Internacional

Sanidad en Estados Unidos: nada parece tener sentido

29 Jun, 2017 - - @egocrata

En circunstancias normales, esto parecería una frase absurda:

«los líderes del partido republicano intentan aprobar una ley de sanidad que dejará a 15 millones de personas sin seguro en un año electoral«.

Los políticos, en general, no son suicidas, e intentan evitar hacer cosas horriblemente impopulares antes de ir a las urnas. El GOP, sin embargo, esta semana estaba intentando sacar adelante una propuesta que en los cinco sondeos publicados es vista de forma favorable por entre un 12% y un 28% de los votantes (20% de media) que hará exactamente lo dicho arriba justo antes de las elecciones legislativas del 2018.

Si estas encuestas parecen malas, si miramos las cifras con más detalle son aún más aterradoras. En varios sondeos la ley en cuestión, el intento de los republicanos para derogar la Affordable Care Act (ACA, la reforma de la sanidad de Obama) una mayoría de votantes republicanos tiene una opinión negativa sobre la propuesta. Un sondeo en cinco estados representados por senadores republicanos con dudas da cifra catastróficas en todas ellas. Habitualmente en leyes tan impopulares cuando el encuestador explica sus componentes y pregunta de forma separada sobre ellos estos sacan mejores resultados. No con esta ley. En un sondeo, sólo un 16% de votantes republicanos cree que el coste de la sanidad será menor si es aprobada.

Empeorando aún más las cosas, los demócratas han insistido con la idea que la contrareforma republicana recorta impuestos a los ricos para quitarle la sanidad a los pobres. Esto, aparte de ser verdad, es un mensaje que está calando en los medios, y que parece estar detrás de la reacción atroz en los sondeos.

Hay más fenómenos inexplicables. La ley está en el senado después que los republicanos en la cámara de representantes votaran una propuesta casi igual de impopular, y probablemente aún más salvaje. El presidente Trump, sin embargo, celebró el voto favorable con una rueda de prensa en los jardines de la Casa Blanca, sólo para llamar esa misma ley «mean» (mezquina, ruin, vil, maliciosa, tacaña) en conversaciones privadas con senadores.

Lo más delirante de todo el asunto, sin embargo, es que Donald Trump dijo durante la campaña que su reforma de la sanidad iba a ser completamente opuesta a lo que están debatiendo ahora. Trump prometió no recortar Medicaid, reducir las primas, franquicias y copagos, proteger a aquellos que tienen enfermedades preexistentes y ofrecer cobertura universal, diciendo una y otra vez que eso es lo que le distinguía del resto de candidatos de primarias republicanos. Por supuesto, la ley ahora en el senado recorta salvajemente Medicaid, sube las primas, franquicias y copagos, elimina protecciones para enfermos crónicos y dejará 22 millones de personas sin seguro comparado con la ACA. El tipo, sin embargo, lleva toda la semana aplaudiendo el engendro que está preparando su partido como si fuera la cosa más maravillosa del mundo,  probablemente porque no tiene ni la más remota idea sobre de qué va la cosa.

En general, el mejor predictor del comportamiento de los políticos es por un lado lo que ha dicho y prometido durante la campaña (hay una amplia literatura al respecto que señala que los políticos intentan cumplir sus promesas) y por otro lo que entienden que les pide la opinión pública. Trump está intentando aprobar una ley que es exactamente lo contrario a lo que prometió en campaña, y la propuesta del GOP es sólo un poco menos impopular que nombrar a Fidel Castro presidente de Estados Unidos. Es como una dimensión paralela incomprensible.

A estas alturas, sin embargo, no está nada claro que Mitch McConnell, el líder del GOP en el senado, vaya a ser capaz de sacar una ley adelante. Los republicanos tienen un mayoría de 52-48 en la cámara, así que sólo pueden perder dos votos para sacarla adelante (el vicepresidente vota para romper empates, así que 50-50 les vale). Ahora mismo hay entre ocho y diez senadores con reparos, y al menos dos (Susan Collins, de Maine, y Rand Paul, de Rapture Kentucky) que parecen noes casi definitivos. Como sucedió en la cámara de representantes, hay un bloque de legisladores que se oponen a la ley porque es demasiado draconiana, y otros porque no recorta lo suficiente. Si McConnell cambia el texto para apaciguar a unos corre el riesgo de alienar a gente del otro flanco.

Paul Ryan (Speaker de la cámara de representantes)  y su equipo, enfrentándose a un problema similar, fueron capaces de conseguir suficientes votos a base de mover la ley hacia la derecha mientras apaciguaban a los moderados con algo más de gasto público. McConnell podría intentar algo parecido en el senado, pero se enfrenta al problema que los senadores son siempre mucho más vulnerables electoralmente que los representantes. Los distritos de la cámara baja son más pequeños y homogéneos, y a menudo están dibujados para hacerlos menos competitivos y proteger al incumbent. Los senadores tienen como circunscripción todo su estado, y salvo contadas excepciones, en un ciclo electoral lo suficiente atroz cualquier legislador es vulnerable electoralmente. Si a eso le sumamos que el margen de votos es menor, la ley tiene un camino más difícil.

De momento, los republicanos ha tenido que retroceder tres veces. La cámara de representantes intentó votar la derogación de la ACA, pero Paul Ryan se vio obligado a retirarla del pleno antes de la votación al carecer de suficientes apoyos. Tras casi dos meses de negociaciones a puerta cerrada, los republicanos lo intentaron de nuevo con un texto retocado que fue hecho público un par de días escasos antes de la votación. La cámara dio la luz verde por un solo voto, enviándola al senado. Mitch McConnell prometió una votación rápida, pero sus compañeros de partido exigieron enmendar la ley. Tras 45 días de negociaciones secretas, intentaron repetir la maniobra de Ryan publicando el texto e intentando votarlo en menos de una semana. Ante la deserción de un número considerable de senadores, sin embargo, McConnell se ha visto obligado a posponer el voto y seguir negociando.

En condiciones normales, en un año político normal donde todo fuera más o menos siguiendo los patrones esperables, la ley estaría muerta. Los republicanos estarían intentando encontrar algún acuerdo con la minoría demócrata para retocar la ACA. El hecho que estén negociando esta ley, con este presidente, con estos sondeos, sin embargo, es una señal clara que este no es un año en absoluto normal. A saber qué sucederá. Lo de la lógica ya no importa a nadie.

Lo más cómico, por cierto, es que aunque la ley recorta el gasto en sanidad y deja a millones sin seguro, Rand Paul tiene razón cuando dice que deja la estructura de Obamacare intacta. La propuesta del GOP no es una derogación real, sino una versión muchísimo más tacaña de la ACA. Los tipos no han sabido, querido o podido encontrar un sistema distinto. Incluso si McConnell y Trump se salen con la suya, Obamacare, la estructura fundamental del sistema, seguirá ahí.


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