He seguido con cierto interés el debate sobre el llamado «adoctrinamiento» que ejercería el sistema educativo Catalán sobre la gente. Tengo la sensación (tal vez equivocada) de que hay cierta unanimidad de que éste no existe, y se puede demostrar. Pienso en este artículo de Lluis Orriols o este de Maria José Hierro. Os recomiendo vivamente que los leáis para entender el contexto de esta nota, que es solamente una nota al margen de éstos.
Hay una versión del adoctrinamiento que es trivialmente sencilla de echar por tierra. La llamaré la versión Ludovico: la gente pasa por la escuela y los ingenieros sociales independentistas usan el método Ludovico para modificar la mente de los niños. Estos saldrían convertidos en Daleks que no modificarían nunca jamás sus puntos de vista después de su salida de la escuela. Soy consciente de que hay gente que parece pensar que esto es así. Tanto la pieza de LO como la de MJH dejan claro que es trivialmente improbable.
Algo que (espero) todos tengamos claro en el debate sobre la formación de identidades y creencias es que funciona como un proceso de socialización. Todos formamos nuestras opiniones hablando con gente de nuestro entorno, en función del ambiente que respiramos, la información a la que tenemos acceso y a través de ciertos sesgos de confirmación social. Esto es mucho más cierto cuando hablamos de algo como la pertenencia a una identidad.
Esto implica que es muy difícil tratar observaciones como si fueran independientes, porque hay un efecto contagio entre unidades. Suponed un mecanismo muy sencillo: la gente decide volverse independentista en función del número de independentistas que hay en su núcleo familiar (o en los medios de comunicación que leen, en su entorno social, lo que sea). Si los hijos van a la escuela y se vuelven independentistas (o desarrollan una predisposición en este sentido), entonces esto predeciría que muchos abuelos que no fueron a la escola también lo harían. Si el sistema escolar ‘adoctrinara‘ con éxito a una porción de alumnos, también observaríamos a otras generaciones volverse independentistas. La interacción entre la predisposición (que puede traer uno inculcada de la escuela, o de casa, o de dónde sea) del yo y su circunstancia es el mecanismo que propuse en este post para explicar el auge del independentismo. Es sólamente una historia: una propuesta de interpretación de lo que observamos que el lector puede interpretar.
Un mecanismo que tenga en cuenta la dimensión social del fenómeno es esencialmente coherente con los datos que muestra Lluis. Lo que muestra es que las cohortes más jóvenes son más independentistas en media, que es exactamente lo que esperaríamos si la escuela predispusiera a los alumnos hacia el nacionalismo y hubiera un efecto de masa crítica en la sociedad que active el independentismo. En este sentido, esta afirmación de Lluis (que viene precedida de una nota de prudencia):
podemos afirmar con cierta comodidad que el movimiento independentista no puede explicarse recurriendo al adoctrinamiento y la inculcación de identidades nacionales
creo que exagera mucho la comodidad, la cuál no está claramente respaldada por los datos que aporta. Es verdad que si el adoctrinamiento en su versión Ludovico fuera cierto, sería identificable por los datos que plantea Lluis. Entonces yo no estaría escribiendo este post, porque el debate estaría cerrado hace años, y los pedagogos estudiarían en las escuelas politécnicas.
La razón por la que la mayoría de estudios sobre opinión pública son una castaña estadística es porque no tenemos ni modelos estadísticos, ni datos que nos permitan identificar la dimensión social (aunque vamos timidamente progresando) de la formación de creencias. Estamos tratando observaciones que son interdependientes como si fueran independientes. El que mejor lo ha explicado es tal vez Charles Manski: identificar efectos sociales requiere hacer supuestos bastante fuertes y poco robustos (un libro no técnico que expone sus ideas).
Hace años, una de las personas que más ha influido en mi forma de pensar recomendó aquí un libro excelente que explica, que hay dimensiones del poder y de la opresión que son intrínsecamente inobservables en los datos. Si el nacionalismo, (o el machismo, o el racismo) tiene un impacto en nuestra sociedad, es probable que lo haga por ese tipo de mecanismos. Pero que no los observemos nitidamente no significa que las instituciones del poder no sometan a sus sujetos a actitudes (nacionalistas, republicanas, católicas, machistas, o racistas), o que la gente las adquiera libremente en el ‘mercado de las ideas’.
