Educación

La universidad, ¿fábrica de sobrecualificados?

12 Abr, 2016 - - @RamosMa_

Texto completo originalmente publicado en el número 28 de Ahora.

A finales de los 70 se publicó un libro titulado Universidad, fábrica de parados (Vicens Vives, 1979). En aquel momento la cifra oficial de paro rondaba la entonces escandalosa cifra del “millón de parados”, había 117.000 matriculados de primer año de Universidad en el curso 1975/76 y se preveía que hacia 1980 no serían menos de 160.000 los titulados superiores en paro.

La situación actual está varios órdenes de magnitud por encima: hay bastantes más universitarios, muchos más parados y muchísimos más universitarios parados. En el curso académico 2014/15 había casi un millón y medio de matriculados en la Universidad; en 2013 se superó la escalofriante cifra de los seis millones de parados; y según la última Encuesta de Población Activa (EPA), de los casi cinco millones de parados, 1.083.100 tienen estudios universitarios.

Ha crecido sin parar el número de universitarios (¡en 20 años se ha triplicado!), pero los empleos para titulados superiores no lo han hecho al mismo ritmo.

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En los años 70 escandalizaba la cifra del millón de parados, y ahora hay un millón de universitarios parados. Pero las diferencias entre la España de ahora y la de los años 70 no son sólo cuantitativas. Para los universitarios la preocupación ahora no es sólo el paro. Cada vez se habla más en los medios de comunicación y en las conversaciones cotidianas de sobrecualificación, de ingenieros españoles que se tienen que ir a trabajar a Alemania o de universitarios “que no trabajan de lo suyo”.
Sobrecualificación: cuántos y quiénes

La sobrecualificación alude al desajuste entre el nivel educativo del trabajador y el requerido en su puesto de trabajo. En España ronda el 20%. Es decir, aproximadamente uno de cada cinco trabajadores tiene un nivel educativo superior al que teóricamente requiere el puesto. Al igual que en la mayoría de países, la incidencia es algo mayor entre los trabajadores jóvenes y es especialmente alta en el primer empleo.

Pero la sobrecualificación no afecta por igual a todos los titulados. Los datos reflejan que son los titulados de ciencias sociales los que comparativamente se enfrentan a un mayor riesgo de sobrecualificación. Quienes cursaron titulaciones del ámbito de las ciencias naturales o ingenierías afrontan sin embargo un riesgo comparativamente menor. Y las diferencias son especialmente considerables según la posición social de origen, medida a partir del nivel de estudios de los padres. En concreto, la incidencia de la sobrecualificación es mayor cuanto menor es el nivel formativo de los padres. Si entre los hijos de padres con estudios básicos el porcentaje de sobrecualificados es del 22%, la cifra es prácticamente la mitad (11%) entre hijos de padres con estudios superiores. 
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Títulos y capacidades

No todos los titulados tienen las mismas capacidades. Podríamos pensar por tanto que si un universitario no tiene las habilidades que se presuponen a ese título y trabaja en un puesto de “no universitario”, en sentido estricto no estaría genuinamente sobrecualificado. Esta es la idea que está de fondo en algunos análisis que distinguen entre “genuinamente” y sólo “aparentemente” sobrecualificados.

Siguiendo este marco de referencia, si tenemos en cuenta las capacidades de tipo lingüístico (literacy) con datos de PIAAC, comprobamos que en España un 77% de los trabajadores técnicamente “sobrecualificados” en realidad tienen unas capacidades similares a los de personas con la cualificación exacta requerida por el puesto. Es decir, tres de cada cuatro trabajadores sobrecualificados tienen efectivamente un nivel educativo más alto del requerido, pero realmente no se diferencian en competencias de otros trabajadores con menor nivel de estudios. Esto sugiere, por tanto, que una gran mayoría de trabajadores sobrecualificados en realidad no se diferencian tanto a nivel de competencias de otros trabajadores con menos nivel de estudios.

