Economía

Suegras, mujeres trabajadoras y nuevos hombres (ii)

5 May, 2015 - - @politikon_es

En el post anterior describimos el modelo teórico de Fernández, Fogli y Olivetti (QJE 2004) que explicaba como la incorporación de la mujer al trabajo se retroalimenta a lo largo de las generaciones a través de la aparición de nuevos hombres. Los nuevos hombres son los que han crecido en hogares en los que sus madres trabajaban y, ya fuera porque habían desarrollado habilidades para el trabajo doméstico o preferencias por mujeres educadas que desarrollaran una carrera profesional, se habían convertido en un mejor compañero de viaje para las mujeres trabajadoras. La presencia de estos hombres en el mercado matrimonial, a su vez, había propiciado que las mujeres se educaran más, desarrollaran recorridos profesionales o preferencias por estilos de vida distintos. En esta segunda entrega repasaremos la evidencia empírica que las autoras ofrecen y concluiremos con alguna cuestiones abiertas.

Los datos

Las autoras investigan la verosimilitud del mecanismo de tres formas: i) analizan la probabilidad de que una mujer trabaje en función de si su suegra lo hacía ii) analizan la oferta de trabajo de las mujeres que se casaron con hijos de mujeres que se incorporaron al mercado de trabajo como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial iii) comparan el efecto de las tasas de fertilidad de las mujeres trabajadoras de una generación, sobre las tasas de participación de las mujeres de la siguiente. Explicamos cada uno de ellos a continuación.

Para un hombre dado, dependiendo de la fuente de datos utilizado, tener unamadre trabajadora aumenta la probabilidad de que su esposa trabaje entre un 21% y un 32%.. Para que sea verosímil que este hecho venga causado por el mecanismo descrito, es importante que la causalidad vaya de tener una madre trabajadora a tener un reparto más simétrico de los roles domésticos. En particular, es importante que lo que guíe esta correlación no sea el “assortative mating”, esto es, la propensión a emparejarse con personas similares a uno mismo. Sería posible, por ejemplo, que tanto la aparición de nuevos hombres como de “nuevas mujeres” (mujeres con mayor propensión a trabajar) ocurriera de forma independiente, y en el mercado matrimonial solo tendieran a emparejarse por tener valores parecidos -un mecanismo que parece verosímil. Para descartar esta posibilidad, en el análisis controlan que la correlación siga dándose dejando constante geográficos, religiosos, de redes sociales, etc.

Una implicación de la teoría es que un aumento del número de mujeres trabajadoras en una generación tiene, a través de sus hijos, un aumento sobre el número de mujeres trabajadoras de la generación siguiente. Un problema a la hora de examinar esta implicación, es que cualquier factor que haga aumentar la oferta de trabajo de una generación tiene probablemente también efectos sobre la generación siguiente. Por tanto, examinar el efecto de la participación feminina en una generación sobre la siguiente podría establecer este efecto, pero también el de terceros factores que guíen ambos aumentos. En estadística, este problema para separar el efecto directo e indirecto se llama un problema de identificación. Sin embargo, emulando la estrategia de Acemoglu, Autor y Lyle (2004), usan el impacto de la segunda guerra mundial sobre la oferta de trabajo femenina. La guerra se puede sentir de dos forma: (a) Uno directo, sobre las mujeres que se incorporan al mercado laboral en la generación de la guerra. (b) Otro, según la hipótesis, indirecto a través de los hijos de esas mujeres. Parece razonable pensar que el primer efecto no se manifiesta en la generación siguiente a la de la guerra. Dado que la movilización es desigual entre estados de EUA, los autores pueden interpretar la correlación entre la tasa de movilización, el aumento de la participación femenina durante la guerra y el aumento en la generación siguiente como una manifestación del mecanismo planteado por la hipótesis. Este análisis revela que el efecto existe y es sustancial.

Finalmente, otra forma de examinar la teoría es analizando la variación entre estados de EUA de las tasas de fertilidad. Dado que el factor explicativo es la presencia de “nuevos hombres”, analizar los sitios dónde una proporción mayor de los hijos nazcan de mujeres trabajadores deberían mostrar una mayor oferta de trabajo femenina en la generación siguiente. De nuevo, este análisis confirma la hipótesis.

