Economía

La Grecia del Caribe presenta su plan

11 Sep, 2015 - - @egocrata

Puerto Rico tiene un problema. La isla, formalmente estado asociado a Estados Unidos, vive metida en una crisis fiscal gigantesca y una montaña de deudas impagables. La economía lleva años en recesión, ahogada por años de contracción fiscal, perdida de población y gobiernos incompetentes. Debida a su peculiar situación institucional (es básicamente una colonia), sin embargo, sus dirigentes no tienen una política monetaria, viven bajo regulaciones federales que limitan sus opciones y no pueden declararse en bancarrota.

Aunque todo esto sonará como una repetición de la catástrofe griega en la eurozona, lo cierto es que no hablamos de dos casos estrictamente comparables. Para empezar, la deuda pública de Puerto Rico parece más manejable: el territorio debe $72.000 millones de dólares, algo menos de un 70% del PIB. Grecia anda por el 175%. A diferencia de lo que sucede dentro de la UE, Puerto Rico recibe una cantidad considerable de transferencias y garantías desde el gobierno federal americano. Los depósitos bancarios están asegurados por la FDIC, por ejemplo; la seguridad social viene de la caja única en Washington (y puede que la utilicen demasiado), y programas de salud como medicaid medicare reciben fondos federales. Por añadido, la isla participa de una área económica gigantesca que lleva años creciendo a buen ritmo.

Estos tres puntos deberían hacer que el problema de Puerto Rico tuviera una solución más sencilla que la crisis griega, pero tristemente, este no es el caso. La isla, en el sentido estricto, no es un lugar pobre; su PIB por cápita ronda los $32.000, es decir, más o menos el mismo que España. El problema, sin embargo, es que su economía y muchas de sus leyes están ligadas a un país con una PIB por cápita de $54.000, dificultando enormemente el trabajo de sus gobernantes.

El ejemplo más citado es el salario mínimo; Puerto Rico comparte el nivel federal de $7,25 la hora. En Estados Unidos, esta cifra te deja por debajo del umbral de la pobreza. En Puerto Rico, esos $1.200 al mes es un número suficiente alto como para destruir empleo (igual que sucedería en España). Aparte de este problema, Una porción considerable de la política fiscal es decidida en Washington, incluyendo quién paga la factura en muchos programas sociales, o sus condiciones de acceso. El Congreso tiene una afición desmedida de crear incentivos fiscales que después retira sin avisar, produciendo éxodos de empresas. Empeorando las cosas, los bonos de deuda boricua no pagan impuestos sobre sus intereses, así que son muy atractivos como inversión, creando incentivos para emitir aún más deuda. De todas las chapuzas legislativas, mi favorita es la Jones Act, una ley de 1920 que prohíbe a navíos que no lleven la bandera estadounidense llevar carga entre dos puertos del país. Esto tiene un efecto mínimo en el resto de Estados Unidos, que al fin y al cabo utiliza el transporte marítimo para importar y exportar, pero es un incordio importante para Puerto Rico, que sólo puede utilizar un número limitado de (caros) mercantes para exportar al resto del país, haciendo que su industria sea mucho menos competitiva (Hawaii, por cierto, se queja a menudo de esta ley).

Todos estos problemas, sin embargo, palidecen comparados con la emigración. La isla tenía 3.725.000 habitantes en el 2010; en el 2014 población había caído a 3.540.000. Puerto Rico está perdiendo unos 50.000 habitantes al año, y estos emigrantes son casi sin excepción jóvenes, educados y en edad de trabajar – es decir, gente que paga impuestos. La tasa de población activa es un abismal 39% (como referencia, Estados Unidos está en el 63%, España 59%); el efecto fiscal de la pérdida de población es abrumador.

El resultado de todo esto es que Puerto Rico, a pesar de vivir en un «mundo» mucho más federal y protegido que Grecia, tiene una crisis fiscal casi igual de intratable, y legalmente no puede declarar una bancarrota, al no ser un estado soberano. Y dado que un impago de su deuda tendría consecuencias minúsculas para Estados Unidos, el sector bancario ya está federalizado y el Congreso pasa de todo, a la isla no hay quien la rescate.

