Economía & Política

Sin conciliación masculina no desaparecerá la penalización por maternidad (I)

15 Sep, 2015 -

Una parte sustancial del cuidado de los hijos ocurre en el seno de la familia, especialmente a edades tempranas. Esta actividad no aparece en la contabilidad nacional, pero consume tiempo y recursos y su organización afecta con fuerza a las decisiones, expectativas e identidad socioprofesional de hombres y mujeres.

Por ello, ningún completo análisis del mercado de trabajo puede excluir su interacción con la organización de la conciliación de la vida familiar y laboral. En este artículo defenderemos que pretender lograr la igualdad de oportunidades profesional de hombres y mujeres implica aspirar a una conciliación de la vida laboral y familiar más simétrica entre padres y madres.

Nuevas pautas de participación, nuevas expectativas

En 2014 el 60% de las parejas adultas jóvenes heterosexuales con un hijo entre cero y tres años eran parejas de dos ingresos, en las que la madre y el padre están empleados. Este dato es llamativo, porque tradicionalmente con un niño de esa corta edad, muchas mujeres interrumpían o abandonaban sus empleos. Las pautas de participación laboral de una gran parte de las mujeres, sobre todo de aquellas con mayores niveles educativos, varían muy poco cuando se convierten en madres. La tasa de empleo de las madres entre 30 a 45 años con un hijo pequeño es solo un 5% más baja que la de sus coetáneas sin hijos. No hay diferencias en las tasas de empleo entre hombres con y sin hijos de esta corta edad.

De estos datos estadísticos podríamos deducir que entre las nuevas generaciones la maternidad es compatible con el empleo y que las diferencias de género son mínimas. Efectivamente, las expectativas vitales de las generaciones de adultos jóvenes en edad de procrear, que nacieron entre las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado, han cambiado. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas un 77% de las personas de entre 25 y 44 años afirmaba que su forma familiar ideal es la “familia en la que los dos miembros de la pareja tienen un trabajo remunerado con parecida dedicación y ambos se reparten las tareas del hogar y el cuidado de los hijos/as, si los hay” (CIS, 2012). Un estudio longitudinal de 58 parejas de dos ingresos que esperaban su primera criatura en 2011  y que se siguieron hasta que ésta cumplió un año y medio en 2013 nos permite conocer los comportamientos de mujeres y hombres cuando se convierten en padres y sus reflexiones sobre ese periodo de transición (http://transparent.upf.edu/).*

Tres modelos de conciliación

Según este estudio cualitativo existen tres formas de “encajar” un niño en la vida laboral y familiar en este tipo de parejas. Durante el embarazo todas las parejas, salvo dos, apostaban por seguir ambos empleados después de convertirse en padres o por buscar empleo en el caso de las personas desempleadas. Ahora bien, finalmente cuando la criatura primogénita tiene 18 meses se han empezado a dibujar tres trayectorias distintas.

Un primer grupo, el de los padres cuidadores ocasionales y madres cuidadoras convencidas de parejas ha resuelto el reto de la conciliación mediante una marcada especialización del padre en el empleo, como actividad vital central, y de la madre principalmente en los cuidados, relegando ésta su empleo a una actividad secundaria . Un segundo grupo de pareja que llamamos de padres cuidadores ayudantes y madres cuidadoras conciliadoras, ha seguido un modelo de especialización por género algo menos marcado, gracias a la ayuda de otras mujeres de la familia extensa y de adaptaciones laborales menores por parte de las madres. Los empleos de los padres en estas parejas son menos centrales, lo que les hace más accesibles y partícipes en los cuidados. Finalmente el grupo de padres cuidadores comprometidos y madres cuidadoras corresponsables es el grupo de parejas que más se acercan al ideal familiar de dos sustentadores y dos cuidadores por igual, porque las madres combinan una fuerte orientación al empleo con cuidar de la criatura y los padres actúan de forma similar. El grupo de madres cuidadoras conciliadoras y madres cuidadoras corresponsables ayuda a entender que la tasa de empleo de las madres entre 30 a 45 años con hijos de corta edad fuera del 70% en 2014.

Decisión individual, discriminación social

Se podría concluir que estas dos últimas formas de ejercer la maternidad representan ambas una buena solución ante el reto de la conciliación de empleo y trabajo no remunerado en las parejas de dos ingresos. Desde la perspectiva micro de la satisfacción de las parejas así parece, pero desde una perspectiva macro-sociológica hay importantes diferencias entre un modelo de conciliación que carga los cuidados y las tareas domésticas principalmente sobre las espaldas de la mujer, con ayuda altruista o pagada por parte de otra mujer, y otro que los reparte entre las espaldas de ambos progenitores. Veamos el funcionamiento de los modelos que implican una especialización según género. Cuando las mujeres asumen que la responsabilidad de los cuidados recaerá sobre ellas y que para poder conciliar maternidad, tareas domésticas y empleo tienen que buscar ocupaciones o puestos que lo faciliten, esto influye en sus decisiones laborales, incluso antes del embarazo. Por eso las madres reducen la jornada, optan por excedencias u otras medidas de flexibilidad laboral, mientras una mayoría de hombres no realiza ninguna adaptación laboral cuando se convierten en padres.

