Política

Críticas a los referéndums, las justas

6 Oct, 2016 - - @kanciller

Tras el resultado del referéndum de Colombia ha vuelto a levantarse la marea de los detractores de los referéndums. Eso ya pasó con el triunfo del Brexit, pero la verdad es que hemos tenido un puñado de ellos en estas fechas, así que el debate irá para largo. Hemos tenido hace pocos días un referéndum en Hungría sobre las cuotas de refugiados que ha perdido el gobierno por la participación electoral, habrá uno en Italia antes de acabar el año por la reforma constitucional de Renzi y tuvimos el del año pasado de Tsipras en Grecia. “Los referéndums los carga el diablo”, habréis escuchado recientemente como crítica al instrumento.

Creo que es perezoso decir que un referéndum siempre es lo más democrático o que es deseable hacerlo siempre sobre cada materia. Como mecanismo de democracia directa se sabe que siempre tiene más costes aparejados que votar en unas elecciones, sesgándolo a favor de los más informados y con más ingresos. De hecho, el referéndum es susceptible de ser capturado por “minorías ruidosas”, las cuales tiene margen para modificar los términos del debate. Los recursos en la esfera pública no son ni de lejos homogéneos así que quien los proponga debería intentar buscar igualdad de acceso, de información… O al menos tener estos problemas en cuenta. Además, creo que no siempre es deseable reducir la política a una salida binaria y ha sido mostrado en diferentes ocasiones como se pueden manipular las preguntas. Quien fija los límites del terreno de juego es crucial.

Sin embargo, las críticas que últimamente se le están achacando a los referéndums no están siendo ni de lejos conectadas con lo anterior. Por el contrario, son bastante injustas o poco documentadas en algunos casos. Por ello quería revisar brevemente algunas de las falacias que se están diciendo estos días – y que van a circular mucho por artículos de opinión y tertulias.

La primera es la crítica consecuencialista. La idea es que si en el referéndum sale algo que no agrada, entonces se considera que el referéndum es una mala idea per se. Lo que habría que hacer, se defiende, es mantener los consensos básicos en manos de nuestros representantes. Sin embargo, no entiendo muy bien por qué ese razonamiento no aplica también a las elecciones. Es decir, si Trump o Marine Le Pen ganara las presidenciales ¿Habría que suprimir las elecciones? Si el partido de los Verdaderos Fineses o el de Alternativa por Alemania son decisivos en el parlamento ¿Habría que suprimir estas cámaras? No parece muy razonable, así que cualquier crítica que apele sólo al resultado parece pobre. Uno puede debatir sobre la materia más susceptible de referéndum, pero no ser ventajista.

La segunda es que el referéndum nace de una falta de liderazgo. Según esta idea, los políticos recurren a las consultas (al pueblo, a las bases) para librarse de tener que tomar decisiones. Sin embargo, hay que pensar que los referéndums tienen dos tipos de orígenes; los que vienen de abajo arriba, de sectores de la sociedad civil que proponen una votación (por ejemplo, Suiza o Estados Unidos sobre gran cantidad de temas) o de arriba abajo (cuando los líderes buscan el refrendo de una decisión). En el primer caso no hay mucho que decir, los líderes políticos tradicionales juegan menos rol. En el segundo es justo lo contrario a la crítica planteada, es decir, los líderes normalmente recurren a los referéndums como un mecanismo para hacer bypass a su partido, para poder tomar decisiones que puedan sortear la oposición de su propio aparato o correligionarios.

Dicho de otra manera, el plebiscito desde tiempos de Napoleón III es el mecanismo para el refrendo del líder, no al revés. Es cierto que hay un viejo adagio que tenemos que revisar; los referéndums se convocan para ganarse. Sin embargo, la lógica no es muy diferente a del cálculo estratégico de un adelanto electoral en un sistema parlamentario – que puede salir bien o mal pero los líderes intentan usar en su provecho. Con la ventaja, eso sí, de que el líder no siempre tiene que marcharse tras perder un referéndum. Por lo tanto los plebiscitos realmente no son síntoma de falta de liderazgo, sino normalmente la búsqueda de su refuerzo.

