Internacional

¿Qué podemos esperar de las elecciones legislativas americanas? (I)

30 Ago, 2018 - - @egocrata

El primer martes después del primer lunes de noviembre (es decir, el día seis) se celebrarán las elecciones legislativas americanas. Las midterms, o elecciones de medio mandato presidencial en jerga política local, son increíblemente importantes en un año tranquilo, y absolutamente cruciales en un año clave como es este 2018. El motivo detrás de su importancia, sin embargo, es algo al que seguramente no le habéis prestado demasiada atención. Veamos por qué.

¿Qué se vota en noviembre?

Las midterms son en realidad cuatro elecciones en una:

  • Todos los miembros de la cámara de representantes en el congreso de los Estados Unidos se someten a las urnas. El mandato de los representantes federales es de sólo dos años, así que los pobres tipos están constantemente en campaña electoral.
  • Un tercio de los senadores federales se somete a las urnas, ya que su mandato es de seis años. La «clase» de este año (el «tercio» de senadores en cada rotación se le llama class) se compone de 23 demócratas y ocho republicanos.
  • Tenemos elecciones a gobernador en 36 estados, casi todos sirviendo un mandato de cuatro años.
  • Hay elecciones para renovar total o parcialmente 87 de las 99 cámaras legislativas estatales de todo el país.

Aunque los medios prestan una atención descomunal a las dos primeras, en realidad son las dos últimas las que pueden acabar siendo realmente decisivas a largo plazo. Durante los próximos días exploraremos por qué, hablando sobre lo que podemos esperar en cada una de estas elecciones.

Cámara de representantes de Estados Unidos (federal, vamos)

Los republicanos tienen una mayoría relativamente confortable en la cámara de representantes, 236-193. Eso quiere decir que demócratas necesitarían recuperar 24 escaños para recuperar la mayoría. El partido presidencial pierde de media 25 representantes en las midterms; Trump es un presidente increíblemente impopular para alguien que tiene la economía creciendo al 4% y el paro por debajo de esa cifra, así que es probable que los demócratas recuperen el control de la cámara.

No es, sin embargo, algo inevitable. Para empezar, las midterms son elecciones donde la participación es tradicionalmente baja, especialmente entre votantes jóvenes y votantes de color. Los demócratas dependen de la movilización de este electorado, y siempre es dudoso si irán a las urnas o se quedarán en casa.  Segundo, el hecho que la economía americana lleva creciendo a buen ritmo desde hace ocho años (la tendencia se ha mantenido constante con Trump) debería ayudar al GOP. Si el hombre consigue evitar escándalos y no decir burradas de aquí a noviembre es posible que su valoración mejore. Tercero, el sistema electoral favorece escandalosamente a los republicanos, hasta el punto que los democrátas deberían sacar al menos cinco puntos más que los conservadores a nivel nacional para poder controlar la cámara.

El motivo es una combinación de geografía y gerrymandering. Los representantes se escogen en distritos uninominales, así que la definición del área geográfica que representan es clave para saber si un distrito favorece al candidato de uno u otro partido. Por una serie de accidentes demográficos que ahora no vienen al caso, los votantes demócratas (jóvenes, gente de color, gafapastas, hipsters, y gente con bajos ingresos) tiende a vivir muy concentrada en las ciudades, mientras que los republicanos viven más desperdigados entre zonas rurales y suburbios. Esto hace que los demócratas tengan un votante digamos electoralmente «ineficiente», con ciudades donde sacan un 80-90% del voto. Dado que en un distrito uninominal tanto da ganar por cinco que ganar por ochenta puntos, esta tendencia a apilar a los suyos en pocas zonas perjudica al partido, que acumula millones de votos en lugares donde no otorgan representación adicional.

El segundo motivo es el gerrymandering, o esa gloriosa tradición americana de dibujar distritos electorales que favorecen a tu partido y perjudican al rival. Por una serie de accidentes históricos que explicaremos más adelante, los republicanos han tenido la posiblidad de hacer esto de forma salvaje en muchos estados, dejando a los demócratas en aún más desventaja. La cosa fue tan atroz que tribunales federales han llegado a tumbar el mapa de distritos en varios estados (los más recientes Pennsylvania y Carolina del Norte, este último armando un pollo épico esta misma semana) forzando que los redibujaran.