Esto no significa que todo valga lo mismo o que uno no pueda hacerse una idea . El artículo de Maria José Hierro hace un trabajo muy interesante, y sugiere que la influencia de la escuela funciona a través de un filtro en el entorno familiar. Veréis que desde el abstract las conclusiones son (y esto me parece muy honesto) muy prudentes: todo dice ‘los resultados sugieren‘. Si pensamos en ello un momento, es muy intuitivo: los hijos de padres ateos no se suelen volver religiosos así vayan a colegios del Opus Dei; pero los hijos de creyentes sí suelen desarrollar su fe a través de estos entornos.
Hay una diferencia clave entre no ser capaz de demostrar algo con certeza y demostrar que lo contrario es cierto. Mi sensación es que tendemos a confundir nuestra incapacidad para demostrar que algo existe con los modelos que podemos estimar con los datos disponibles, co que este algo no existe.
Mi sensación es que este debate es un poco esquizofrénico: todos pensamos que el modelo de escuela, la gestión de la cultura y los medios tiene efectos sobre las mentalidades y habilidades. Si no lo pensáramos, no tendríamos debates sobre la educación; sobre si se debe enseñar historia de una u otra forma o si el creacionismo debe aparecer en los libros; sobre si se debe dar religión o educación para las ciudadanía; y los nacionalistas no insistirían en el modelo lingüistico o las competencias en educación. Si no pensáramos que la información de los medios nos afecta, no tendríamos debate sobre la imparcialidad de los medios o la manipulación. Todo el debate sobre el autogobierno, las subvenciones a la cultura o la imparcialidad de los medios, suele partir de la idea de que estos efectos son reales y hay bienes preferentes que deben ser fomentados por el sector público.
Nada de todo esto demuestra que el adoctrinamiento sea importante. Sí sugiere, en cambio, que si lo fuera, probablemente no podríamos saberlo con certeza.
Coda: los académicos y la política
Una reflexión al margen, mucho más general y separada. Llevo días pensando en que me gustaría que el procés no se llevara por delante la profesión a la que pertenezco. La relación entre los académicos y el debate público es intrínsecamente complicada. Sobre todo en un tema tan polarizado, creo que deberíamos hacer (todos, pero los académicos con más razón, porque es nuestro trabajo detectar estas ‘sutilezas’) más hincapié en transmitir la ambigüedad y provisionalidad de las ideas que sugerimos, y los matices que llevan aparejadas. Especialmente cuando hablamos de procesos sociales complejos, como la formación de identidades y creencias, o el ejercicio del poder y la hegemonía, me parece honesto que reconozcamos que lo que estamos haciendo es un ejercicio de especulación educada.
Yo mismo he pecado, como me ha recriminado alguna vez Gonzalo, de no ser claro respecto a la incertidumbre de las cosas que planteo. Valga este post como mea culpa retrospectivo y prospectivo. He escrito y pienso seguir escribiendo sobre este tema, pero no os fiéis de lo que digo, cuestionad las interpretaciones que sugiero, sobre todo si confirman vuestros prejuicios; si podéis, leed sobre el tema, y pensad en ello. Lo que escribimos los ‘expertos’ son siempre propuestas, expresiones de ideas que nos parecen tener sentido intuitivo (a veces ilustradas con datos o literatura académica).
En el mundo de los 140 carácteres y los titulares siempre hay un compromiso entre precisión y fluidez. Pero me gustaría hacer una autocrítica, y animarnos a que hiciéramos un esfuerzo por usar más menudo fórmulas como ‘no somos capaces de demostrar que X es verdad con los datos y conocimientos estadísticos que tenemos‘, o ‘si X fuera cierto, Y podría tener sentido’ ‘Mi lectura es’ ‘Creo’, ‘Me parece’.