Nota editorial (María Ramos):
Publicamos hoy este texto sobre una cuestión tan compleja y con tantas perspectivas a considerar como es la maternidad subrogada. Creemos que es muy relevante hablar de ello y poner sobre la mesa que en todas las posturas en liza hay zonas grises y aristas, y que precisamente por eso merece la pena ponerlas de manifiesto para fomentar una discusión informada.
Hace apenas un par de semanas Ciudadanos celebró un acto en Madrid en favor de la regulación de la maternidad subrogada, en una versión altruista de ésta –es decir, sin que pueda mediar compensación económica–. Tratándose de un asunto que genera tanta división dentro de todos los partidos, no sorprende mucho que hayan sido varios los artículos y tuits publicados estos últimos días que expresan una opinión decididamente contraria a ello porque #nosomosvasijas (en esta línea Amelia Valcárcel, Elena Valenciano o Beatriz Gimeno, por ejemplo), o decididamente favorable porque maximiza la libertad de las personas (así Eduardo Mendicutti, Marta Rivera de la Cruz o Luisgé Martín, por ejemplo). Por extraño que parezca, el objetivo de este post no es convencer al lector de la corrección de las tesis de ninguna de las partes, sino simplemente exponer los (principales) argumentos involucrados en el debate. Comenzaré por los argumentos que han solido invocar quienes están en contra, pasaré luego a revisar los de quienes están a favor y por último concluiré –anticipo que de forma escasamente satisfactoria para los amantes de las certezas–.
Seguramente el argumento más empleado por quienes recelan de la regulación de la maternidad subrogada sea que, en el fondo, implica “alquilar” una parte del cuerpo de una mujer durante nueve meses. Como dice el filósofo de Harvard Michael Sandel en Lo que el dinero no puede comprar, una de las tendencias de nuestro tiempo es la progresiva mercantilización de esferas de la vida y bienes que tradicionalmente se regían por normas no mercantiles, como el servicio militar, los riñones o la (subrogación de la) maternidad.
El título del libro de Sandel sin embargo induce a error. A diferencia de lo que ocurre con la amistad, que es una cosa que no podemos comprar porque el propio intercambio mercantil disuelve el objeto del intercambio –un amigo comprado no es un amigo a ningún efecto, ni siquiera en el sentido débil de “es amigo-de-Facebook”–, un riñón o un bebé es algo que no pierde su valor por haber sido objeto de compraventa: el intercambio comercial no diluye el bien objeto de intercambio. Lo que quiere decir Sandel es que hay algunas cosas, como los riñones o los niños, que no deberíamos poder comprar. Pero si admitimos que estos otros bienes, a diferencia de la amistad, no pierden su valor por el hecho de haber sido objeto de intercambio comercial, ¿por qué deberíamos prohibir que la gente los comprara y los vendiera? En lo esencial, por tres razones.
La primera es que en algunos casos la “mercantilización” de ciertos ámbitos de la vida o bienes puede ser ineficiente desde un punto de vista estrictamente económico. Dicho más brevemente, que en algunos casos el espíritu cívico o las normas sociales (no mercantiles) son una ganga. Por ejemplo, James Heyman y Dan Ariely demuestran con una serie de (tres) experimentos que pagar a las personas puede tener el efecto de disminuir el esfuerzo, no de aumentarlo, sobre todo cuando se trata de acciones que consideramos moralmente valiosas. Bruno Frey y Reto Jegen denominaron “teoría de la expulsión de la motivación” a este efecto paradójico, por el cual la introducción de un incentivo económico reduce en lugar de aumentar la producción (el esfuerzo).
La segunda razón que suelen esgrimir quienes afirman que el mercado está creciendo demasiado apunta a los resultados injustos que pueden alcanzarse cuando las personas compran y venden cosas en situaciones de (extrema) desigualdad o de (extrema) necesidad económica. Supongamos que Maider y Ekaitz no pueden tener hijos, por lo que recurren a una empresa para iniciar un proceso de maternidad subrogada en la India, que consiste en que las partes llegan a un acuerdo por el que la mujer india (Prisha) acepta a cambio de un precio: (1) ser inseminada con el esperma de Ekaitz; (2) llevar a término el embarazo; y (3) renunciar posteriormente al niño en favor de Maider y Ekaitz. En efecto Prisha ha convenido en todo esto de forma voluntaria, pero es posible que lo haya hecho para alimentar al resto de miembros de su familia, que rara vez ingieren 2.000 kilocalorías al día. De acuerdo con esta segunda objeción, los intercambios comerciales no siempre son tan voluntarios como suelen sugerir los groupies del mercado.
