Hace algo más de una década, Alesina y Glaeser (2004) aventuraron que el apoyo a las políticas de bienestar en Europa descendería a medida que la diversidad étnica aumentase. Sin embargo, actualmente no está claro que esta hipótesis, basada originalmente en el caso de Estados Unidos, sea cierta en el caso de Europa. Aunque el aumento de la inmigración no se haya traducido necesariamente en un descenso en el apoyo a las políticas de bienestar, sí que ha podido propiciar que la opinión pública se vuelva más favorable a un Estado de bienestar dual y más restrictivo con los inmigrantes. Es lo que se conoce como la aproximación chovinista hacia el Estado de bienestar, según la cual los inmigrantes no deben tener derecho al mismo nivel de prestaciones sociales al que acceden los nativos. El éxito de los partidos radicales de derecha (PRD) movilizando a la clase obrera tradicional a través de propuestas de corte nativista, junto con la consiguiente presión sobre estos partidos para posicionarse en relación al Estado de bienestar o el mercado laboral, explica en parte la relevancia adquirida por el chovinismo del bienestar (welfare chauvinism) en el debate público.
La diversidad étnica y el apoyo al Estado de bienestar
La idea que sustenta la explicación de Alesina y Glaeser está relacionada con la supuesta dificultad de generar confianza y desarrollar lazos de solidaridad entre personas de distintos grupos étnicos. En otras palabras, los nativos serían más escépticos a redistribuir recursos hacia personas en las que no confían y con las que no se identifican (Banting y Kymlicka, 2006). Desde la publicación del libro de Alesina y Glaeser, un amplio número de investigaciones ha vinculado la inmigración con las actitudes de los europeos hacia el Estado de bienestar, y los resultados han sido poco concluyentes. Mientras que estudios en países como Suecia y Alemania han mostrado que existe una relación negativa entre la variación de la inmigración a nivel regional y las actitudes hacia las políticas de bienestar, investigaciones a nivel comparado cuestionan empíricamente que exista esta relación negativa. Estudios más recientes sugieren que cuando la inmigración se mide en el nivel regional sí que se observa un impacto negativo de la inmigración en el apoyo a políticas de bienestar inclusivas.
Por el contrario, otros estudios han señalado que el incremento de la inmigración puede reforzar el apoyo a las políticas sociales. Es lo que se conoce como la hipótesis de la compensación. De acuerdo con esta teoría, algunos sectores de la población –especialmente aquellos en posiciones socioeconómicas más desaventajadas– vinculan la inmigración con una pérdida potencial de sus ingresos. Por tanto, en lugar de oponerse a las políticas sociales, estas personas las apoyarían con más intensidad para protegerse ante posibles pérdidas. Burgoon et al. (2012), en un estudio de diecisiete países europeos, muestran que el hecho de estar empleado en un sector más expuesto a la inmigración incrementa el apoyo a la redistribución entre estos individuos. Sin embargo, el incremento de la inmigración a nivel nacional no tiene un efecto significativo sobre el apoyo a la redistribución.
Un potencial problema de estos estudios es que suelen pasar por alto el hecho de que el Estado de bienestar es un concepto multidimensional. En este sentido, es razonable pensar que la inmigración importa más en relación a algunas políticas o prestaciones que a otras. Una posibilidad es que el incremento de la inmigración en una región solo afecte negativamente en términos de apoyo para aquellas prestaciones (por ejemplo, la prestación por desempleo o la atención sanitaria) donde la población inmigrante es percibida como la principal beneficiaria (Fox, 2012). Esta hipótesis encuentra cierto respaldo empírico en un artículo de Soroka et al. (2016).
El tipo de régimen de bienestar y el chovinismo del bienestar
Desde una perspectiva comparada, otros puntos de vista han insinuado que las características institucionales del tipo de Estado de bienestar, de acuerdo con la tipología de Esping-Andersen, tienen un impacto sobre las preferencias de los ciudadanos respecto al Estado de bienestar en los distintos países (Svallfors, 1997; Larsen, 2008). El modelo de bienestar socialdemócrata generaría el que más apoyos entre la población y el modelo liberal, propio de países como Estados Unidos, el que menos (aunque esta teoría no siempre se cumple empíricamente). Por otro lado, el tipo de Estado de bienestar podría también explicar por qué el chovinismo del bienestar es más atractivo en unos países que en otros. Por ejemplo, algunos estudios sugieren que los regímenes más universalistas, como los escandinavos, tienden a prevenir las actitudes chovinistas; en cambio, los Estados de bienestar más residuales (means-tested), como el de Estados Unidos o Inglaterra, provocarían un mayor conflicto étnico en torno al bienestar (Andersen, 2006; Crepaz, 2008; Crepaz y Damron, 2009).