Negar que hay problemas en cómo la Universidad prepara para el mundo del trabajo es negar la realidad. Pero la sobrecualificación, es decir, el desajuste entre la “oferta” de titulados y su “demanda”, no es sólo un problema de la Universidad o de los universitarios españoles. Hay que mirar a la oferta, pero conviene mirar también a la demanda.

 

El problema no es (sólo) la Universidad

Resulta tentador señalar a la expansión educativa como causa de estos problemas con frases tan repetidas como el “es que hay demasiados universitarios” o “es que la Universidad no forma para el mundo del trabajo”. Lo que se escucha menos es que hay relativamente pocos puestos para universitarios.

El hecho de que haya crecido el número de universitarios no debe ser acogido como una mala noticia, al contrario.  Evidentemente es necesario evaluar qué falla en la educación superior en España e identificar qué puede mejorarse en la universidad española. Pero hablar de que “hay demasiados universitarios” es irresponsable, especialmente si lo que se quiere es eso que ya parece un mantra: “cambiar el modelo productivo” o construir de verdad una “sociedad del conocimiento”.

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En España no tenemos una proporción de universitarios tan distinta a la de otros países del entorno. Lo distinto en términos cuantitativos es el ritmo de crecimiento, y sobre todo la proporción de puestos para titulados superiores.


19 comentarios

  1. EB dice:

    La masificación de la satisfacción de muchas demandas por bienes y servicios ha significado un deterioro en la calidad promedio de esos bienes y servicios. La educación universitaria no es excepción y por eso lo primero que habría que tener claro es cómo definir esa calidad (ojalá luego se puedan hacer mediciones razonables de algunas de las dimensiones que definen esa calidad). Pero todavía la definición está «en discusión» y tomará mucho tiempo antes de alcanzar un grado alto de consenso. En todo caso, definiciones que se limiten a algunas calificaciones laborales no parece que tendrán mayor aceptación, mucho más si se tiene en cuenta que estas calificaciones también son objeto de estudios «en discusión». Sí, la educación universitaria se supone que es algo más que una habilitación para ingresar como demandante en el mercado de trabajo. Sí, aunque fuera sólo para ese propósito, tampoco podríamos precisar con claridad su significado. Por el momento, mejor pensar que la educación universitaria es la etapa final de un proceso desarrollo personal para graduarse de adulto, no de trabajador calificado para algunas actividades. Y no sorprende que esa etapa final tenga un alto costo –independientemente de quienes asuman el costo– porque ya no estamos tratando con un adolescente sino con alguien que sigue siendo adolescente pero reclama beneficios, no los costos, de ser tratado como adulto. Siendo el costo alto, no debe extrañar que todavía muchos adolescentes no puedan ingresar a la universidad, y en particular a universidades «buenas». Peor, aunque tuvieran oportunidad de acceder, muchos no quieren y muchos otros son rechazados por su deficiente formación previa. Si queremos hablar de la educación universitaria tendríamos que tener bien claro todos los puntos mencionados.

    • EB dice:

      Continuo mi comentario sobre la educación universitaria. Los puntos mencionados son parte del gran debate sobre las universidades en muchos países (sí, hay una percepción de que la educación formal está en grave crisis, incluyendo la educación universitaria). En ese debate coexisten varias perspectivas según las “profesiones” de los participantes. Como aquí preocupa la relación entre educación universitaria y mercado de trabajo, aprovecho mi profesión y me centro en la perspectiva económica cuyos dos principales supuestos son (1) el alto beneficio económico personal de la educación universitaria, y (2) la percepción de los graduados de la educación universitaria en cuanto a la poca o nula utilidad de esta educación para su carrera laboral. Sí, los graduados universitarios tienen mejores ingresos que los demás pero dicen haber sacado poco provecho de la EU. A partir de esos supuestos se han desarrollado varias hipótesis: (1) inversión en capital humano, lo que implica un sacrificio durante el tiempo de maduración y un beneficio económico personal posterior; (2) aculturación, o sea la EU vista como etapa final del proceso de desarrollo personal centrado en el beneficio de civilizar al recién nacido, lo que por sus externalidades implica un beneficio social; y (3) señalización, ya que la graduación de la EU “certificaría” tener ciertas cualidades personales, incluyendo inteligencia, consciencia y tolerancia (en particular, tolerancia de las prácticas laborales existentes). Las tres perspectivas son complementarias si se reconoce un costo (el “sacrificio” de los años en EU, algo que en EEUU se trata de suavizar con una buena dosis de actividades “extra-curriculares” que aumentan el costo de la inversión), un beneficio económico personal y dos beneficios sociales importantes (completar la “civilización” del adolescente y certificar cualidades personales que facilitan la selección por los demandantes de trabajo).