La tercera sería la degradación o menoscabo de ciertas normas sociales y bienes morales cuando son objeto de valoración e intercambio mercantil. Como sostuvo el Tribunal Supremo de Nueva Jersey en el caso Baby M., “esto [la maternidad subrogada] es la venta de un niño, o como mínimo, la venta de los derechos de una madre sobre su niño, con la única atenuante de que uno de los compradores es el padre”. En una sociedad civilizada, viene a decir el Tribunal, hay cosas cuya valoración parece razonable confiar al mercado y otras que no. Confiar la tasación de un niño al mercado equivale a tratarlo como una mercancía, y esto degrada o menoscaba principios morales o normas sociales que sirven de fundamento a nuestras sociedades.
Vayamos ahora con los argumentos de quienes proponen regular la maternidad subrogada. Para quienes sostienen una visión de la justicia como maximización de la libertad, el Estado simplemente no debería prohibir el intercambio voluntario de bienes –de los que somos legítimamente propietarios– entre adultos a cambio de un precio. Por dos razones. Desde una perspectiva normativa, porque prohibir el intercambio implica la asunción de que o bien Prisha no conoce bien sus preferencias, o bien conociéndolas se encuentra obligada a alquilar su útero por la necesidad material en que se encuentra. Pero, continúa el argumento liberal, ¿no es contradictorio, al menos para la izquierda progresista, defender la libertad de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo en unos casos (aborto) y negarlo en otros (maternidad subrogada)? Y más aún, ¿cuál es la diferencia entre la situación de Prisha, que se encuentra obligada por las estrecheces materiales que pasa en Mumbai a alquilar su vientre durante nueve meses, y la situación de Jennifer, que se encuentra obligada por las estrecheces materiales que pasa en Villaverde a alquilar su fuerza de trabajo limpiando excrementos y orines por el Salario Mínimo Interprofesional en una residencia de ancianos de la Comunidad de Madrid? Hasta donde yo sé, nadie ha planteado prohibir las residencias de ancianos, a pesar de que muchas personas se vean obligadas por sus estrecheces materiales a trabajar en ellas.
Desde una perspectiva más pragmática, los liberales afirman que la regularización reduciría el comercio ilegal de personas, mejoraría las condiciones higiénicas y reforzaría la posición jurídica de Prisha –i.e. Prisha no estaría en ningún caso en una granja de mujeres–. En definitiva, concluyen los liberales, regular la libertad de implicarse voluntariamente en un contrato de maternidad subrogada es una solución superior a prohibirla desde la doble perspectiva moral y práctica.
Voy concluyendo ya. Lo anterior sugiere que, al contrario de lo que ocurre con la amistad, la mercantilización no diluye el valor del bien que es objeto de intercambio en un proceso de maternidad subrogada. Situada así la discusión en el plano del deber ser, quienes se oponen a regular la maternidad afirman que, al contrario de lo que suele suponer el pensamiento liberal estándar, la mercantilización de un bien no sólo puede resultar injusta porque agrava una situación previa de desigualdad o carencia material severa, sino que puede provocar que las normas mercantiles desplacen o expulsen el espíritu social o cívico –i.e. los malos incentivos pueden acabar desplazando a los buenos ciudadanos–. Quienes creen necesaria regular la maternidad subrogada afirman que (1) el Estado no es quién para prohibirle a Prisha participar voluntaria y conscientemente en un proceso de maternidad subrogada; (2) que al menos para la izquierda progresista es incoherente defender la libertad de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo en asuntos como el aborto pero negarle a Prisha la libertad de hacer lo que le dé la gana con su útero; y (3) que quizá regular la maternidad subrogada refuerce la posición jurídica de Prisha. Éstos son los argumentos, suyas son las conclusiones.
Ciertamente es un debate con muchas implicaciones. Me parece más complejo que el debate sobre la adopción por parte de parejas homoparentales y al nivel de los debates sobre la eutanasia.
