Educación

Sobre docentes, medición y reforma educativa: la propuesta de Marina

2 Feb, 2016 - y - @lucas_gortazar,

Hace un par de meses, el Ministro de Educación encargó a José Antonio Marina la preparación de un Libro Blanco sobre la Profesión Docente con una oferta de propuestas que informen una posible reforma del profesorado. Es sorprendente que se haya dejado este tema (en el programa electoral del PP en 2011) para el último mes de una legislatura en la que hubo reforma educativa.

La idea de una reforma para la profesionalización docente lleva tiempo encima de la mesa. Inicialmente propuesta por el PSOE, parece generar suficiente consenso en otros partidos políticos, sindicatos, y sobre todo en los propios docentes. Una vez superados los escollos que suelen encallarnos en discusiones que, aunque importantes, poco tienen que ver con el debate sobre cómo mejorar la calidad de la educación, ha llegado el momento de buscar soluciones con respecto a la profesión docente con el objetivo de avanzar en la mejora de la calidad y equidad educativa. En nuestra opinión esta apuesta es totalmente acertada, ya que apunta al factor clave de todo mejoramiento de cualquier sistema educativo: la calidad del profesorado.

La propuesta de Marina hace hincapié en la importancia de la selección, la formación y la evaluación del profesorado como elementos clave del éxito escolar. Respecto a estos, nuestra situación es bastante alarmante y las encuestas a nuestro cuerpo de maestros y profesores reflejan por un lado un cierto desgaste y por otro enormes agujeros en cuanto a la formación, apoyo por parte de un mentor, y actividades de colaboración entre profesores.

Sin duda, el comentario que más controversia ha generado es la afirmación de que “el buen maestro no puede cobrar lo mismo que el malo”, a pesar de que el propio Marina reconocía que se había desviado demasiado la atención en este punto. En nuestra opinión, plantear una reforma en estos términos es un grave error por tres motivos.

Primero, se entiende que Marina lo formula como posibilidad de política pública. En este sentido, es importante hacer un esfuerzo colectivo por tomarnos este tema en serio y sustituir las grandes frases por los pasos pequeños que nos vayan acercando a un objetivo compartido. Una propuesta así debería ser la consecuencia final de un largo proceso de análisis, no el comienzo. Por tanto, no tiene mucho sentido hablar de lo que haremos cuando lleguemos al final de ese proceso habiendo apenas empezado. Poner la carga de la duda en el docente no es buen punto de partida, ya que la evaluación debería enfocarse no sólo al profesorado, sino al sistema educativo en su conjunto.

Segundo, no existe un consenso claro a favor de premiar a los docentes por mejorar el desempeño de los alumnos. Principalmente en Estados Unidos, los estudios (1,2) no llegan a observar que esta medida tenga un impacto significativo sobre el desempeño, más allá de los costes que esta medida pudiese implicar para el sistema. En el resto del mundo la evidencia es también ambigua. En Israel, un estudio concluía que, aunque las bonificaciones aumenten el esfuerzo de los docentes, distintos grupos (en concreto, las mujeres) pueden reaccionar de manera distinta ante los incentivos. En concreto, se observó que las docentes pensaban que iban a tener más dificultades para obtener las mismas bonificaciones salariales que sus compañeros masculinos. Hasta ahora los principales estudios que demuestran que esta política puede tener un impacto positivo se han realizado en países en desarrollo como India o Kenya. Sin embargo, a menudo están tratando de mitigar problemas más básicos, como el absentismo del profesor, con lo que su validez externa para el caso español no está del todo clara.

En tercer lugar, detrás de esta afirmación hay un supuesto muy fuerte que presupone la falta de esfuerzo y/o desmotivación del profesorado como escollos que los incentivos monetarios podrían ayudar a superar. Sin embargo, la información que tenemos de encuestas a profesores refleja un sistema de formación deficiente y poco efectivo, donde un número desproporcionado de docentes afirma no haber tenido un mentor durante su trayectoria profesional y que no han realizado intercambio pedagógico alguno en su mismo centro. ¿No sería más prudente asumir que quizás los docentes necesiten una mejor preparación y apoyo para ejercer su trabajo como verdaderos profesionales? ¿Se imaginan un cirujano operando solo la primera vez que entra en el quirófano?

