Catalunya

La ‘desigualdad política’: en España y en Cataluña

6 Oct, 2017 - - @politikon_es

¿Es políticamente defendible el nacionalismo? ¿No es una ideología que defiende la ciudadanía como algo mediado por la pertenencia a un ente cultural una visión intrínsecamente en contradicción con la igualdad republicana? ¿Debemos aceptar el reconocimiento étnico y cultural como parte de la legalidad?

Un argumento estándar que defiende que sí, que es posible compatibilizar la idea liberal de igualdad y el nacionalismo es el de Will Kymlicka. Según el filósofo multiculturalista canadiense, todas las comunidades políticas funcionan basadas en comunidades culturales. Sin embargo, hay muchos grupos que no encajan en este proyecto, que por pertenecer a una minoría sufren discriminación. Esto justificaría tener políticas de tipo multicultural- protección de las minorías para las etnias minoritarias, estructuras de autogobierno- algo que no sería una limitación del igualitarismo, sino su complemento natural.

La teoría de Kymlicka es a menudo utilizada para justificar cosas como el autogobierno en lugares con un hecho cultural propio, como Cataluña. Una forma de acomodar las preferencias culturales de una minoría cultural en el conjunto de España es precisamente facilitándoles autogobierno. Esto podría justificar, por ejemplo, el histórico poder de veto que han tenido los partidos nacionalistas cristianodemocrátas en el parlamento español, un poder que ha garantizado la representación de sus intereses. Y este tipo de idea es  también el que justifica la amplia autonomía de la que gozan las regiones en España, o el reconocimiento de ‘nacionalidades’ dentro de un país más amplio como España.

Un dato que a menudo se ignora en el debate es que Cataluña es una sociedad internamente dividida. A menudo se habla del conflicto entre España y Cataluña como si se tratara de entes homogéneos, pero tanto España como Cataluña son sociedades internamente diversas en su actitud respecto al nacionalismo y la descentralización, y en muchas otras cosas. Como indica a menudo Roger Cataluña ha tenido dos bloques políticos relativamente estables que forma alrededor de un 40% de la población, con un 20% que cae en uno u otro grupo según lo que midamos. Esto se ve en el reparto de escaños entre partidos nacionalistas y no nacionalistas, y en la lengua. Como ha explicado recientemente Kiko Llaneras, el bloque catalanista es en media más educado, más rico, y de clase más alta. A pesar de que ambos bloques son de un tamaño similar, el bloque nacionalista ha dominado la política y la sociedad catalana prácticamente durante todo el periodo democrático. Incluso durante el corto periodo de gobiernos de izquierda, el PSC tuvo que gobernar con el apoyo de ERC. Esto no es accidental: como explicaba un notable intelectual secesionista en este blog, la hegemonía catalanista es una consecuencia directa del sistema electoral y de su sesgo rural.

Uno puede pensar que este reparto del poder consagra el monopolio de la influencia política de una oligarquía nacionalista, la cuál ha controlado el establishment económico y político de Cataluña dejando infrarrepresentados los intereses de las clases populares. Pero desde una visión liberal que deje en una posición secundaria los antagonismos de clase, como la de Kymlicka, esto podría racionalizarse. El autogobierno garantizaría la defensa política de una minoría (los catalano parlantes educados), y sería una forma de proteger sus intereses y recursos frente a la opresión de un conjunto más amplio, España, en el que son minoritarios y susceptibles de ser explotados por los votantes de regiones más pobres.

Aunque uno puede no compartirla (yo no lo hago), la lógica de Kymlicka es interesante porque acomoda en un marco liberal una legitimación de la cuota de autogobierno de Cataluña. Este argumento se puede extender en una dirección que no suele ser explorada. Si los catalano parlantes son una minoría (política) dentro de España, parece razonable pensar que, a la luz de los últimos 40 años de historia, los hispano-hablantes son una minoría política en la política Catalana, como explica hoy Jorge Galindo, que ha tenido comparativamente poco poder de influencia sobre la misma.

Uno podría entender, en efecto, que la pertenencia de Cataluña a España ya garantiza de por sí una suficiente representación de los hispano hablantes. Mediante la ciudadanía dual, es posible acomodar el reconocimiento de ambas minorías. Sin embargo, este argumento tiene como corolario que un aumento del autogobierno aumentará el poder de influencia de la élite catalano parlante en la organización de Cataluña, y al aumentar ésta repercutirá en la representación de la minoría hispano parlante.

Todo apunta a que tanto si Cataluña permanece en en Estado español como si no, la salida de la crisis conllevará mayor autogobierno. E históricamente, el autogobierno se ha traducido en una consolidación de la agenda política de la mitad catalano parlante de Cataluña. Siguiendo el argumento de Kymlicka, esto sugeriría que el mismo tipo de política de representación de las minorías que están justificadas en el conjunto del Estado podrían aplicarse dentro de Cataluña. Dado que los aumentos de autogobierno han sido históricamente el pacto entre las élites de Madrid y las de Barcelona, este reequilibrio del poder dentro de Cataluña no ha estado históricamente en la agenda.

En mi opinión, la representación de los hispanohablantes en Cataluña debería estar en el centro de las negociaciones de la salida de crisis. Cualquier aumento del autogobierno debe ir acoplado con un reequilibrio de poder en la política catalana. Existen muchas fórmulas en la experiencia internacional para resolver esto: desde una reforma electoral que reequilibre el sesgo rural en favor de los distritos con mayor porción de voto no nacionalista; sistemas de cuotas en la representación parlamentaria, o una reforma del sistema de autogobierno para asegurar a los partidos no nacionalistas mecanismos de veto sobre temas clave. La idea es simple: para ciertos temas, los dos bloques políticos en Cataluña deben ponerse de acuerdo.

La forma específica de esto es algo de lo que gente como mi amigo Pablo Simón, que se dedican al diseño de sistemas de representación, puede decir más y mejores cosas que yo. Lo que me interesa subrayar aquí es que la corrección de esta desigualdad política debería estar en la agenda tanto si Cataluña sigue en España, como si pasa a ser independiente. Esto es una consecuencia directa de la idea del autogobierno como mecanismo de protección de las minorías etnolingüisticas que defienden los liberales de ambos lados .


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