[Advertencia: el terrorismo internacional no es mi campo de trabajo ni de estudio, así que este texto no es sino una reflexión en voz alta que sirve para ordenar mis pensamientos y para, con suerte, recibir alguna crítica de quienes de verdad saben del tema].

Solo hemos tenido cuatro meses de respiro dentro de las fronteras europeas, y ni siquiera eso fuera de ellas (no cabe olvidar la extracción de la inmensa mayoría de víctimas de DAESH). Y aunque es necesario poner la actual amenaza del terrorismo en perspectiva, no cabe esperar que ésta remita en el futuro cercano. Mientras, las preguntas en torno a DAESH se suceden. Posiblemente, la contraposición que más se dio en los días siguientes a los atentados de París fue la siguiente: “entre los refugiados hay terroristas” vs. “todos los refugiados huyen del terror de DAESH”. Según esta encuesta realizada a unos 900 refugiados en Alemania, un 70% están huyendo de la violencia del Gobierno y un 40%, de los yihadistas. Solo un 2% considera que DAESH es el mejor actor para pacificar y estabilizar la zona, una cifra que posiblemente es igual o más baja que la del apoyo a posiciones ultra tanto en países de origen como de destino, tanto de uno como de otro color religioso o político. El segundo dilema que se divulgó a lo largo y ancho de Europa fue, en realidad, un ‘trilema’. No son pocos quienes de manera implícita o explícita establecen una cierta equivalencia entre DAESH e Islam, siguiendo un camino que acaba en la estigmatización. Frente a estas tesis se sitúan aquellos que afirman, más o menos, que el terror de DAESH prácticamente no tiene nada que ver con la religión, y que ésta es sencillamente una excusa para unos pocos como podría serlo otra. Hay una idea alternativa: subrayar las causas estructurales que llevan al terrorismo, y ponerlas en su justa relación con la dimensión religiosa y cultural.

En realidad, la pregunta de fondo que nos estamos haciendo en todas estas (y otras) discusiones es “por qué”. Por qué alguien se une a DAESH . El error es buscar una sola respuesta, porque como cualquier otra organización política compleja se nutre de individuos y grupos con algunos intereses comunes, pero otros diferentes, que forman una coalición de mínimo común denominador que será tan sólida como lo permitan el incentivo de mantenerse unidos y el coste asociado a dejar de lado las divergencias latentes.

Es indudable que muchos de los miembros del DAESH lo son por unas firmes creencias religiosas que van más allá de lo ultra-conservador, puestas en práctica en la suerte de Arabia Saudí extrema que es el territorio dominado por ISIS. La existencia de una versión del Islam con una gran coherencia interna, ningún espacio para el debate y una estructura armada a su alrededor para desarrollar un plan mesiánico que culmina en el Apocalipsis es sin duda atractiva para cierto tipo de persona.

Pero para otros, el Estado Islámico debe parecerse más a una mezcla entre prisión y oportunidad. Consideremos a un joven sirio, musulmán y con visiones relativamente conservadoras pero escaso interés en política, que se ve atrapado en la guerra civil. Decide escapar de su país pero no puede hacerlo. En cierto momento, su zona se encuentra cerca o bajo el control de ISIS. Llegado a un punto, no es difícil imaginar que el joven tendrá ante sí dos opciones (para él y para su familia): unirse a la amenaza o ser devorada por ella. Esta “amenaza”, además, puede llegar a proporcionarte un salario e incluso beneficios adicionales en función de lo extensa que sea tu familia, en una suerte de perversión (nada novedosa, por otro lado) de un sistema de bienestar: si eres de los nuestros, no te irá mal. Si eres de los otros, acabarás enterrado en una fosa común. Si intentas escapar, también. Una vez se está dentro de la organización, la radicalización progresiva se hace lógicamente más probable a pesar de que el joven, en un principio, solo fuese ligeramente conservador, o agnóstico respecto a la aplicación de la sharia. La línea entre chantaje e implicación se va difuminando a medida que la relación de dependencia se hace más profunda.

Esta última reflexión, por cierto, debería ser de cierta utilidad para aquellos que en Europa estén preocupados por que haya terroristas entre los refugiados. Quizás es más alarmante la cantidad de terrorismo que se puede crear si proveemos al Estado Islámico de un nutrido grupo de jóvenes sirios e iraquíes, frustrados y atrapados, sin que esta consideración impida ordenar mucho mejor los puntos de entrada en el continente por el bien tanto de los que estamos dentro como de los que vienen de fuera.

