Que las mujeres cobran menos que los hombres en cualquier economía es un hecho que está ampliamente documentado (veáse aquí evidencia para los países de la Unión Europea y aquí para los de la OCDE), algo que, como es lógico, despierta una gran preocupación por su posible origen discriminatorio. No es de extrañar, por lo tanto, que el análisis del origen de la brecha salarial por género haya recibido una gran atención en el análisis económico (se puede encontrar excelentes revisiones recientes de esta cuestión en Blau y Kahn, 2016 y Ponthieux y Meurs, 2015). Gracias a ello, en la actualidad contamos con una amplia literatura que, a la vez que nos permite conocer cada vez mejor el origen de esa brecha, nos muestra también que existen ciertas cuestiones que son muy relevantes en relación con el origen de este fenómeno para las que aún no existen suficientes respuestas.
Determinantes de las diferencias salariales entre hombres y mujeres: factores explicativos tradicionales y nuevos
La aproximación tradicional al análisis de la brecha salarial por género ha consistido en análisis empíricos basados en la descomposición mediante técnicas econométricas (la estándar es la de Oaxaca-Blinder) de las diferencias de salarios medios de hombres y mujeres en dos partes diferenciadas (puede encontrarse una explicación más detallada sobre esta cuestión en esta entrada de Sara de la Rica). Una parte deriva del hecho de que hombres y mujeres pueden diferir en características asociadas a su productividad, como el nivel educativo o la experiencia laboral. La otra reflejaría en qué medida hombres y mujeres con las mismas características son objeto de un tratamiento salarial diferente (esta sería la parte “no explicada” de la brecha y mediría, a priori, los efectos de la discriminación salarial contra las mujeres).
Gracias a este tipo de análisis sabemos que un factor que tradicionalmente ha sido un origen destacado de la desventaja salarial de las mujeres ha sido su peor dotación relativa de capital humano (derivada de los tradicionalmente menores niveles educativos y la menor experiencia laboral acumulada en el mercado de trabajo), si bien ésta es una circunstancia cuya importancia se ha reducido enormemente con el paso del tiempo. Conocemos, asimismo, que una parte significativa de los menores salarios relativos de las mujeres se debe a su segregación en segmentos del mercado de trabajo mal remunerados, ya que las mujeres trabajan en mayor medida en ocupaciones y empresas que remuneran comparativamente peor a su fuerza de trabajo. Finalmente, sabemos que, incluso cuando se controla por un amplio conjunto de factores que, además del capital humano, incluye características de los puestos de trabajo y las empresas, existe una parte de la brecha salarial por género que es posible explicar, lo que sugiere que de forma general se remunera peor a las mujeres que a hombres que son igualmente productivos (al menos a ojos de los investigadores, con la información que podemos utilizar en nuestros análisis).
Así, en el caso concreto de España, la diferencia en el salario por hora promedio se sitúa en los últimos años en torno al 20% según la principal fuente sobre salarios para nuestro país, la Encuesta de Estructura Salarial del INE. El análisis de descomposición de la brecha salarial con los microdatos de esa encuesta en este artículo de Murillo y Simón (2014) muestra que si bien las mujeres asalariadas españolas no tienen peores dotaciones de capital humano que los hombres (de hecho, por ejemplo, su nivel educativo es mayor en promedio), resultan muy penalizadas salarialmente por el hecho de trabajar en peores empleos (lo que explicaría 5 de los 20 puntos porcentuales de diferencia en los salarios medios) y, especialmente, en peores empresas (este elemento explicaría 8 de los 20 puntos). La parte restante de la brecha (7 de los 20 puntos) correspondería a diferencias salariales con un carácter intraempresa, lo que revela que en promedio las empresas españolas pagan un 7% menos a las mujeres en relación con hombres que tienen exactamente sus mismas características productivas y trabajan en puestos de trabajo similares en sus mismas empresas.
Aun cuando los análisis basados en descomposiciones ofrecen evidencia cuantitativa de mucho interés sobre los factores que determinan la brecha salarial, tienen el gran hándicap de que no proporcionan información sobre los motivos de las diferencias observadas en esos factores. Así, por ejemplo, una cuestión todavía no resuelta es si la segregación de las mujeres en peores ocupaciones se debe a una preferencia relativa de las mujeres por ocupaciones que, aunque estén asociadas a peores remuneraciones, presentan ciertas características deseables en términos de otras condiciones laborales (como un menor esfuerzo físico), o, alternativamente, si se debe a un fenómeno de discriminación. Esta discriminación puede tener un carácter directo (si los empresarios prefirieran no contratar a mujeres para empleos “masculinos” por prejuicios o por motivos de discriminación estadística) o indirecto (si las expectativas sociales y familiares, por una parte, y la mayor carga de trabajo en el ámbito familiar y de cuidado de niños y personas dependientes, por otra, indujeran a las mujeres a elegir estudios y empleos “femeninos” que permitieran conciliar mejor la vida laboral y familiar).