Nuevos hombres y preferencias que cambian

El trabajo de Fernández, Fogli y Olivetti muestra como variables culturales y sociológicas, como las preferencias individuales, los estilos de vida, modelos de éxito y la organización familiar interactúan y se retroalimentan con variables económicas como el mercado de trabajo. La belleza del modelo es que, además, por su estructura intergeneracional consigue capturar una causalidad en dos sentidos: de la participación laboral femenina de una generación, a las preferencias y habilidades y, por tanto, participación femenina de la siguiente. Concluiremos el post tirando la reflexión hacia dos apuntes en el margen a modo de reflexión.

En primer lugar está la idea de que el feminismo es también un proyecto político que concierne a los hombres. Tradicionalmente, el feminismo ha puesto el acento bien sobre la opresión ejercida por los hombres sobre las mujeres, bien sobre el ethos o el modelo de mujer que debe poblar la sociedad. Sin embargo, hasta hace bien poco, ha tenido relativamente poco que ofrecer a los hombres. Una sociedad estructurada por los roles de género dónde el asignado al hombre sea el de macho alfa emocionalmente inexpresivo predispuesto a desarrollar su identidad con demostraciones exageradas de asertividad y a crecen con problemas de seguridad y empatía, no es solo perjudicial para las mujeres, sino también para los propios hombres. Algo interesante del trabajo que hemos visto aquí es como las mismas fuerzas que han hecho posible la liberación de la mujer, han hecho posible e interactuado con la aparición de papeles más interesantes para los hombres que hoy día son cada vez más a menudo socializados en entornos más abiertos.

En segundo lugar, cuando se habla de problemas de género es frecuentecriticar la promoción por parte del sector público de ciertos tipos de arreglos familiares frente a otros sacando a colación las preferencias individuales de los hombres y las mujeres, apelando a un principio tan arraigado en nuestro acervo sociocultural como el de la libertad individual. Ya encontramos esta idea en el pasado en referencia al trabajo de Catherine Hakim que sugería que existen, en la sociedad, demandas heterogéneos por distintos modelos de familia -en cuanto a la maternidad, reparto del trabajo doméstico, carrera profesional- y que gran parte de las asimetrías entre hombres y mujeres provienen precisamente de este tipo de elecciones personales. Precisamente una de las críticas feministas a este tipo de enfoques tenía que ver con la naturaleza cambiante de estas preferencias, que presumiblemente podrían formarse como respuesta contextos concretos. El artículo de Fernández, Fogli y Olivetti muestra como esto podría ocurrir, máxime si reinterpretamos la inversión en habilidades de las mujeres como evolución de sus preferencias. Si un cambio en la participación laboral de las mujeres de una generación puede alterar las preferencias de hombres y mujeres de la siguiente, estaríamos ante un caso paradigmático de externalidad, dónde las decisiones de reparto del trabajo doméstico afectarían no solo a las parejas de hoy, sino también a las del futuro.

Hemos visto como, en el análisis empírico del artículo, se descubre que aumentar la fertilidad de las mujeres trabajadoras de una generación tiene efectos positivos sobre la participación de las mujeres de la generación siguiente. Por ello, las medidas que faciliten la conciliación del papel de madres con el de trabajadoras de las mujeres -como las guarderías, los permisos de maternidad y paternidad o la flexibilidad horaria- no solo tienen que verse como una forma de promover la igualdad y la efiencia y la igualdad de género hoy, sino, aparentemente, también en el futuro.


23 comentarios

  1. Javier dice:

    No se si lo he entendido bien. A ver.

    ¿La preocupación es que las mujeres trabajadoras no tienen tantos hijos como las amas de casa, y no crearán generaciones futuras de mujeres que trabajen?

    Me recuerda un poco a algo que no es muy bonito: hay personas de extrema derecha que se preocupan de que los descendientes de los inmigrantes musulmanes, con sus estructuras y costumbres tradicionales y sus mayores tasas de fertilidad, acaben heredando una España y una Europa donde la población nativa está cada vez más envejecida y no tiene hijos.

    • Aloe dice:

      Es una preocupación lógica que tiene dos soluciones alternativas: coaccionar a las mujeres que no viven en «estructuras y costumbres tradicionales» tan marcadas, para que tengan más hijos aunque no puedan compartir la carga y recibir ayuda, lo cual implica que tener más hijos irá en detrimento de sus preferencias laborales y vitales, o reorganizar las cosas para que elijan tener más hijos porque no tienen que hacer a cambio renuncias drásticas.