Sin embargo, también se puede argumentar lo contrario. En un régimen de bienestar en el que el acceso a muchas prestaciones depende exclusivamente de la obtención de la ciudadanía (como ha sido tradicionalmente el caso de los países escandinavos), los inmigrantes tiene, al menos formalmente, derecho a estas prestaciones una vez adquieren por ejemplo la nacionalidad sueca. Sin embargo, en un régimen de bienestar de tipo más contributivo, como es el caso de España, donde el acceso a prestaciones como la de desempleo depende en gran medida de las contribuciones previas de los individuos, la situación es bien distinta. En este segundo modelo los inmigrantes solo tienen acceso a estas prestaciones en la medida en que hayan contribuido previamente al sistema. Siguiendo este razonamiento, es posible que la competición percibida por prestaciones sociales o recursos de los nativos respecto a los inmigrantes sea mayor en los modelos escandinavos (basados en la ciudadanía) que en los modelos de corte más contributivos como el español. Además, como sugería Fernández-Albertos en el Financial Times, en aquellas políticas de bienestar donde es más evidente que el estado transfiere recursos de un sector de la población a otro, como las políticas de vivienda, el Estado de bienestar español es mucho más débil que el de los países del norte de Europa donde las actitudes chovinistas hacia el bienestar parecen estar más extendidas (o al menos se han materializado políticamente de forma más clara).
Una lógica similar podría utilizarse para explicar por qué los PRD tienen un gran éxito electoral en países como Dinamarca y Suecia que en España y Portugal, aunque este es un debate con muchas aristas sobre el que todavía no existen respuestas definitivas (Alonso y Rovira, 2015; Hobolt y Tilley, 2016; Polk y Rovny, 2015; Vidal, 2018). Este artículo de Pablo Simón es también un gran resumen sobre el estado de la cuestión, así como este de Jorge Galindo para el caso de España.
Los partidos radicales de derechas (PRD) y el chovinismo del bienestar
El programa económico de los PRD ha virado en ocasiones desde propuestas de bajadas de impuestos y una retórica antiestatista hacia una agenda proteccionista y más favorable a las políticas de bienestar, con el chovinismo del bienestar como bandera (Schumacher y van Kebergsen, 2016; Afonso y Reenwald, 2016). Este ha sido el caso de partidos como el Front National en Francia o el FPÖ (Freedom Party of Austria). La pregunta es cómo y por qué el chovinismo del bienestar se ha convertido en un factor distintivo en la oferta programática de estos partidos.
Afonso and Reenwald, (2016) argumentan que para los PRD –que tradicionalmente han movilizado a sus votantes más en torno a cuestiones culturales, como la identidad nacional o la inmigración, y menos en relación a cuestiones económicas o redistributivas– ha sido cada vez más difícil evitar posicionarse en términos de políticas económicas o sociales. Según estos autores, dos motivos explican por qué los PRD se han visto obligados a adoptar una posición más clara respecto a sus políticas económicas y sociales. Por un lado, el hecho de haber formado parte de gobiernos de coalición y la consiguiente estrategia de “normalización” que les acerca más a los partidos catch-all. Por otro lado, la mayor relevancia de los debates económicos a raíz de la Gran Recesión y sus efectos sobre el nivel de vida de los sectores más desfavorecidos. Esta dinámica se ha visto fortalecida por el realineamiento de los votantes de la clase obrera tradicional, que en algunos casos han abandonado los partidos socialdemócratas para apoyar a los PRD (Oesch, 2008; Häusermann y Gingrich, 2015). Cuando la clase obrera supone una parte importante de su electorado, los PRD tienen incentivos para acomodar las preferencias de estos votantes, favorables a la redistribución pero también escépticos a que los inmigrantes sean receptores de las políticas de bienestar. De hecho, Afonso y Reenwald muestran que la oferta programática de los PRD (con algunas excepciones, como el SVP en Suiza) es cada más favorable a incrementar el gasto destinado al Estado de bienestar.
Por otro lado, Häusermann y Kriesi (2015) argumentan que existen dos dimensiones de conflicto que estructuran las preferencias a nivel individual en las sociedades europeas: la dimension estado-mercado (state-market dimension) y la dimensión universalismo-particularismo (universalism-particularism dimension). Mientras que la izquierda se habría convertido en la representante de la clase media universalista y estatista, la clase obrera y los votantes de menos renta se sentirían cada vez más atraídos por partidos “particularistas” a pesar de ser favorables al gasto social. La evolución programática de los PRD se ha visto influenciada por la segunda dimensión (“universalismo vs. Particularismo), la más cultural, donde el chovinismo del bienestar juega un papel cada vez más relevante. Por tanto, esta segunda dimensión –que es crucial para distinguir a los votantes de los PRD– incorpora no solo la cuestión de la inmigración, la integración en la Unión Europea o el liberalismo cultural, sino también el chovinismo del bienestar y la preocupación por el uso incorrecto de las prestaciones sociales (Häusermann and Kriesi, 2015). Por ejemplo, en relación al chovinismo del bienestar, las actitudes de los votantes no dependen tanto de su posición en la dimensión económica (state-market dimension) sino principalmente de sus actitudes en el eje universalista-particularista. En definitiva, allí donde la clase obrera –con preferencias más “particularistas”– constituye la principal base electoral del PRD, respaldar el chovinismo del bienestar parece una estrategia racional para estos partidos.