Desde nuestro punto de vista es motivo de celebración que este debate se encuentre actualmente en la agenda política y social del país y no hace sino resaltar la urgencia de poner en marcha un verdadero sistema de medición de la calidad del sistema en su conjunto (en la que se combinen diversos métodos de medición cualitativos y cuantitativos). En cualquier caso, poner la carga de la duda sobre el profesorado y el alumnado y obviar a actores clave del sistema como directores, inspectores, facultades de educación o administraciones autonómicas y centrales es repetir el planteamiento de manzanas sanas o podridas sin haber descartado previamente si es el cesto lo que realmente no funciona.

En resumen, es necesario que, de una vez por todas, abramos las puertas de los centros, encendamos las luces y seamos ambiciosos y responsables a la hora de transformarlos. En una sociedad del conocimiento como la nuestra, obviar la recogida y análisis de información es dar la espalda al progreso educativo. Y, ¿para qué queremos toda esta información? Uno de los objetivos finales podría ser el que propone Marina, pero hay muchos otros como por ejemplo la identificación de fortalezas y debilidades en el sistema, el fortalecimiento de los planes de apoyo a centros y la promoción de buenas prácticas educativas. Como ya hemos dicho anteriormente, tenemos muchas dudas acerca de la efectividad de lo que propone Marina. Estamos seguros de que su análisis plantea la situación del sistema educativo con rigor y que ha tenido en consideración muchos de los puntos expuestos en este artículo, pero debemos ser aún más rigurosos y hacer afirmaciones con cautela si no queremos dejar pasar esta oportunidad de llevar a cabo una reforma educativa sin dilapidar la posibilidad de un amplio consenso, sobre todo con los docentes. Habrá pocas así.


16 comentarios

  1. Nasuo dice:

    ¿Apoyo de un «mentor»? ¿En serio?
    Inspectores que vienen de magisterio y que son comisarios políticos, directores de centro con conexiones con el partido gobernante y que hace de inquisidor político (y hablo de Andalucía), burocracia inacabable en la jerga demencial de los pedagogos de tres al cuarto, ningún incentivo de ninguna clase a la dedicación o a los resultados.
    Vamos con esto último. Un profesor de secundaria cuyos alumnos aprueban -todos- la selectividad, y con notas altas o muy altas obtiene lo mismo que otro cuyos alumnos obtienen calificaciones malas o mediocres (suspensos, notas más bajas), a pesar de que calificaron a sus alumnos de forma similar. Lo mismo: cero. Incentivos económicos, nada. Preferencia para elegir centro, nada. Autonomía para organizar su trabajo, nada.
    Puedes formar estupendamente a los profesores nuevos, puedes elegir a profesores con talento, pero cuando lleven 10 años sumergidos en ese lodazal estarán como todos: con el piloto automático y deseando jubilarse.
    Si pagas cacahuetes, tienes monos.
    Sencillo, ¿no?

    • Krash dice:

      Es un razonamiento absurdo. Lo más probable es que una medida de ese tipo llevase a una bajada generalizada de la dificultad en los exámenes y evaluaciones, de forma los alumnos obtuvieran calificaciones elevadas con un nivel igual de bajo que antes. Todo para que el docente pudiera alcanzar la cuota suficiente para recibir su gratificación.

      • Vario dice:

        No es absurdo lo que ha propuesto Nasuo, lo que ocurre es que, como en las propuestas de Marina, se rechazan por lo que suponemos que propone, no por lo que realmente propone (que casi nadie, o nadie, se ha leído).

        Se ha propuesto una gratificación ligada a una evaluación EXTERNA, lo otro ya se ensayó en EEUU y efectivamente lo que provocó fue una subida de notas.

