Existe una conciencia cada vez mayor sobre la importancia de basar las políticas públicas en evidencias empíricas contrastadas y no solamente en intuiciones sustentadas por grandes principios ideológicos o normativos de los políticos que las formulan y ponen en marcha. Una vez que el principio de la evidence-based policy se acepta, pasa a ser fundamental una discusión acerca de qué evidencias empíricas son mejores –más fiables– y en qué condiciones consideramos que la evidencia empírica es suficientemente sólida como para justificar intervenciones relevantes.
El fomento de la lactancia es un ejemplo de política pública con implicaciones en los ámbitos de la salud y del desarrollo infantil que ha tenido una recepción especialmente “exitosa” en los países desarrollados. Las instituciones sanitarias han promovido en las últimas décadas la lactancia materna frente a la artificial basándose en recomendaciones de organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) que “recomienda la lactancia materna exclusiva durante seis meses, la introducción de alimentos apropiados para la edad y seguros a partir de entonces, y el mantenimiento de la lactancia materna hasta los 2 años o más.” Esta idea, repetida como un mantra por los profesionales de la salud y los medios de comunicación, ha contribuido a que en solamente una o dos generaciones se haya modificado radicalmente el consenso en torno a las pautas de alimentación infantil en los primeros años de vida. Según los escasos datos de que disponemos en España el 78,6% de los niños en 2006/7 fueron alimentados total o parcialmente mediante lactancia materna y la duración media de la lactancia materna fue de 17 meses. La media en la OCDE era de 85,7% en 2005. En Estados Unidos donde, aquí sí, los datos son más detallados y están más actualizados, el porcentaje de niños que fue alguna vez alimentado por lactancia materna pasó del 71,4% en 2002 al 80% en 2012. Según los mismos datos, la lactancia materna exclusiva tiene menos cobertura, aunque los datos no dejan de ser interesantes: el porcentaje de niños que fue alimentado en exclusiva con lactancia materna hasta los tres meses pasó del 29,6% en 2003 al 43,3% en 2012. Y los que llegaron a ser alimentados de esta forma hasta los seis meses pasaron del 10,3% al 21,9%.
¿Cuáles son, según los policy makers (aquí) y los profesionales de la medicina (aquí), los beneficios de la lactancia materna? El consenso actual señala beneficios en el corto y largo plazo para la salud de los niños. Entre los más repetidos destaca, en el corto plazo, un efecto positivo sobre el sistema inmunológico de los niños que reduce la prevalencia de enfermedades como la neumonía, algunos tipos de gastroenteritis y la otitis media. Entre los de largo plazo se mencionan sobre todo una reducción del riesgo de diabetes tipo II, un menor riesgo de obesidad y mejores resultados en pruebas cognitivas. Existe una cantidad abrumadora de trabajos estimando la magnitud exacta de estos beneficios. Sin embargo, este aluvión de artículos empieza a convivir con otras investigaciones que presentan indicios de que gran parte de esta evidencia podría, en realidad, no ser tan contundente.
La medición de los beneficios de la lactancia materna frente a la artificial se caracteriza, como muchas otras intervenciones relacionadas con el bienestar infantil, por la imposibilidad (tanto por motivos prácticos como éticos) de llevar a cabo experimentos en los que la asignación de los niños a los grupos tratado y no tratado sea controlada. Dicho de otro modo, los investigadores no pueden asignar de forma aleatoria a los niños al grupo tratado (alimentados con lactancia materna) y al grupo de control (alimentados con leche de fórmula), con el fin de neutralizar el efecto de ciertas características físicas, psicológicas o socioeconómicas de sus madres que influyen en la adopción y adherencia a la lactancia. Al no ser esto posible, las investigaciones basan sus estimaciones en datos observacionales (generados sin control sobre qué tipo de madres recurren o no a la lactancia materna) y, por tanto, aquejados de diversos problemas, entre otros el del sesgo de autoselección. Si las madres de un cierto tipo se “autoseleccionan” al optar por la lactancia materna (es decir, si las que optan por este tipo de alimentación frente a la lactancia artificial tienen unas características que están asociadas positivamente con la salud o el desarrollo cognitivo de los niños), es posible que toda o parte de la ventaja que observamos en los niños alimentados con leche materna se deba en realidad a algunas características de sus madres, y no a la leche en sí. Por ejemplo, en el caso de Estados Unidos, la adopción de la lactancia materna está fuertemente estratificada por clase y, sobre todo, por raza: por sus circunstancias familiares o socioeconómicas, son las madres desfavorecidas las que menos posibilidades tienen de optar por la lactancia exclusiva.
De entre los estudios recientes que proyectan serias dudas sobre la validez de los datos en que se basa el consenso médico actual sobre esta materia destaca un artículo publicado en 2014 en la revista Social Science & Medicine. El artículo analiza el impacto de la lactancia materna en la población general estadounidense comparando los resultados en salud y desarrollo cognitivo entre hermanos tratados y no tratados (es decir, alimentados unos con lactancia materna y otros con leche artificial dentro de la misma familia). Este diseño permite atenuar el efecto de las condiciones socioeconómicas de las familias y de las características (físicas, educativas, etc.) de las madres. Cuando a los beneficios asociados a la lactancia se les resta el efecto específico que sobre la salud y el desarrollo tiene cada familia, la evidencia indica que los beneficios de la “lactancia materna” dejan de ser apreciables estadísticamente. En definitiva, estos beneficios en realidad parecen tener más que ver con cómo son las madres y con los recursos del entorno familiar.