Aún para otras personas ISIS es la única opción viable para recuperar un poder perdido o alcanzar el deseado. Los antiguos miembros de la estructura burocrática y militar del régimen de Saddam son un ejemplo paradigmático: en una suerte de simbiosis donde no está claro quién se aprovecha más de quién, los Baazistas y el Estado Islámico han forjado una alianza implícita destinada a retener el control de un territorio con una estructura que es sólida precisamente porque se asienta sobre cimientos que ya existían. Y los antiguos seguidores del dictador no son el único grupo claramente definido dentro del Estado, ni mucho menos. Al parecer, ISIS ha tendido a organizarse por batallones que seguían más o menos divisiones de tipo lingüístico o nacional (aunque la desigual proporción de orígenes ha venido a romper esta regla en los últimos tiempos). Probablemente, la razón no será simple facilidad logística y ejecutoria, sino también de afiliación e identidad, y al parecer ciertos grupos gozan de autonomía e incluso son temidos por la propia cabeza del régimen. Cada uno de estos colectivos puede tener sus intereses particulares para estar en ISIS (ideológicos, estratégicos, mercenarios), pero los mantiene unidos la lucha por el poder. Al menos de momento.

Todo esto se complica si se considera la posibilidad (más que plausible) de que ISIS sea en parte instrumento de otros actores regionales aparentemente distantes o incluso opuestos, pero en realidad con algunos intereses alineados: Turquía y su propia batalla contra el separatismo kurdo, Assad y su intención de retratar la oposición al régimen como extremistas peligrosos, Arabia Saudí y su propia pulsión radicalizante.

Ni siquiera para los militantes del Estado Islámico que provienen de países occidentales parece existir una sola ruta de entrada. Mientras algunos tienen perfiles que casaban más o menos con la idea del joven que ha crecido en un barrio excluido, sin oportunidades, y que no tiene por qué sentirse parte de un país que le relega a una posición de segunda, otros parecen responder más al primer modelo, de ultra deseoso de llevar adelante una guerra santa independientemente de su origen socio-económico. De hecho, ISIS tiene una estructura lo suficientemente desarrollada como para requerir perfiles diversos: dirigentes, cuadros medios, primera línea de batalla, espías, seguridad interior, logística, células durmientes a lo largo y ancho del mundo con su propia división interna de roles… como en cualquier sistema con especialización del trabajo, cada puesto debe ser ocupado por una persona diferente, lo cual casa bastante bien con la variedad de orígenes y demandas en torno a ISIS.

Por último, DAESH y sus grupúsculos adyacentes dista de tener fronteras sociales claramente delimitadas, ni tan siquiera una orientación exclusiva hacia la Guerra Santa. La venta de petróleo es una “fuente de ingresos”, sí, pero posiblemente no lo sea solo para la organización. Varios de los terroristas de origen europeo eran delincuentes de pequeña o mediana escala, y por definir están las relaciones entre ISIS y las redes criminales internacionales, particularmente en el tráfico de armas. Al fin y al cabo, formar parte de una estructura tan potente debe ser bastante interesante para quien esté dispuesto a ganar dinero fuera de la ley, aunque deba renunciar a ciertos negocios por, digamos, incompatibilidad moral (algo que, en teoría, incluso la mafia siciliana ha hecho). Esto no es óbice para una radicalización paralela o posterior, pero es un factor más que se añade a una larga lista que no es, ni mucho menos, exhaustiva.

Lo interesante de observar a DAESH como una coalición de intereses es que permite reconciliar posturas aparentemente opuestas: la explicación de la exclusión social puede convivir con aquella que pone énfasis en la radicalización religiosa individual si cada una se circunscribe a un perfil determinado de militante yihadista, y al mismo tiempo ser complementada por aquellas que analizan al Estado sobre el terreno, y su relación con quienes ya estaban allí cuando éste se autoproclamó. En consecuencia, el conjunto de políticas para disminuir la amenaza terrorista se vuelve más amplio y complejo: incluirá acciones militares, pero no aquellas que consoliden la coalición en lugar de agrietarla; contemplará la integración, pero no se dejará engañar por una idea excesivamente estructuralista y culpabilizadora para los países occidentales; primará el realismo en Oriente Medio, pero sin esquivar las consecuencias a largo plazo de las decisiones que minimizan riesgos a corto; se decidirá por una política de acogida, pero mejorando la situación de las vías de entrada en Europa, permitiendo un mayor control para garantizar la seguridad de refugiados y residentes.

