Catalunya

Esto va de ganar

15 Oct, 2017 - - @kanciller

1. Llegados a este punto la secuencia que podíamos anticipar desde antes del 1 de octubre se está cumpliendo como un reloj. El martes pasado hubo una DUI camaleón pues cada cual vio en ella lo que quiso ver. Algunos, una llamada al diálogo, otros una declaración unilateral. Más que ardid, para mí este formato de DUI es señal es de las restricciones internas dentro del bloque independentista – esa compleja dialéctica calle-despacho. Un bloque que con este estrategia sale con fisuras, pero que ha sido perfectamente capaz de recomponerse sin cesar desde 2015 (desde cuando se apartó a Artur Mas a la aprobación de los presupuestos). Sin duda volverá a hacerlo porque esta (no) DUI lo que busca es ser lo mínimo para no espantar apoyos internos o enajenar internacionales pero que el Estado reaccione. Se ha avanzado demasiado como para romper filas ahora.

2. Mariano Rajoy despejó la pelota de manera inteligente con su reacción del pasado miércoles. Requerimiento formal a la Generalitat para mandar la iniciativa política de vuelta a Barcelona, intentar explotar las diferencias de sus rivales y, de paso, ejecutar el paso previo al artículo 155. Mientras, el PSOE salió a mostrar apoyo y dijo que tenía acuerdo con el PP para la reforma de la Constitución (dejando de paso fuera de juego a Podemos y Ciudadanos). El bipartidismo ha hecho una jugada bien trenzada. Ahora, dicen, la responsabilidad última de lo que pase la tiene el President – un blame game de manual.

3. Atendiendo a lo dicho antes, los intereses de los independentistas coinciden en preferir la aplicación del artículo y desoír cualquier iniciativa de reforma (a la que, obviamente, no dan ninguna credibilidad). Tanto si eres independentista moderado y quieres elecciones como si eres más duro y prefieres que haya el mayor lío posible para que la UE arrastre a España a una mesa, qué menos que pasar por el 155 e intentar capitalizarlo. Por eso tengo muchas dudas de que mañana la respuesta que de Carles Puigdemont sea que no aplicó el artículo 4 de la Ley de Referendum. Puigdemont es un pato cojo (no se presenta de nuevo), los procesos judiciales seguirán imparables y los apoyos tan diversos hacen que esté atado al mástil.

4. Aplicar este precepto va a ser todo un reto para el Estado, pero conviene recordar cuatro cosas. Primera, que no es automático – el Gobierno podría conseguir la autorización del Senado pero no usarlo nunca. Segundo, que las medidas concretas se deben aprobar en esta cámara y no existe, en principio, límites materiales al mismo – aunque fijo que absorben seguridad, administración y presidencia, además de posible disolución del Parlament. Tercero, que se trata de un precepto sin límite de tiempo para su aplicación, pero ojo, tarde o temprano debe devolverse las competencias a la Generalitat. Tarde o temprano los ciudadanos acabarán votando (y si hay mayoría independentista de nuevo ¿Qué se hace? ¿Volvemos a empezar?). Por último, que el artículo 155 plantea un reto operativo importante. Esto es así no sólo para ejercer las competencias desde la AGE, sino también ante la indudable movilización social que habrá en protesta. Eso si no hay cámara o gobierno paralelo, boicots varios o demás aparato de una Cataluña irredenta.

5. El autogobierno de Cataluña, entre todos lo mataron y él solito se murió. La polarización de Cataluña ha saltado por los aires consensos básicos y las cargas por venir serán profundas. El movimiento independentista ha conseguido llevar sus objetivos a cotas jamás soñadas (y creo que es digno de estudio su enorme capacidad de movilización e inteligencia colectiva). En esto la torpeza del gobierno español ha sido puro abono y estoy seguro de que cada vez va a haber menos independentistas instrumentales; cada vez habrá más «insobornables». Eso sí, el precio a pagar será, como diría la Vida Moderna, el retrocés. Las quejas por la re-centralización de competencias o la interpretación restrictiva de la Constitución se pueden quedar en nada ante un tsunami en forma de cierre del modelo territorial que excluya a los independentistas de la negociación. La lógica de “no ceder al chantaje independentista” se abrirá camino. De paso, el Estado volverá a Cataluña – y eso implicará que penetrará la vida social, organizará a los desafectos y un largo etcétera. Descuidad, porque no hará falta traerlos en autobús, esa Cataluña siempre ha estado ahí y se va a movilizar. Ya no sólo esteladas, también  banderas españolas comenzarán a lucir en los balcones de Cataluña.

6. Modestamente, siempre he pensado que el problema que existe en Cataluña es menos de dialogo y más de las restricciones internas dentro de cada bloque. Se pide lo único que el otro no puede dar sin suicidarse. Pero además, desde el 6 de septiembre el dilema es cómo reestablecer la legalidad en Cataluña sin alejar su eventual encaje en el Estado. Dado que muy probablemente el 155 irá adelante veremos el precio a pagar. Respecto al fondo del asunto, me sigo declarando agnóstico ante el referendum. Es más, ni siquiera creo que resuelva el problema propiamente dicho (porque, al fin y al cabo, ni creo en la independencia ni en el actual statu quo). La verdad, podríamos haber hablado de esto mucho antes, en especial porque creo que una reforma del Estado sí puede ser un win win y desde 2015 había alguna posibilidad de conseguirlo. Sin excluir, por supuesto, un referéndum antes o después de la reforma. Pero, en cualquier caso ya da un poco igual. Para los concernidos esto no va de resolver el problema, sino de ganar. Y a qué precio…


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