        Y además Marina ha especificado que la evaluación no debe ser absoluta (notas que sacan los alumnos) sino relativa (en función de su progresión); si no, los que tengan alumnos mejores ganarían más que los que trabajan en barrios marginales o con alumnos con necesidades educativas especiales, sin ningún mérito por su parte.

      • Caloret dice:

        Por no hablar de docentes matándose a cuchillo por entrar a centros que preseleccionen buenos alumnos, o en zonas con buen nivel socioeconómico. Potenciando aún más la segregación.

        Además, tampoco veo del todo bien que tus incentivos laborales dependan de lo que decida esforzarse una bomba hormonal con patas, o de su capacidad innata, o de las lagunas de conocimientos que arrastre de cursos anteriores.

        • Caloret dice:

          Y añado:
          En mi trabajo (ingeniería), sería como si mis incentivos no dependiesen de la calidad de mis planos y especificaciones, si no de la productividad de los operarios una vez la planta se haya construido.

        • Áloe dice:

          Al contrario, la labor de un profesor incluye saber tratar y motivar a sus alumnos, y desde luego compensar y llenar las lagunas que tengan de años anteriores. Si no, ¿para qué sirve? ¿Para llenar pizarras? Eso ya lo hacen mil sitios de internet, con ventaja.

        • Aloe dice:

          Por otra parte, según la estadística más elemental, cuando se habla de cientos de alumnos se comprende que los habrá buenos y malos, fáciles y difíciles, en proporción igual a los del profesor del aula de al lado (pues vienen del mismo entorno y tienen las mismas hormonas). O

          Si lo que se miden son los resultados controlando por ese entorno y por el punto que tenían de partida, la excusa me han tocado 120 alumnos llenos de hormonas y peores que los de el resto no cuela. Si los alumnos son estadísticamente similares, la diferencia entre sus resultados es el profesor (y más ampliamente, el centro).

          • franbedi dice:

            En todo caso, e insisto, en todo caso; pues no estoy para nada de acuerdo con tu comentario, será responsabilidad del centro; pues el profesor está obligado, por desgracia a seguir unas directrices que no decide en absoluto, sino que vienen impuestas por la dirección, que es la única que pude tomar las decisiones pedagógicas, curriculares y de convivencia de un centro. Y el profesor o profesora, comparta o no esas directrices, está obligado a cumplirlas.
            Eso entre otras cosas desmotiva enormemente al profesional.
            Al final se hace realidad el axioma, que mi padre repetía una y otra vez ( fue profesor durante 50 años, y director de instituto durante 20 de esos años en más de cuatro centros públicos) el profesor pasa por las tres edades de Sancho. Al iniciar su carrera, es Sancho el fuerte, años después Sancho el bravo, y cuando está totalmente desmotivado Sancho Panza..
            Por qué no se nos deja a los profesionales no sólo opinar sino crear un borrador de ley educativa, que posteriormente fuera refrendada por la sociedad española.

            • Aloe dice:

              Eso que dice estoy segura de que es cierto en la enseñanza privada, pero, para bien o para mal (para bien y para mal), apenas es cierto en la pública.
              Lo recursos de la dirección de un centro para que los profesores se comporten de una u otra manera apenas rebasan los de un Guía de Patrulla Scout: autoridad moral, exhortaciones, invocaciones de las reglas, y esas cosas.
              Para rematar, el aula de cada profesor es terreno sagrado donde nadie puede meterse.
              El día que el Consejo de un Centro pueda despedir y contratar tendrá usted razón, hasta entonces me temo que no.

              La pretensión de que los profesores redacten las leyes educativas se lee y oye mucho, pero no son las leyes formales (curriculo, evaluación y esas cosas) el tema de mi comentario, sino la actitud de «a mi plin las carencias de los alumnos» que exhibe más arriba, la cual no hay marco legal formal que solucione.