Aunque afortunadamente este trabajo, entre otros, ha logrado una amplia aceptación fuera de los círculos estrictamente académicos (véase aquí), es previsible que su difusión se vea limitada por la resistencia de algunos responsables de la política de promoción de la lactancia. Como intervención pública, la promoción de la lactancia materna es una medida muy barata en la implementación, ya que sus costes de ejecución, salvo los relacionados con los permisos de maternidad, recaen casi enteramente en manos privadas. Pero, dados los indicios que sugieren que sus beneficios sobre los niños pueden no ser realmente los que se le han atribuido en las últimas décadas, conviene prestar más atención a la otra cara de la moneda. La adopción de la lactancia materna exclusiva durante los primeros meses y combinada (con la introducción progresiva de alimentos sólidos) hasta al menos los dos años implica unos costes notables para algunas madres. Cuando la lactancia materna no es una opción, bien por razones fisiológicas o prácticas, la presión social tiene importantes consecuencias para las madres en forma de culpa o ansiedad (aquí), algo que parece perjudicial para el bienestar de sus hijos. Estas madres (y padres) deben saber que la evidencia más reciente y metodológicamente más rigurosa sugiere que son ellas y su implicación en la crianza (más que su leche) las que tienen un impacto positivo y duradero en el bienestar de sus hijos.
Estos resultados deberían llevar a los profesionales de la medicina a matizar sus recomendaciones sobre alimentación infantil, tratando de eliminar el estigma que actualmente se asocia a la lactancia artificial, y a los policy makers a replantear la naturaleza de los permisos de maternidad y paternidad pues, si es cierto que es la implicación en la crianza y no la leche materna lo que resulta beneficioso para los niños, padres y madres podrían disfrutar de los permisos en similares condiciones.
Por último, nuestra reflexión tiene implicaciones más allá del ámbito que nos ocupa. Es una buena noticia que se haya extendido el afán de inspirar algunas las políticas públicas en el conocimiento científico y técnico sustentado en datos. Sin embargo, el principio de las políticas basadas en la evidencia empírica no deja de ser un brindis al sol si la producción de datos sigue dependiendo de vaivenes políticos y del desinterés administrativo, o si no hay una inversión suficiente que garantice la calidad de los datos. Sin buena evidencia, no hay paraíso.
Muy interesante el anàlisis, y que se incluya los conflictos de intereses que pueden tener los responsables de políticas públicas. Echo en falta, pero, perspectiva histórica y referencias a los conflictos de intereses de las empresas comercializadoras de leches maternizadas en la promoción de sus productos. En este sentido, creo recordar que la promoción pública de lactancia materna se lanzó después de décadas de promoción privada de la lactancia artificial por parte de estas empresas, que tengo entendido que no dudaron en utilizar la investigación científica para hacerlo. Y me entran dudas si en la financiación de estos estudios actuales que cuestionan la lactancia materna como la causa última de los beneficios en la salud futura de los niños, pueda haber también conflictos de intereses privados, que persigan recuperar cuota de mercado.
Totalmente de acuerdo
La primera etapa de la política de favorecer la lactancia materna creo que solo tuvo consecuencias buenas por una razón: porque anuló el sesgo a favor de la lactancia artificial que era la norma o casi la norma, entonces.
Al menos en España, hubo una época en que la lactancia natural era de bajo status social y en que se permitía a la industria del ramo campar por las Maternidades enganchando a las recientes madres a la lactancia artificial (que no tiene vuelta atrás fisiológicamente hablando).
En entornos pobres, o de baja escolarización o hasta de difícil acceso al agua adecuada, tal desincentivo de la lactancia natural era un despropósito y una agresión, particularmente a las familias de pocos ingresos.
El punto al que en cambio hemos llegado ahora es un despropósito en el sentido contrario y me parece que el artículo explica muy bien el por qué. Excelente entrada.
No es la lactancia materna la que tiene que demostrar nada, ha funcionado bien durante miles de años, es la artificial la que tiene que demostrarlo.
Si funciona no lo toques, a ver si nos vamos a pasar de listos.
La artificial lo ha demostrado de sobras. Las dudas no son si se puede criar bien lactantes con leche artificial -se puede- sino en los detalles.
Las dudas no son únicamente de tipo fisiológico, si no de tipo afectivo. El vínculo creado en el proceso de amamantar es tan importante como la alimentación en sí.
Por otro lado, la opción más cara debería demostrar mejora respecto a la opción más barata. Si no existe mejora únicamente debería ser la opción a escoger en caso de dificultades en la opción barata.
La opción barata es la lactancia artificial. Las mujeres no nos podemos permitir el coste económico y emocional que supone una lactancia exclusiva más allá de dos o tres meses.
La lactancia facilita el vínculo, entre muchas otras circunstancias. Decir que no hay vínculo afectivo sin amamantar es un insulto a los padres, a los adoptantes, a quienes no pueden amamantar e incluso a quienes lo hicimos (porque nuestro vínculo afectivo con nuestros hijos no colgaba precariamente de un hilo de prolactina, sabe).