La consecuencia tangible de todo esto es este plan, presentado ayer, salido de una comisión fiscal nombrada por el gobernador para sacar a Puerto Rico del atolladero. Es un documento francamente tremendo, que viene a ser lo que le sucede a un país cuando combina una crisis fiscal horrible y emigración.

Empecemos por lo básico: Puerto Rico va a dejar de pagar su deuda. No puede declarar una bancarrota, pero da igual; los acreedores pueden ir al juzgado a litigar todo lo que quieran que no verán un duro ni a corto ni a medio plazo. Puerto Rico casi seguro perderá en los tribunales, pero ese es un problema para dentro de diez años, si los bancos tienen suerte. El gobernador está apostando que dado que la deuda de la isla en el mercado secundario anda por los suelos, la mayoría andará ya en manos de fondos buitre que la habrán comprado por cuatro perras, y se conformarán con cobrar seis tarde o temprano. Es una decisión arriesgada, y más para un territorio que no es un estado soberano (Puerto Rico no puede hacer como Argentina y enviar sus acreedores a la mierda repetidamente), pero responde a la simple realidad de no poder pagar lo que deben ahora – la isla se quedaba sin liquidez a finales de este año.

Asociada a la bancarrota, sin embargo, viene inevitablemente la austeridad. La Commonwealth (el título oficial legal de la isla) lleva años torturándose con subidas de impuestos y recortes de gasto, con los resultados previsibles. Con el impago de deuda Puerto Rico perderá completamente el acceso a los mercados, así que deberá equilibrar su presupuesto a la tremenda, gastando sólo lo que ingresa. Esto se traduce en una nueva batería de impuestos, empezando por la implantación del IVA (primero en Estados Unidos, si no estoy equivocado) y la creación de un nuevo impuesto sobre empresas que substituya el actual, tan torticero como ineficiente y que dependía de la buena voluntad del Congreso.

Acompañando estas medidas, tenemos un montón de recortes de gasto. Algunos sonarán familiares a los observadores de las reformas griegas (esas que nunca llegan), como «aumentos en la eficiencia» y «reducción de costes operativos», otros consisten en «hacer un Rajoy» pasando los recortes a otras administraciones (en el caso de Puerto Rico, reduciendo transferencias a los municipios), o recortando las pensiones a funcionarios (profesores, en este caso). Los dos capítulos más importantes, sin embargo, son sanidad y educación, o dicho en otras palabras, viejos y jóvenes.

Os sonará familiar: el gasto en educación es inversión, favorece el crecimiento futuro y lo recibe gente que no vota. El gasto en sanidad va a jubilados que votan mucho. La mayoría de los recortes han caído obviamente en el primer grupo.

Más allá de las medidas estrictamente fiscales, el plan incluye una batería de reformas estructurales (con una reforma laboral que eliminará cosas como las indemnizaciones por despido y paga extra de Navidad. Sí, Puerto Rico tiene un mercado laboral a la española), un crédito fiscal al trabajo (parecido a la propuesta de Ciudadanos) y reducción de papeleo para crear empresas y conseguir permisos de obra. La mayoría son buenas ideas, pero no son especialmente ambiciosas; el grueso de las reformas de calado desgraciadamente están en manos del gobierno federal. El plan incluye una deprimentemente larga lista de peticiones para que dar algo más de flexibilidad a los dirigentes de la Commonwealth, incluyendo poder declararse en bancarrota, más dinero para medicare medicaid, exenciones fiscales y librarse del salario mínimo.

En agregado todas estas medidas son probablemente regresivas, aunque es difícil decir exactamente hasta qué punto. El IVA no es un impuesto particularmente progresivo, pero es mucho mejor que el impuesto sobre ventas que substituye, ya que incluye transacciones entre empresas. El mercado laboral es tan épicamente disfuncional que cualquier cosa que sea crear más empleo ayudará. Los recortes en educación van a recaer sobre todo en universidad (un gasto regresivo), y son menos dramáticos de lo que parece, dada la brutal caída del número de niños en el sistema (un 41% desde 1980).  Los cambios en los impuestos de sociedades son siempre complicados de analizar.