Ante las limitaciones de los análisis tradicionales, en la literatura relacionada con la brecha salarial por género han aparecido recientemente nuevas líneas de investigación que extienden el análisis de los factores explicativos “tradicionales” (los cuales incluyen las diferencias en capital humano, la segregación en peores puestos de trabajo y empresas, las diferencias en la carga de trabajo familiar y la discriminación) a “nuevos” factores explicativos, incidiendo en la posible existencia de diferencias entre hombres y mujeres en rasgos psicológicos o habilidades no cognitivas que pudieran influir en sus resultados laborales a través de sus preferencias o actitudes. Sin ánimo de ser exhaustivos (para una detallada revisión de las investigaciones relacionadas con estas cuestiones, véanse Bertrand, 2011 y Bertrand y Duflo, 2016), la incipiente evidencia obtenida hasta ahora sugiere que hombres y mujeres pudieran presentar en términos generales diferencias significativas en algunas estas cuestiones. Así, si bien las mujeres presentan ventajas en ciertas áreas, como las relaciones interpersonales, los hombres parecen presentar una menor aversión al riesgo y una mayor propensión a negociar y a competir, lo que podría favorecer sus salarios relativos a través de diversos canales, incluyendo la elección de ocupaciones y campos de estudio con mejores remuneraciones. En cualquier caso, cabe destacar que ciertos estudios muestran que el impacto de estos elementos en la explicación de la brecha salarial es, no obstante, cuantitativamente moderado.
La evolución en el tiempo de la brecha salarial por género
Una cuestión especialmente relevante en relación con la brecha salarial por género es si se trata de un fenómeno que con el tiempo tiende a reducirse o si, por el contrario, tiene un carácter persistente. Precisamente a esta cuestión intentan dar respuesta dos investigaciones recientes desarrolladas por algunos de los principales expertos mundiales en el análisis de la brecha salarial de género. Así, Olivetti y Petrongolo (2016) documentan cómo, en un contexto donde en la mayoría de los países avanzados se han producido mejoras muy significativas en los logros laborales de las mujeres en el último siglo, en el caso concreto de los salarios se observa en líneas generales una clara tendencia hacia la reducción significativa de la brecha salarial por género para las últimas décadas. Blau y Kahn (2016) profundizan en el análisis de esta cuestión para el caso concreto de Estados Unidos, mostrando que si bien la brecha salarial se ha reducido muy significativamente en las últimas décadas en este país, el ritmo de reducción se ha ido aminorando con el paso del tiempo, lo que sugiere que parte de la misma tiene un carácter persistente. En relación con la influencia de los factores explicativos “tradicionales”, estos autores muestran que las diferencias en las dotaciones relativas de capital humano son cada vez menos relevantes (debido a la mejora relativa de los niveles educativos y la experiencia laboral de las mujeres); que la segregación de las mujeres en peores ocupaciones y empresas es un factor que todavía tiene un gran impacto cuantitativo en la brecha; que las diferencias de género en la división familiar del trabajo ejercen todavía un impacto muy relevante (un indicio relevante en este sentido es que tener hijos está asociado a una penalización salarial para las mujeres y a salarios más altos para los hombres) y que la parte de la brecha no explicada por las características asociadas a la productividad, si bien se reduce con el tiempo, presenta un carácter persistente.
En el caso concreto de España, las carencias de la información estadística existente para nuestro país impiden analizar adecuadamente la evolución de la brecha salarial por género en las últimas décadas, por lo que los análisis existentes se centran en su evolución más reciente. La evidencia que obtenemos en Murillo y Simón (2014) para la primera década del actual milenio a partir de las últimas olas de la Encuesta de Estructura Salarial muestra que durante la expansión económica, en la línea de lo observado para otros países avanzados, la brecha salarial por género se redujo significativamente (entre 2002 y 2006 la diferencia entre hombres y mujeres en el salario por hora se redujo del 20,4% al 18,2%), pero que la llegada de la crisis económica truncó está tendencia (entre 2006 y 2010 la diferencia aumentó significativamente, hasta el 22,5%). El aumento de la brecha salarial con la crisis se debió básicamente a un efecto de composición dado que, como la destrucción de empleo en los años iniciales de la crisis se centró en hombres con baja cualificación, las características productivas de los hombres que permanecieron empleados mejoraron comparativamente. Otro impacto reseñable de la crisis económica es la aparición por primera vez en nuestro país de un perfil creciente de la brecha salarial a lo largo de la distribución de salarios, y por lo tanto comparativamente más desfavorable para las mujeres más cualificadas. Este escenario es coincidente con el fenómeno de techo de cristal que ya se había observado en muchos otros países avanzados, pero nunca anteriormente para España.