La lactancia natural es lo mejor por defecto, desde luego, pero las dificultades y los costes dependen de cada caso y de cada momento. En el artículo se citan varias razones al respecto.
Un coste que también importa es la sujeción de la madre a la crianza, que quita autonomía y es bastante agotadora. Priorizar la lactancia natural es bueno. Culpabilizar a quien desteta al niño a los seis meses (como he visto) porque el resto de su vida no vale nada o porque tiene que trabajar, es malo.
Amén. A ver si yo voy a ser peor madre por no haber amamantado, como nos están diciendo continuamente. ¿Y los momentos del padre dando los biberones? También les gusta a ellos.
«A ver si yo voy a ser peor madre por no haber amamantado»
Si se compara con otras madres, a lo mejor sí. Pero si es así, no se preocupe. No hay nadie perfecto, y unas carencias, de haberlas, se pueden haber suplido con otras acciones.
Ahora, si se compara con lo que usted podría a ver hecho y no hizo, sólo usted lo sabe… pero no nos pregunte al resto.
Un saludo.
Pregúnteses lo que usted hace y no juzgue lo que hacen quienes en cualquier caso, hacen muchísimo más.
Me recuerda usted a algunos obispos a quienes dan ganas de preguntar cuántos niños han criado, cuánto han trabajado para mantenerlos y cuántos miles de horas de sujeción al cuidado de hijos con graves problemas congénitos han dedicado. Por supuesto, ya sabemos todos que la respuesta es cero.
El trabajo agotador, las preocupaciones y el no dormir qué fáciles y agradecidos son cuando se exigen a otros.
Muchas gracias de verdad por este artículo. Estas navidades nos juntamos 21 personas criadas por biberón, todas sanas, creo que razonablemente listas, sin alergias, estatura muy por encima de la media. La Liga de la Leche ha hecho mucho daño presionando a las madres que se han sentido culpables por elegir unos biberones que pueden dar estupendamente los padres. La cuestión fundamental es que exista libertad y decisiones bien informadas y, ahora mismo, eso no ocurre.
Tanto el artículo como los estudios que mencionan parecen sesgados porque en ningún momento refiere a los efectos negativos en la salud que ocasionan las leches industrizadas. Y tampoco menciona algún dato que indique que la leche materna no sea la mejor opción. El consumo de leche industrializada disminuyó cuando se empezó a hablar claramente de que se trataba de un producto que no era leche, sino básicamente azúcar. Lo único que necesita una madre es conocer las alternativas que tiene sin que se le oculte o disfrace la información.
No es básicamente azúcar. Es básicamente leche animal tratada.
Una cosa que espero se produzca pronto y no sé por qué no se ha producido aún, es que se disponga de leche artificial exactamente igual a la humana, lo cual estoy segura de que la tecnología permite ya.
Supongo que será, como suele, un asunto de costes. Si la Legión Lactante empleara parte de sus esfuerzos en hacer campaña para que la Seguridad Social y los presupuestos de investigación públicos facilitaran y asumieran parte de este coste, igual se serviría también así el interés de los bebés que no pueden ser amamantados por mucha presión que se haga.
Realmente no hay forma química de hacer una leche artificial igual que una leche natural. La composición de la leche materna varía, ya no sólo en función de la edad del lactante, sino también de la hora del día en que la toma e incluso en la misma toma, la composición incial de la toma no es la misma que la de la final, adaptándose a las necesidades del bebe (http://www.unicef.cl/lactancia/docs/mod01/Mod%201beneficios%20manual.pdf), y eso obviando todos los beneficios que proporciona a su sistema inmunitario. Respecto a las opciones de la industria de generar un producto similar, a nivel químico es mucho más simple hacer un zumo de naranja «artificial» que sepa como el natural (y no creo que haya nadie en el mundo con papilas gustativas que confunda un zumo de naranja de bote con uno natural…).
Ahora bien, el hecho de que sea mejor no quiere decir que se deba tachar de malas madres (y padres) a aquellas personas que, por una razón u otra, no acudan a la lactancia natural usando leches de fórmula.
Por último, tampoco me parece justo hablar de una «Legión Lactante» en términos peyorativos, porque, si nos paramos a pensar y como dice alguien en un comentario anterior, con la lactancia natural no hay empresa que se lucre, mientas con la artificial si, por lo que de existir un lobby de presión, dudo que exista en la parte gratuita
En el primer párrafo del post, los autores sostienen que las políticas públicas deben estar basadas en evidencia (supongo que evidencia científica) y luego reconocen que hay un problema de lo que yo llamo la admisión y la valoración de la evidencia. Argumentaré que la idea de “evidence-based policy” parte de un supuesto erróneo y contradictorio y que el problema mencionado no tiene solución fácil.
