Internacional

Cuando tu abogado te llama delincuente

22 Ago, 2018 - - @egocrata

Desde que llegó a la presidencia, las siguientes personas cercanas a Donald Trump se han declarado culpables o han sido declarados culpables de delitos federales: Michael Flynn, su asesor de seguridad nacional, Michael Cohen, su abogado personal, Paul Manafort, su director de campaña, y Rick Gates, el director adjunto de campaña.

Esto, huelga decirlo, no es en absoluto normal. Es todavía menos normal cuando estos cuatro tipos son sólo una fracción del total de ayudantes, asociados y amiguetes de Trump que están bajo investigación, han llegado a un acuerdo con la fiscalía o están negociando uno. Es aún menos normal cuando las investigaciones de la administración apenas acaban de empezar.

Hablemos de las dos noticias de ayer, la condena de Paul Manafort, el director de campaña de Trump, en ocho delitos federales,  y Michael Cohen admitiendo culpabilidad en otros ocho delitos.

Empecemos por Paul Manafort, el estratega electoral de Trump en la recta final de las primarias y el inicio de la generales. Manafort es un tipo con un larguísimo historial político; su primer trabajo fue en la campaña presidencial de Gerald Ford en 1976. Tras un breve paso por la administración Reagan, su salto a la fama fue en las elecciones de 1988 cuando asesoró a  George H.W. Bush. Trabajando en un equipo que incluía a Roger Stone y Lee Atwater (una auténtica trinidad de la mezquindad política), Manafort dirigió una campaña excepcionalmente sucia y tremendamente efectiva.

A Manafort, sin embargo, lo que le gustaba era el dinero, así que tras las elecciones decidió utilizar sus contactos para hacer fortuna. Durante los noventa y dosmiles, el bueno de Paul se dedicó a asesorar a gobiernos de todo el mundo con necesidades peculiares sobre cómo influir en la política federal americana. Su lista de clientes incluyó varios dictadores africanos, sátrapas post-soviéticos, oligarcas de todo el mundo, militares asiáticos y demás gente de mal vivir. Su modelo de negocio durante años fue cobrar mucho para defender lo indefendible*.

Allá por el 2014, sin embargo, Manafort tuvo un pequeño problema: su principal cliente, Viktor Yanukovich, fue echado del poder a patadas en Ucrania. Yanukovich era un cliente extraordinariamente lucrativo gracias a sus amplias conexiones con el Kremlin y oligarcas rusos; Manafort, se vio súbitamente sin su mayor fuente de ingresos, cargado de deudas y tratando de ocultar millones de dólares en pagos opacos y corruptelas variadas. Fue en medio de este desaguisado, con sus finanzas al borde de la bancarrota, cuando Manafort se ofreció a trabajar para la campaña presidencial de Trump sin cobrarles un duro.

Duró apenas medio año. Los contactos de Manafort con oligarcas rusos e ucranianos empezaron a salir a luz, y tuvo que dimitir apresuradamente. Aunque siguió en contacto con Trump y la campaña presidencial, parecía que su futuro iba a ser de nuevo un lobista con buena relación con la Casa Blanca pero poco más.

El problema, claro está, fue la investigación sobre la campaña presidencial y sus relaciones con Rusia por parte del fiscal especial Robert Mueller. Toda la carrera política de Manafort pre-Trump apesta a relaciones cuestionables con el Kremlin. Su participación en la campaña, especialmente en una organización donde todo Dios parece que estaba en contacto con agentes rusos de un modo u otro, es más que sospechosa. Mueller, un republicano ex-director del FBI, hizo de Manafort uno de sus objetivos principales, bombardeándole con acusaciones de delitos federales casi de inmediato.

Manafort se enfrentaba, al menos hasta ayer, a dos juicios distintos: uno en Virginia, con 18 cargos en su contra, centrado en fraude fiscal, fraude bancario, ocultar cuentas en el extranjero y detalles parecidos. El otro, en Washington DC, es una larga lista de fraudes cometidos para ayudar a sus clientes, con un montón de cargos por blanqueo de dinero. Si os fijáis, ninguno de estos cargos tiene nada que ver con la investigación sobre Rusia. La estrategia de Mueller era acusarle de un montón de crímenes no estrictamente asociados con esa investigación, ofreciéndole retirarlos si Manafort accedía cooperar con la fiscalía para darle información sobre el presidente.

Manafort se ha negado a cooperar. Ayer el jurado dicto sentencia en el caso en Virginia: de los 18 cargos de los se le acusaba, Manafort era declarado culpable en ocho (en los otros diez el jurado no llegó a unanimidad, así que deberán ser juzgados de nuevo). Esos ocho delitos conllevan una sentencia de hasta ochenta años de cárcel. Y Mueller sólo acaba de empezar con él.

Que tu director de campaña se coma ochenta años de cárcel es, como poco, ligeramente problemático, pero esa fue la buena noticia para Trump ayer. La mala fue que Michael Cohen, su abogado y «arreglador» durante más de una década, decidió entregarse al FBI y admitir culpabilidad sobre ocho delitos federales, aceptando una sentencia de entre tres y cinco años de cárcel por ello. A diferencia de Manafort, Cohen había decidido llegar a un acuerdo con la fiscalía para reducir los 65 años que le podrían haber caído. Ese acuerdo consiste, obviamente, en cantar todo lo que sabe sobre Donald Trump.

El problema para Trump es que Cohen sabe muchísimo sobre la campaña y los negocios del presidente. Uno de los delitos sobre los que se ha autoinculpado es efectuar pagos a dos estrellas porno a un mes escaso de las elecciones para que hicieran públicos sus affaires con Trump. Hace unos meses decía que esa historia era demasiado absurda para ser verdad. Me equivoqué:  era cierta. Cohen, en su declaración de culpabilidad, ha dicho que efectuó los pagos siguiendo instrucciones directas de Donald Trump.

Ahora imaginar lo que puede contar a un gran jurado un tipo que lleva más de una década trabajando para Trump, tiene contactos con decenas de mafiosos rusos (no, no es broma), y estuvo en todos los saraos de la campaña de principio a fin. Cohen es la clase de abogado, además, que tiene por costumbre grabar conversaciones con sus clientes, y que fue lo suficiente estúpido como para emitir facturas por los pagos a dos actrices porno. Cohen ha empezado acusando al presidente de violar un puñado de leyes sobre financiación de campañas y gastos electorales. Dios sabe qué le va a sacar Mueller ahora, y más bajo la amenaza que si no colabora esos tres añitos de cárcel se pueden convertir en seis décadas.

Incluso si no hubo cooperación alguna entre la campaña de Trump y Rusia (algo que es cada vez más difícil de creer, aunque sigo teniendo mis dudas), estas dos noticias son devastadoras para el presidente. Trump tiene una cantidad francamente delirante de gente que ha trabajado para él o camino de la cárcel o trabajando con la fiscalía para evitar décadas de cárcel. La probabilidad que algo le acabe implicando directamente es cada vez mayor.

El debate hoy en CNN es si el presidente tiene inmunidad o si puede ser acusado y procesado por delitos. Poco que añadir.

En los próximos días hablaré sobre las legislativas de noviembre, las posiblidad de impeachment (muy remota), y cómo puede acabar todo esto.  Va a ser una temporada política divertida.

*Lista parcial de clientes de Paul Manafort: Mobutu Sese Seko, Ferdinand Marcos, Sani Abacha, Jonas Savimbi y Abdul Rahman al-Assir.


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