Creo que la clave de todo está en una palabra que se repite varias veces: «regulación». Si entendemos como «regulación» al establecimiento de normas entre la liberalización y la prohibición, se llegará a un punto de acuerdo que satisfará a la mayoría de la población.
Las implicaciones mencionadas en el texto son profundas y de gran diversidad, y desde luego que no se puede alcanzar una solución óptima que satisfaga todas las exigencias planteadas.
Y aun hay más: ¿quién sufragará los gastos médicos y las eventuales bajas laborales que requiera la madre biológica (Prisha, en el ejemplo del texto)? ¿Han de ser los padres legales, o ha de ser el Estado? Suponiendo que sea el Estado quien lo haga, para no erigir barreras económicas: ¿es moralmente aceptable que una familia que no pueda sufragar una maternidad subrogada esté al cuidado de hijos a los que tal vez no pueda garantizar una tranquilidad económica? Si la respuesta es no: ¿qué hacemos entonces con los padres que engendran hijos de forma natural pero no tienen recursos para mantenerlos?
En cualquiera de los casos vamos a generar discriminaciones, de modo que hay que buscar la manera de minimizar éstas a la hora de regular la maternidad subrogada.
Uuuuffff… que tema más espinoso. Pasearse por un campo de minas activas es una juerga comparado con discutir ciertos asuntos. Pero vamos allá.
En principio siento simpatía por la opción que legaliza la maternidad subrogada, por dos motivos. Uno, que de entrada no me parece que la izquierda debe pensarse mucho y con cuidado un tema antes de recurrir a prohibiciones; se supone que somos quienes defendemos la libertad del individuo ¿No? Dos, que eso de la dignidad y el «no somos vasijas» y el defender que las cosas deben hacerse por altruismo está muy bien pero cuando el resultado es que Maider y Ekaitz se quedan sin hijo y Prisha se muere de hambre porque nosotros que no estamos implicados decimos que es lo ético, el tema es difícil de tragar. Y aún añadiría un tercero: el 99,99% de la población no es un par de brazos pero si quiere comer tiene que vender su trabajo. Estaría muy bien que los médicos curaran a la gente por amor y los abogados defendieran a sus clientes por un intenso impulso moral (el emperador Claudio prohibió que los abogados cobraran, uno no debería ser defendido por mercenarios) y que los barrenderos fueran voluntarios obseso-compulsivos que sintieran una inmensa felicidad dejando las calles como una patena todas las mañanas, pero… no puede ser.
Una vez dicho esto, tampoco puede uno escabullirse de las implicaciones. En pocas palabras: si uno cree que debe ser legal la contratación de una maternidad subrogada ¿No debe pensar lo mismo de comprar un riñón? ¿No es hipócrita defender un criterio distinto en este caso? Y a partir de ahí lo único que puedo decir es que mi opción sería organizar la maternidad subrogada sobre el mismo modelo que el servicio nacional de trasplantes; pero soy muy consciente de que aunque esta solución resolvería varios problemas (entre ellos el de que solo parejas de un cierto nivel económico puedan recurrir a la maternidad subrogada) no deja de ser una salida que esquiva el dilema de fondo…
Errata: En el primer párrafo debería decir «Uno, que de entrada me parece que la izquierda debe pensarse mucho…»
Albricias y Alatriste, interesantísimo !!
Se ignora en este artículo, como en casi todos los escritos recientemente sobre el tema, que la solución a adoptar no puede ser indiferente a la situación de partida.
Igual que cualquier problema, debe enfocarse desde las condiciones iniciales, que son estas:
1) La maternidad subrogada ya es legal y se encuentra regulada en otros paises. Como ciudadanos españoles pueden acceder a estos servicios, lo primero sería preguntarse si su situación se encuentra cubierta por la legislación española, garantizando unos mínimos de seguridad jurídica y protección del menor. Por suspuesto, no debe tomarse solamente la persepectiva de los padres (¿reconocemos la paternidad de una madre que ha adoptado un niño tras el proceso de maternidad subrogada si no es madre biológica?), sino también del niño (¿en qué situación jurídica se encuentra?). Cualquier día puede aparecer «el vientre» en un juzgado español reclamando a su hijo (¿qué solución consideramos éticamente correcta en esta caso?).
