Internacional & Primary Colors

Primary Colors (I): sólo queda un año para Iowa

24 Ene, 2019 - - @egocrata

Los caucus de Iowa, la extraña «votación» que abre el proceso de primarias presidenciales demócratas de las elecciones del 2020, tendrán lugar el 3 de enero del año que viene. Esto es, queda una completa, total y absoluta eternidad antes que nadie acuda a las urnas.

Pero ya han empezado a proliferar candidatos, y los medios ya hablan de elecciones. Estamos oficialmente en temporada de primarias – y este año prometen ser interesantes.

Presentándose como candidato

Uno de los mejores indicadores de la salud política de un presidente de los Estados Unidos es el número y calidad de candidatos que se presenta a las primarias del partido contrario. Cuando el presidente es visto como alguien fuerte, popular y difícil de batir (lease Reagan en 1984, o Bush en 1992), muchos potenciales oponentes que aspiran a la Casa Blanca prefieren esconderse antes de tomar el riesgo de una derrota humillante. Cuando el presidente es visto como alguien vulnerable (Carter en 1980) o no se presenta a reelección (y el partido en la oposición tiene mayor probabilidad de ganar, ya que los americanos raramente repiten presidente del mismo partido), los candidatos salen de debajo de las piedras.

Trump es horriblemente, espantosamente impopular estos días, y su total negativa a reabrir el gobierno no está mejorando las cosas en absoluto. Tras unas midterms gloriosas, el partido demócrata tiene grandes expectativas para el 2020, así que este mes la larga, larguísima lista de aspirantes a candidato del partido no ha dejado de crecer. Aunque aún hay bastantes candidatos que están pensándoselo (y seguramente alguno de los candidatos oficiales se caerá antes de llegar a Iowa), creo que es un buen momento para empezar a hablar de primarias, y hablar esa tradición de predicciones electorales que tan bien se me da siempre*.

Empecemos primero con esta idea de que este año la nominación es especialmente valiosa ya que Trump es una candidato muy vulnerable. Si miramos los sondeos de los últimos años hay tres cosas que parecen bastante establecidas. Primero, Trump es consistentemente impopular. Todos los presidentes recientes durante sus dos primeros años de mandato han estado alguna vez por encima del 50% de aprobación; incluso el pobre Gerald Ford tuvo sus momentos de felicidad en la Casa Blanca. Trump empezó por debajo del 50, no tardó en caer por debajo de 43, y nunca ha vuelto a subir por encima de esa cifra. Hay una mayoría clara y estable del electorado que no aguanta al presidente, y no parece que nada vaya a convencerles de lo contrario, por mucho que la economía vaya como un tiro y los salarios estén aumentando.

Segundo, esta impopularidad se ve reflejada en los resultados electorales. Durante meses muchos observadores señalaron que si bien Trump es impopular, sus índices de aprobación eran igual de malos cuando era candidato, y el tipo ganó las elecciones igual. Si los demócratas presentan un candidato espantoso como hicieron el 2016 (discutible, porque fueron unas elecciones extrañísimas) puede ganar igual. Esto quizás era creíble antes de las midterms, pero el morrazo de las republicanos en noviembre parece indicar que Trump es humano, y ser detestado por un 55% largo del electorado tiene consecuencias.

Tercero, hacer predicciones de resultados electorales a dos años vista es siempre una mala idea. Aunque Trump es impopular ahora mismo, vale la pena echar un vistazo dónde estaban las encuestas a estas alturas de mandato para alguno de sus predecesores. Obama rondaba el 50,2% de aprobación, Bush hijo el 56,1%, Bill Clinton el 46%, Bush padre el 83% (acababan de invadir Irak), y Ronald Reagan el 39.5%, exactamente la misma cifra que Trump. Todo el mundo en esta lista salió reelegido de forma confortable, con la excepción del tipo que estaba con un 83% de aprobación a dos años de las eleccciones. Muchas, muchísimas cosas pueden suceder durante los próximos dos años, desde una recesión a una invasión alienígena, así que es muy complicado decirle a un candidato que el 2020 es tu año y que presentarse es una buena idea.