Sin siquiera entrar a debatir el significado de que las decisiones individuales o colectivas estén basadas en evidencia científica (algo que sólo podría hacerse en un contexto teórico bien definido), si uno supone que los individuos o los colectivos (grupos de individuos para acciones colectivas) no son racionales, entonces sus decisiones estarán basadas en conocimientos seleccionados aleatoria o arbitrariamente. Dejando de lado el tema de la racionalidad de las decisiones individuales, el supuesto de la racionalidad de las decisiones colectivas es cuestionable porque depende de las interacciones entre los miembros del colectivo y sólo si uno hace supuestos heroicos sobre los lazos que unen a los miembros se puede extender al colectivo lo que aceptamos a nivel de individuo. Todo gobierno debe estudiarse como un colectivo (digamos que las matanzas de Stalin y Mao no eran cuestiones personales) y a pesar de lo mucho que se lo ha estudiado, todavía poco sabemos sobre la racionalidad de sus decisiones. Peor, muchos estudios aparentemente científicos nos indican a nivel teórico una probabilidad no-baja de que distintos tipos de gobierno fracasen en tomar decisiones “racionales” y a nivel empírico un gran número de fracasos con consecuencias graves que todavía no podemos explicar. El punto es que la evidencia nos indica que no hay razón alguna para esperar que un gobierno tome decisiones en base a criterios predeterminados —es decir, aunque supiéramos qué evidencia es relevante y fiable para ser admitida y qué criterios deberían usarse para valorarla, no hay razón alguna para esperar que los gobiernos se comprometan a usarlos.
En las ciencias sociales todavía seguimos debatiendo cuándo una idea es teoría y cuándo una prueba es evidencia. Dejemos la teoría y veamos la evidencia que podría o no “falsificar” la teoría. Muchos recursos se han dedicado a argumentar el valor de varias disciplinas centradas en la búsqueda de huellas útiles en el pasado de nuestra humanidad para construir evidencia sobre quiénes somos, qué hemos hecho y hacemos, y quizás qué más podríamos hacer. A diferencia de lo que ocurre en el derecho procesal de los sistemas judiciales más avanzados, en las ciencias sociales (no me pronuncio sobre las ciencias naturales) no tenemos criterios claros y universalmente aceptados sobre admisión y valoración de evidencia. Veamos el caso de los datos estadísticos que tanto se usan en Economía (y más recientemente en otras ciencias sociales). Cualquiera que haya estudiado Estadística y Econometría, se sorprende que haya habido académicos que dedicaron su vida a desarrollar métodos muy sofisticados para usar correctamente los datos (yo fui uno de los sorprendidos en los años 60 y en aquel entonces pensé que todo buen economista debía dominar los métodos nuevos de la econometría avanzada). Pero la aplicación de estos métodos a datos de dudosa relevancia y dudosa fiabilidad pronto llevó a cuestionar su uso (antes de hacer mi doctorado yo había trabajado mucho con datos lo que me llevó en 1970 a desechar temas de tesis doctoral hasta encontrar un tema que necesitara sólo datos poco dudosos). Peor, a pesar de los avances en Estadística y Econometría, los debates sobre el significado y la importancia de resultados estadísticamente significativos todavía nos persiguen (ver Ziliak y McCloskey, The Cult of Statistical Significance, y debates posteriores sobre el libro). Es decir, aunque los datos sean relevantes y fiables, los resultados del análisis estadístico no resuelven nuestras dudas bajo ningún criterio de valoración usado en el derecho procesal.
En los años 60, los avances en Economía como disciplina académica con pretensión científica nos hicieron creer que podría ser de gran ayuda en las políticas públicas y muchos promovieron la evaluación económica ex ante de la inversión pública (luego en EEUU se extendió a las regulaciones). Sí, en algunas decisiones (por ejemplo, la construcción de puentes) a veces fue útil, pero su extensión siempre fue limitada. Hoy, muchos economistas académicos pretenden influir las políticas públicas con sus evaluaciones ex ante (pocas veces con evaluaciones ex post que ayudarían a entender mejor los fracasos de las políticas públicas), pero pocas evaluaciones son serias y pocas son tomadas en cuenta (dos subconjuntos que no necesariamente se superponen). Cuanto más difícil es la medición y la valoración de beneficios y costos de las políticas, mayor el margen para usar supuestos y métodos arbitrarios. Y sospecho que en otras disciplinas sociales, la situación es peor, quizás mucho peor.
No existe ningún «estigma» que actualmente se asocie a la lactancia artificial puesto que son justamente los grupos o asociaciones de apoyo a la lactancia materna los que son acusados de sectarios y otras barbaridades. Si padres y madres quieren disfrutar de permisos en similares condiciones les concierne a ellos únicamente. Los políticos y las leyes deberían ofrecer todas las opciones posibles y luego que cada familia, de acuerdo con sus necesidades, que eligiera. Pero no olvidemos que los derechos de lxs niñxs son moralmente superiores a cualesquiera otros. Tal vez habría que replantearse los tiempos y los modos de producir, en definitiva, de vivir. Mamar es un derecho, no un privilegio y las políticas deben protegerlo.
La evidencia científica sí avala la perfección de la leche materna para las crías humanas. Si hablamos de ciencia, no olvidemos que «la lactancia artificial es el experimento más duradero sin grupo de control ni consentimiento informado en la historia de la medicina» como dijo Frank Oski. Por qué no se investiga todo lo que le falta a la lactancia artificial. Esto es como si los científicos se pusieran a investigar las ventajas de respirar aire puro en vez de investigar las consecuencias de fumar. Ninguna recomendación pediátrica se cuestiona tanto ni de una forma tan sangrante como la lactancia materna. Qué lástima.