Aún con esas, se calcula que el gerrymandering costó a los democratas 22 escaños en las elecciones del 2016. Es un debate enormemente complicado (este artículo del NYT explica muy bien por qué) pero el consenso es que ahora mismo, esto contribuye proteger la mayoría del GOP.

¿Quien ganará?

El consenso entre los expertos es que los demócratas tienen entre un 60 y un 75% de probabilidades de sacar una mayoría en la cámara baja. Nate Silver, el que menos se equivoca en este negocio, les da un poco por encima del 72% ahora mismo. Así a ojo, creo que esa predicción es demasiado optimista para los demócratas, que tienen una larga, larguísima tradición de decir que «este es el año del voto joven» y quedarse con cara de tontos.

Dadas las peculiaridades del sistema electoral, vale la pena recalcar algo que Nate Silver señala en su modelo: es casi igual de probable que los demócratas pifien y sólo ganen 20 escaños que saquen un éxito crítico y se lleven 70. La diferencia de ganar por cinco puntos a ganar por siete a nivel nacional es básicamente invisible en los sondeos, pero su traducción en representación parlamentaria es colosal.

El senado de Estados Unidos

Si el mapa electoral es complicado para los demócratas en la cámara baja, en el senado es aún peor.

Los senadores se escogen también en distritos uninominales, aunque en este caso el distrito es todo el estado. De entre los ocho escaños republicanos en juego, Hillary sólo gano uno (Nevada) en el 2016, y sólo estuvo cerca en otro (Arizona). Por el contrario, de los 23 escaños demócratas en liza, Hillary perdió en diez estados (Florida, Indiana, Michigan, Missouri, Montana, Dakota del Norte, Ohio, Pennsylvania, West Virginia, Wisconsin). De esta lista, Florida, Missouri, Montana y Dakota del Norte tienen senadores muy vulnerables, y a las que se añade Nueva Jersey, donde los demócratas han sido capaces de renominar a un tipo con escándalos de corrupción recientes.

¿Quien ganará?

Dicho en otras palabras: los demócratas necesitan un pequeño milagro para ganar control del senado. Incluso si defienden todos sus escaños y recuperan Nevada, el partido necesitaría ganar en Arizona, Texas o Nebraska para alcanzar la mayoría. Trump ganó Arizona por tres puntitos, así que no es imposible, pero es poco probable. Nate Silver, sin ir más lejos, ni se ha molestado en montar un modelo de predicción para el senado. Creo que es más probable que los republicanos aumenten su mayoría que los demócratas ganen en el senado.

Pero oye, los milagros existen. Véanse las presidenciales del 2016.

Para los próximos días

Hay mucho que contar. Mañana, si hay suerte, hablaremos sobre los candidatos de ambos partidos, y sobre qué podemos esperar si los demócratas ganan el control de la cámara de representantes. En los próximos días, hablaremos de política estatal americana, esa grande desconocida, por qué es tan importante precisamente en este ciclo electoral, y qué podemos esperar en cuanto a resultados.

Sobre el misterio de por qué hay 99 cámaras legislativas en Estados Unidos y no 100, el motivo es Nebraska, el único estado que tiene un legislativo unicameral. No preguntéis por qué Wyoming (población 573.720) necesita tener senado y cámara de representantes; creo que ellos tampoco lo saben. Mi legislativo favorito, de todos modos, siempre será New Hampshire con sus 1,34 millones de habitantes y una cámara baja con 400 diputados,  a 3.300 votantes por legislador.

El seis de noviembre, por cierto, me tocará votar en elecciones a senador estatal, representante estatal, gobernador estatal, secretario de estado, tesorero estatal, auditor estatal, fiscal general estatal, un referéndum con una enmienda a la constitución estatal,  representante federal y senador federal. Diez espacios a rellenar en la papeleta. Soy un friki confeso de la política y de hecho me gano la vida haciendo lobby en política estatal, y confieso que no tengo ni idea sobre quien se presenta al menos a dos de esos cargos (secretaria de estado y tesorero – voté a un candidato al azar en las primarias, poco menos). Aún nadie me ha sabido explicar qué narices hace la tesorera para ganarse la vida, y eso que la conozco y es un super maja.

Connecticut, por cierto, es un estado donde se vota poco. En los estados del oeste puedes tener veinte o más cargos que escoger, más un puñado de referéndums. No me extraña que la gente se quede en casa.

 


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