Ser capaz de convencer a otros de saber de lo que estás hablando es un talento muy útil en el mercado de trabajo. El aparentar calma, estabilidad y competencia siempre ayuda lo suyo en entrevistas de trabajo. En una economía donde los servicios profesionales son cada vez más importantes, venderse bien importa.
Existe un talento digamos paralelo al ser un experto que sabe venderse: no ser un experto pero ser capaz de vender la moto igualmente. Esto es, en palabras del filósofo, un talento para el bullshit, el motor de la cultura occidental contemporánea. Aunque un bullshitter en las altas esferas del poder o gestionando una central nuclear puede ser algo ligeramente peligroso, en muchos casos es una habilidad singularmente útil en la vida y negocios. Es posible que ahora mismo, en esta entrevista de trabajo, no tenga ni puñetera idea de lo que el jefe me está preguntando y todo lo que sé sobre CP/M lo aprendí en un episodio de Halt and Catch Fire, pero si me dan un par de tardes y Google es posible que pueda aprender las cuatro cosas que necesito y que era lo único que me faltaba para ser perfecto para el puesto. Vender proyectos, presupuestos, propuestas y movidas varias siempre requiere una cantidad considerable de humo y/o efectos pirotécnicos, así que ser un buen generador de bullshit siempre es útil.
Sabiendo de la importancia de la capacidad para la fabulación y el molonismo tienen en el mundo real, un trio de investigadores (John Jerrim, Phil Parker y Nikki Shure) han realizado un estudio para averiguar quienes son los mejores bullshitters, y qué factores explican el volumen producción de bullshit a nivel internacional. Para ello han cogido el informe PISA de nueve países (Inglaterra, Irlanda, Escocia, Australia, Gales, Nueva Zelanda, Irlanda del Norte, Canadá y Estados Unidos), y han preguntado a unos cuantos miles de chavales de 15 años que puntuen, en una escala de cinco puntos, sus conocimientos sobre 16 conceptos matemáticos. Más concretamente, se les pregunta su familiaridad con ideas como la función cuadrática, probablidad, cosenos, números propios, escalas subjuntivas o fracciones declarativas.
El truco, claro está, es que estos últimos tres conceptos no existen en absoluto, así que si algún estudiante dice que sabe mucho sobre el tema está mintiendo como un bellaco. Es decir, está produciendo bullshit.
Los resultados son fascinantes. Primero, el país más propenso al bullshit, y con mucha diferencia, es Canadá. Esto me hubiera parecido sorprendente hace unos años, pero con Justin Trudeau como primer ministro ya me lo creo todo. El segundo país más fantasioso es Estados Unidos ( aquí ninguna sorpresa) y los más honestos son los escoceses.
Los datos realmente interesantes, sin embargo, es cuando miramos la diferencias dentro de cada país por género y clase social. En todos los países, sin excepción, los chicos son mucho más propensos al bullshit que las chicas, algo que no creo que tome a nadie de improviso. La diferencia de género varía muchísimo de un país a otro, sin embargo; en Inglaterra las mujeres son mucho más honestas que los hombres, mientras que en Estados Unidos los varones sólo son ligeramente más fantasiosos.
Si miramos por clase social, las diferencias son todavía más pronunciadas. Los estudiantes de clase alta (en el cuartil superior de renta) son sistemáticamente más deshonestos que los el resto. Los del cuartil inferior son sistemáticamente más sinceros.
Dicho en otras palabras: esa idea de que el mercado laboral está lleno de cretinos de casa bien que actúan como que saben de todo parece ser bastante cercana a la realidad. Ser de clase alta (y ser varón) tiende a producir individuos con mayores niveles de autoconfianza y mayor propensidad a adornar ricamente su CV y hoja de servicios. Parte de las disparidades que vemos en el mercado de trabajo son, probablemente, fruto de ventajas culturales y actitudinales adquiridas durante la socialización. Estas ventajas, además, no pueden solucionarse con más educación; mentir como un bellaco es cosa de clase y genero.
Curiosamente, el estudio también refleja que hay un cierto proceso de adaptación colectiva a los niveles de bullshit imperantes. Los países con estudiantes más grandilocuentes de media son los que presentan menores diferencias en autobombo según clase y género. Los americanos entienden que todo el mundo está inventándose cosas así que todo el mundo hace lo mismo con vehemencia, produciendo una escalada de bullshit a todos los niveles. No queda claro si eso sucede porque hay un equilibrio social de deshonestidad colectiva o porque en Escocia los pobres simplemente se resignan a su suerte. El estudio, sin embargo, es un ejemplo fascinante sobre cómo los privilegios de clase y genero se perpetúan.
Por supuesto, esto es un estudio, así que siempre hemos de ser cautos con el resultado. Al fin y al cabo hablamos de adolescentes y una pregunta simple sobre si saben matemáticas, no de un perfil de honestidad más desarrollado. Extraer conclusiones sobre cómo el bullshit es un factor importante o no en una carrera profesional con sólo este artículo es un poco apresurado, aunque no deja de ser interesante.
El estudio no incluye datos para España, algo que me encantaría ver. No sólo según género y clase social, sino por región y lengua materna. Mi sensación (subjetiva) es que como país haríamos que los canadienses parecieran gente modesta y sincera, pero quizás eso es fruto del tópico más que otra cosa. Esperemos que alguien se anime a replicar el estudio.