      Desde la perspectiva económica, el problema de la sobrecualificación puede verse como fracaso de los graduados universitarios en obtener el beneficio económico esperado y la pregunta relevante es por qué en algunos países este fracaso parece ser significativamente mayor que en otros. Como se puede inferir del párrafo anterior las causas posibles de fracaso a nivel personal son muchas, en general relacionadas con la personalidad y la conducta del fracasado, y no difieren de las causas posibles de fracaso de cualquier proyecto de inversión. Si observamos que en un país la tasa de fracaso es mayor que en otros, las causas posibles pueden estar relacionadas además con determinadas organizaciones (por ejemplo, las relacionadas con la educación preuniversitaria y también con las universidades) y con la institucionalidad y la estructura de los mercados de trabajo (por ejemplo, el reconocimiento y la protección de derechos sindicales o gremios profesionales). En todo caso, para avanzar se requiere definir bien el problema, algo que el post y las referencias a los trabajos de A. Chevalier dejan claro que todavía no se ha logrado y que difícilmente se logre sin una encuesta seria de las trayectorias laborales de graduados universitarios por un período largo, lo que a su vez requiere mucho trabajo previo para determinar cualidades relevantes de los oferentes y cualidades relevantes exigidas por los demandantes.

  2. Minded dice:

    «Los datos reflejan que son los titulados de ciencias sociales los que comparativamente se enfrentan a un mayor riesgo de sobrecualificación».

    Y ahora que estudiar Políticas se ha puesto de moda gracias a Pablo Koleta y al Majadero, la sobrecualificación aún será mas divertida dentro de unos años.

    Pero qué más da con tal de no frustrar ni traumatizar a los tiernos corazones adolescentes.

    • Shine dice:

      Yo pensaba que se había puesto de moda para emular a Kanciller y a Chenche.

    • Vellana dice:

      Bueno, bueno. Eso de «estudiar» Políticas lo dices tú. Es más preciso decir matricularse de Políticas, y, sin quererlo casi, obtener el título.
      Un saludo.

  3. Gerion dice:

    No he visto datos acerca de parados que estudian una carrera – esto es, están en paro y aprovechan su tiempo haciendo una carrera -.

  4. Joshua dice:

    Gran entrada. Muy preocupante:
    – La distancia entre competencias reales y supuestas.
    – La distancia entre la ascensión social real y la supuesta, con el consiguiente perjuicio para la equidad.
    Creo que esas dos cosas que sugieres deberían destacarse, y por eso lo hago.
    Nota: La tecla AvPag va bien para saltar en la página de comentarios, pero no puedo evitar pediros que adoptéis una política algo más retrictiva para impedir que se extienda más de lo necesario esta sección con «efluvios» de otros sitios. Aparte de que puede reducir la visibilidad de algún comentario interesante, creo que mejoraría la imagen de este (excelente) blog.

  5. Emilio dice:

    Pero hablar de que “hay demasiados universitarios” es irresponsable…

    Creo que una afirmación como ésta es demasiado fuerte como para ser expresada con la rotundidad que lo haces. No entiendo por qué había de ser irresponsable señalar que no tiene sentido que las facultades de formación del profesorado estén formando a tres veces más profesionales de los que la escuela española es capaz de acoger, cuando además tal circunstancia redunda en la calidad de la formación de los futuros maestros que está comprobado se hace necesario elevar.