La tercera de las críticas que se hace es a la de falta de información, aunque en un sentido un poco diferente a la que planteaba arriba. Lo que se comenta es que la gente no tiene pleno conocimiento sobre las implicaciones que tiene una decisión de la trascendencia que toman en un referéndum. Que la gente vota con las vísceras. Este argumento, de nuevo, es un poco tramposo cuando pensamos que en unas elecciones parlamentarias la información juega un papel para participar (que además correlaciona con interés por la política), pero no marca necesariamente el sentido del voto. Antes bien, en una elección ordinaria elementos como la valoración del candidato, los atajos partidistas (es decir, la posición de tu partido político) o la ubicación ideológica juegan un papel fundamental.

Dicho de otra manera, la gente no se lee los programas electorales ni necesariamente está muy informada sobre las implicaciones del sentido de su voto – aquí entran procesos de racionalización. Y lo curioso es que todos estos elementos que afectan en las elecciones son también los que determinan el voto en un referéndum. Es decir, el interés en la cuestión tratada marca los niveles de participación – que en promedio es como 10 puntos menos que una elección – pero lo cierto es que las consultas en referéndums se ven “contaminadas” por los factores clásicos que determinan cómo votamos en las elecciones.

La cuarta cuestión que se plantea es que un referéndum es un instrumento mayoritario, por lo que inhabilita los mecanismos consensuales de pacto y acuerdo entre representantes. Siendo cierto, esta idea es como poco matizable; por hacer un referéndum la aburrida democracia representativa no queda escorada. De un lado, el diseño de la cuestión o el tema material a tratar en un plebiscito suele ser objeto de un acuerdo o de la decisión de un líder político electo. Es decir, la democracia representativa aplica en la fase previa y, según el resultado, también en la fase de gestión del resultado. Del otro lado, que en los referéndums de abajo a arriba muchas veces son mecanismos para meter temas en la agenda que luego son los políticos los que apadrinan en forma de leyes – un tercio de los referéndums en Suiza se retiran antes de votarse.  Es más, el mecanismo de referéndum abrogatorio – que anula leyes – obliga a los políticos a ser mucho más cautos y hablar con todos los sectores de la sociedad civil antes de aprobar una medida, generando dinámicas más consensuales.

Por lo tanto, me parece bien que se debata sobre el referéndum por cuestiones materiales (qué elementos o cuales no son susceptibles de referéndum), por el diseño de los mismos (preguntas y manipulación) o por los sesgos que puede generar en las decisiones (interesados y con más recursos). Sin embargo, me parece que algunas de las críticas que se están haciendo tienen poco fundamento y se basan más en prejuicios elitistas que en una crítica genuina para hacerlo compatible con el funcionamiento de nuestras democracias.


12 comentarios

  1. Juanmari dice:

    Aquí hay alguna crítica más http://politikon.es/2015/07/01/que-podemos-esperar-de-los-referendums/
    Y añadiría otra cosa, los sistemas democráticos representativos se dotan de herramientas para minimizar la falta de información de los votantes, en general, instituciones independientes que no están sometidas al vaivén del voto. Además, por muy decisivo que sea un partido político en un parlamento también se limita su poder a través de contrapoderes o limitando su soberanía mediante mecanismos de rigidez constitucional. Limita las sorpresas. Los referendos son casi una llamada a una soberanía originaria sin límites ni contrapoderes. Son una herramienta peligrosa aunque, a veces, necesaria.

  2. Un día me imaginé un país donde los ciudadanos tenían que dedicar una o dos horas a la semana a votar en referéndums las cuestiones importantes del país. En ese país la gente tenía la responsabilidad de tomar muchas decisiones sobre qué dirección era la que había que tomar.

    Parece algo utópico y muy costoso, pero ¿acaso en el mundo de internet y del DNI electrónico, no es algo relativamente fácil?

    Creo que el voto electrónico y el referéndum deberían ir juntos de la mano, si algún día llegamos a tomar más de una decisión cada cuatro años.

  3. heathcliff dice:

    Yo simplemente los veo como una orgía del cortoplacismo…

  4. Ntlg dice:

    Acertadísimo análisis de Pablo Simón

  5. Aloe dice:

    Qué buen artículo.