Entonces, a nivel agregado de toda la población, se observan comportamientos diferentes según género y esas diferencias estadísticas producen efectos no intencionados. Estas repetidas pautas de acción de mujeres y hombres refuerzan los estereotipos de género tradicionales, según los cuales se esperan comportamientos diferentes de hombres y mujeres, lo que da pie a la discriminación estadística de las mujeres en el mercado laboral. Como los empresarios o jefes de recursos humanos suponen que las mujeres se convertirán en madres cuando lleguen a la edad reproductiva y que disminuirán su implicación laboral, suelen penalizar a madres y mujeres en edad reproductiva con un acceso más difícil a contratos indefinidos (Fernández-Kranz y Rodríguez-Planas, 2011), con segregación laboral en ocupaciones peor pagadas y con menos oportunidades de promoción laboral, dos factores muy estrechamente ligados la brecha salarial entre mujeres y hombres (Polavieja, 2008). Por lo tanto, el modelo de especialización según género frente a la maternidad y paternidad forma parte de un círculo vicioso según el cual, como la mayoría de las mujeres realizan adaptaciones laborales debido a la maternidad mientras que los padres no suelen hacerlo, las empresas esperan que sus empleados sigan estas pautas. Como resultado de que en los centros de trabajo se prevea tal situación, las madres se enfrentan a consecuencias laborales negativas, lo que las lleva a pensar que la batalla está perdida de antemano y a comportarse exactamente como se espera de ellas: reduciendo su orientación al empleo o manteniéndola,  resignándose a la penalización por maternidad.

Esta penalización disminuye las oportunidades laborales de las mujeres y puede llevar a desaprovechar el talento de las madres en la sociedad. La penalización de la maternidad en forma de reducción de los ingresos y de las futuras pensiones dificulta que las madres sean económicamente independientes. La dependencia económica de la pareja aumenta ciertos riesgos familiares: vulnerabilidad de cara a una posible ruptura conyugal y ante posibles episodios de violencia de género. A su vez esto puede aumentar el riesgo de pobreza de los hijos ante este tipo de acontecimientos familiares. Finalmente, hay que considerar que una apuesta por el padre como proveedor principal aumenta la fragilidad de toda la unidad familiar ante el desempleo de éste y disminuye el poder de negociación del padre frente a su empleador. Aun cuando pueda parecer que las familias optan voluntariamente por modelos de conciliación con una división del trabajo asimétrica, en realidad esta opción ocurre en un contexto social de división de género que estas decisiones ayudan a reforzar. Estas divisiones tienen muchos efectos indeseables y por tanto, para avanzar hacia un modelo de sociedad propiamente igualitario parece necesario marcar un camino que nos lleve hacia el el tercer tipo de modelo del que hablaremos en la segunda parte de este post.

De estas 58 mujeres 49 tenían estudios universitarios, por lo que el estudio cualitativo no representa bien a las mujeres con educación primaria, secundaria o con una formación profesional.

Teresa Jurado es profesora e investigadora en el Departamento de Sociología de la UNED y recientemente coeditora de Padres y madres corresponsables: una utopía real.

 


9 comentarios

  1. Eda dice:

    Estimada Teresa,

    Le agradezco sus reflexiones sobre compatibilidad entre maternidad y vida laboral, sin duda son muy interesantes. Me asalta la duda sobre la fuente de los datos a los que hace referencia en el tercer párrafo, dado que parecen relativamente poco comparables con los datos de género que publica UNECE sobre el mismo tema: (http://www.unece.org/statistics/areas-of-work/statssoc/gender-statistics.html).

    Un vistazo rápido a los datos de UNECE nos indica que en 2013, en parejas entre 25 y 49 años, la tasa de empleo en España de mujeres sin hijos es del 73% y en mujeres con hijos menores de 3 o entre 3-5 años es de alrededor del 59%. Es decir, un cambio del 14%, casi 3 veces mayor al que usted hace referencia (si bien es cierto que el que usted menciona es para mujeres entre 30-45). Sería interesante ver el origen de las diferencias entre ambas fuentes.

    Gracias de antemano y enhorabuena por su post,

    Un saludo

    Eda

  2. […] Sin conciliación masculina no desaparecerá la penalización por maternidad […]

  3. Antonio dice:

    Sin la conciliación de todos, también se penalizará la conciliación por paternidad.

    Seguimos insistiendo en un modelo de conciliación limitado y anticuado, el relacionado sólo con los hijos. Todos debemos conciliar con nuestras vidas personales: con nuestras parejas, con nuestros amigos y familiares, con nuestras mascotas, incluso con nosotros mismos (nuestras aficiones, formación, descanso, etc…).