      En Europa hay todo un abanico de políticas que van desde el «allí te las compongas» hasta la ayuda efectiva pasando por casos intermedios. El efecto demográfico es bastante evidente, con los países que prestan más ayuda y son más igualitarios teniendo una tasa de hijos por mujer más alta, y los países que siguen considerando que tener hijos es un servicio que las mujeres deben prestar a su propia costa, teniendo tasas de las más bajas del mundo. De ahí quizá se puedan sacar conclusiones.

      No hay países en Europa optando por la primera alternativa, es decir, prohibiendo descaradamente el control de natalidad y/o el acceso al trabajo de las mujeres. Sería quizá clarificador que quienes quieren más niños europeos pata negra dijeran abiertamente si piensan conseguirlos de ese modo. Para saber todos de qué estamos hablando.
      Mientras tanto, donde sí se ejerce esa presión aunque de un modo indirecto y no con prohibiones legales, por ejemplo con una desaprobación social enérgica de las madres que trabajan teniendo hijos pequeños (como en Alemania) no parece que obtengan unos resultados estupendos, sino una tasa de natalidad baja.
      Así que eso lleva de vuelta a lo mismo: ¿realmente queremos que las mujeres elijan tener más hijos?: organiza las cosas de forma que esa elección no tenga un coste personal tan alto.
      O, alternativamente, defiende abiertamente no dejarlas elegir. Parece que lo intermedio no funciona.

      Este es un tema importante aunque no sea por lo de los musulmanes teniendo tantíiisimos hijos: las siguientes generaciones de inmigrantes suelen ir acomodándose a las tasas de natalidad comunes en su país de acogida, aunque no digo que eso sea siempre igual de rápido ni de inevitable. Claro que la manera más eficaz de retrasarlo es mirarlos con desconfianza y desprecio, y mantenerlos en guettos.

      • Victor dice:

        También habrá que ver que incentivos tienen los hombres para emparejarse y tener hijos, cosa que afecta a la natalidad. Al menos de momento. Si como ocurre ahora, las leyes matrimoniales y de custodia de los hijos hace que para un hombre sea «arriesgado» (desde el punto de vista de incentivos) establecer una familia con una mujer, eso afecta a la natalidad ya que, como bien dices, para que una mujer decida tener mas hijos, quizá tiene que tener en cuenta también al hombre con quien los va a tener (por esto de los derechos reproductivos), no? Quizá el objetivo es que no sea así, no lo se.

        Creo que centrarse solo en los factores de las ayudas a las madres es simplista y enfocarlo de forma errónea.

        • Sgt. Kabukiman dice:

          Claro que es simplista.

          Todo el mundo sabe la conciliación de la vida familiar y laboral es un tema superado y por si acaso no estoy en lo cierto, padecido en el mismo grado por hombres y mujeres. O incluso mas por los hombres, que tienen que soportes trabajos altamente estresantes y en casa, la chachara de la parienta y el coñazo de los niños. Esto es asi y quien lo niegue es un calzonazos abducido por el matrix feminazi creado por el marxismo cultural progre.

          Otra forma de mejorar las tasas de natalidad es retirar cualquier tipo de compensación a la custodia de los hijos. En argot politikonés eliminar el incentivo de una mujer para dejarse preñar mientras piensa en el divorcio. El mundo esta lleno de mujeres desconsideradas esperando al hombre ideal (rico pero incauto) para divorciarse alegando maltrato y sacarle los higados y la casa para vivir sin dar golpe junto con su joven y bien dotado amante. Esto es asi y quien lo niegue etc etc.

          Un cordial saludo.

      • Javier dice:

        Yo es que no soy racista. Me da igual que las mujeres europeas tengan pocos hijos. Me la pela la supervivencia de la raza blanca, y a ti también debería hacerlo. Menos carga para el planeta. Será malo para mi pensión, pero ya me las compondré (y las pensiones no son el tema de este post).

  2. Victor dice:

    «Una sociedad estructurada por los roles de género dónde el asignado al hombre sea el de macho alfa emocionalmente inexpresivo predispuesto a desarrollar su identidad con demostraciones exageradas de asertividad y a crecen con problemas de seguridad y empatía, no es solo perjudicial para las mujeres, sino también para los propios hombres.»