2) Existe un mercado ilegal sin regular de maternidad subrogada. Se deben sopesar los perjuicios o beneficios de legalizar o regular una actividad, no contra la alternativa imaginaria de su erradicación, sino contra la realidad. No solamente estamos hablando de las granjas de mujeres, también hay que tener en cuenta a la mujer que cede de forma altruista su vientre a su hermana, pues estos casos también se producen.
Hay otro argumento, extremadamente importante, a favor de la maternidad surrogada que el articulista ha pasado por alto.
Los casos donde se abre este debate sobre lo l´ímites morales de la comercialización del propio cuerpo coinciden con los casos donde existe un pérdida de poder para un cierto estrato social (la mujeres) si se liberaliza ese mercado: sea por un acceso más fácil al sexo por la liberalización de la prostitución, sea por un acceso a ser padre soltero por la liberalización del vientre surrogado.
La cuestión es: ¿se trata de un problema moral, o se trata de otra cosa?. Para obtener la respuesto lo mejor es ver que ocurre cuando existe mercantilización del cuerpo pero no hay conflicto de interés o relación con el sexo. Un ejemplo posible es la participación en estudios sobre el cuerpo humano. Ocurre, está permitido y además se cobra por ello. Hace un par de semanas un chaval terminó en el hospital porque le dieron una dosis equivocada de cafeina en un estudio sobre los efectos de la cafeina. En ese caso tenemos una mercantilización pura y dura del cuerpo humano… y sin embargo no ha habido debate moral alguno.
Si la mercantilización del cuerpo no es lo que desata el debate moral, entonces el problema está en la mercantilización del sexo o de algo relacionado con el sexo, o bien en intereses creados. En cualquiera de los dos casos, quien alega mercantilización del cuerpo está mintiendo. Quizá a los demás, quizá también a sí mismo, pero lo cierto es que la mercantilización del cuerpo SOLAMENTE es un problema cuando se cumplen dos condiciones: se trata del cuerpo femenino y es algo relacionado con el sexo.
Igual me salgo por la tangente, pero creo que es importante resaltar nuestra mentalidad feudal en la que, cuando decimos genéricamente que queremos ser padres, en el 90% de los casos implica ser padres biológicos. Como si nuestra sangre o nuestra semilla tuviesen importancia, más allá de la idea implantada en nuestra cultura desde el tiempo en que los derechos se transmitían por vía sanguínea, y el matrimonio (religioso) legitimaba (o no) esa sangre.
Ya a nivel personal, creo que se da una importancia, cimentada en nada, a la ascendencia biológica de los hijos, siempre y cuando no hay enfermedades hereditarias. Pero cuando una pareja no puede tener hijos biológicamente, generalmente se olvida de los millones de infantes condenados a la orfandad y ni se plantea la opción. Se necesita mucho dinero para adoptar, ya que los estados no mueven ni un dedo para facilitar que los niños tengan madres, pero no iba a costar menos un vientre subrogado, y no implicaría entrar la mercantilización de los cuerpos.
Volviendo al tema: Si partimos de que la práctica totalidad de las relaciones laborales se dan en negociaciones desiguales, la regulación de las mujeres en el mercado suena a un nuevo tipo de prostitución por explotar.
Ahora bien ¿quien es nadie para decirle a nadie lo que puede hacer con su cuerpo?
Este tipo de cosas evidencia que cierto (si no todo) bienestar no puede mercantilizarse, y desde luego este no es causa del desarrollo económico. Y que ninguna negociación es justa y en igualdad de condiciones mientras una de las partes no tiene medios ni derecho a existir por si misma.
No puede decirse que esté «cimentada en nada» una aspiración basada en el hecho incontestable de la herencia genética.
Admiro mucho a la gente que está dispuesta a adoptar, demostrando una generosidad y una capacidad de amar enormes. Pero también es cierto que, muy a pesar de todos los participantes, la adopción se configura cada vez más como un mercado, en el que los niños son la mercancía, los mejores niños (los más jóvenes y sanos) se cotizan más, y las familias más pudientes tienen mejores opciones. ¿Es muy diferente alquilar un útero a comprar un niño ya hecho?
Sí.
«Pero cuando una pareja no puede tener hijos biológicamente, generalmente se olvida de los millones de infantes condenados a la orfandad y ni se plantea la opción».
