Catalunya

¿Como iba a suceder la independencia que no fue? (con una nota personal)

31 Oct, 2017 - - @politikon_es

Como expliqué el otro día, cuando me desperté el 1 de Octubre pensaba en un escenario en el que el Cataluña se volvería independiente, que me parecía relativamente factible. Este escenario se jugaba en tres arenas y tenía las famosas fotos que se habían vuelto virales como catalizador.

Para mí, el actor clave que catalizaría esta reacción era el PP. Lo que vimos el 1 de octubre generaba la sensación de que el PP seguía pensando en el problema catalán como un problema de orden público, similar al que había en Euskadi en los 90, que se podía gestionar con el estado de derecho. Esta retórica le ha garantizado al PP un apoyo sólido, pero muy circunscrito a un perímetro fuera del cuál expulsaría a todos los apoyos que necesitaba reunir el estado en esta circunstancia.

La primera arena era Cataluña. Allí, pensaba, el bloque independentista viviría una catarsis, y en la dialéctica del «ellos contra nosotros», aglutinaría a las dos terceras partes de la población o más, es decir, a todo el mundo salvo a Ciudadanos y el PP de Cataluña.

La segunda arena ere el nivel estatal. Para mí era aparente que la dirección de Podemos había apostado por generar una crisis de Estado que llevara a un escenario constituyente. Esto es algo racional, y coherente con su estrategia que ha sido explicada varias veces de forma explícita. Otra vuelta de Tuerka es mi actividad de entretenimiento favorita, porque es el único sitio dónde puedes ver a políticos en activo hablando de forma franca y exponiendo ideas de una forma culta, elitista y transparente. Esta entrevista de Pablo Iglesias con Perry Anderson es, sin duda, lo más interesante que he visto en mucho tiempo, y confirmó mi percepción de cuál era la estrategia del entorno de Iglesias.

En ella, Pablo Iglesias explica que su interés no ha sido nunca ser el socio del PSOE, a menos que sea como socio mayoritario de la coalición. Y explica también su interés de usar el conflicto catalán para ejercer de árbitro. En el eje izquierda derecha, cualquier coalición que incluya al PSOE y a Podemos convierte al PSOE en el árbitro de la coalición. En el eje nacional, sin embargo, una coalición entre nacionalistas, PSOE y Podemos, convertiría al partido de Iglesias en el centro. La marca Podemos tiene además uno de sus grandes caladeros de votos en Cataluña, así que el curso de acción marcado por los incentivos electorales parecía claro. Este artículo expone de forma bastante clara la estrategia de desestabilización que, pienso, quería seguir Podemos para reformar el régimen desde dentro.

En ese escenario, mi percepción es que la toxicidad y el sectarismo del PP habría impuesto el desafecto en Cataluña y entre la izquierda en España. Eso podría haber hecho al PSOE pivotar hacia una actitud ambigua, o incluso a escindirse. En este escenario, la oposición al nacionalismo habría perdido cualquier tipo de legitimidad fuera de un perímetro duro, y el frente unionista se habría partido entre los partidarios del «diálogo» y los de «no ceder al chantaje«.

Con un gobierno internamente aislado, incapaz de controlar el territorio, posiblemente la situación habría derivado en un escenario de confrontación pericibido en el marco de el «PP contra el pueblo Catalán» , en el que los excesos de fuerza habrían terminado haciendo que la comunidad internacional arrastrara al gobierno a una mesa de negociación. La mentalidad de las élites del PP que sigue pensando que la diplomacia funciona a golpe de telefonazo a las embajadas y redacciones de los periódicos, se enfrentaría a una élite global , con una apariencia de pluralidad interna, cohesionada, y fuertemente movilizada. Mientras, los desafectos de todo el mundo asistirían con perplejidad la primera caída en el caos de una democracia rica que había sobrevivido sin mayor problema de orden público al escenario griego del ajuste fiscal. El PP convocaría elecciones y ganaría con el apoyo de Ciudadanos, seguido del sorpasso del PSOE por Podemos que quedaría como único partido en la oposición.

En alguno de esos momentos, bien se convocaría un referendum que, después del desastre de imagen en Cataluña los unionistas perderían, o la Generalitat declararía la independencia, y se impondría la narrativa de la «secesión por causa justa» del último reducto de civilización en «Francoland»,  se convertiría en una profecía autocumplida. La última pieza del rompecabezas era la ola de reconocimiento en la arena internacional se impondría.

La nota personal

En esta historia (con hache minúscula), las élites educadas de la izquierda de mi generación, el grupo al que socialmente pertenezco, habría jugado el papel clave. Este colectivo, cuya posición de privilegio y dominación relativa en la vida social ha sido garantizada con el trabajo de los perdedores de toda esta locura, aparecería en los libros de historia como los que habríamos renunciado a criticar un programa político en tensión fundemtal con el ideal igualitario.

Habríamos abandonando el terreno de juego, optando por comentar con horror simétrico sus consecuencias humanas, como si fueran independientes de las políticas. Peor aún: lo habríamos hecho, no por convicción, sino en parte guiados por una mezcla de razones sociopersonales, estéticas o por la impresión de que la ideología nacionalista es algo benigno cuando la exhiben amigos, compañeros de trabajo o gente con la que nos sentimos afinidad. O incluso peor,  con tal de evitar a toda costa ser identificados en público con el PP, habríamos entrado a fondo en el relato independentista de que la única razón para no apoyar el procés es el «nacionalismo español«. El efecto habría sido dejar al PP y Ciudadanos el monopolio de la crítica del nacionalismo y de la disputa de su legitimidad, convirtiendo esta empresa en algo asociado a una ideología proto autoritaria, sin ningún tipo de futuro histórico, y ayudando a la realización del programa político de la última vanguardia revolucionaria burguesa de Europa continental y el hundimiento político de su país.

No puedo criticar a los independentistas, o a la dirección de Podemos, por creer que esto ocurriría y les beneficiaría, porque yo mismo veía la secuencia con nitidez. También soy muy consciente de que mucha gente se equivocaba sobre esto guiados por buenas intenciones con las que empatizo. Pero a un nivel personal, la sensación que me generaba era de una inmensa vergüenza, al sentir que un colectivo que se dice identificado a la justicia, la igualdad y el cosmopolitanismo se convirtiera en los que dieran el pase decisivo para la transformación del ensayo del pujolismo.

En el mes que hoy se termina, sin embargo, hay una fracción considerable de mi familia política, que de una forma más o menos explícitamente ha sido capaz de ver esto venir y se ha desmarcado, a veces con un coste social o personal considerable.  Sin citar nombres concretos, a pesar de que a veces se trata de gente con la que he discrepado con fuerza en el pasado, este grupo se ha ganado mi admiración.

No sabemos lo que pasará con la independencia, pero si ocurre, parece que será en un escenario histórico totalmente distinto, en el que, esperemos, el eje nacionalista esté menos alineado con el eje izquierda-derecha.

nota: he editado el artículo respecto a su versión original para corregir algunas erratas y problemas de estilo que eran fruto de escribir de madrugada. Creo que el contenido queda inalterado.


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