  6. josan dice:

    Este artículo es una, poco disimulada respuesta, al artículo de John Carlin en El Pais del día 4 de octubre.
    http://elpais.com/elpais/2016/10/04/inenglish/1475576843_114566.html
    Y algo de razón hay en ambas visiones de los plebiscitos, no se puede acusar a todo el mundo de estúpido y quedarse uno al margen en lo alto de la atalaya entregado al onanismo narcisista intelectualoide, ni se puede sacralizar el resultado de unas votaciones donde los electores que tiene información veraz para ejercer su elección no llegan ni al 0,0000001% de los votantes. Al igual que cuando compramos una marca de leche en el super, aunque creamos lo contrario, la triste realidad es que los argumentos que tenemos para elegir una u otra marca son solo dos, o el precio o la publicidad, y si elegimos en base a otro criterio distinto al precio, casi con toda seguridad estaremos entrando en el maravilloso mundo del borrego mil veces manipulado por el marketing y la publicidad, que como todos sabemos, funciona igualmente en las elecciones políticas, pero esta vez con el apellido de «marketing piolítico» que parece ser le da más respetabilidad, algo similar a llamar personal de «asistencia y seguridad» a lo que siempre se llamó matón o portero de discoteca.

  7. Alatriste dice:

    Pero es que aparte de esas cuatro objeciones a los referendums se les pueden hacer otras, en mi opinión bastante más graves y fundadas… por ejemplo que

    – el referendum socava uno de los mecanismos básicos de la democracia, la rendición de cuentas, al menos de dos maneras. Por un lado cortocircuita el sistema de partidos (y con todo lo que se les quiera criticar, los partidos son básicos para que el votante pueda premiar y castigar). Por otro al ser en principio un punto de decisión único e irreversible, incentivan campañas «sucias», llenas de mentiras, exageraciones y promesas imposibles. El mentiroso tal vez lo pague, tal vez no, pero si su mentira tuvo éxito el país tendrá muy difícil cambiar la decisión tomada; no habrá otro referendum dentro de cuatro años.

    – El recurso al referendum mina la autoridad del parlamento – y en ocasiones la del poder judicial – y su control sobre el ejecutivo. Es muy bonito hablar de que un referendum es «democracia directa», pero en la práctica lo que resulta de ellos es un refuerzo del poder del gobierno y un deterioro del equilibrio de poderes.

    – los referendums son tan susceptibles al «secuestro» que parece casi imposible evitarlo. Por un lado suele ocurrir que al ser la participación baja los grupos radicales, más movilizados, tienen una fuerte influencia en el resultado. Por otro los votantes frecuentemente acaban votando o sobre si apoyan al gobierno/presidente que los convocó, u opinando sobre un tema distinto al preguntado (cof, immigrants, cof).

    – un referendum es en muchos sentidos una guerra civil sin sangre (y a veces, con ella). Como en una guerra, el país se acuesta dividido en un millón de bandos y se levanta dividido en solo dos, unidos por su oposición al contrario y por nada más. Mientras que la democracia y el parlamentarismo buscan la creación de consensos y compromisos aceptables por todos, el referendum por fuerza acaba con la victoria total de una opción y la derrota completa de la otra; no cabe negociación alguna. Y como en la guerra, con no poca frecuencia las consecuencias al final tienen muy poco que ver con los objetivos iniciales de ambos bandos.

    – Especialmente en sistemas electorales mayoritarios, más aún si son ‘first past the post’, hay un porcentaje de electores que se sienten impotentes, que su voto es inútil porque en su distrito siempre ganan los X. Cuando hay un referendum nacional esos electores tienen un fuerte incentivo para ejercer un voto de protesta se pregunte sobre lo que se pregunte; piensan que será la única vez que su voto cuente.

    Aparte, todo esto es teoría. Pasando a la práctica cuesta ver un solo elemento positivo en la cadena de referendums que hemos visto en los últimos años. Todos han creado amargura y división, ninguno ha cerrado la cuestión sobre la que se preguntaba, y de hecho en la mayoría (por no decir que en todos) lo que ha quedado claro es que nadie sabía como llevar al mundo real la opción ganadora, si es que alguien sabía de verdad lo que quería decir la opción ganadora… y esto vale para el Reino Unido tanto como para Grecia, Colombia, Escocia y Suiza.