Por tanto, es necesario considerar el rol que juegan los partidos políticos (y sus bases electorales) para entender las raíces del chovinismo del bienestar. Desde la perspectiva de la demanda, las preferencias de los votantes podrían explicar en parte la relevancia de los PRD. Sin embargo, es también posible que estos partidos sean capaces de influir en la opinión pública hacia el chovinismo del bienestar más allá de sus bases electorales. La Encuesta Social Europea nos permite medir la opinión de la ciudadanía a la pregunta de “cuándo deberían los inmigrantes tener derecho a beneficios y servicios sociales”. Como se observa en el gráfico 1, en Dinamarca y Holanda, donde existen PRD con gran arraigo electoral, un alto porcentaje de ciudadanos es favorable a otorgar acceso a las prestaciones sociales a los inmigrantes una vez estos adquieran la nacionalidad (la segunda opción más restrictiva). Sin embargo, alrededor de un 14 por ciento de los daneses (un número alto comparado con el resto de países) apoya que las personas inmigrantes tengan derecho a estos servicios inmediatamente después de su llegada (la opción menos restrictiva).
Gráfico 1
Un vistazo preliminar a estas estadísticas sugiere que los partidos tienen un impacto limitado en la opinión pública en relación al acceso de los inmigrantes a las prestaciones sociales. Sin embargo, Andersen (2007), utilizando una pregunta más específica, sugiere que el chovinismo del bienestar ha aumentado entre los ciudadanos daneses desde que el PRD danés (Danish People’s Party) empezó a influir más claramente la agenda política en 2001. Finalmente, como muestran el gráfico 2 y 3, en España, a pesar de que no existe un PRD, una parte importante de la población cree que los inmigrantes reciben demasiada protección por parte del Estado y que empeoran la calidad de la atención sanitaria. Por tanto, estas ideas pueden estar relativamente extendidas a pesar de que no exista ningún partido que las abandere claramente. Por último, resulta llamativo que las actitudes chovinistas en relación a la sanidad se redujeran de forma moderada durante la crisis económica (a pesar de algunos intentos de politización de esta cuestión).
Gráfico 2
Gráfico 3
Finalmente, Oesch and Rennwald (2017) observan cómo los distintos segmentos ocupacionales del electorado han evolucionado entre 2012 y 2014 en varios países europeos. Los autores observan que no todos los segmentos ocupacionales son bastiones en disputa. Por ejemplo, los sociocultural professionals (como médicos, profesores o trabajadores sociales) votan mayoritariamente a partidos de izquierda, mientras que los grandes empresarios y directores generales (large employers y managers) permanecen leales al centro-derecha. Sin embargo, los PRD compiten con el centro-derecha por los pequeños empresarios (small business owners) y con la izquierda por los production workers (mecánicos, carpinteros o ensambladores). De acuerdo con Oesch y Rennwald, la dimensión cultural –libertarian–traditional en el gráfico 4, similar al “universalismo-particularismo” de Häusermann y Kriesi (2015)– es la que explica principalmente el apoyo a los PRD por parte de production workers y pequeños empresarios. Además, como se observa en el gráfico 4, en la dimensión cultural los votantes de los PRD se sitúan en una posición extremadamente “tradicionalista”, mientras que en la dimensión económica se posicionan entre los votantes de izquierda y los de centro-derecha.
Gráfico 4 (extraído de Oesch and Reenwald, 2017)
En definitiva, no se puede afirmar que la diversidad étnica generada por el aumento de la inmigración en Europa haya menoscabado el apoyo de los ciudadanos al Estado de bienestar en Europa. Investigaciones recientes han arrojado evidencia dispar. Estos resultados no son del todo sorprendentes si se tiene en cuenta la naturaleza multidimensional del Estado de bienestar, así como la relevancia de las dos dimensiones (la universalista-particularista y la dimensión estado-mercado) en el diseño de las políticas sociales. Por otro lado, el ascenso de la inmigración en muchos países europeos –especialmente donde da lugar a la articulación política del chovinismo del bienestar– es relevante para el futuro desarrollo del Estado de bienestar y el diseño de sus políticas en tiempos de austeridad fiscal. Los PRD tienen incentivos para adoptar una posición más restrictiva y chovinista en relación al Estado de bienestar, particularmente desde la Gran Recesión. La politización de cuestiones como el chovinismo del bienestar sugiere que la dimensión universalista-particularista, que mezcla las actitudes hacia inmigración o la integración europea con la cuestión de quiénes deben ser los “merecedores” de las prestaciones, ha ganado relevancia en lo que respecta a las políticas del Estado de bienestar y la regulación del mercado laboral. De hecho, la formación de preferencias respecto al “merecimiento” de las prestaciones parece atender a una lógica distinta a la de las preferencias hacia una mayor o menor redistribución y gasto social (Häusermann and Kriesi, 2015). Tener en cuenta estos cambios permitiría una mejor comprensión de cómo la diversidad étnica impacta sobre las actitudes hacia el Estado de bienestar y el diseño de políticas públicas en este ámbito.