Pero quizás lo más útil de esta pequeña reflexión es entender que DAESH no es un grupo tan homogéneo y rocoso como pudiese parecer en un primer vistazo, como no lo es prácticamente ningún grupo político. El aparato ideológico y estratégico puede (y debe, por su bien) constituir un sistema coherente y eficaz, y desde luego hay un proceso de aculturación e interiorización para todos sus miembros: de nuevo, como en cualquier organización política. Pero eso no quiere decir que las motivaciones originales de cada militante sean las mismas, ni tampoco sus intereses últimos. Retomando una frase del segundo párrafo, si la organización es una coalición tan sólida como lo permita el incentivo de mantenerse unidos y el coste asociado a dejar de lado las divergencias latentes, cualquier acción que incremente el coste de una o varias facciones y disminuya el beneficio de mantener el proyecto común será, posiblemente, una buena estrategia.


11 comentarios

  1. Mr. Brown dice:

    Simplificando: Divide y vencerás,
    El problema viene cuando esos actores exogenos también tienen sus propios incentivos,

  2. gerion dice:

    Un líder capaz de enfrentarse a una oposición del 90% – como dice alguna de las referencias citadas acerca de Asad – es exactamente lo que necesitan en Oriente Medio, sea el DAESH o sea un Estado reconocido como Siria. Y con tanta fragmentación, tratar de imponer la democracia se ha demostrado contraproducente – primaveras árabes y guerras del Golfo para derrocar dictadores incluidas -.
    Por el bien de ellos, si existe o aparece ese líder deberá usar todos los medios a su alcance para imponer su liderazgo – principalmente, miedo y dinero -. Por nuestro bien, mejor que no lo consiga y las cosas permanezcan como están, o bien que el líder sea afín a Occidente.
    Por desgracia, Occidente ha querido olvidar las lecciones que aprendió con sangre y acero. Si siguen recordándonoslas con los mismos medios, igual estamos a tiempo de recuperar nuestra identidad. Bienvenidos los medios del DAESH. Recordemos.

  3. Juan Carlos Pérez Chacón dice:

    No parece mala reflexión, pero sigo sin ver por qué Europa debe aceptar o integrar a nadie. Simplemente modificando y/o rechazando los acuerdos de la convención de Ginebra, con políticas de deportación masiva de todos los ilegales, y una presión uniformizadora sobre las minorías étnicas y religiosas para separarlas en diferentes barrios y así desaparezcan, pues así tendríamos el problema arreglado, y sin la necesidad de gastar dinero en integrar y dar trabajo a gente a la que la mayoría de europeos no damos prioridad, si no a nuestros propios ciudadanos y parados, de los que Europa tiene muchos. Si el paro estuviera en el 1 por ciento, pues se podría plantear. Está en un 10 por ciento o más en toda Europa, y los salarios de los obreros no suben. Estas ideas son costosas y poco eficientes. Deportar, no acoger, y eliminar las ideas del multiculturalismo por una idea de estado nacionalista y unificado en ideas y costumbres de los estados laicos modernos me parece más eficiente en una Europa en crisis económica y con recursos escasos.

    • Mr. X dice:

      Eso ya se probó en Alemania e Italia en los años 30 del pasado siglo y, mire, no salió del todo bien.

      Por otro lado, Estados Unidos ha tenido durante la mayor parte de su historia un mínimo del 10% de su población formada por gente que no había nacido en el país y da la impresión de que no ha sido un experimento del todo fracasado.

      • Juan Carlos Pérez Chacón dice:

        Eso que usted ha dicho es simplemente falso. Lo de Alemania e Italia fueron invasiones imperiales al estilo de USA, que mantiene su crecimiento a fuerza de explotar al resto del mundo a base de exportar inflación e invadir países cuando no dejan que sus empresas extraigan recursos energéticos o minerales. Una de las diferencias fundamentales es que ellos tenían un ejército prácticamente sin tocar y se convirtieron en primera potencia debido a la devastación del resto de potencias. Si Alemania hubiera aplicado estas políticas en su territorio, probablememte nadie habría intervenido militarmente(en Japón es así prácticamente y no ocurre nada). No compare churras con merinas y vea que su argumento es absurdo, incoherente y no se corresponde con las políticas que propongo.

  4. EB dice:

    Jorge,

    Gracias por compartir sus ideas sobre un tema urgente e importante. Muchos que se han preguntado qué es DAESH o ISIS o tantos otros movimientos y grupos políticos –su objetivo es lograr el monopolio del poder coercitivo sobre el mayor territorio y la mayor población posible (como Mao en China hasta octubre 1949)– se sorprenden al darse cuenta que los muchos miles de politólogos y sociólogos poco tienen que decir para explicar el éxito relativo de algunos de estos movimientos y grupos en la etapa inicial de un proceso largo de resultado incierto. Sí, ya muchos se habían sorprendido en 2008 porque los economistas no habíamos sido capaces de predecir la crisis, aunque más deberían sorprenderse de que todavía las explicaciones sean poco fiables. Sí, se ha gastado mucho en investigación académica pero todavía se sabe poco, muy poco, pero eso no es impedimento para que se lancen todo tipo de ideas como si hubieran sido confirmadas por alguna evidencia y nos permitieran evaluar mejor el peligro que DAESH representa.