  6. juan dice:

    El problema de la falta de empleos cualificados tal vez se debe a que el porcentaje de «cualificados» que crea empleos en sus ámbitos es escasa.
    Los estudios se han visto por las clases populares que no podían tenerlos (como mis padres) como un ascensor social, una herramienta para tener un «buen trabajo», buen sueldo, buen horario, buenas condiciones. Sin embargo, cuando justamente esto se facilita a las clases populares se produce un «embotellamiento» a las puertas del ascensor social. Lo curioso es que gran parte del tejido industrial de este país fue creado por clases populares «empoderadas», trabajadores del textil se endeudaban compraban un telar y alquilaban un local y de ahí se creía empleando a otros. El problema es que aquí lo de «emprender» se ha vendido como una cosa de héroes o vencidos, de éxito o fracaso extremo, y en una sociedad aversa al riesgo es más fácil buscar «el buen empleo».

    Respecto a lo de las humanidades, cada vez son más demandadas en nuevos sectores de alto valor añadido y salarios, el problema es que en España no somos capaces aún (con excepciones) de subirnos a ese tren porque estamos esperando volver al ladrillo. Respecto a la empleabilidad de los estudios de humanidades escribí en su día esto.

    https://medium.com/p/sobre-los-estudios-de-humanidades-y-la-empleabilidad-f28420364c76

    • Guille Muñoz dice:

      Tal vez «humanidades» según lo utilizamos en España no es equivalente a «liberal arts»

      • juan dice:

        En los artículos referenciados hablan de estudios como «english» equivalente a filología, y otros como filosofía, historia, etc. Todos los que aquí se perciben como con única salida ser profesor de ídem.

  7. Deirdre dice:

    Ésta es mi reflexión.

    Búsqueda de trabajo:
    – El candidato busca una oferta que cree que se adecua a sus capacidades/expectativas/gustos y lanza su candidatura.
    – El empleador selecciona según sus propios criterios y necesidades (no siempre visibles para el candidato) y entre los candidatos que han postulado. A mayor cantidad de candidatos, mayor probabilidad de encontrar alguien que cope el perfil que busca, a priori.
    – Los candidatos seleccionados comienzan un periodo de formación específica para las necesidades del empleador y un posterior periodo de prueba o adecuación en el que ponen en práctica lo aprendido en la formación. Unos seis meses.
    – Pasado el periodo de prueba, permanecen en el puesto aquellos candidatos que cumplan las expectativas del empleador para el puesto.
    – Pasados entre dos y tres años, el antiguo candidato ya ha alcanzado el tope de aprendizaje de las destrezas requeridas para el puesto. Lo realiza correctamente pero no añade valor al mismo.

    Traslado esto a la universidad, a ver qué pasa.
    – Los estudiantes escogen carrera por diversos criterios, entre los que obviamente el conocimiento profundo de la carrera no se incluye porque no lo pueden tener aún.
    – La universidad selecciona según nota de corte. Nota de corte que se establece según la demanda de la carrera, criterio que poco tiene que ver con el estudiante que postula.
    – Los (miles) de estudiantes, comienzan su formación (de años) según un programa establecido por el Estado (y por lo tanto políticamente vinculado) y la propia universidad, con coste en su mayoría a las arcas del Estado.
    – Pasado el periodo de formación y alcanzado el título, según un sistema opaco (llámese dedocracia, llámese crear puestos o becas de los que no se enteran más que los elegidos), se eligen a los que pasaran a formar parte de la plantilla. La expectativa de la Universidad aparentemente es endogámica, entre otras cosas. Perpetuar la especie.
    – Pasan los años. Sin requerimientos de formación e investigación continua, los empleados de la Universidad se estancan. De todas formas, la Universidad no compite (por desgracia) en un mercado libre con cuenta de pérdidas y ganancias.