¿Qué ha ocurrido en los últimos años con la brecha salarial en España? Según la Encuesta Anual de Estructura Salarial, entre 2010 y 2013 la brecha en salarios por hora entre hombres y mujeres aumentó significativamente, en más de dos puntos porcentuales. En principio, son varios los cambios que se han producido en los últimos años en la evolución del empleo y en la determinación de los salarios que hipotéticamente podrían haber perjudicado los salarios relativos de las mujeres españolas y, en consecuencia, explicar este hallazgo. Así, por ejemplo, es probable que las mujeres que se han incorporado en los últimos años a la fuerza laboral desde la inactividad forzadas por un efecto de trabajador añadido tengan comparativamente menos experiencia laboral y un nivel de cualificación inferior, “empeorando” con ello las características del conjunto de las mujeres empleadas. En el mismo sentido, es posible que la mayor flexibilidad salarial y el mayor margen de discrecionalidad de las empresas en la fijación de los salarios asociados a la reforma laboral de 2012 hayan perjudicado al colectivo más vulnerable, el de las mujeres, en la medida en que hayan permitido a las empresas acentuar el tratamiento salarial diferenciado por género. El análisis detallado del motivo del incremento reciente de la brecha salarial en nuestro país es una cuestión en consecuencia de gran interés, que debería ser necesariamente objeto de investigación. Dicho análisis, desafortunadamente, está condicionado por la información estadística disponible, por lo que será necesario esperar a que estén disponibles públicamente a finales de este mismo año los microdatos de la ola de 2014 de la Encuesta Anual de Estructura Salarial.
Querer inferir las causas de las diferencias en resultados entre personas individuales o equipos organizados de personas o construcciones artificiales de grupos de personas usando «reverse engineering» está condenado al fracaso (para ser estrictos, yo diría «reverse accounting» como en la «teoría» de Solow sobre los determinantes del crecimiento económico). Nunca se podrá estar tener una certeza razonable sobre a qué se deben los residuos no-explicados (mucho peor cuando los datos se manipulan para presentarlos como aproximaciones razonables a factores determinantes mal definidos –sí, en el extremo, son malas mediciones y sin teoría– y sin haber verificado la fiabilidad de los datos originales).
Muchas gracias por su comentario, EB. En relación con el primero de los motivos de su escepticismo, la falta de teoría, siendo cierto que los análisis de descomposición son esencialmente análisis empíricos, los mismos parten de diversos modelos teóricos (como el modelo de discriminación estadística o el modelo del gusto por la discriminación de Becker) que predicen un posible tratamiento salarial diferenciado y discriminatorio hacia las mujeres. En lo que respecta a la falta de fiabilidad de los datos, la Encuesta de Estructura Salarial es una encuesta elaborada por el INE conforme a criterios metodológicos establecidos por Eurostat y contiene información para más de 200.000 individuos en más de 15.000 empresas, lo que la convierte seguramente en la fuente de información más fiable sobre salarios en España. Finalmente, en cuanto a que se trata de malas mediciones, es cierto que las mismas son mejorables y que adolecen de problemas relevantes de los que los investigadores somos muy conscientes (los detalles de los cuales no se destacan en el texto del blog dada su necesaria brevedad), pero dada la robustez de los principales resultados de las mismas (incluyendo el escaso peso de las diferencias en capital humano, la elevada influencia de la segregación en malas ocupaciones y empresas, etc.), tendemos a pensar que las mismas nos ofrecen evidencia de interés a la hora de entender los motivos de las diferencias salariales que se dan en la práctica entre hombres y mujeres. Lamento que no sea usted de la misma opinión.
Pues no. Cuando se consideran todas las causas asociadas a productividad la diferencia se reduce prácticamente a cero.
Pero siguen saliendo este tipo de artículos donde siempre se «olvidan» casualmente algun factor para que les cuadren las cuentas y poder vender la supuesta discriminación.
Ya va siendo hora de dejar de financiar con nuestros impuestos lobbies feministas. Si quieren inventarse estadísticas, al menos que lo hagan en su tiempo libre.
Argos, gracias por su comentario. La evidencia disponible sugiere que cuando se consideran todas las causas (medibles) asociadas a productividad una parte significativa de la diferencia de salarios medios desaparece pero la diferencia no se reduce a cero, sino que en todos los países para los que hay información persiste un diferencial desfavorable a las mujeres incluso cuando se comparan individuos que trabajan en la misma empresa (que es lo más cerca que podemos llegar a comparar individuos con niveles de capital humano similares que desempeñan puestos de trabajo similares). En cuanto al factor que he olvidado incluir en el análisis, le agradecería que me indicara cuál es. Finalmente, quería indicarle que como investigador varón que trabaja en una universidad pública no acabo de entender su referencia a los lobbies feministas.