    ¿Qué debemos hacer frente a un peligro cuando sabemos tan poco sobre su probabilidad pero sospechamos que sus consecuencias serían graves? Dejemos a algunos que se entretengan con el análisis de las causas y la naturaleza del peligro, algo necesario para evaluar su probabilidad, y aceptemos que es «plausible» (en inglés = appearing worthy of belief; o sea posible y quizás probable). Cuando las consecuencias de un peligro se sospechan graves, la prioridad la tiene la prevención, es decir, reducir la probabilidad del peligro, ojalá hasta que deje de ser posible. En la historia de la humanidad, la seguridad en cuanto valor social fundamental siempre ha condicionado las relaciones entre «nosotros» y «ellos», es decir, entre los que nos consideramos parte de la tribu y los que no son parte de ella. Las guerras frías reflejan la tensión que pueden alcanzar esas relaciones y las guerras calientes el fracaso de controlar esa tensión. Nuestra seguridad aumenta cuando el peligro asociado a la coexistencia con «ellos» es menor.

    Guste o no, la UE está amenazada por DAESH y la pregunta importante es qué está dispuesta a hacer para recuperar su seguridad. Las alternativas son tres. Una es la rendición, es decir someterse al nuevo tirano (reduciría las consecuencias graves del peligro). Otra es un acuerdo que reconozca el poder del agresor en buena parte del territorio que reclama (si fuera serio, reduciría la probabilidad). Y la tercera es la eliminación del peligro. Todavía una gran mayoría rechaza la rendición y otra gran mayoría rechaza la guerra total, pero entonces uno se pregunta qué tipo de acuerdo podría ser serio y la reflexión deba centrarse en eso.

  5. Mr. X dice:

    Pues, francamente, no le habría costado tanto documentarse y escribir un artículo más informado cuando precisamente lo fácil con internet es acceder a información

    Si tiene unas cuantas horas puede oír estos excelentes podcast de Histocast dedicados al tema.
    http://www.ivoox.com/histocast-113-de-guerra-irak-audios-mp3_rf_11024926_1.html
    http://www.ivoox.com/histocast-86-yihadismo-audios-mp3_rf_4086498_1.html

    El primero es especialmente interesante ya que muestra como la resistencia antinorteamericana en Irak era primordialmente baazista (laica) y fueron los errores garrafales de la administración norteamericana los que consiguieron que el inicialmente minúsculo grupo de seguidores de Al Qaeda se hicieran con el control de todo el movimiento. Y de ahí al Daesh.

  6. M. Oquendo dice:

    Hace bien el autor en tratar de profundizar en el tema.

    El asunto «refugiados» es, entre muchas cosas, un asunto usado por Turquía para sacar un Resultado Geopolítico y Económico a cuenta de la evidente Responsabilidad de ciertos países Europeos en el gran Cirio Imperial que han creado a base de sangre.

    El Daesh es, además de otras cosas, un instrumento al servicio del Imperio que lo creó («inadvertidamente» según los más benévolos como Ahmed Rashid, el Analista de Cámara de los gobiernos occidentales en estos asuntos) porque ayuda a conseguir sus objetivos en la Zona (uno de ellos es Cargarse a Assad para hacer un Gaseoducto desde el Golfo al Mediterráneo que socavaría el papel económico de Rusia, etc)

    Otra de sus funciones mediáticas es ocultar el gran fiasco Occidental en tratar de Forzar a Bombazos sus Intereses Geoestratégicos en torno a la Obsesión Histórica de los Imperios Occidentales: La Gran Masa Terrestre del Continente Euroasiático que resulta inmanejable por imperios como el Inglés o el USA dependientes de sus Fuerzas Navales e incapaces de desplegar Infantería suficiente sobre el terreno.

    Este asunto es necesario abordarlo con una cierta dedicación. Es decir: Estudiar Historia y lo mucho que rutinaria y periódicamente se publica sobre estas cuestiones.

    No son temas marginales, son centrales. Francia y UK se cargaron el Imperio Otomano hace ya un siglo y la cosa trata de recomponerse.

    En 1997 Brzezinski, publica sus apuntes de clase para sus alumnos: «The Grand Chessboard». Recordemos que fue el Consejero de Seguridad Nacional de Carter y un reconocido «Hawk» además de buen profesor.