Basta con buscar una noticia al azar sobre el tema: http://elcorreoweb.es/andalucia/el-tiempo-medio-de-espera-para-una-adopcion-nacional-es-de-cinco-anos-AC2040002
Los expedientes de tramitación de adopción en España van para 5 años y subiendo. La adopción internacional, 3 años y subiendo. Si uno tiene cerca 35 años (nada raro para el momento en el que ya has pasado por todos los procesos normales de reproducción asistida, y han fallado), es probable que directamente te quedes sin opciones para una adopción de niños pequeños (es más fácil si estás dispuesto a adoptar a mayores, a niños con problemas de salud severos, o a grupos de 3 o más hermanos).
Hoy en día, plantear la adopción como una alternativa a la maternidad biológica (propia o subrogada) es, un muchos casos, un falso dilema.
Creo que si existe una indefension por parte de las madres de alquiler creo que es la obligacion de la sociedad y del Estado de actuar, de la misma manera que hay que actuar en todos los casos de indefension.
En un hipotetico mercado perfecto, con informacion perfecta y total libre albedrio no seria necesario regular nada, pero todos sabemos que simplificar esta muy bien para los modelos matematicos y las comparaciones pero en la vida real no funciona, asi que hay que regular. Y las leyes hay que modificarlas cuando la socidedad y la moral han cambiado y dejado atras las leyes.
Hoy en dia creo que la indefension existe y hay soluciones imperfectas (adopcion) por lo que dejaria el pago por los vientres de alquiler prohibido. Los casos voluntarios y sin pago me parecen similares a la donacion de organos en vida y sin pago que existen hoy en dia, con lo que no los prohibiria.
Una curiosidad, al hilo de la discusión: ¿la prostitución es un intercambio donde el bien pierde su valor o lo mantiene?
Qué siempre me lo he preguntado yo …
Interesante y acertada analogía del riñón y el bebé. Pero desacertada la que se establece entre aborto y maternidad subrogada. Una mujer pasa el duro trance de abortar en su propio beneficio (o evitando un futuro perjucio). No hay otra parte interesada ni incentivo económico como es el caso del niño de encargo.
En la decisión de abortar o no abortar si hay como mínimo otra parte interesada: el padre.
Muchas gracias, creo que es un resumen muy útil.
Pero querría llamar la atención sobre un detalle que me parece relevante: se habla de que se fecunda el óvulo de la gestante con el esperma del padre. No soy ningún experto, pero ya existe la posibilidad de implantar óvulos ya fecundados, con lo que la gestante no aporta material genético al bebé. Creo que no es arriesgado apostar porque esta técnica es la que se impondrá en el futuro, y me parece que este detalle es relevante para la discusión.
Yo no veo ningún dilema moral. No hay ningún problema en que una mujer se preste a alquilar su vientre o a dar a su bebé a una familia. Lo que si veo es un dilema sistémico. Un dilema de una sociedad capitalista, carente de moral, que trata de regularlo todo desde un prima mercantil.
Al margen de las preguntas demagógicas de los argumentos liberales presentados y considerando las desigualdades económicas mi pregunta es: estamos dispuestos a dejar que sea el Estado quien regule sobre éstos y otros aspectos morales? Porque vista la facilidad con la que le quieren juzgar a uno por contar un chiste aduciendo incitación al terrorismo, pues da miedo.
¿Ah, no ves ningún problema moral en que mujeres del tercer mundo expuestas a a la miseria más extrema alquilen su vientre a parejas acomodadas de Occidente y Japón para poder comer? ¿Y tampoco en que les vendan sus hijos, que es en esencia es lo que significa «dar su bebé a una familia» como opuesto a la maternidad subrogada?
¿Y al mismo tiempo resulta que A) el problema es que «una sociedad capitalista, carente de moral», «trata de regularlo todo desde un prisma mercantil»? y B) ¿La pregunta es si «estamos dispuestos a dejar que el estado regule sobre estos y otros aspectos morales»? ¿En qué quedamos, es la sociedad capitalista immoral, o puritana?
Macho, decídete. Resulta bastante complicado llamar coherente a un anticapitalista que defiende políticas de estado mínimo y mercado salvaje (perdón, desregulado) que le resultarían un pelín excesivas a Friedrich Hayek.