    Cuando la conciliación sea generalizada y no exclusiva de la paternidad/maternidad, no sólo ésta no será penalizada, sino que todos podremos responder mejor a nuestras necesidades, deseos y planteamientos vitales, sin ser discriminados por ninguno de ellos.

    • Alatriste dice:

      Eso es muy cierto, y es un problema que suele dejarse de lado: si tanto los padres como las madres disfrutan del mismo permiso por natalidad los discriminados serán todos los casados o más bien todas las parejas heterosexuales. Los departamentos de Recursos Inhumanos (no es una errata) pasarían a considerar candidatos preferibles a los célibes, los ancianos y los homosexuales, dado que las lesbianas, porque pueden recurrir a la inseminación, a no ser que la adopción conlleve los mismos beneficios, en cuyo caso preferirían a los misántropos de cualquier sexo, edad y preferencia… cosa que hay quien diría que ya hacen de todas formas, solo que se los quedan. Nada personal, solo negocios.

      P.S. Lo anterior puede estar escrito en tono jocoso, pero es muy serio. Será todo lo irónico que queráis pero si de verdad se quiere acabar con la discriminación relacionada con la natalidad la única solución eficaz es que esos días libres no estén relacionados con la natalidad sino que formen parte de un sistema universal para todos los trabajadores, digamos que de años sabáticos. Y soy muy consciente de que implicaría un gasto mayor, pero quien algo quiere algo le cuesta.

      • Josei dice:

        El problema que yo veo con esa idea (concepto que por cierto, creo que puede dar pié a políticas interesantes sobre calidad de vida de las personas) son dos:

        1) Los últimos meses de embarazo siguen siendo una condición de riesgo para realizar ciertos esfuerzos.
        2) Sólo las mujeres pueden quedar embarazadas.

        Por lo que al final, siempre van a tener que hacerse políticas de bajas y conciliaciones especiales por embarazo, aunque existan también otras conciliaciones de otro tipo.

        Es decir, siempre va a existir la posibilidad de discriminación positiva (capacidad de coger bajas y reducciones) y/o negativa (empresarios menos predispuestos a asumir el coste de dicha baja no contratando a mujeres en edad fértil) para ese sector de la población.

        Todo mucho más complejo de lo que parece, como siempre.

        • Alatriste dice:

          Bueno, lo que escribí lo hice muy deprisa; seguramente es uno de mis mensajes peor escritos. Pero si existiera una «bolsa» flexible de días libres que todos los trabajadores pudieran no solo acumular para disfrutarlos después, sino también adeudarlos (dado que a veces uno no puede prever la necesidad ni su duración) sería posible usarlos para todo lo que a uno se le ocurra: para pulir tu inglés en Londres, para tomarse un año sabático, para jubilarse antes, para cuidar a un familiar que ha tenido un accidente… y para tener un hijo.

        • Aloe dice:

          Uno o dos embarazos, multiplicado por la probabilidad de tener un embarazo con problemas, multiplicado por la fracción del periodo problemático, no es mucho. Dudo que sea más que la mayor incidencia en hombres de ese mismo grupo de edad de otros problemas de salud. La razón de la diferencia de trato por los empleadores no es el embarazo, es lo que viene después.

  4. Javier dice:

    Mientras existan las madres solteras y no los padres solteros habrá comportamientos diferentes según género a nivel agregado de toda la población. Y estas pautas de acción distintas reforzarán los estereotipos de género tradicionales.

    «Chica soltera» – puede quedarse preñada y ser madre soltera. No la contrato
    «Chico soltero» – ¿dónde firmo?

    La unica solucion son los años sabaticos universales y obligatorios como dice Alatriste.

  5. orson dice:

    Me ha llamado mucho la atención el siguiente fragmento:

    «el grupo de padres cuidadores comprometidos y madres cuidadoras corresponsables es el grupo de parejas que más se acercan al ideal familiar de dos sustentadores y dos cuidadores por igual»

    Sobretodo porque si se plantea que la solución es un modelo ideal al que ir acercándose progresivamente, nunca se va a alcanzar. También porque un modelo en que todo el mundo (todas las parejas) se comporte de la misma manera no es estable, es decir sin perturbaciones caóticas. Tampoco tiene en cuenta las familias monoparentales, sean de mujeres solas u hombres solos, o las familias de progenitores homosexuales.

    Simplificando para el caso de una pareja hetero, diría que lo óptimo sería un equilibrio entre las siguientes opciones:

    1 – Padres cuidadores ayudantes y madres cuidadoras conciliadoras;
    2 – Padres cuidadores comprometidos y madres cuidadoras corresponsables;
    3 – Padres cuidadores conciliadores y madres cuidadoras ayudantes.

    Creo que será casi imposible que se alcance cierto nivel de equidad mientras la tercera opción no sea percibida como normal por mucha gente. Aun hay muchos prejuicios sociales (tanto por parte de hombres como de mujeres) contra parejas de este tipo.

Comments are closed.