No se menciona la actitud de hombres y mujeres empleados frente a las mujeres que se incorporan a la empresa. Por ejemplo, la típica entrevista de selección realizada por un hombre o por una mujer. Y la actitud de los compañeros de trabajo tampoco, dependiendo de si son hombres o mujeres. Igual no existe estadística para determinar si un responsable de RRHH es más o menos propenso a contratar mujeres, en función de su propio sexo.
Comenzar un artículo con «Que las mujeres cobran menos que los hombres en cualquier economía es un hecho que está ampliamente documentado» ya es indicativo de que va a ser un artículo (otro más) sin ningún rigor.
No se puede partir de un axioma, que ni se demuestra ni se intenta demostrar.
No se pueden comparar manzanas con melones. Si tenemos un melón y una manzana, el peso medio de cada pieza de fruta es de un kilo y medio!
[…] las mujeres cobran menos que los hombres es un hecho. Hipólito Simón analiza en Politikon la evolución de la brecha salarial entre hombres y […]
He de reconocer que me produce una cierta pereza comentar entradas tan cargadas de ideología como ésta, porque nada es más difícil de combatir que un prejuicio bien arraigado y como bien es sabido la ideología una vez que la eliges, o te elige, tiende a retroalimentarse y ya solo tiene en cuenta aquellos elementos que pudieran confirmarla descartando todos aquellos otros que la cuestionan o la niegan. Tengo la impresión de que nos encontramos ante la infructuosa búsqueda del éter de la perspectiva de género.
Últimamente se habla mucho del sexismo del lenguaje, cifrándolo básicamente en el uso del genérico masculino, pero en un artículo como éste en el que el término brecha aparece hasta 20 veces, 5 el término discriminación y 4 la palabra segregación, parece que establecieran por sí solos una conclusión que va mucho más allá de la que pudiera ser intención del propio autor. De hecho aún cuando Sara de la Rica y otros no se atreven a atribuir a discriminación la citada brecha, lo cierto es que sin embargo eso es lo que a la inmensa mayoría de la población llega y de lo que parece rotundamente convencida.
Estoy seguro de que si aplicásemos el mismo método y con igual insistencia a la brecha salarial entre extremeños y vascos, fácilmente dejaríamos de ignorarla como ahora hacemos, para comenzar a tomarnos en serio lo que de probable injusticia representase. Claro que para eso necesitaríamos una fe porque entonces sí tendría sentido que nos propusiésemos mover esa montaña.
Me entristece profundamente que uno de los pocos referentes que tenía sobre como hablar de política siendo medianamente imparcial haya caído en un fraude tan grande y evidente como el de repetir las mentiras de las fanáticas feministas.
– Ana Pastor demostró hace poco que ese mito es mentira:
https://www.youtube.com/watch?v=PYMqzJBLjQo
– En el blog de MalaPrensa escribieron sobre lo mismo hace ya varios años:
http://www.malaprensa.com/search?q=brecha+salarial
Los informes del INE y el Ministerio de trabajo demuestran que dicha discriminación no existe.
Muy triste tener que perder otro referente mas por culpa de la poca profesionalidad de los que lo componen.
Espero que seáis capaces de rectificar esta cagada y demostrar que sois un medio independiente.
Hola,
Como veo que te interesan las aproximaciones rigurosas al tema, te invito a que le des un vistazo a lo que hemos publicado en el pasado en politikon sobre ello http://politikon.es/temas/gid/ , aunque ya te adelanto que hay pocas tan documentadas como esta.
[…] las mujeres cobran menos que los hombres es un hecho. Hipólito Simón analiza en Politikon la evolución de la brecha salarial entre hombres y […]
Me sorprende enormemente que una entrada que resume de forma objetiva evidencia empírica publicada en revistas académicas (y por lo tanto, evaluada con profesionalidad y rigor) cause tanto (y tan airado) revuelo.
Si lo he entendido bien, lo que la entrada comenta es que hay una diferencia entre el salario que cobran hombres y mujeres con las mismas características observables, algo que se ha documentado en cientos de artículos académicos elaborados por profesionales de reconocido prestigio.¿Dónde está la falta de rigor?
¿Dónde están también los datos perfectos que permitieran llegar a conclusiones distintas de las que aquí se comentan? La misma fuente que cita el autor de la entrada se utiliza para hablar de desigualdad en la distribución de la renta: ¿también estos resultados se ponen en duda?
Es posible que el tema resulte controvertido pero resulta curioso que las críticas estén dirigidas contra una falta de objetividad y de rigor que, sin ánimo de ofender, sólo veo en los comentarios.
Tal y como yo lo veo, hay falta de rigor cuando no se muestran estudios que postulen lo contrario, que los hay.
[…] paid less than men is a fact. Hippolyte Simon discusses the evolution of the wage gender gapin Politikon […]