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Transición a la paternidad y nuevas paternidades entre los jóvenes adultos en España

19 Oct, 2016 -

En las últimas décadas, el nuevo rol social de la mujer, la expansión de las oportunidades educativas y el paulatino debilitamiento de la situación de los hombres en el mercado de trabajo, agravado por la reciente crisis financiera y económica, han tenido un fuerte impacto en las identidades, roles y trayectorias educativa, laboral, conyugal y reproductiva de los hombres. En este post reflexionamos sobre la transición a la paternidad y las nuevas paternidades de los jóvenes adultos en España.[1]

En primer lugar, los hombres son padres más tarde. Los jóvenes tienden a estudiar más tiempo, se incorporan más tarde al mercado de trabajo, pasan más años buscando pareja, abandonan el hogar de los padres más tarde y se convierten a su vez en padres a una edad más avanzada que en el pasado. Este aplazamiento de la transición a la paternidad ha sido notable en España: en el periodo de 1980-2014, la edad media de los hombres a la hora de tener el primer hijo ha aumentado de 30,1 a 33,9 años (de 25 a 30,6 entre las mujeres).

En segundo lugar, muchos de ellos son padres “sin pasar por el altar”. En 2014, los nacimientos de parejas de hecho suponían el 72,6% de los nacimientos no matrimoniales, y el 30,8% del total de nacimientos. La cohabitación se ha convertido en un contexto familiar socialmente aceptado para tener y criar hijos en España.

Además, los padres más jóvenes han dejado de ser meros proveedores económicos y han adoptado un papel mayor y más significativo como cuidadores. La imagen del padre “distante”, tradicionalmente asociado al modelo patriarcal, ha ido paulatinamente desapareciendo y dejando paso a un nuevo concepto de paternidad más activa y emocionalmente implicada. Antes de describir la tipología de hombres frente a la paternidad, señalamos algunos aspectos interesantes sobre estas “nuevas paternidades”.[2]

  1. Las nuevas paternidades surgen porque algunos hombres son favorables a la igualdad de género y desarrollan conscientemente una nueva forma de ser padres. Ahora bien, los padres pueden llegar a implicarse más como consecuencia de las circunstancias propias e incluso ajenas a su voluntad –eg. falta de recursos para el cuidado en el hogar, horarios laborales de la pareja, desempleo–. Los hombres más vinculados a una paternidad positiva suelen tener un nivel educativo alto y situarse en las clases medias. Sin embargo, se constatan también prácticas igualitarias hacia el cuidado de hijos entre los hombres con un nivel educativo inferior en trabajos de cuello azul. La crisis económica ha traido consigo razones para el optimismo en la construcción de una nueva paternidad ya que algunos hombres han cuestionado ciertos ambientes y prácticas hostiles en el mercado de trabajo y han buscado otras vías de identificación y realización personal fuera del trabajo remunerado.
  2. La implicación paternal en los cuidados tiene varias dimensiones (Lamb et al. 1987): la participación, que hace referencia al tiempo dedicado al cuidado y juego; la accesibilidad, entendida como la disponibilidad o flexibilidad para cuidar; y la responsabilidad, que conlleva la toma de decisiones cotidianas y la planificación de las tareas de cuidado (eg. decidir comidas, encargarse de la mochila, concertar y asistir a citas con el médico, comprar ropa nueva, etc.). Que los padres jóvenes “participen” más en el cuidado respecto a sus propios padres no implica que desarrollen siempre una paternidad comprometida.
  3. Ser padre comprometido implica un proceso de anticipación y adaptación previa desde el momento en que se espera el bebé. Sin embargo, los hombres hacen menos adaptaciones personales y laborales que las mujeres ante la paternidad. Algunos padres incluso aumentan sus horas e implicación en el trabajo para afrontar mejor la nueva responsabilidad o necesidad económica. Otros tan sólo preven “salir a su hora” cuando nazca. Un tercer grupo anticipa la paternidad y realiza cambios importantes (solicitan cambio de turno, reducen la jornada, realizan teletrabajo, planean tomarse una parte del permiso de maternidad, etc.). Sólo estos últimos hombres consiguen implicarse más en su paternidad.