Alatriste. Lo que no me gustaría es que un día Jennifer, además de limpiar excrementos y orines, pudiera llegar a prestar su vientre y parir los hijos de familias más pudientes.
Ya tenemos un ámbito enteramente similar regulado de forma pacífica: el de la donación y trasplante de órganos.
En ese ámbito se acepta de forma general que la compraventa no es aceptable, y el proceso (obligadamente altruista) no es controlado por acuerdos entre las partes, o solo parcialmente (en la donación entre vivos, generalmente parientes).
No sé por qué el punto de partida de la reflexión no empieza desde ahí, y en cambio pretende hacer aceptable lo que no lo es para nadie en la donación de órganos.
Para quien diga que no es lo mismo porque al donar un órgano te quedas sin él:
-un proceso de embarazo, parto y separación del bebé resultante es (o puede ser) tanta carga o más para la salud física y psíquica como donar un órgano. La persona que hay al final no es la misma que al principio (de manera literal). Secuelas quedan siempre, más el riesgo no despreciable de problemas severos.
– la sangre o la médula se regeneran y sin embargo la experiencia demuestra que venderlos ha dado lugar a toda clase de problemas.
Seguramente la limitación estricta a la opción de hacerlo de modo altruista no alcanzaría a todos los demandantes, desde luego. Pues lo mismo pasa con la demanda de órganos y no por eso se permite comprarlos.
Y eso que el derecho a la vida sí existe, con su correlato de que la sociedad debe proteger la vida de sus ciudadanos en lo que pueda, mientras que el derecho a que el mundo te proporcione hijos no existe en absoluto.
Lo que observo por lo general en este debate, por parte seguramente de personas que no han tenido embarazos ni partos en su vida, es la minusvaloración brutal que hacen de la sobrecarga física, el esfuerzo y los riesgos que supone. Y del proceso de apego, que nuestras hormonas se esfuerzan en provocar y, aunque no siempre ni de modo matemáticamente exacto, tienen bastante éxito en ello.
¿Lo que insinuas es que constituye una osadía y un atrevimiento por parte de los hombres y las mujeres que no hayan tenido hijos, comentar sobre un tema del que quienes saben son las madres?
No. Comento lo que observo aquí y en otras discusiones sobre el asunto.
No hay una sola forma de adquirir conocimiento sobre fenómenos que suceden en la vida de otros. La experiencia y el ser parte afectada son vías muy eficaces, pero pueden suplirse con el esfuerzo de aprender y ponerse en los zapatos de otro.
Pero hay que hacerlo.
Despreciar a los demás y minusvalorar sus cargas, sus circunstancias, su esfuerzo y su vida, considerarlos como un robot a nuestro servicio con su manual de especificaciones, no es un camino.
Me han hecho notar en otro sitio que sigue habiendo un punto difícil aunque se enfoque como una donación altruista de modo análogo a la donación de órganos, y es que exista un contrato de entregar al niño a otros padres, sin poder revocarlo. Eso se parece desagradablemente a un contrato de servidumbre, se mire como se mire.
Si se permite revocarlo, por otro lado, ahí tienes a los «c!ientes» rechazando a voluntad niños «defectuosos», cosa que está sucediendo más que con padres biológicos (porque en realidad son padres adoptantes con un vínculo aun precario, por mucho que sea su material genético).
Considerar estos aspectos, en cualquier caso, solo abona más la opinión de que permitirlo como un contrato mercantil privado es aberrante.
Una precisión importante: en ninguno de los modelos que hay encima de la mesa (desde la prohibición a la regulación) se plantea en absoluto la subrogación de la maternidad. Se trata siempre de la subrogación de la gestación. La legislación española, que la prohíbe, la denomina «gestación por sustitución». Hablar de maternidad subrogada es equívoco y oscurece el debate más que lo aclara.
Da igual como lo llame, la gestante es la madre biológica. Así se considera de toda la vida, y así se considera cuando una mujer recibe un preembrión de óvulo donado.
Es caer en lo que vengo diciendo: el desprecio, como cosa poco importante e instrumental, de la gestación, el parto, el cambio en el organismo materno, el vínculo, todo.
