Catalunya

Secesiones en equilibrio: ¿Suiza, Suecia,… o Grecia?

8 Oct, 2017 - - @politikon_es

Para mí, el gran ausente del debate sobre Cataluña es el estudio de las divisiones políticas internas del territorio, esto es, la forma que tendrá el ‘equilibrio político’ post conflicto, tanto en una Cataluña independiente, como en una integrada en España.

La coalición independentista está agrupada alrededor de distintos proyectos de país. En todos ellos, son los catalanes los que deciden, pero el resultado que esperan sus miembros de un mayor autogobierno no es exactamente el mismo. Plantearé aquí tres escenarios posibles que seguirían a la independencia, y en qué condiciones y supuestos se apoyan. Entender esto nos permitirá pensar en los verosímil que nos parecen.

Paises que empiezan por ‘s

El primer modelo es el llamado modelo ‘Suecia’, que es el que ansía, diría, ERC. La idea es que, una vez liberada del yugo institucional español, y terminando con el dividendo fiscal resultante, Cataluña podrá ser una especie de socialdemocracia escandinava, uno de esos países que pueden combinar el mercado y la redistribución, tienen altos niveles de capital social y armonía entre clases. Estaba tentado de llamarlo el modelo de ‘socialismo en un sólo país’, pero me pareció innecesariamente provocador.

El segundo modelo es, diría, el de la derecha nacionalista (el PdCat y otros) que llamaré el modelo ‘Suiza’: un país con un estado pequeño, rico, relativamente liberal, una sociedad elitista, con un grado moderado de hostilidad hacia las minorías étnicas (como los españoles), e integrado en el espacio económico europeo. Este modelo ha sido expresado por varios economistas conservadores como Xavier Sala i Martin (conocido por sus corbatas y sus posiciones extravagantemente liberales), Carles Boix (que se ha referido explícitamente a Suiza como modelo varias veces) o Jordi Galí. Este último, por ejemplo, hablaba de la independencia como una ‘oportunidad’ para aplicar un amplio espectro de reforma que liberalicen las fuerzas del crecimiento. De las consecuencias para la desigualdad no sabemos.

En la coalición independentista, la discusión sobre el modelo de país se ha pospuesto hasta el día siguiente de la independencia. Esto no les ha impedido gobernar en común durante los últimos años y desarrollar un programa fiscal común bajo la batuta de Andreu Mas Colell. Dado que los dos modelos se contradicen claramente, parece razonable preguntarse por las opciones de cada uno.

La aritmética desagradable de la hegemonía política

En una conversación reciente, una amiga me explicaba que ella creía que el modelo ‘Suecia’ era sin duda el más probable. Su percepción es que Cataluña es un país sociológicamente de izquierdas, en comparación con el conservadurismo recalcitrante de los españoles. Según su argumento, ERC tendría hegemonía en una hipotética Cataluña independiente.

¿Como de verosímil es esta idea? Desde la transición, aproximadamente solo uno de cada cinco ha estado del PdCat/CiU fuera la generalitat. Existen razones para pensar que esta hegemonía política se asiente sobre el sesgo rural del sistema electoral y sobre unos feudos electorales sociodemográficamente bastante sólidos. No es accidental que la izquierda ha sido matenida fuera del poder en Cataluña, no ya durante la democracia, sino durante casi toda su historia.

Mi amiga argumentó que esto cambiaría ya que se debía al famoso voto dual: gente que en las autonómicas votaba CiU, luego en las generales votaba al PSOE. Ella pensaba que el voto en una Cataluña independiente se parecería más al las elecciones generales que al de las autonómicas. ¿Como de probable es esto?

El eje nacionalista divide a la izquierda en dos mitades más simétricas en Cataluña que a la derecha, la cuál está mucho más cohesionada y concentrada en el lado nacionalista. En una Cataluña independiente, el debate sobre la independencia habría (siempre según este argumento) sido resuelto, el eje nacionalista desaparecería, y tendríamos un país ‘normal’, con su eje izquierda derecha y una reunión de la izquierda.

En mi opinión, especialmente a la vista del clima político actual, esto es un tanto optimista. No parece que la división entre el bloque nacionalista y no nacionalista vaya a dejar de estar presente. Probablemente ambos bloques seguirán teniendo intereses distintos sobre políticas educativas, culturales o la relación externa con España. La idea de ERC absorbiendo a los comunes y al PSC en un gran partido socialdemócrata es algo que me cuesta visualizar.

