Catalunya

La lógica de la supervivencia del «gen convergente»

18 Dic, 2017 - - @politikon_es

El enigma de la democracia y la demografía

¿Por qué en la historia de la democracia sólo ha habido dos legislaturas nítidamente de izquierdas en Cataluña? El sesgo conservador de la Generalitat es enigmático porque Cataluña es una región que suele aparecer como demoscópicamente “más de izquierdas” que otras (en actitudes políticas, preferencias de gasto, o identificación). Históricamente la región se industrializa de forma temprana y desarrolla un movimiento obrero cohesionado. ¿Como es posible que un partido democristiano haya sin embargo dominado su escena política? ¿Qué impidió a cataluña convertirse en un oasis socialdemócrata? Mi respuesta tentativa es “Jordi Pujol”.

Como explica Juliana, con la llegada de la democracia, la izquierda tenía una implantación muy fuerte en Cataluña: en Badalona la suma de socialistas y comunistas abarcaba más de los dos tercios del voto. En ese escenario, las clases medias y la burguesía catalana tiene en el banquero catalán su paladín que es la vez un escudo y una espada: un escudo frente a la amenaza interna de un “frente popular” que hablara en castellano, y una espada contra la hacienda pública de Madrid. Pujol aparecía como un moderado, con credenciales democráticas, que ofrece un billete de entrada en la nueva coyuntura política a los poderes fácticos de la región, y promete defender sus intereses frente a sus adversarios. Las siglas del partido sintentizan esta convergencia de fuerzas demográficas en conflicto.

Lo llamativo es la duración de la hegemonía del nacionalismo, que ha transcendido al propio Pujol, y lo ha hecho a pesar de su (relativamente) exiguo sustento demográfico inicial. En democracia, demografía y poder suelen ir unidas. Por eso, es importante entender los resortes que permiten al nacionalismo generar niveles históricos tan altos de consenso aparente.

Del «autogobierno» a las bases del poder

Un primer mecanismo viene por el lado de los recursos, y el papel del autogobierno para consolidar la cohesión y la identidad política del bloque nacionalista, y mantener desmovilizadas opciones alternativas. El espacio público catalán es un ecosistema mediático y cultural distinto del resto del Estado y está fuertemente mediado por la lengua y, a través de la lengua, las competencias de autogobierno y el apoyo, hoy marginal, pero crítico en sus comienzos, de la iglesia.

La lengua juega un papel central como elemento que cohesiona al catalanismo, y desmoviliza a sus adversarios. Permite en primer lugar generar una base de apoyo mediante la distribución de recursos económicos ligados a la cultura, los medios, la función pública, o a la enseñanza. El control del acceso a estos recursos consolida una sociedad civil en la que predominen los que hablan en catalán y tienden por tanto a tener mayor simpatía por el nacionalismo. El acceso a los medios, la vida asociativa, y otros aspectos de la vida social está mediada por la lengua. Junto con las políticas de inmersión lingüistica, la asociación de lengua y ciudadanía genera estructura de incentivos que asimila en la identidad nacional (la “asimilación competitiva” de Laitin 1988), y limita la influencia de los que no estén dispuesto a hacerlo o representan una amenaza al poder. Por eso, la asimilación cultural a cámara lenta termina convirtiéndose en asimilación política. Y es ésta base de poder la que, como ha explicado Pau Mari Klose, gracias a su cohesión y recursos liderará después la revuelta secesionista.

La manipulación del eje nacionalista

Solo es rentable integrarse, aprender el idioma y asimilar la identidad política, si las rentas asociadas a él van a ser estables. Los estados democráticos tienen este tipo de problemas de credibilidad porque periódicamente las élites son sustituidas y las prioridades cambian. La estrategia de asimilación política solo se puede entender en conjunto con la limitación de a) los mecanismos de control y b) la competencia democrática.

a) En un estado democrático las élites están divididas, en partidos, administraciones, ramas de poder. Si un gobierno es corrupto, otra rama del gobierno, otro partido o el poder judicial deberá ser capaz de dar la voz de alarma y reemplazarlo. En Cataluña, la manipulación del eje nacionalista ha blindado (parcialmente) a las élites locales frente al control externo. El caso más ilustrativo es el de Banca Catalana. Los fiscales Mena y Villarejo intentaron procesar a Pujol por una serie de hechos que hoy tenemos indicios que podrían ser ciertos, pero que en ese momento no fue posible demostrar que eran delito. Pujol consiguió presentar aquél proceso como una amenaza del Estado contra su persona, contra la recién inaugurada Generalitat, y contra Cataluña en su conjunto. Canalizó ese descontento en una serie de movilizaciones populistas. Al presentarse como víctima, al identificar sus intereses y los de su partido con los de Cataluña, Pujol logró sostener su estructura clientelar sin interferencias externas usando el conflicto nacionalista y su papel de árbitro en Madrid para limitar el poder del Estado y garantizarse la no intereferencia. Esta actitud de ver las acciones del poder judicial como interferencias políticas aún hoy.

b) Si fallaron los controles externos, por ¿qué no funcionó la democracia en Cataluña?. Es frecuente hablar de los sesgos del sistema electoral. En mi opinión, el conflicto nacionalista es de nuevo la clave de la explicación. Éste ha obstaculizado la coordinación de la izquierda en una alternativa viable dentro de Cataluña, y también su capacidad para ejercer oposición. El caso tal vez más palmario es cuando Maragall mencionó el famoso caso del 3%. En unas circunstancias normales, aquí la competencia política debería haber funcionado. Pero en tiempo real, y a la vista de todos, Artur Mas acusó a Maragall de “romper el círculo de confianza” entre las élites catalanas, y amenazó de forma explícita de boicotear el estatut. Maragall se disculpó, y renunció a mirar bajo las alfombras. La vuelta de CiU al poder, y el fracaso de la alianza de izquierdas, no se entiende tampoco sin el conflicto nacionalista, y especialmente la actitud de ERC de privilegiar sistemáticamente la dimensión nacional frente a la territorial. Con la crisis, todos los gobiernos son impopulares, pero el conflicto nacionalista permite redirigir la culpa hacia Madrid.

La resiliencia del «gen convergente»

He descrito muchos mecanismos de forma injustamente simple que desarrollaré con más cuidado en el futuro. En su conjunto, dibujan el contorno de una perspectiva que podría explicar la influencia que ha ejercido un segmento conservador y nacionalista de la sociedad catalana sobre el conjunto de esta. El núcleo de la coalición social liderada Jordi Pujol ha logrado estructurar y dominar colectivamente la vida pública de Cataluña, sus instituciones, su cultura, y definir su identidad de acuerdo con sus preferencias, valores y el servicio de sus intereses. El “gen convergente” ha sobrevivido. Como un virus, ha contagiado todas las dimensiones de la política, y ha desdibujado el eje izquierda derecha en Cataluña, blindado a las élites frente al control político, y ocultado los conflictos de clase propios del capitalismo avanzado. Un virus que amenaza ahora con contagiarse al resto de España.


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