    El problema surge cuando, por narices, se pretende que el comportamiento correcto o beneficioso para el hombre, sea uno similar al femenino. Lo de macho alfa emocionalmente inexpresivo es un tópico extremo sacado de contexto; lo de crecer con problemas de seguridad y empatía porque no se encaja con el rol de «nuevo hombre» suena a ingeniería social. Algo como «si no encajas en mi diseño social, es porque eres inseguro y tienes problemas psicológicos». Triste que se imponga esa idea, puesto que asumir que los hombres antes (hablo de la época de mi abuelo, por ejemplo) eran inseguros porque eran menos afectivos externamente (porque lo expresaban de otras formas, masculinas, concretamente) no es mas que un intento de condicionar el comportamiento a base de criticar y avergonzar a quien se comporta así.

    Igual que el otro post y todo lo que lleve la frase «nueva masculinidad» o «nuevos hombres» y que se centran en las mujeres, suena a ingeniería social y a un intento de modificar si o si, conductas de otras personas. Si hablamos de nuevas masculinidades habrá que centrarse en los hombres, su entorno, los incentivos que tienen… y no en lo que necesita el feminismo que hagan los hombres para «demostrar» que «es bueno también para ellos».

    • Luis Abenza dice:

      Hola,

      Pareces muy preocupado por la «ingeniería social». Hasta dónde yo sé, todas las políticas públicas son intentos planificados de alterar el rumbo que seguiría «la sociedad» en ausencia de ellas y por tanto son una forma de «ingeniería social». Pareces sugerir que el tipo de conductas o actitudes que deberían ser consideradas socialmente aceptables o ser fomentadas desde las políticas públicas debería estar excluida del debate público. Me parece una exclusión un poco arbitraria.

  3. Maese Alcofribas dice:

    Estimado Luis, me parecen muy interesantes sus artículos y especialmente didáctica (y elogiable en términos de forma) su manera de responder a los comentaristas, especialmente a aquellos que, en un apasionante (para mi) ejercicio de proyección psicológica, le acusan de tener las conclusiones prefijadas de antemano por su ideología.

    Ingeniería social… 1984 es una obra maestra, pero a muchas personas les aportó más mal que bien (incluso sin leerla)

    • Vellana dice:

      «Ingeniería social… 1984″…

      Al hablar de ingeniería social yo pienso en el tercer Reich, la URSS, en Korea del Norte, en los Jemeres Rojos, en el PCCh, no en novelitas. Ingeniería social de la buena, con su sociedad ideal, sus nuevos hombres (http://es.wikipedia.org/wiki/Nuevo_hombre_sovi%C3%A9tico), sus infamados enemigos, sus medidas totalitarias sin consulta, sin evidencias que las sustentasen, sin planificación realista.
      Las novelas para los que confunden imaginación y realidad.
      Un cordial saludo y buen fin de semana.

      • Sgt. Kabukiman dice:

        Senserrich es un borroko, a Abenza le va la ingenieria made in camboya79.
        Como mola forocoches.
        Un cordial saludo.

        • vellana dice:

          No te parecía tan mal cuando Abenza era el Gran Hermano.
          Aunque no lo has entendido, solo pretendia decir que cuando alguien oye «ingeniería social» y piensa en «1984» simplemente no se ha enterado de lo que ha pasado en el sXX.
          Pensé poner una aclaración para lectores como tú, que se confirman más que leen, pero es que da lo mismo.
          Un fuerte abrazo.

          • Sgt. Kabukiman dice:

            Cuando alguien oye «ingenieria social» y en vez de comprobar si se corresponde con lo dicho le recrimina a un tercero que su ejemplo de ingenieria social no le agrada simplemente no le han explicado un refran muy conocido. Contiene las palabras luna, tonto, sabio y dedo. Piénselo con cuidado no le vaya a dar un ictus. Seria una lástima perdernos sus chistes.

            Un cordial saludo, un fuerte abrazo y dos besotes (en la mejilla, bribón).

            • Luis Abenza dice:

              hola,

              únicamente intento subrayar que el término «ingeniería social» me parece aplicable a casi cualquier actividad del sector público; incluso a muchas organizaciones del «sector privado» (la educación de los padres hacia los hijos que ocurre en el seno de una familia), así que en principio no me parece suficiente señalar algo con ponerle esa etiqueta para desacreditar un argumento.