Elena,
No entro en la cuestión de fondo –lactancia materna o artificial– porque creo que es una decisión de la madre (ni siquiera del padre) y supongo que la gran mayoría de las madres siempre han sabido y sabrán lo que les conviene. Sí, hay un problema de conocimientos para tomar la decisión –lo mismo para todas las decisiones que tomamos– y quizás la intervención del gobierno podría ayudar a solucionar parcialmente ese problema (mi larga experiencia en muchos otros campos en que el gobierno interviene sólo para difundir conocimiento es que muchas veces es perjudicial).
Me sorprendió que usted dijera que mamar es un derecho. Salvo que estemos hablando de cosas distintas, uno no puede estar diciendo que X es un derecho sin especificar quiénes tienen obligaciones legales como consecuencia de reconocer el derecho a X. Por cierto que la lactancia materna implica costos a la madre y ojalá estos costos se puedan reducir, pero pretender que sean impuestos a terceros es algo distinto. Como hermano de dos mujeres, padre de dos hijas y dos nueras y abuelo de una nieta adulta –pero también como economista observador que siempre he sido– creo saber bien los costos que la lactancia natural impone a la madre y lo poco que el padre puede hacer para asumir parte de esos costos, pero no pienso que la solución pasa por imponer parte de esos costos a terceros. Sí, la legislación laboral hoy impone costos menores a las empleadores, pero suponer que mamar es un derecho implicaría aumentar los costos impuestos a los empleadores y entonces no se sorprenda que los empleadores contraten menos mujeres y más robots (lo último para evitar además la legislación sobre discriminación por género).
En lugar de reclamar un derecho, le sugiero apostar por una reducción del costo de la lactancia materna. Lea usted sobre Babocush, un robot pionero en ayudar a los padres con sus recién nacidos y que yo recomiendo como regalo a futuros padres (ver https://www.yahoo.com/parenting/why-has-this-video-of-a-new-baby-seat-divided-104146792.html y buscar en internet varios artículos sobre el tema).
Sí las políticas públicas de salud sólo toman de referencia el IQ de los niños, vamos apañados. El problema no es que los profesionales médicos maticen sus apreciaciones sobre los beneficios de la lactancia materna, el problema es que muchos profesionales médicos no tienen ni la formación ni la experiencia para manejar dificultades en el establecimiento de la lactancia materna. Las políticas públicas de salud de éste país empapelan las consultas de los pediatras con pósters sobre los beneficios de la lactancia materna pero dentro de la consulta puedes encontrarte con un profesional que no sabe cómo hacerlo. Lo más habitual es que salgas con una pauta de fórmula. En España el mejor especialista sobre mastitis (inflamación de la mama asociada a la lactancia) es un veterinario. Hacer un cultivo de leche materna para descartar las cepas que están atacando a la flora mamaria es, casi, inviable en la sanidad pública.
A mi me cuesta entender que haya que demostrar que lo que produce un mamífero para alimemtr a su cría es bueno o no. Es tan obvio que sí.
Somos animales culturales y x eso necesitamos justificar «científicamente» cuando nos salimos de lo biológico e instintivo,y ese es el problema. La ciencia está para ayudar donde la naturaleza no puede pero no reemplazarla y menos si hay empresas que se llenan de dinero a costa de nosotras y nuestr@s hij@s casi sin control alguno.
Muchas gracias por los comentarios y las sugerencias.
El propósito del post es el de fomentar un debate que creemos necesario: la evidencia acerca de los beneficios de la lactancia está, mayoritariamente, basada en estudios que por su carácter observacional no pueden ofrecer datos concluyentes. Pero además, aquellos beneficios para los que disponemos de evidencia más consistente (asociados a la protección frente a infecciones que proporcionan los anticuerpos presentes en la leche) tienen efectos modestos en el primer mundo, en el que el acceso al agua limpia es universal y las enfermedades que la lactancia materna puede (siempre modestamente) contribuir a prevenir no representan amenazas graves para la salud pública. Nosotros en el post poníamos el acento en el hecho de que muchos de los beneficios que se le atribuyen a la lactancia están siendo en la actualidad descartados como tales porque se ha constatado, sucesivamente, que muchos de ellos son artificios debidos a sesgos de selección de los datos.
¿Por qué, entonces, existe una difusión machacona y exagerada de las ventajas de la lactancia materna? ¿En qué evidencia se basan las recomendaciones públicas si la mejor evidencia disponible no presenta ventajas rotundas asociadas a la lactancia materna exclusiva en los países desarrollados? Parece que, como señalaba el comentario de Aloe, en la actualidad puede darse un cierto exceso de celo en la protección a la lactancia que trata de compensar el hecho de que durante algunos años la lactancia materna fue penosamente ignorada e incluso desincentivada activamente por parte de la profesión médica.