              Anímense a redactar un borrador de las leyes educativas como les gustaría que fuesen, por favor, para que haya un punto de referencia de los remedios que proponen en sus continuas quejas, y para que el resto del mundo pueda valorarlo. Si el punto fundamental de sus reivindicaciones es «queremos poder echar a los alumnos con problemas» las sucesivas leyes vigentes ya están recogiendo ese virtuoso anhelo con cada vez más entusiasmo. Un poco más de entusiasmo y los contribuyentes empezaremos a preguntarnos qué quiere decir «enseñanza obligatoria» y para qué cuernos mantenemos la red pública.

  2. sandra dice:

    Excelente artículo. En el fondo me da la impresión que ningún partido político quiere estar al frente en el diseño de políticas públicas ambiciosas para mejorar el sistema educativo. Antes de aplicar políticas es necesario evaluar a los centros, directores, profesores y, en general, al conjunto del sistema educativo. Y creo que no haya voluntad de hacerlo.

    Curiosamente las comunidades autónomas tienen datos sobre las características de los colegios y de su alumnado, pero es prácticamente imposible acceder a ellos (como investigador y menos aún como ciudadano). Hay colegios que innovan y toman medidas para mejorar el rendimiento educativo de sus estudiantes, y lo consiguen. Luego hay otros que no están motivados o no saben qué hacer. Conocer la situación de las escuelas y las medidas que han tomado para mejorar, puede ayudar a otros centros a la toma de decisiones. Por otro lado, la falta pública de información sobre las escuelas hace que los padres utilicen un sistema informal de obtención de información sobre la calidad de las escuelas, lo que provoca un aumento de la desigualdad en educación: los niños cuyos padres tiene mayor nivel educativo tienden a ir a mejores colegios que los niños con padres de un nivel educativo menor.

    No entiendo el miedo de los gobiernos y escuelas a hacer público toda la información relativa al rendimiento de la escuela. ¿Esto puede generar “competencia entre escuelas”? Claro. Y puede que éste sea el punto de partida para ponerse las pilas y aprender unos de otros.

    • franbedi dice:

      Cierto tu comentario, y te diré que una buena parte de los profesionales docentes estamos deseando que ocurra. Los que no quieren son los que no tiene vocación de mejorar, y te diría incluso, de trabajar

  3. gerion dice:

    Je. Qué gracia recurrir al consenso y a la cautela, y a la vez ser ambicioso y responsable como dice el artículo, en este asunto. Suena a demagogia.
    Quizá les suenen las expresiones «evaluación de desempeño», «definición de puestos de trabajo». Para un gestor de RRHH, significan un gran esfuerzo para evaluar objetivamente a los trabajadores, no un método de discriminación, como parece sugerir el artículo. Me parece chocante que uno de los autores sea vasco, cuya administración pública cuenta ya con sistemas de evaluación que realmente funcionan, y ha sido pionera en su desarrollo. A años luz de la mayor parte del resto de administraciones españolas, ciertamente.
    Lo que ocurre es que hacerlo bien implica reconocer un hecho que la educación de los últimos cuarenta años se empeña en desmentir a la fuerza, y por la fuerza de la repetición – por aquello de que una mentira repetida mil veces, se torna en verdad-: todos NO somos iguales. Y no somos iguales porque hemos evolucionado para no serlo. Y la evidencia resulta abrumadora, para el que quiera abrir los ojos.
    Por tanto, si queremos educar españoles excelentes, debemos otorgar esa responsabilidad a docentes que conozcan el significado del adjetivo «excelente», y que sepan exactamente cómo llegar a conseguirlo. Y eso no se obtiene más que con una aptitud y una actitud excelentes, no con gente que estudió magisterio hace veinte años porque no les daba la nota para hacer nada más.

  4. FC dice:

    El artículo me he hecho reír mucho. Los autores llegan a conclusiones erróneas porque no se hacen las preguntas correctas. Sí, el problema de la evaluación del desempeño de los profesores ha avanzado muy poco en los últimos 50 años porque no se han hecho estudios serios o los que hay están pagados por Hillary Clinton.