              • Sgt. Kabukiman dice:

                Pues parece que por la connotación coercitiva que le da el sector friki sí lo es.
                El uno «modificar, si o si, comportamientos de otras personas».
                El otro se pone cachondo pensando en treblinkas, gulags, killing fields, etcs.
                Claro que el sesgo ideológico, por definición, siempre es del contrario.

              • un ignorante dice:

                Admito que no soy politólogo, sociólogo, economista o cualquiera de las disciplinas que parece, hoy, te capacitan para opinar de política. Sólo tengo dudas…
                ¿El término «ingeniería social» es claro y distinto? ¿No es una metáfora bastante burda? ¿Existe una termodinámica económica, una dinámica social que nos permite operar con la sociedad de la misma forma con la que manipulamos hornos o engranajes? ¿Realmente se puede conseguir envolver las conductas del resto de componentes de la sociedad (individuos, grupos), de forma que queden neutralizadas? ¿Hablar de la necesidad de intervenir, como si uno estuviese situado fuera de aquello en lo que interviene y tuviera poder para re-partir(lo) y com-poner(lo), para juntar y separar, no es una posición que debería ser insostenible públicamente —en tanto se está reduciendo a los otros, se supone pares, a términos operables—? ¿Ingeniería social es lo que se da, más que 1984, en Brave New World?

      • Maese Alcofribas dice:

        No sé muy bien qué responder a eso. Por lo demás, llevo meses enamorado de una mujer y hoy, viéndola radiante, tan bella y serena, he confirmado que está con otro. Este punzante dolor no me dejará tener un buen fin de semana. Pero gracias, te deseo lo mismo

  4. Emilio dice:

    La ingeniería social que suponen muchas de las políticas feministas ha sido denunciada en múltiples ocasiones y desde ángulos bien diferentes. El propósito de cambiar al hombre, lo es. El derecho de autor también.

    Dice Luis: «Hasta dónde yo sé, todas las políticas públicas son intentos planificados de alterar el rumbo que seguiría “la sociedad” en ausencia de ellas y por tanto son una forma de “ingeniería social”.

    Alterar el rumbo de la sociedad, no a las personas o determinados grupos sociales.

    • un ignorante dice:

      Pero, ¿realmente se puede alterar el rumbo de la sociedad? ¿Hablar de rumbo no es otra analogía (creo que relacionada con la de gobierno, kubernein y tal)? ¿No es el ámbito de aplicación (y de efecto) de una política pública (¿no es redundante adjetivar política con pública?) más acotado que el de la sociedad?
      Por seguir con la metáfora, en un barco, tan importante como el rumbo es el estado de la propia nave, desde la tripulación, al casco pasando por la cubierta, suministros, víveres y por supuesto, el estado de la mar, ¿realmente se puede hablar de que el objetivo (el rumbo a seguir) es claro (item más, obvio) sin tener en cuenta lo que implica para el resto de los aspectos que son relevantes y que permiten que el barco siga navegando (o simplente, flotando)? Dicen que su objetivo (el de Politikon) es mirar la realidad desde una perspectiva analítica y avanzar propuestas para el progreso de la sociedad, entiendo que el rumbo a seguir es el progreso (de la sociedad) pero, ¿en qué consiste ese progreso? ¿No están dando por unívocos (en general lo hacen todos los que me preceden en los comentarios y el propio autor de esta entrada) términos que, en el mejor de los casos, son análogos cuando no equívocos? ¿Realmente hay alguien que no quiera el progreso (¿progreso hacia donde?) de la sociedad?

      PS: ¿Por qué entrecomilláis los términos?

  5. un ignorante dice:

    «[…] Una sociedad estructurada por los roles de género dónde el asignado al hombre sea el de macho alfa emocionalmente inexpresivo predispuesto a desarrollar su identidad con demostraciones exageradas de asertividad y a crecen con problemas de seguridad y empatía, no es solo perjudicial para las mujeres, sino también para los propios hombres. Algo interesante del trabajo que hemos visto aquí es como las mismas fuerzas que han hecho posible la liberación de la mujer, han hecho posible e interactuado con la aparición de papeles más interesantes para los hombres que hoy día son cada vez más a menudo socializados en entornos más abiertos».
    ¿La falta de expresión emocional es errónea? ¿La estoicidad como mecanismo para enfrentar las dificultades es algo a abolir? ¿Cuál es el modelo correcto (o el que desde estás líneas sugerís, o el que el feminismo propone)? ¿Cómo puede uno desarrollar la identidad propia? ¿No es una suerte causa sui? ¿Hasta que punto se puede desconectar la forma en que relato lo que hago de lo que hago y de como lo ven los demás? ¿No era la asertividad la forma como se ha que interactuar —frente a pasividad y agresividad— (aunque el modelo sea demasiado simple)? ¿Qué es la empatía: emoción —pasion, inquietud—, capacidad —aptitud—, disposición —actitud—? ¿Realmente es relevante la empatía? ¿La propaganda en pro de la empatía no es sólo una forma naíf de mercerismo?
    ¿Cuáles son las fuerzas que han hecho posible la liberación de la mujer? ¿Son fuerzas personales (activistas políticos, grupos de concienciación, discursos, performances, relatos), despliegues de la conciencia, o son fuerzas impersonales (necesidades bélicas durante la WWII, electrodomésticos, píldora, expansión del mercado en el contexto de la Guerra Fría, &c.), desarrollos del propio sistema productivo —que no se entienda un ‘o’ exclusivo—?
    ¿En qué sentido son más interesantes los papeles que el feminismo, vía liberación de la mujer, ha posibilitado para los hombres? En el artículo que enlazáis para mostrar cuales son esos papeles más interesantes para los hombres se habla de paternidad responsable. Pero realmente, hoy, ¿qué interés tiene ser padre —podría extenderlo a tener pareja estable—? Esos entornos más abiertos en los que se es, en los que somos socializados, ¿son más abiertos a fuer de más superficiales?

    • Emilio dice:

      No pretendo contestar a tus preguntas, porque son muchas y no estoy seguro de entenderlas todas, pero el hecho mismo de que sean los que son, nos pone en la pista de algunas de las cosas que venimos discutiendo en el hilo.

      “¿La falta de expresión emocional es errónea? ¿La estoicidad como mecanismo para enfrentar las dificultades es algo a abolir? ¿Cuál es el modelo correcto (o el que desde estás líneas sugerís, o el que el feminismo propone)? ¿Cómo puede uno desarrollar la identidad propia? ¿No es una suerte causa sui? ¿Hasta que punto se puede desconectar la forma en que relato lo que hago de lo que hago y de como lo ven los demás? ¿No era la asertividad la forma como se ha que interactuar —frente a pasividad y agresividad— (aunque el modelo sea demasiado simple)? ¿Qué es la empatía: emoción —pasion, inquietud—, capacidad —aptitud—, disposición —actitud—? ¿Realmente es relevante la empatía? ¿La propaganda en pro de la empatía no es sólo una forma naíf de mercerismo?”

      Lo que planteas en ese párrafo está directamente relacionado con la ingeniería social de la que venimos hablando. El pensamiento único que el feminismo ha conseguido imponer en torno a esas cuestiones convierte en extrañas tus preguntas: ¿estoicismo? ¿no expresión emocional? Nada de lo que vaya más allá o más acá del género tiene sentido y el mundo que vivimos es el de la emoción, el victimismo y la empatía (sin que se sepa muy bien su alcance y significación precisas)

      En relación con: “¿Cuáles son las fuerzas que han hecho posible la liberación de la mujer? ¿Son fuerzas personales (activistas políticos, grupos de concienciación, discursos, performances, relatos), despliegues de la conciencia, o son fuerzas impersonales (necesidades bélicas durante la WWII, electrodomésticos, píldora, expansión del mercado en el contexto de la Guerra Fría, &c.), desarrollos del propio sistema productivo —que no se entienda un ‘o’ exclusivo—?”

      La respuesta me parece clara. Considerar a las fuerzas impersonales como principal o simplemente uno de los elementos importantes de la liberación de la mujer queda completamente descartado, porque sería tanto como negar de base el feminismo para quien la acción de los hombres si por algo se caracterizó históricamente fue por obstaculizar el camino de las mujeres hacia su liberación, y tanto la píldora, como los electrodomésticos, como, y esto lo añado yo, el estado del bienestar están en la base de todo lo que ha sucedido después con la suerte de la mujer, y en ninguna de esas cosas se puede negar la importancia de la acción masculina.

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