A nosotros poner el foco en la relación entre la evidencia disponible y las políticas públicas de fomento de la lactancia nos parece fundamental porque creemos que la presión actual que se ejerce sobre las madres para amamantar a sus hijos es excesiva. Esta presión está basada, fundamentalmente, en beneficios de la lactancia que con demasiada frecuencia se exageran en la prensa divulgativa, sin que esto parezca escandalizar a quienes en otras ocasiones se apresuran a denunciar en las redes sociales aquellas afirmaciones que puedan ser pseudocientíficas o estar mal fundadas. Pero más grave aún es quizá el hecho de que estos mismos medios divulgativos (y también gran parte de las campañas públicas de promoción de la lactancia materna) soslayen casi siempre un hecho fundamental: que la lactancia es, para no pocas familias, una forma de alimentación que conlleva importantes costes (físicos, psicológicos, o socioeconómicos). Nuestro post pretende animar a que colectivamente se evalúe y sopese la evidencia en que se basan las actuales prácticas de promoción de la lactancia. Confiamos en que esta revisión colectiva dará paso a un debate público más equilibrado en torno a los costes y a los beneficios de una práctica que no está al alcance de todas las madres (incluidas muchas de las que también quieren lo mejor para sus hijos). Creemos que es prioritario que se deje de enviar a esas madres un mensaje equívoco que sugiere que están poniendo en riesgo la salud futura de sus hijos.
El post y los varios comentarios sobre lactancia dejan claro que beneficios y costos deben ser evaluados en cada caso individual –como sucede con muchos tratamientos médicos. No hay una receta única y aunque algunos profesionales de la medicina y la psicología puedan saber más que el resto de la población, sus conocimientos NO justifican campaña alguna, excepto recomendar que las madres tengan cuidado y se asesoren bien para determinar qué les conviene hacer. No hay forma que una campaña pueda reducir a unos pocos párrafos el conocimiento relevante para la decisión.
Respecto a los medios masivos que hoy pretenden mantenerse vivos en una industria en decadencia y para eso recurren a simplificaciones grotescas del conocimiento generado en investigaciones académicas, yo sostengo que el gobierno debería intervenir y forzar a los medios a que en cada una de sus páginas se coloque una advertencia similar a la que se usa en los cigarrillos. Sugiero el eslogan NADA DE LO QUE SE DICE AQUÍ ES CIERTO.
Yo quiero que la lactancia materna deje de ser algo (bio)político y vuelva a la cultura popular de las mujeres, de donde nunca tenía que haber salido. ¿Estudios científicos? Maravilloso, genial, que sigan… Yo no amamanto porque lo diga la OMS ni la AEPED, amamanto porque tengo tetas y fue lo primero que buscó mi hijo al parirlo y con lo primero que le calmé. Punto pelota. ¿Alguien se imagina este debate público en el futuro con el vientre artificial? «Estudios confirman que gestar en el vientre materno aumenta la inteligencia y previene infecciones» y las voces disidentes «El vientre artificial es superior porque se controla todo el proceso y el número de nutrientes al milímetro…» ¡Por favor! Si un extraterrestre observara esto desde fuera fliparía con el absurdo. La ciencia está muy bien y que diga lo que quiera, cuando digan que el vientre artificial es superior a la gestación humana seguiré gestando y pariendo a mi manera. Gracias y buenas noches.
Tania, usted, sin saberlo, ha sufrido una terrible presión de la liga de la leche que le ha llevado a hacer lo que ha hecho… 😉
En fin, se percibe en algunos comentarios un sentimiento de culpa muy de lamentar a estas alturas. Todo por culpa de la liga de leche, con sus malvados agentes apostados en las maternidades.
Un saludo.
Aguardo un post sobre el colesterol, prevención del cáncer…, obviamente escrito por politólogos y sociólogos. Que son los que más controlan sobre políticas de salud pública.
En fin. Señores y señoras que descubrieron las reglas de 3, el chi cuadrado y las gráficas hace dos días y se atreven a pontificar sobre estudios científicos en materias de salud. Acojonante.
Gran trabajo, comparto el mensaje, la lactancia materna es maravillosa, cómoda, barata y que te une físicamente a tu bebé el tiempo que quieras. Lo importante es que la madre que no opte por ella, sea por el motivo que sea, se sienta igual de feliz por darle biberón.
Me criaron con biberón y estoy sana, feliz y quiero mucho a mi madre, y ella a mí.
En los países desarrollados, la disyuntiva tiene poca trascendencia. Como padre de dos hijos de corta edad, veo mucho más acuciante aumentar la baja de maternidad (tendría que estar en 6 meses como mínimo) y que haya una red de guarderías públicas gratuitas.
Hoy día las madres tienen que dejar a sus hijos con 3 meses en las guarderías privadas, lo que es muy malo para la salud de los bebés y la economía de los padres.
Un comentario final: hace 7 meses, a mi hija recién nacida la trajeron las enfermeras con un biberón de muestra con leche artificial y un chupete. Como se da la maravillosa casualidad de que es un hospital público, pues como que no me creo el apoyo estatal a la lactancia materna…
Creo que no se entiende de verdad lo que es la lactancia materna, que excede con creces a la tan ansiada búsqueda de evidencias. Es como si buscáramos evidencias de que andar es superior a ir en coche, o de que subir escaleras es mejor que usar el ascensor… Lo que se escapa porque es algo trascendental y emocional es que la lactancia materna no se «elije» por sus «beneficios» comparativos (que no los tiene porque es lo normal, estándar humano. Si acaso la lactancia artificial tiene «riesgos»). ¿Qué prefieres? ¿Las croquetas caseras o las congeladas? Pues eso. Eso no implica que bendita fórmula cuando se la necesite, que desgraciadamente y en las condiciones actuales es muchas veces.