    En mis más de 40 años de asesorar a gobiernos de todo el mundo he visto cómo los políticos se esfuerzan en proteger los privilegios de sus amigos y los de aquellos que los pueden mantener en el poder, especialmente los maestros y sus sindicatos. Agradeceré a los autores referencias que respalden su idea de que es conveniente alcanzar un consenso sobre la cuestión o en caso contrario, que retiren su afirmación. Mis más de 45 años de asesorar gobiernos de todo el mundo me han enseñado que incluir en el consenso a los trabajadores poco o nada ayuda a reducir los costos que sufragamos los contribuyentes.

    Recomiendo a los autores que lean esta referencia del Wall Street Journal antes de rehacer completamente el artículo:
    http://goo.gl/Vj8KPM

  5. Emilio dice:

    Debería llamar la atención la escasa atención a éste, como a otros tantos debates sectoriales, se ha prestado en la campaña electoral. La sociedad española para desgracia de todos se sigue moviendo en base a grandes eslóganes y engañosos alineamientos ideológicos, sin capacidad hasta el momento para entrar en el análisis detallado de los temas, a lo que se añade el deseo de cada comunidad autónoma de hacer lo que le plazca. Podemos hacer las leyes que queramos si luego las comunidades se van a considerar en el derecho de obstruir lo que no les gusta y aplicar las políticas que deseen. El tema educativo en este punto no es solo un problema educativo también territorial.
    http://politica.elpais.com/politica/2016/01/25/actualidad/1453716558_362891.html

  6. Emilio dice:

    Pero si es que analizamos las propuestas del partido que en este momento tiene encomendada la tarea de formar Gobierno y las declaraciones de Pedro Sánchez a lo largo de la campaña electoral la verdad el sentimiento que invade es el de tristeza. Fiar como fía Pedro Sánchez la mejora de la educación a la elevación del presupuesto público es equivocar el diagnóstico, hasta el punto de que él mismo debía tener tan poco claras sus cifras que en el debate a cuatro de Antena 3 llegó a decir que su propuesta era multiplicar por tres los presupuestos de educación.
    Habría que recordarle en ese momento que Grecia tiene cuatro veces más maestros por alumno que Finlandia, y mientras el modelo finés es la envidia de casi todos, Grecia está en la cola en cuanta evaluación internacional se realiza. Que el PSOE se desentienda de lo que lleva pasado con sus leyes educativas en las últimas décadas, o de los resultados de Andalucía, no deja de ser un ejercicio de amnesia que los demás no nos podemos permitir. Resulta por lo demás estremecedor que lo fíe todo a un juridicismo absurdo según el cual cualquier problema se resuelve haciendo una ley.

  7. Emilio dice:

    Había leído el libro Blanco y releía vuestra entrada y no me casaba. Trataba de encontrar donde se expresaba esa contundencia en lo de la retribución y no la veía por ninguna parte. Finalmente leí la entrevista de El Mundo y entendí toda la segunda parte de vuestra entrada. Efectivamente a Marina en esa entrevista se le va la mano en lo de la retribución, porque de la lectura del libro Blanco no se desprende eso ni mucho menos.
    Por ejemplo en este párrafo: «Mejorar las condiciones laborales. Los estudios comparativos con otras naciones indican que el nivel de retribuciones no es el factor más importante, porque no hay gran diferencia entre nuestro país y el de los otros miembros de la OCDE, pero que es importante cuidar que el nivel de sueldo inicial sea lo más alto posible. Creemos que para hacer más atractiva la profesión influye más una valoración social adecuada, un sentimiento de eficacia por parte de los docentes, una formación sólida que les permita acometer con seguridad y eficiencia sus obligaciones, y un clima estimulante y creativo en los Centros.»
    La escuela española está tan mal que una reforma como la ahí propuesta con toda seguridad daría un vuelco a la educación en nuestro país.

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