En la actualidad, un número aún elevado de padres se siguen considerando proveedores principales de la familia y apenas se perciben como cuidadores, incluso entre parejas en las que ambos progenitores trabajan (padres cuidadores ocasionales). Son padres muy centrados en sus empleos que pasan poco tiempo con sus hijos entre semana y los fines de semana sólo participan en las tareas de cuidado más lúdicas ya que muchos no renuncian a sus actividades de ocio proprio. Otros padres tampoco realizan adaptaciones laborales importantes y, a pesar de ser más accesibles en algunos casos por su flexibilidad laboral, en general sólo ejercen de padres cuidadores secundarios o ayudantes porque delegan la mayor parte de los cuidados si las madres están disponibles. Los padres comprometidos y próximos a la corresponsabilidad tienen condiciones laborales que favorecen su implicación o realizan adaptaciones laborales para cuidar de sus hijos. Son participativos en el cuidado, más allá de los aspectos lúdicos, y accesibles ya que su situación laboral facilita su disponibilidad y están presentes en los cuidados. Además, algunos se responsabilizan y son los encargados también de la gestión y el control de los cuidados, no sólo de su ejecución, al menos durante el tiempo en el que cuidan sin la presencia de la madre.

La pregunta que cabe plantearse es ¿por qué queremos y necesitamos que los hombres se impliquen más? La respuesta es clara: una paternidad más activa y emocionalmente implicada favorece la igualdad de género, un modelo de conciliación corresponsable y el bienestar de la infancia. A veces nos olvidamos del derecho de los niños y las niñas disfrutar de sus padres y madres por igual. Por otro lado, la evidencia empírica reciente constata una asociación positiva entre igualdad de género y tasa de fecundidad. La distribución de roles dentro del hogar, aunque sea bastante igualitaria al inicio, suele volverse más asimétrica con la llegada del primer hijo y esto puede condicionar la fecundidad posterior. Varios estudios han documentado que cuanto mayor es la implicación del padre en los cuidados, mayor es la probabilidad de que una pareja tenga otro hijo. Y este es un aspecto importante porque España, con un índice sintético de fecundidad de 1,32 hijos por mujer en 2014, se sitúa entre los países con fecundidad más baja, tanto en Europa como en el contexto mundial.

Ahora bien, los hombres –especialmente el grupo de hombres que ya desde el inicio del embarazo presentan actitudes y deseos de paternidad positiva– tienen que superar muchos obstáculos normativos e institucionales para poder ejercer de padres comprometidos. Ni el mundo laboral ni las escasas y poco generosas políticas públicas actuales propician una mayor implicación masculina en las responsabilidades familiares. Un permiso por nacimiento y/o adopción individual, igual e intransferible para cada progenitor y una legislación laboral que racionalice los horarios de trabajo favorecerían estrategias de conciliación más corresponsables y ayudarían a establecer los patrones deseados de parentalidad compartida. En España, la duración del permiso de paternidad es de dos semanas desde 2007, pero su ampliación progresiva a cuatro semanas, propuesta en la Ley de Igualdad de 2007, se ha aplazado sine die con la crisis. Según datos del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 173.161 hombres se acogieron al permiso de paternidad cuando se aprobó en 2007. Tan solo un año después, lo hicieron 279.756 hombres, lo que supone un incremento del 61 por ciento. Sin embargo, esta tendencia al alza se ha visto truncada desde el inicio de la crisis por el descenso del número de nacimientos, el desempleo y la precariedad laboral –cada vez menos empleo formal y más contratos temporales–. El sistema español de licencias parentales también contempla excedencias no retribuidas para ambos progenitores hasta que el niño cumpla 3 años, pero solo un 6% de los titulares fueron hombres en 2014. Asimismo, de todas las prestaciones por maternidad solicitadas en 2014, solo se transfirió parte del permiso al padre en el 1,7 por ciento de los casos. Cuidar en solitario afianza el vínculo con los hijos y hace que los hombres se responsabilicen en la toma de decisiones y gestión del cuidado. Esto es algo decisivo en un contexto de inestabilidad conyugal creciente, contribuyendo además a fomentar y normalizar –en el mercado laboral en particular y en la sociedad en general– una nueva concepción de la maternidad y la paternidad como un fenómeno que implica por igual a mujeres y hombres y cuya protección debería garantizarse a ambos sexos.