La pregunta, en todo caso, es si todas estas medidas bastarán por solucionar los problemas de la isla. La respuesta, me temo, es negativa. La única forma de salir del agujero fiscal es tener más contribuyentes, y la única forma de dejar de perderlos es que la economía vuelva a crecer. La contracción fiscal (forzosa) no va a generar crecimiento, y las reformas estructurales son insuficientes para generarlo a corto plazo, especialmente sin la colaboración del gobierno federal. En el mejor de los casos, el plan quizás alargue la supervivencia fiscal de Puerto Rico unos cuantos años, pero no romperá el ciclo vicioso en que está metida la isla.

Se me ocurren tres posibles soluciones a medio/largo plazo, pero ninguna creo que es viable políticamente ahora mismo. La primera, obviamente, es un rescate financiero del gobierno federal. El Congreso republicano nunca lo aprobará, así que no lo veremos. La segunda sería abandonar el dólar y devaluar la moneda, volviendo a la peseta. Dejando de lado el hecho que ver un estado salir del dólar antes que un país salir del euro sería bien divertido, esto se mezclaría con el debate sobre la independencia (que sería tóxico) y es logísticamente muy complicado. La tercera opción sería pasar a ser un estado dentro de Estados Unidos a tiempo completo, y poder recibir todo el paquete de transferencias fiscales federales, en vez del goteo aleatorio actual. Puerto Rico pasaría a ser un estado parecido a West Virginia o Mississippi,  pobre y eternamente subvencionado, pero sostenible gracias al dinero de Washington. El problema es que la incorporación de Puerto Rico implicaría la entrada de dos senadores demócratas, casi seguro, en el Congreso, y ahora mismo dificultaría mucho la adhesión. Por no decir que dar este paso es casi igual o más tóxico que una secesión completa en el debate político en la isla, así que imaginad.

En fin, es una situación difícil; complicada de veras. A medio/largo plazo el colapso económico acabará por abaratar los precios en Puerto Rico (ahora mismo es un sitio carísimo donde vivir), haciendo que sea atractiva de nuevo. Eso, sin embargo, va a requerir años de deflación (¿os suena?) y sufrimiento económico, ya que las soluciones sencillas no son viables políticamente. En esto, me temo, si que Puerto Rico se parece a Grecia.

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Por supuesto, siempre queda la última opción, la más resolutiva: Puerto Rico puede integrarse en un país con un PIB por cápita similar, instituciones similares, un mercado laboral igual de demente y lengua y cultura parecidas. Es decir, convertirse en una comunidad autónoma española, recuperando su estatus de 1897.

Sí, esta última es broma.

Creo.


15 comentarios

  1. navarta dice:

    El problema de Puerto Rico, si no he entendido mal, es simple y llanamente que lleva desde 1897 pendiente de convertirse en un estado de USA sin haberlo logrado hasta la fecha.

    En definitiva, que o lo logran o seguirán en una eterna decadencia económica similar a la de países de su entorno, el Caribe, donde no parece que abunden los ejemplos de economías tipo Suiza o Dinamarca.

  2. Demostenes dice:

    Si, si, la ultima es broma pero hay un movimiento en Puerto Rico (bastante marginal, claro) que intenta exactamente eso:
    https://www.facebook.com/autonomiaparapuertorico

    No saben lo que están diciendo, criaturicas. No es que a mi me fuera a importar tener un Canarias 2 en el Caribe. Y sería gracioso tener un puerto de la UE a 600 km de Miami y en general de toda América Latina…

  3. Alatriste dice:

    Prescindiendo de las posibilidades políticas, más que nada por pura ignorancia sobre la situación en la isla (lo único que sé es que ya van varias veces que elevan al inglés a lengua cooficial y otras tantas que lo han «degradado», la última esta misma semana, lo cual sugiere una fuerte división interna sobre la relación con Washington) ¿Resolvería un cambio del status político los problemas de Puerto Rico?