Aloe, creo que te equivocas. Los modelos de gestación subrogada contemplan como madre a mujer titular del pre-embrión, es decir, la que decidió que se fertilizara el óvulo, se hizo cargó del pre-embrión durante el cultivo en el laboratorio y decidió cuándo y a quién implantar el pre-embrión para su posterior gestación. Bajo estos modelos, y así ha sido desde siempre, la maternidad no se transfiere, sino que corresponde desde el principio a esa mujer y, pese a lo que se pueda leer a veces (de nuevo, imprecisiamente), la gestante no renuncia a ninguna maternidad, ni la transfiere en ningún momento, porque nunca la ha tenido.
Precisamente hablas de «modelos de gestación subrogada» es decir, de un modelo especial y reciente, admitido en algunos sitios. Reclamar que está bien porque existe y existe porque está bien es una petición de principio de manual.
Lo de «asì ha sido desde siempre» es muy improbable. La regla general desde hace ochenta millones de años o así es que la madre entre los mamíferos es quien da a luz crías vivas. Por supuesto la tecnología puede cambiar las cosas y la tradición no es el argumento supremo. Pero «así ha sido siempre» en este caso es un chiste.
Aloe, no me he debido de explicar. La observación que hacía al post inicial, que intenta describir con precisión los argumentos de uno y otro lado, se refería a la impropiedad de expresión «maternidad subrogada», porque realmente ninguna de las posiciones –ni la prohibidora (actual vigente en España), ni la legalizadora que se propone– contempla la subrogación o sustitución de la maternidad. Cuando me respondías pensé que te mantenías en ese plano. Los modelos de gestación subrogada, desde que existen, establecen que la maternidad/paternidad no se trasladan, sino que atribuyen desde el momento en que el embrión es engendrado, antes (pudiera ser años antes) de que ese embrión sea gestado. De hecho, es esa persona o pareja la que decide si el embrión se implanta, se congela, se le practica alguna prueba diagnóstica, etc., sin que el hecho de que la gestación, de haberla, ls realice otra persona atribuya la maternidad a esa otra persona.
Como ves, esto no es un argumento ni a favor ni en contra. Es simplemente una descripción más correcta del modelo de gestación subrogada que se propone y que confío ayude a comprenderlo mejor. Saludos!
Es decir, esos modelos cambian la definición de maternidad que ha habido siempre por otra, para poder llamar «gestación subrogada» a un fenómeno que con las reglas de tooooda la vida y de toooodos los sitios se habría llamado «maternidad subrogada» y sonaría peor.
Ese nuevo nombre implica despreciar casi todo el proceso que produce la maternidad biológica, reduciéndolo a un trámite sin importancia frente al derecho mayor del propietario de los ovocitos. Que era justo mi argumento.
Pues vale. Humpty Dumpty ya nos lo explicó.
Entiendo, Aloe. Realmente estás en contra del modelo de gestación subrogada, no de la aclaración que yo hacía a propósito del concepto. No sé si entrar en la valoración de los argumentos es salirnos un poco del tema, ya que no era el propósito del post inicial, pero te daré mi opinión personal. La apelación a la historia (ese «toooda la vida») es muy poco persuasiva, ya que todo el mundo entiende que la gestación subrogada representa un cambio, una novedad, que por consiguiente no coincide con la concepción anterior.
Ahora bien, incluso si examinamos tu argumento («madre siempre ha sido la que pare»), tampoco creas que le veo mucho fundamento. No hay ningún elemento que permita afirmar que, históricamente, el argumento era «madre es la que pare» frente a «madre es la que pone el óvulo fecundado». Se decía que, pasada la menopausia, una mujer no podía ser madre: ¿por que no podía gestar y parir? No, porque no podía generar más óvulos.
Claro, es obvio que históricamente, hace esos 8.000 años que dices, era la posición de la que ponía el óvulo era indistinguible del de aquella que gestaba y paría. Pero por ese mismo motivo creo que elegir uno de los elementos, en detrimento del otro, es simplemente arbitrario.
Este no es el único cambio al modelo «tradicional» (que defiendes) que han traído las técnicas de reproducción asistida. Históricamente, el *padre* era quien generaba el espermatozoide y lo introducía en el útero de la mujer. Y el elemento de «introducción» era, históricamente, de enorme importancia: la consumación del acto sexual, la virginidad, la anulabilidad, incluso, del matrimonio, todo giraba en torno a la penetración. ¿Y hoy?
