y Roosevelt que los gobiernos títere que estaba imponiendo en Europa oriental eran tan democráticos como De Gaulle y Badoglio…

      • Alatriste dice:

        Olvidaba añadir que además la URSS no estuvo entre los beneficiarios del Plan Marshall exclusivamente porque no quiso, lo cual deja bastante claro que no había sido diseñado como estrategia antisoviética. Se podrá acusar a sus impulsores de pragmatismo brutal, de estar pensado porque si las economías europeas no se levantaban Europa no podría comprar productos Made in USA, pero en los momentos en que se lanzó la Guerra Fría aún no había empezado.

  6. Atlas dice:

    En mi opinión el verdadero punto de no retorno vino después. Incluso después de Nixon. La década de los 70 abrió el melón de la conflictividad social y de todas las contradicciones internas de un sistema hecho a parches a lo largo de 200 años. Hasta ese momento el país podía cubrir las vergüenzas fijándose en su éxito militar, cultural y económico, pero en los 5 años después de Watergate y Vietnam hubo un punto de inflexión. En ese momento, la sociedad norteamericana se enfrentó a un dilema. Sus cargos públicos habían demostrado ser corruptos hasta extremos que el ciudadano medio encontraba inconcebibles, su economía se enfrentaba a las consecuencias de la desigualdad y la segregación, y el país atravesaba una crisis de valores tremenda. Después de Vietnam y My Lai costaba verse como el país más moral del mundo, el sempiterno defensor de la democracia y la libertad. La sociedad americana se encontró entonces ante una disyuntiva: encararse a sus problemas, hacer una estimación sobria y desapasionada de la situación y efectuar cambios sistémicos de calado que solucionaran los problemas profundos que llevaban décadas arrastrando, o tapar los oídos, gritar «no te escucho, no te escucho» y doblar la apuesta por la desigualdad, el excepcionalismo y el ignorar los problemas que ya eran visibles para todo el mundo.

    Eligieron seguir rumbo a toda máquina. Eligieron las banderitas norteamericanas sobre el compromiso cívico o la reforma a largo plazo. Eligieron seguir pensando que eran un pueblo escogido por Dios. En una palabra, escogieron a Reagan.

  7. Jack Shadow dice:

    Una oda a la puerilidad intelectual

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