    En los mapas de esta obra aparecen todas las guerras que estamos viviendo. Algunas en marcha (Iraq, por ejemplo) otras previstas con 15 años de antelación (Libia, Siria, Ucrania).

    Por cierto:
    1. Nadie se ha preguntado con suficiente rigor por qué Fragmentamos Yugoslavia.
    2. Por qué los Gobiernos Occidentales actúan sobre sus Ciudadanos obligándoles a aceptar la Islamización de Europa.
    A la fuerza, desde la Izquierda Gramsciana a la Social Democracia Gobernante en el continente y al gran Cipayo Imperial Inglés, da igual si son Tories o Labour.

    Hay que dedicar tiempo de silencio y lectura a entender estas cosas que siempre se han tratado fuera de la Agenda Ciudadana cuando son de las más importantes.

    No se puede entender casi nada al Nivel del Estado Nación Europeo (unos estados pequeños a la escala de sus grandes competidores) si nos olvidamos de que somos parte de Un Imperio y que nuestros Estados, dentro de ese Imperio, están a su vez gestionados por Instituciones Imperiales. Mientras nosotros perdemos el tiempo con nuestras «regioncitas» el mundo sigue y lo normal es que no se entienda bien porque estamos centrados en, por ejemplo, imponer una mini lengua para dividirnos aún más.

    Una recomendación de un amigo diplomático y experto en estas cuestiones es comenzar leyendo un libro olvidado del Historiador Fernand Braudel. «El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II».

    Saludos

    • Mr. X dice:

      Es un libro muy recomendable, pero de olvidado nada. Yo estudié historia y le puedo asegurar que es lectura obligatoria.

    • EB dice:

      Hola Manu,

      Discrepo con usted en su interpretación de la historia y del futuro. No hay conspiración, ni siquiera intento de conspiración. Por suerte para la humanidad en los últimos 200 años, la experiencia de lo que llamamos Occidente ha estado determinada por masas que jamás podrán actuar colectivamente excepto bajo algún tipo de dictadura y por elites competitivas en todos los niveles –mundial, nacional, provincial, municipal– y por supuesto por las interacciones entre esas masas y elites. Por eso mismo ninguna predicción de lo que puede ocurrir en cualquier futuro puede ser tomada en serio –sí, no tenemos capacidad intelectual para hacer predicciones serias de un Occidente marcado por elites que tienen algún poder, pero no suficiente y cada vez menor, para determinar el curso de su historia.

      Peor. El gran cambio mundial de los últimos 40 años ha sido la ampliación de ese Occidente hasta abarcar casi el mundo entero y ahora no podemos ignorar las masas y elites competitivas de Europa Oriental y Asia y también algunas de Africa y América Latina. Estamos en presencia de la gran masificación del mundo y como siempre la masificación implica un deterioro en el «medio», en esa capa de gente que aspiraba a formar parte de las elites competitivas, tanto por las menores aspiraciones de los de abajo como por los esfuerzos de los de arriba para mantener sus privilegios. Gracias a Internet hoy accedemos al resto del mundo desde cualquier parte, con gran beneficio para que quienes queremos entender qué está pasando con la humanidad nos informemos y podamos pensar por cuenta propia.

      • EB dice:

        Leyendo hoy las últimas noticias sobre la política chilena me reafirmo en mi idea de que no hay conspiración. Si uno fuera a juzgar lo que está ocurriendo en Chile por lo que se dice y se escribe podría hacer evaluaciones muy opuestas sobre la calidad de sus instituciones y la gestión de gobierno y sobre sus causas y consecuencias, pero por suerte ningún dicho o escrito tiene mayor relación con lo que vivimos la gran mayoría (casi el 100%) de los residentes. No importa que el gobierno se empeñe en querer sacar adelante una reforma constitucional cuyo contenido en este momento no se puede anticipar porque será resultado de un proceso que se parece a un partido de fútbol de casados contra solteros. No importa que el gobierno diga que se aprobó o se va a aprobar la ley X porque luego la ley X se aplicará en formas que poco tienen que ver con lo que se discutió para su aprobación. No importa lo que un señor o una señora X haya dicho aprovechando su posición de influyente o célebre porque esa gran mayoría no tiene confianza alguna en esa persona. Y por suerte Obama no visitó Chile días atrás luego de visitar Cuba y Argentina porque nos ahorramos escuchar sus mentiras y sus promesas falsas y repeticiones de las estupideces que dijeron los muchos que escribieron sobre esas visitas. En resumen, mucho palabrerío pero pocas, muy pocas, ideas serias y útiles para explicar qué está ocurriendo y para predecir qué pasará.

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