[1] Proyecto I+D+i El rol de los hombres en la dinámica familiar desde una perspectiva internacional. Para más información sobre el proyecto: www.menrolesproject.com

[2] Estas ideas son fruto de una investigación cualitativa longitudinal a parejas antes y después del primero hijo dentro del proyecto TransParent (transición a la paternidad y maternidad) [http://transparent.upf.edu/] recogidas en el libro Padres y madres corresponsables. Una utopía real (La Catarata, 2015).


7 comentarios

  1. victor dice:

    Las frases subrayadas se supone que debían tener un enlace? Es que no me aparece y me parece interesante leer los estudios relacionados con las mismas.

  2. hater dice:

    Lo que hay que hacer es no tener ni hijos ni pareja, dado el contexto de inestabilidad conyugal creciente…

    • pepito dice:

      Tienes toda la razón del mundo. Pero ya sabes. También podíamos dividirpor sexos los impuestos pagados al 50%. Y el personal público. En fin, las cosas que hay que leer.

  3. iliadde dice:

    Muy interesante. Desde luego los nuevos padres no son los padres de antes, está claro. Pero ha habido tal cambio sociológico a lo largo de las décadas que es normal. Nuestra tendencia es ir a la igualdad entre los dos sexos y es lo natural y correcto.

    Por otro lado los padres jóvenes primerizos, ya no son tan jóvenes como antes, cierto, pero la filosofía que hay ahora es que «los nuevos treinta son los nuevos veinte»

  4. Marta dice:

    Hola, soy Marta, madre, socióloga y terapeuta feminista en una ciudad de Madrid. Veo y asesoro a familias cada día como niñas y niños pequeños sufren el estrés y falta de dedicación, cuidado y educación de calidad recibida. También madres y algunos padres implicados.

    La madre es juzgada por todo el mundo, bien «sufriendo diversas presiones y obstáculos por su papel de madre exclusiva (la castración neoliberal y occidental del deseo materno) o su doble rol de madre y ocupada en su trabajo, estudio y/o actividad.» Leía el otro día en este interesante texto, más abajo pongo el link

    Es decir la madre si no trabaja sufre presiones por una liberación mañ entendida que supone que la mujer va a ser mejor en un contexto laboral con la precariedad que nos esta cayendo) fuera del ámbito del cuidado, sin ni siquiera contar con ella. Es decir, se impone el imaginario del feminismo hegemónico, un feminismo neoliberal de clase media y eurocéntrico, frente al imaginario del cuidado y respeto del bienestar infantil.

    No hay garantías estatales, ni mucho menos en los lugares de trabajo, ni en la cultura para nuevas paternidades y maternidades. Me pregunto ¿Qué tipo de mundo estamos creando si llevamos a nuestro pequeños con 4 meses a un centro de asistencia (así son la mayoría)

    El texto se sale de la visiones adultocéntricas, así como de las niñ@ce´ntricas para abordar el tema desde profundo y la riqueza de matices y mundos necesarios a la hora de afrontar y pensar la paternidad, maternidad, familia, educación y el cuidado infantil desde una perspectiva más compleja y sistémica.

    https://www.researchgate.net/publication/291352306_Precarizacion_de_la_vida_declives_e_inestabilidades_de_ninxs_madres_padres_y_familias_Una_doble_necesidad_o_una_necesidad_a_remolque_de_la_otra

    Gracias por la interesante investigación.

  5. Bea dice:

    Gracias por el el texto y por wl completo texto que recomiendas Marta.

    Soy Bea, trabajo como gestora cultural en una importante marca de diseño en Barcelona. Totalmente deacuerdo contigo, yo he peleado en el centro de trabajo por mayores opciones y posibilidad para cuidar a mis hijas y disfrutar de ellas, frente a tan poco dignificador trabajo, aunque gusta las cosas buenas de él y el final de mes, claro. Lo único que han ofrecido son incentivos para retrarsar la edad de embarazo, no tanto como las propuestas de ciencia ficción de la biotecnología que ofrecen en California, lo de la utópica congelación de ovarios.

  6. Ramon dice:

    Solo vieno que dicen «niños y niñas» ya me hago una idea de la catadura del artículo.

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