Política

¿Hacia una reforma electoral? – Jueves 11 a las 19:00 horas, Círculo de Bellas Artes

8 May, 2017 - - @kanciller

Por más que sea un tema recurrente entre los politólogos, la discusión sobre el sistema electoral entre el gran público es algo reciente. En las pocas preguntas que ha hecho el CIS sobre sistemas electorales en años pasados las importantes tasas de “no sabe/ no contesta” (entre el 20 y el 40%) señalan la tardía politización del tema. Solo a partir de los Indignados en 2011 vemos que las quejas de los partidos minoritarios ganan en proyección y que intelectuales (y ex políticos) se apuntaron al carro de las reformas.

El clima de opinión pública parece haberse movido en consecuencia. De hecho, y aunque a veces en sentidos contrapuestos, todos los partidos políticos incluyen propuestas de reforma en sus programas electorales. En especial los dos nuevos partidos, los cuales han hecho bandera de la idea de intentar regenerar la vida política a través de cambios en las instituciones. Es más, la reforma electoral suele ser una de las más queridas en países con crisis política y social.

Las reformas electorales son raras avis en perspectiva comparada y es lógico que así sea. Los sistemas electorales manufacturan las mayorías políticas con capacidad de cambiarlas y, dado que la statu quo suele beneficiarlas, no tienen incentivos para variarlas. Esto tenía pleno sentido cuando el PSOE y el PP monopolizaban la representación política en España y ambos se veían beneficiados por el sistema. Sin embargo, en el nuevo escenario de multipartidismo los incentivos podrían haber cambiado en tres aspectos.

Primero, porque ante un contexto de incertidumbre electoral y volatilidad creciente, determinados partidos con poder para acometer las reformas pueden cambiar el sistema a uno más restrictivo, que limite la fragmentación política y asegure mejor gobernabilidad. Esto fue lo que ocurrió en muchos países de Europa del Este tras sus elecciones fundacionales. De hecho, tenemos evidencia reciente de que cuando hay volatilidad a nuevos partidos es más probable que los partidos dentro del sistema hagan reformas para restringir el acceso de estos partidos ¿Veremos sistemas de bonos de mayoría o de dobles vuelta en España?

Segundo, porque en determinados contextos un partido mayoritario puede depender de uno minoritario perjudicado por el sistema electoral, el cual puede presionar para el cambio. Esto es semejante a lo que pasó en Alemania en 1987 cuando la CDU-CSU modificó el sistema por acuerdo con los liberales para mejorar la proporcionalidad. En las Comunidades Autónomas algo hemos visto, con éxito en el caso de Murcia pero encallado en el caso de Asturias o sin éxito en Cataluña o Madrid ¿Conseguirán los nuevos partidos hacer que los partidos clásicos accedan a una reforma electoral en España a cambio de su apoyo parlamentario?

Por último, porque un descontento generalizado con el rendimiento del sistema político (y de calidad en la representación) facilita un clima de opinión proclive a las reformas. Esto es algo semejante a los casos de Italia o Japón, con corrupción rampante, o Nueva Zelanda, con el incumplimiento de programas electorales de los dos grandes partidos. Desde luego, el descontento con la actual situación política es importante ¿Se generará un clima de opinión para presionar a favor de reformas? ¿Habrá cambios en otros aspectos de la ley como el voto rogado o el gasto en campañas electorales?

Todas son preguntas pertinentes, por eso lo mejor es preguntar directamente a los protagonistas. Con motivo de la apertura de la subcomisión para la reforma electoral en el Congreso de los Diputados hemos invitado a los representantes políticos de los cuatro principales partidos estatales para hablar del tema.

Si queréis, os invitamos a que os unáis a nosotros el jueves 11 de mayo a las 19:00 horas en el Círculo de Bellas Artes en la Sala Ramón de la Serna.

Francisco Martínez (PP), Meritxell Batet (PSC),  Íñigo Errejón (UP) y Miguel Ángel Gutierrez (Cs) nos acompañarán para ver en qué medida hay puntos de acuerdo y de discrepancia entre los partidos sobre el tema de la reforma.


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