Tania,
Usted tiene razón, pero no espere que hoy una mayoría de mujeres lo acepte. Más allá de los muchos casos (por condiciones o por circunstancias) que justifican la lactancia artificial porque la materna no es alternativa, las madres recurren a la lactancia artificial por conveniencia, algo que sólo ellas pueden decidir y que ojalá lo hagan con buen conocimiento de cada alternativa. Pretender que un gobierno apoye una u otra alternativa en base a conocimientos generales –sean o no científicos– difícilmente ayude a tomar esa decisión. Y si se pretende que el gobierno además facilite una alternativa asumiendo parte de su costo, lo más probable es que su efecto positivo sea mínimo y el costo asumido por el gobierno nunca se conozca.
El estándar humano «natural» es que casi la mitad de los niños mueran antes de llegar a su pleno desarrollo. Y no nos hemos conformado con él, y nadie se queja por ello, al contrario.
El estándar humano «natural» ni siquiera incluye croquetas, congeladas o no, porque no hay croquetas que recolectar en la naturaleza.
Personalmente, yo sí he echado de menos más información fiable y más investigación científica solvente cuando tuve que tomar decisiones difíciles sobre este tema (como amamantar con una mastitis que nadie sabía como valorar respecto a seguir o no, y seguir te aseguro que supuso mucho dolor y esfuerzo).
La desconfianza hacia el nivel promedio de atención, ayuda y conocimiento real que proveen los médicos en este tema está bastante justificada por los precedentes, pero idealizar el «estado natural de las cosas» y echarle mística suponiendo que algún instinto ancestral ya te da medios suficientes me parece casi una actitud peor.
Una que no aplicamos al resto de nuestra vida, por cierto, salvo que vivamos en una cabaña del bosque haciendo fuego con dos palitos y recolectando bayas y conejos. Y muriendo jóvenes.
Aloe,
En todos los temas los médicos (y todos los expertos en otras disciplinas) están limitados por lo poco que conocen –sí, aunque saben más que el resto de la población, muchas veces no saben la suficiente para dar tranquilidad a quienes sienten que algo anda mal. Por esto mismo, no se extrañe que los gobiernos y sus burocracias tampoco pueden dar esa tranquilidad y lo peor que pueden hacer es intentar hacerle creer que sí saben.
No, no me extraño de eso.
Sin embargo, uno no puede dedicar mil horas de análisis detenido a cada asunto sobre el que debemos decidir. Echamos mano de heurística de andar por casa, y en un tema como este, al final tenemos que combinar el saber informal de nuestras madres y pares, los consejos presuntamente informados de los organismos de salud pública y el médico, y nuestras cinco webs favoritas. Más vale que alguno de ellos aporte conocimiento basado en evidencia, por frágil que sea. 🙂
Siempre he sentido deseos de hacer una reducción al absurdo, y este artículo me parece una excelente oportunidad para ello: a pesar de la lactancia materna y sus enormes beneficios, entre muchas otras cosas la humanidad ha vivido dos guerras mundiales, la muerte de un tercio de la población europea por la peste negra, los exterminios que han llevado las colonizaciones y todo lo que se nos pueda ocurrir.
Los seres humanos somos y seremos humanos con una leche o la otra.
Aloe, si la lactancia materna no puede ser, ¿de qué te sirven miles de artículos científicos? No se puede amamantar con dolor y sin apoyos. Si tienes una mastitis que no se cura y nadie sabe valorar, ¿para qué quieres que haya miles de artículos científicos en un sentido o en otro? ¿En qué lugar he dicho que dar de mamar es algo instintivo y que se puede hacer sin apoyos? Precisamente, es algo social, tienes que haberlo visto para saber hacerlo. Decir que la LM es el estado natural de una de las fases de la reproducción humana no es mística, es la realidad, para bien o para mal. Claro que la mortalidad del 50% infantil es lo natural, ¡y yo ante eso sí me rebelo y uso antibióticos cuando es necesario! Pero hay ciertas enfermedades que incluso se llaman enfermedades de civilización por eso mismo, porque hemos evolucionado de cierta forma. Por eso la leche de vaca hay que adaptarla, no es digerible por el estómago de un bebé humano y la gran mayoría de la población adulta del mundo tampoco la digiere. Así de sencillo. La lactancia materna necesita apoyos y de una cultura popular de las mujeres, no es un asunto de estudios científicos. Es más, la especie humana ha sobrevivido gracias a ella sin necesidad de ningún estudio científico. En este sentido la ciencia o la pseudociencia, más bien, han jugado un papel espantoso, que seguramente haya incluso tenido mucho que ver en gran cantidad de mastitis, grietas y todo tipo de problemas con la LM. Por ejemplo, fue el pediatra Luther Emmett Holt el que introdujo los horarios rígidos (10 minutos cada 3 horas) sin ninguna evidencia científica, lo que supuso por ejemplo que mi abuela solo pudiera dar de mamar a sus hijso durante 2 meses porque «no tenía leche suficiente» o «el niño se quedaba con hambre»… Y así todo. Por cierto, yo también he tenido mastitis y es muy fastidioso. ¡Es horrible! Fui a una doctora especializada en LM, antibiótico compatible, mejora del agarre del bebé y listo. Se solucionó, pero si no hubiera podido le hubiera dado fórmula, con mi correspondiente duelo, pero más por la parte emocional que por la «científica». Una vez superado el duelo, a vivir, que los bebés necesitan una mamá contenta, dentro de las pésimas condiciones para la crianza que establece esta sociedad. Un abrazo, Aloe.
