Política

Mujeres que cuidan, ¿mujeres que participan?

13 Jul, 2018 -

Una imagen llama la atención en las situaciones cotidianas que Lucía Berlin nos describe magistralmente en su obra “Manual para mujeres de la limpieza”, y es que, en todos los relatos la línea conductora son mujeres cuidando. Ya sea de su casa, de otras casas, de sus hijos, de sus padres o incluso de sus maridos. De forma algo excéntrica, aunque realista, la protagonista acaba cuidando incluso de los extraños con los que coincide en la lavandería.

Berlin nos acerca así a las llamadas “women in the middle”,  todas esas mujeres que al encontrarse en edades en tornos a los 50 años, asumen de manera casi indistinta el cuidado de sus hijos y de sus padres, que compatibilizan con su trabajo, sus aficiones o cualquiera de las vicisitudes a las que se enfrenten en ese momento vital. Sin embargo, y como vemos en el libro, los cuidados se empiezan a forjar mucho antes, como una obligación socializada para niñas y jóvenes.

Este trabajo silencioso que se ha convertido en el común denominador de las mujeres de prácticamente cualquier época y cultura, ha sido por primera vez cuestionado en los últimos años. Y es que asumir los cuidados como una lógica casi implícita en la socialización femenina ha tenido consecuencias muy relevantes para ámbitos de lo más diversos. Sobradamente conocidos son los efectos de los cuidados sobre las carreras profesionales de las mujeres, así como sobre su tiempo o relaciones sociales. Sin embargo, existe una esfera poco analizada y, sin embargo, con una importancia crucial para el funcionamiento democrático: las implicaciones de los cuidados sobre la participación política de las mujeres.

Sabemos que las mujeres participan menos que los hombres en prácticamente todas las formas de participación política no convencional, como la protesta, la o la participación online. Si entendemos que asumir las tareas de cuidados de forma casi exclusiva es un condicionamiento fundamental para el tiempo y la capacidad interrelacional de las mujeres, y ambos son recursos necesarios para la participación política, será una labor interesante conjugar ambas literaturas -la que nos aproxima a los determinantes de la participación política, junto a la que nos acerca a los cuidados-, para seguir ahondando en el mapa de elementos que influyen en la brecha de género en la participación.

Esta relación ha sido contemplada en su vertiente de cuidado a hijos, considerando que estos cuidados asumidos en mayor medida por mujeres están limitando su participación política. Sin embargo, se ha obviado el cuidado a personas mayores y dependientes. Esto es especialmente relevante en un contexto como el actual, donde el progresivo envejecimiento de las sociedades occidentales y el fuerte aumento de la esperanza de vida han tenido como consecuencia un gran aumento del contingente de personas mayores que requieren cuidados. Esto adquiere más importancia aún si tenemos en cuenta el fenómeno conocido como “envejecimiento del envejecimiento”, según el cual las personas de más de 80 años, y por tanto más propensas a necesitar cuidados, aumentan a un ritmo imparable.

Por tanto, nos preguntamos, ¿está influyendo el cuidado a personas mayores y dependientes sobre la brecha de género en la participación? Tal y como hemos comprobado, cuidar con una alta frecuencia de las personas mayores y dependientes del núcleo familiar reduce los niveles de participación política de las mujeres, mientras que la de los hombres se mantiene prácticamente estable. Esto aumenta de forma reseñable la brecha de género existente. Algo similar encontramos si replicamos el análisis con el número de horas invertidas en cuidados a mayores. Cuidar más horas reduce claramente la participación política femenina, dejando indiferente la masculina. Esto hace que las diferencias en la participación comiencen a ser significativas cuando se invierten más de veinte horas semanales en cuidados a personas mayores.

 

Figura 1. Participación total  por género y horas de cuidados.

Fuente: European Quality Life Survey, 2016. Elaboración propia.

Sabiendo esto, nos planteamos qué mecanismos podrían estar interviniendo en esta relación. Y es que como veíamos previamente, por un lado estará el tiempo disponible para la participación, que será mucho menor en el caso de las mujeres, produciéndose lo que en ocasiones se conoce como “doble jornada laboral”, al sumarse al trabajo remunerado el tiempo invertido en los cuidados. Por otro lado, el hecho de asumir estos cuidados como propios recluye a las mujeres que los realizan en el hogar, careciendo así de las redes y espacios públicos donde se incentiva la implicación y la participación política.

Comprobamos que las redes movilizadoras son claves para aquellos tipos de participación que requieren incentivos fuertes por los grandes costes que suponen. Es el caso de la protesta o la participación en movimientos sociales. Para el resto de formas de participación, lo relevante seguirá siendo disponer de tiempo para realizarlas.

En este escenario, existe otro actor clave que podrá intervenir para reducir la carga que los cuidados suponen para las mujeres, y que tal y como hemos visto, desincentivan su participación política. Se trata de las instituciones públicas. Y es que el Estado juega un rol fundamental para dar apoyo a quien cuida y a quien es cuidado, a través de instituciones auxiliares que aporten tanto ayuda personal como material para ello. Vemos que un aumento en el porcentaje del PIB invertido en cuidado asistencial a mayores y dependientes tiene un efecto claro en la reducción de la brecha de género en la participación, al aumentar de forma clara la participación femenina en aquellos países en las que estas ayudas están presentes.

 

Figura 2. Participación total  por género y % gasto PIB en cuidado asistencial a mayores.

Fuente: European Quality Life Survey, 2016. Elaboración propia.

Por tanto, y dada la importancia que los cuidados presentan a la hora de comprender la brecha de género en la participación política, será relevante tener en cuenta que los Estados que más esfuerzos destinan a las ayudas a la conciliación de cuidados y vida laboral presentan una brecha de género en la participación menor. Esto nos arroja un gran interés sobre las family friendly policies como mediadoras entre un problema social como la desigualdad de género en los roles domésticos y un importante problema político como es la brecha de género en la participación. Tal vez incidiendo en esta línea, el panorama al que Lucía Berlin nos trasladaba se desdibuje poco a poco en el imaginario colectivo.


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