    • Glen miller dice:

      Razón no te falta pero en temas enquistados como el independentismo, ¿qué hacemos?. Un parlamento nacional por definición nunca permitirá escisión territorial y los independentistas con las herramientas democráticas tampoco colmará sus anhelos.

      • Alatriste dice:

        En tres palabras: sentarse olvidando todo lo que se ha dicho antes, y ponerse a hablar y buscar una solución. Un referendum no es una solución, es una _herramienta_. Una herramienta basta, torpe y peligrosa con la que es facilísimo acabar cortándose una mano…

        Y la solución será, como casi todo lo que produce la democracia parlamentaria, algo provisional, imperfecto, poco elegante, que no contentará del todo a nadie y hasta puede que sea poco más que lanzar el balón a la estratosfera para ganar unos decenios de tiempo. Pero también será mejor que las alternativas; parafraseando a Churchill, las soluciones negociadas son las peores exceptuando todas las demás.

        En el caso escocés hemos visto lo que pasa cuando los independentistas pierden. En el británico, lo que pasa cuando los «independentistas» ganan. Y en Colombia, el caos que resulta de un virtual empate en un referendum (que no era de independencia pero iba a cambiar el estado de forma radical) ¿De verdad que la cosa es como para pensar que si se convocara un referendum en Cataluña los resultados iban a ser buenos? ¿Que se iba a solucionar nada? Pasaría exactamente lo mismo, que si la sociedad está partida en dos así sigue, los derrotados quedan amargados, los vencedores frustrados, la división aún más enconada que antes, y el tema sigue copando los titulares; votar ni da soluciones ni alivia la tensión, ni siquiera a corto plazo.

        En realidad, mas bien es lo contrario. Hoy la noticia en Inglaterra es la escasez de productos de consumo de ciertas marcas debido a que los distribuidores están en plena guerra de nervios con los supermercados. Es solo el primer embite de la fuerte y generalizada subida de precios que va a producir la caída de la libra desde el referendum. Y una cosa es que a los turistas que iban a viajar a España o a Italia ya les dieran menos de un euro por libra, pero otra muy distinta es que absolutamente todo, empezando por la gasolina, vaya a subir de entrada un 10% ¡y casi con seguridad solo será el comienzo! En las próximas semanas las cosas se van a poner interesantes en el peor sentido de la palabra.

  8. José Salver dice:

    Debo de ser muy tiquismiquis o muy pedantón, pero en el artículo detecto la falta de seis o siete tildes necesarias, varias frases mal construidas y otras directamente incomprensibles por culpa de vicios en su estructura. Algo parecido me ocurre a veces con los artículos de Senserrich.

    Todo esto obliga a releer fragmentos enteros de los artículos, porque de lo contrario no se capta su auténtico sentido.

    Una pena, porque la forma me aleja del fondo, que es lo que debería importar en una web tan necesaria como es esta.

  9. Jose Enrique dice:

    Una simple observación que añadir a la tercera crítica. Obviamente algunos elementos juegan el mismo papel en el sentido del voto que en unas elecciones, pero el resultado y sus consecuencia es bastante distinto. En unas elecciones el mandato dista de ser imperativo, a diferencia del referendum en el cual hay un mandato claro: la negativa o la aceptación a la pregunta hecha. Es cierto que después de la votación los representantes pueden interpretarla y aplicarla de distintas maneras pero no veo tanto margen como en unas elecciones. En estas se elige a unos representantes con un determinado fin, el de buscar el bien común de todos a través de un pequeño margen de maniobra que los representantes tienen para obrar, siempre con la rendición de cuentas «al acecho». La falta de información pues, en combinación con otros elementos, es esencial dado que el margen de maniobra en un referendum es mucho menor que cuando se eligen a unos parlamentarios y como ya se ha mencionado… no te van a consultar dentro de otros cuatro años y no puedes utilizar algunas de las herramientas de nuestra democracia (libertad de expresión, opinión, reunión, etc.) para cambiar significativamente la orientación del resultado del referendum puesto que el resultado ha tenido un mandato bastante claro y definido.

Comments are closed.