    Vista la situación del resto del Caribe, la independencia no parece garantía de nada… o si lo es, será de desastre; Puerto Rico tiene más densidad de población que Haiti, carece de recursos naturales importantes, y no es un destino turístico a la altura de las Bahamas, Jamaica o la misma Cuba. Desgajada del mercado estadounidense su economía probablemente se colapsaría de inmediato, convirtiendo al país en otro estado caribeño standard, superpoblado, pobre, emisor de emigrantes a gran escala, y dependiente del turismo para la mera supervivencia; con mucha suerte otra Jamaica, sin ella otro Haiti (Wikipedia dice cosas como que más del 25% del PIB y más de la mitad de las exportaciones proviene de industrias farmacéuticas que envían sus productos casi exclusivamente a Estados Unidos…)

    Con esos mimbres, la integración en la Unión Europea parece una alternativa muy atractiva a la independencia, con o sin bandera rojigualda. Permitiría a Puerto Rico librarse de las camisas de fuerza legales que menciona Roger, como la obligación de emplear escasos y caros mercantes estadounidenses, mantendría el acceso de las manufacturas locales a un mercado consumidor de cientos de millones de personas, etc, etc. Hasta mantener la posibilidad de emigrar a otros países sin problema colabora a hacer esta alternativa muy atractiva en términos económicos.

    Pero que sea políticamente factible es otro tema; los países que podrían beneficiarse economicamente de entrar en la UE y han presentado su candidatura son bastantes, empezando por Turquía y Marruecos. Si acaso sería ahí donde entrar en la UE sin hacer cola gracias a un tan repentino como intenso amor por la Madre Patria podría atraer a los políticos portorriqueños… pero para eso antes tendrían que desesperar de resolver su situación manteniendo su status actual, y eso no parece que vaya a ocurrir mañana ni pasado.

    • Miguel dice:

      Pero si Puerto Rico volviera a España, sería parte de la UE automáticamente. Quizás no fuera tan mala idea para ellos, después de todo.

  4. Vigasito dice:

    Ummm Cataluña por Puerto Rico. Yo lo veo bien….

    • Miguel dice:

      En cuanto a simpatía humana, no hay color.

      • Eduard dice:

        Yo como catalan tambien lo veria bien: nosotros nos independizamos en un divorcio amistoso y vosotros recuperais una de las antiguas colonias ultramarinas…

        • Vigasito dice:

          Corrección. No era una colonia. Actualmente SÍ lo es con respecto a EEUU. Y Cuba era una provincia española (Isaac Albéniz, un ilustre catalán, lo sabía mejor que nosotros) que contaba además con el primer ferrocarril del Reino y Puerto Rico era administrada por gobernadores militares como tenían, por ejemplo, las Islas Canarias. Filipinas sí tenía ese status de colonia en la práctica.

          • Eduard dice:

            Vigasito, tengo que darte toda la razon: he usado un termino incorrecto. Queria por supuesto decir que Puerto Rico era en el siglo XIX una provincial (no colonia) ultramarina de Espana.

        • Vigasito dice:

          Por cierto, Cuba, desde que se «independizó» del Reino de España no ha dejado de ser (ultra)dependendiente de otro país en los últimos 115 años. Qué ironía.

        • JLPC dice:

          «…y VOSOTROS recuperáis una de las antiguas colonias…»

          ¿Cuál es el referente de ese «VOSOTROS»? ¿Los restoespañoles? Eso sería muy injusto, estimado Eduard:

          http://revistadeindias.revistas.csic.es/index.php/revistadeindias/article/view/336

        • Alatriste dice:

          «Divorcio amistoso» es una contradicción en los términos; dicho por Danny de Vito en «La Guerra de los Rose» (y una gran verdad en mi opinión).

          Aparte de que esa pequeña ideíta olvide que el auténtico problema no sería el divorcio entre los catalanes y los resto españoles (con todo lo amargo y dramático que sería, y lo sería mucho) sino el divorcio entre los catalanes. Porque quien crea que en el improbable caso de que el 50,01% de los catalanes decidiese tirarse por el barranco el otro 49,99% se iba a tirar detrás en lugar de invocar su propio derecho a decidir… pues vive en una fantasía bastante más exótica que cualquiera imaginada por Tolkien o Moorcock.

  5. Vigasito dice:

    Y además su deuda pública es parecida.

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