La primaria invisible

Parte del problema es que los dos años que quedan para las generales son de por sí bastante inusuales. Tradicionalmente, los candidatos presidenciales anunciaban su entrada en primarias en los meses de otoño, cuatro o cinco meses antes de Iowa. Bill Clinton, por ejemplo, entró en primarias en octubre de 1991, poco menos de cuatro meses antes de empezar a votar. El aumento del coste de las campañas y las necesidades logísticas que eso conllevan, sin embargo, hace que constuir una estructura para poder competir sea mucho más complicado, y eso require más tiempo. Aunque los candidatos van a estar haciendo monerías y viajando ocasionalmente a Iowa, New Hampshire, Nevada y Carolina del Sur los próximos meses (los cuatro estados que abren el calendario de primarias), de aquí a octubre más que campaña lo que harán será pelearse en la llamada «primaria invisible», la competición a puerta cerrada que decide qué candidaturas son viables.

¿Qué es la primaria invisible exactamente? Hablé sobre ella aquí, anticipando las elecciones del 2016. Dicho en pocas palabras, es la carrera entre todos los candidatos para reclutar a un equipo de campaña competente, construir una lista de donantes que puedan pagarla, montar una red de voluntarios en los estados clave y seducir a todos esos líderes locales y estatales que pueden movilizar apoyos y votos a tu favor el año que viene. Esto, más que los sondeos o apariciones televisivas, es lo que dirimirá la lista de candidatos «viables», los que realmente pueden competir en febrero.

Hace unos años (digamos pre-2008), gran parte de la primaria invisible consistía en convencer al establishment del partido que no estabas loco, no tenías escándalos espantosos en tu armario, no dirías burradas que harían daño al partido y que si ganabas, no harías el ridículo en las generales. El partido, los viejos popes, controlaban el acceso a la financiación de las campañas y a donantes adinerados, y si no pasabas el filtro te quedabas sin dinero y sin campaña. Post-2008, sin embargo, la cosa ha cambiando, ya que internet y Citizens United (la sentencia del supremo que permite a todo Dios financiar campañas sin límite, básicamente) hacen que un candidato pueda recaudar dinero incluso teniendo el partido en contra. Ahora la primaria invisible es más abierta y anárquica y el filtro mucho más débil, algo que permite a candidatos fuera de la lista del establishment sobrevivir incluso cuando les quieren echar a patadas o incluso ganar si sus oponentes no se coordinan a tiempo (léase: Trump).

Aún así, la organización importa, y la capacidad de recaudar también. Por muchos candidatos que veamos, es probable que lleguemos a Iowa con tres o cuatro favoritos y un montón de candidatos de relleno, y que llegado el supermartes realmente sólo tengamos un puñado de supervivientes.

El calendario

Cosa que me lleva al último punto, el calendario de primarias: este año es brutal. Iowa, New Hampshire, Nevada y Carolina del Sur son todas en febrero, separados por como mínimo una semana entre cada votación. el tres de marzo es supermartes, cuando votan un montón de estados de una tacada, y este año será decisivo. En un sólo día tendremos Alabama, California, Massachusetts, Carolina del Norte, Texas, Virginia, Oklahoma, Tennessee y Vermont. Os podéis imaginar lo que cuesta montar una campaña presidencial en California y Texas, y lo duro que será competir ahí. Los candidatos van a sudar tinta este ciclo.

No sabemos (casi) nada

Lo más importante a tener en cuenta ante este artículo y todo lo que vendrá después es que de primarias en el fondo sabemos relativamente poco. Esto es así porque son un invento nuevo; las primeras primarias «modernas» donde el voto de la militancia cuenta para algo fueron en 1972, en el lado demócrata (intentando evitar la debacle de la convención del 68. Les salió mal. Perder por 23 puntos mal), así que no tenemos demasiada experiencia con ellas. Muchos de los topicazos periodísicos que escucharéis este año (momentum, bandwagon effect y cosas parecidas) son fruto de quince observaciones a lo largo de cuatro décadas, así que tomároslos con cautela.

En fin, vamos a estar hablando de primarias muchos meses. En el siguiente artículo, empezaremos a hablar de candidatos, que hay mucho, mucho que contar.

*Aunque todo sea dicho, acerté que ganaría McCain y Obama el 2008, Romney el 2012, y Clinton y Trump (en primarias) el 2016. Sobre las generales, Clinton sacó más votos, y dije que podía perder el colegio electoral en la víspera de las elecciones. Sí, hay ese tweet sobre Trump. Pero no fallo tanto.


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