Aloe, lo de las croquetas era una forma de hablar pero si lo queremos analizar de forma literal, efectivamente, las croquetas tienen dos ingredientes que ahora están siendo muy cuestionados por sus efectos en la salud: trigo (gluten) y leche de vaca. Un abrazo,
Tania
De todos modos, habéis planteado algunas preguntas en los comentarios que merecen respuesta. Ahora mismo a nivel biopolítico en un mundo superpoblado la lactancia materna se está fomentando también por su capacidad anovulatoria (investigad el consenso de Bellagio sobre el MELA, reunidos en el centro Rockefeller de Bellagio, Italia o preguntaros por qué hay una lactivista en la dirección del Club de Roma de EEUU). No sé si lo sabéis pero la lm a voluntad y a deseo, sin chupetes, abundante, día y noche, provoca que la mujer (y cualquier primate) no ovule ni tenga la menstruación. Esto, además, es la razón por la que dicen que la lm «previene» el cáncer de ovario, mama y endometrio (en realidad no amamantar es lo que tiene riesgos). Más información en mi post: http://www.lasinterferencias.com/2014/01/02/decisiones-informadas-los-riesgos-de-no-ser-una-madre-joven-y-no-amamantar/
O consultar las investigaciones de Valerie Beral, que incluso aboga porque la investigación se dirija hacia la creación de una píldora que imite lo que ocurre en el cuerpo de la mujer durante la lactancia: “Si las mujeres en los países desarrollados tuvieran 2,5 hijos, de media, y amamantaran a cada hijo 6 meses más de lo que lo hacen ahora, se podrían prevenir 25.000 (5%) cánceres de mama cada año, y si cada hijo fuera amamantado por 12 meses adicionales se podrían prevenir 50.000 (11%) cánceres de mama al año. Hay obvias consecuencias económicas y sociales al prolongar la lactancia materna, y estos resultados indican que hay beneficios para la madre, además de los conocidos beneficios para el hijo.» (Lancet. http://www.docs4you.at/Content.Node/Vorsorgemedizin/Stillen/Breast_cancer_and_breastfeeding.pdf y http://www.dmedicina.com/enfermedades/2002/07/17/prolongar-lactancia-reduce-riesgo-cancer-mama-6224.html)
¿A que nunca se habla de los «beneficios» para la madre y todo se centra en una especie de buenismo hacia el bebé de madre sacrificada?
También hay estudios sobre los beneficios de amamantar para la mujer. ¿Por qué no se incluye esta perspectiva en el debate? La lactancia es parte del proceso de recuperación de la mujer después del embarazo. El cuerpo crea grasa durante el embarazo para luego dar al bebé por medio del pecho de la madre. Una madre que no lacta pone en riesgo su salud a largo plazo. Está claro: las mujeres que no lactaron a sus hijos tienen más riesgo de enfermedades del corazón. («Five times the risk of having scaring on their aorta» lo cual aumenta el riesgo de ataque al corazón.) También tiene un efecto negativo sobre la presión arterial. Se los dejo:
http://www.tedmed.com/talks/show?id=292925
Estoy de base de acuerdo contigo.
Porque es mentira al final que las decisiones políticas se basen en la evidencia científica.
De hecho, lo que está pasando es que hay evidencia científica para una cosa y también para su contraria. Y cuando se quiere aplicar una política, se buscan evidencias científicas -o incluso se crean y se patrocinan- para sustentarlas. (excepto en cosas técnicas como que un avión pueda volar o no, las ciencias humanas son bastante subjetivas, y convertirlas en dogma es tan peligroso como usar el pensamiento mágico).
Aunque la cantidad de evidencia científica sobre la mejor salud en los niños amamantados parece abrumadora y no insignificante, investiga bien (menos diabetes, asma, cánceres infantiles, infecciones, etc…)
De todos modos, y en el caso exclusivo de la lactancia, como bien comenta Tania Gálvez, es mucho más allá de evidencias científicas o políticas.
De hecho, recuperar la lactancia es recuperar salud, porque es como si a la mayoría de la gente no le funcionara el riñón y de pronto descubrimos que sí nos funcionan! Y que además es fácil y mejor y se nos da bien hacer pis en lugar de usar aparatos de diálisis!!
Pues eso mismo es la lactancia, una función fisiológica natural y placentera, que de pronto se convirtió en imposible por muchos obstáculos socio-culturales y económicos y que ahora estamos descubriendo que puede ser fácil y placentera! Así de sencillo. Para quien no lo sea, que siga usando el biberón.