El diseño de las instituciones de la Cataluña del futuro será uno en el que la agenda del bloque nacionalista tenga un peso sustancial. Parece razonable que las clases medias y altas catalano parlantes, que han sido históricamente dominantes en el bloque, intenten diseñar las instituciones para asegurarse su dominio electoral, como hicieron en la Transición. Que los sistemas políticos son hijos de la coalición que los diseña es una idea bastante sólida de la economía política.

Alrededor de dos tercios de mi (intensa) hostilidad hacia la agenda secesionista no existiría si creyera, realmente, que el ‘modelo Suecia’  tiene alguna viabilidad. Me parecería sorprendente si tenemos en cuenta que los partidos socialdemócratas están en caída libre en toda Europa, ver un equilibrio político que no hemos visto aparecen en décadas. También pienso que los conservadores y las clases altas ven esto con mucha más claridad que la izquierda, y por eso lo han apoyado hasta ahora.

El riesgo del modelo ‘Grecia’.

Tanto el modelo ‘Suiza’ como el ‘Suecia’ parten de la idea de un divorcio amistoso entre Cataluña y España. Al día siguiente de la independencia, Cataluña pasaría a ser parte de la unión europea y redactaría su constitución desde cero.

El divorcio amistoso presupone ciertas condiciones políticas. Primero, asume la cooperación de la comunidad internacional y la Unión Europea para poder tener acceso al mercado interno. En segundo lugar, presume la cooperación de las élites económicas. Finalmente, parte de la idea que la situación política en Cataluña será normal, armoniosa.

Hay un tercer escenario, el escenario que llamaré ‘Grecia’, porque me lo ha inspirado este thread de Stathis Kalyvas. Asumamos que España opte por bloquear la independencia. Esto es algo que Sevi Rodriguez Mora ha discutido varias veces (aquí, aquí) de forma bastante convincente.  Tanto si pensamos en el revanchismo, como en los grupos de interés que pueden ganar con el desplazamiento de las empresas catalanas del mercado español y europeo, no parece probable que haya un equilibrio en España que consista en apoyar a Cataluña. Como explica Sevi, esta idea confunde dos conceptos económicos básicos: el de optimalidad (lo nos conviene colectivamente), y el de equilibrio (lo que ocurrirá).

Los estados Europeos tienen razones también para no apoyar la secesión unilateral, como hemos comprobado tras la (falta de) reacción a las horrible imágenes del 1-O. Esta es la llamada doctrina ‘Prodi’, que entiende que estos problemas son internos de los estados, y un estado que se escinda no pertenecerá automáticamente a la UE. La doctrina podría cambiar, claro, pero ésta tiene una base geopolítica muy fuerte: los problemas territoriales internos son comunes a muchos estados europeos (Reino Unido, Bélgica, Francia, etc) y la alfombra roja para Cataluña probablemente no terminaría de sentar un precedente bueno (desde el punto de vista de estos estados). En un gran esquema de las cosas, y a pesar de la simpatía que despierta la causa catalana entre las minorías educadas liberales, es posible que una Cataluña independiente no le importe demasiado a nadie.

La ausencia de conflicto social interno en Cataluña tampoco parece estar sobre la mesa, a la vista de las imágenes que nos ha brindado la prensa estos días. Hasta ahora la burguesía catalana había sido capaz de controlar y dirigir el conflicto social para lograr sus fines, pero la Cataluña industrial tiene una historia de conflicto interno y una de las politicas de orden público más represivas del país. La segmentación y el antagonismo de los bloques políticos ha sido históricamente bastante estable, y las divisiones latentes entre comunidades etnolingüisticas tienen raíces fuertes. Al abrir la caja de Pandora constituyente, parece razonable que las expectativas de los distintos grupos choquen, y esto podría desregular el conflicto político.

Este conjunto de especulaciones es el modelo ‘Grecia’: una transición que llevaría a un escenario de hundimiento institucional. La independencia iría seguida de una fuga de capitales y de cerebros, una caída sustancial del comercio internacional, un régimen de aislamiento económico, con conflicto interno y externo. Las bases de la convivencia se hunden como ocurrió en el Ulster. En este escenario podríamos incluso ver cierto algún tipo de violencia política.

Las tres condiciones se complementan: si pueden tener acceso al mercado interno, las élites económicas apoyarán el proceso, y la prosperidad económica permitirá limpiar las heridas. Si la tarta para compartir es más grande, es más fácil satisfacer a todos. La miseria, en cambio, probablemente agudiza el conflicto.

¿Qué pasará?

Estos tres escenarios son por supuesto extremos. Cualquier situación gravitará hay una combinación de los tres, pero no sabemos cuánto se parecerá a cuál. La polarización y la ausencia de cooperación parece alejarnos cada vez más de ningún modelo promovido por ninguna facción del bloque independentista.

 


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