Hoy, no. En una técnica de reproducción asistida, como puede ser la inseminación artificial, el doctor o doctora que introduce el semen en el cuerpo de la mujer no es el «padre» de la futura criatura. ¿Quiere eso decir que la labor de este doctor o doctora no tiene importancia? Sí que la tiene, pero no tiene trascendencia en cuanto a la filiación. Y que el padre, si lo hay, no haya penetrado a la madre tampoco tiene la menor relevancia. Digo «si lo hay», porque en la actualidad, es perfectamente posible que una criatura no tenga padre, por más que hace miles de años esto fuese inconcebible. Es más, digo todo esto conforme a las actuales leyes de reproducción asistida; para ciertos sectores, generalmente muy religiosos, el hecho de que no haya penetración sino un artificio mecánico –que incluso pueda no haber padre– resulta sencillamente horroroso; con todo, no creo que ninguno afirme que, ante ese escenario, el padre de la criatura es el doctor o doctora que ha introducido el semen.
Volvamos a la gestación. Dices que no ligar la maternidad a la gestación supone minusvalorar el papel que desempeña la gestación y a la propia gestante. Conforme a los modelos de gestación subrogada que se están planteando, no hay nada más lejos de la realidad. Lo que hacen estos modelos es situar el papel de la gestación en su lugar correcto. Mira, no todo el mundo puede gestar, lo mismo que no todo el mundo puede generar gametos, ni todo el mundo puede realizar cosas que generalmente, históricamente, han correspondido a los padres, como es cuidar a un bebé. Hay personas, hoy en día, aunque te parezca aberrante, que llevan los bebés a la guardería o que en ocasiones recurren a un canguro (ej., para irse a cenar!). ¿Quiere eso decir que la maestra de la guardería, que pasa con él más horas de su vigilia que lo que pasa con sus padres, que lo educa, que lo alimenta durante el día, que lo limpia, que le canta, que lo acuna… debe convertirse en la «madre»? No. Todos (generalizo) admitimos que, por muy importante que el cuidado del bebé y por muy verdad que sea que originariamente se trata de una función de los padres, el hecho de que los padres decidan encargargar esa labor a una tercera persona no convierte a esa tercera persona en padre o madre del niño. También se labor de los padres cuidar de la salud de su hijo, y a nadie se le ocurriría llamar padre o madre al doctor/a que lo sana. Fíjate, ni siquiera se llama jurídicamente padres a los acogedores de un menor en situación de desamparo, que realizan todas las labores que hace un padre o madre que está en disposición de hacerlas.
Con la gestación subrogada estamos hablando de lo mismo: la labor de gestación de un embrión corresponde originariamente a quienes lo han engendrado (no me refiero a los médicos, sino a la persona o pareja que ha aportado los gametos, propios o donados, para tal fin). Pero puede ser que esa persona o esa pareja no pueda gestarlo, en cuyo caso pueden encargar esa labor a una tercera persona, lo mismo que encargaron la fecundación in vitro a otras o, si llega el caso, podrán encargará mañana el acogimiento, la educación y los cuidados del futuro niño a otras.
Entiendo que puede ser difícil, por la ruptura con el modelo «tradicional», el pensar en la posible existencia de un niño sin madre. Pero es así: las técnicas de reproducción asistida permiten que haya niños que no tienen madre, lo mismo que permiten que haya niños que no tienen padre. Ya hemos vivido otros cambios importantes la posibilitar que haya matrimonios sin madre o patrimonios sin padre, cosas impensables hace milenios, incluso décadas.
Por eso te decía al principio que la apelación a la historia tiene un recorrido corto y para mí no resulta persuasivo cuando, efectivamente, estamos hablando de algo diferente.
Mi argumento principal no es nada de eso. Mi argumento es:
«Esto es análogo a la donación de órganos y debe ser visto bajo la misma óptica no mercantil, punto.
Más algunas cautelas adicionales sobre cualquier contrato privado, incluso un contrato por motivos altruistas»
Que asimiles la gestación a trabajar en una guardería dice precisamente algunos de los motivos de por qué el modelo mercantil es malo.
La parte digna de señalar de la expresión «gestación subrogada» (y la que yo señalaba) es cómo se escamotea un cambio legal de proporciones sísmicas como un mero cambio de nombre, como si no tuviera importancia. No vayamos a reflexionar sobre ello o algo.