    Por otro lado. Qué hacen los miles de candidatos descartados de la Universidad como empleador, destino mercado laboral privado.
    Porque claro, la empresa privada no se puede permitir tener a miles de candidatos formándose durante años para sus perfiles específicos. Establece criterios de selección (o de corte) que a veces no se corresponden con el perfil que busca, pero esto es otro tema del enfoque de RRHH en España.
    La empresa privada no se puede permitir tener a sus trabajadores formándose… a no ser, que lo haga mientras estos candidatos ya estén produciendo beneficios para la empresa. Es decir, el propio trabajador costea su formación continua en la empresa, lo que en teoría redunda no sólo en beneficio de la empresa (mayores rendimientos con valor añadido continuo), sino también en beneficio del trabajador, puesto que aumenta sus capacidades. Pero claro, para qué les voy a formar, si les he hecho un contrato temporal de meses de duración.

    Alguna conclusión.
    El programa universitario es endogomácio. Sólo te prepara para continuar en la universidad. Es mejorable, pero no es el (único) problema.
    Que las empresas den más importancia a los títulos universitarios eclipsando otras capacidades, no parece la solución más eficiente, puesto que la formación para la obtención del título no está directamente enfocada a cubrir sus necesidades.
    Pero claro, habría que admitir que la titulación obtenida abarque más que el inmobilismo tradicional en el que se encuadran. Es decir, un filólogo puede ser muchas más cosas que un profesor de idiomas, pero muchas más. Y si hay más profesionales de los que se necesitan en el país, siempre se puede trabajar fuera o complementar su formación para crearse espacio.
    Y por último, que el titulado y trabajador se estanque en lo que probablemente es un mínimo de sus capacidades (y no me voy a enrollar hablando del inmobilismo laboral), ni beneficia a la empresa ni le beneficia a él.

  8. M. Oquendo dice:

    Llego de rebote pero me gustaría dejar una pequeña contribución a nuestra comprensión de un asunto complejo.

    En primer lugar, busquen en Internet el informe: «The Crisis of Democracy» dirigido en 1975 para la Trilateral por los Académicos Crozier, Huntington y Watanuki. Bájense el PDF libre y vayan leyéndolo poco a poco.

    Al llegar a la página 191 del PDF (183 del documento) verán la 5ª de las siete recomendaciones del Informe:

    Dice textualmente: «Reexamination of the Cost and Functions of Higer Education».

    En resumen: En ¡1975! lo más granado de la sociología conservadora del mundo decía que ya se estaban produciendo más universitarios de los que el Sistema necesitaría.

    En 1975 en España había unas 10 universidades. Hoy andan por 80.

    Cualquiera que haya pasado por ellas como docente o como alumno sabe que la calidad no ha dejado de decrecer desde entonces.
    A unos niveles que son de asustar porque hoy el Analfabetismo Funcional se mueve entre el 23 y el 48% de la población adulta y al reclutar universitarios una de las no menores preocupaciones es que sean capaces de entender lo que leen.

    Esto no quiere decir que no haya excepciones ni gente brillante. Los hay, afortunadamente.

    Pero la realidad es que ningún alumno europeo pasaría las pruebas de acceso a la Politécnica de Shanghái (3000 plazas anuales y varios millones de aspirantes)

    Para agravar la cuestión casi todos los países de Occidente (quizás excluyendo partes de Alemania, de Corea del Sur y de Japón) han perdido industria abrumadoramente.

    Sin industria, el campo abierto a la investigación se reduce dramáticamente.

    En estas condiciones deberíamos hacer algo para lo que no se educa: Un análisis multidisciplinar de nuestros problemas.

    Pero nuestro Sistema Político, que es el responsable directo del Subsistema Educativo, nunca financiará este tipo de mirada sobre sus hechos.

    Saludos

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