Política

Distancia ideológica y comportamiento electoral

27 Abr, 2015 - - @griverorz

Un pedacito de conocimiento común repetido con quizás más frecuencia de la necesaria dice que España es de centro-izquierda y que por eso lo sorprendente es que no gane siempre el PSOE. Detrás de esta observación hay dos piezas: una afirmación empírica sobre la distribución de las preferencias ideológicas en la población y un supuesto teórico sobre el modo en el que la ideología se relaciona con el comportamiento electoral individual. Sin embargo, incluso si esto pudo haber sido cierto en el pasado, el actual estado de la competición electoral nos debería hacer ver este tidbit con cierto, por decir algo, recelo. Los resultados de las últimas elecciones generales, la previsible fragmentación del voto a izquierda y derecha en las venideras, y el éxito de partidos que intentan desligarse de las etiquetas ideológicas para reemplazarlas con la “transversalidad” nos obliga a revisar los elementos que sostienen la conclusión anterior.

Centrémonos el supuesto teórico por el momento ya que tiene implicaciones más profundas que la afirmación empírica. Al fin y al cabo, la importancia de la distribución ideológica en la población depende, como ocurre con todos los datos, de la teoría en la que la enmarquemos. Podemos establecer la validez de la teoría comprobando si los votantes votan pensando únicamente en la distancia que los separa de los partidos en el espacio ideológico¹. La teoría tendrá apoyo suficiente si los votantes escogiesen siempre el partido que ellos perciben más cercano, algo que es fácil de comprobar usando los datos del barómetro de Enero del CIS (estudio 3050) ya que recoge los dos componentes que necesitamos. Por un lado, pregunta a los individuos sobre dónde están ellos mismos y dónde creen que están los partidos en la misma escala ideológica que asigna el 1 a la extrema izquierda y el 10 a la extrema derecha. Por otra, incluye la intención de voto individual. Habitualmente, la intención de voto es capturada en un escenario que es similiar al que el entrevistado enfrenta en las urnas y en el que se le permite únicamente escoger una única opción dentro del menú. En el barómetro de Enero 2015, sin embargo, se le ofrece al entrevistado la posibilidad de asignar una probabilidad de voto a cada uno de los partidos.

Conviene hacer aquí un pequeño paréntesis. Podría parecer que la pregunta en forma de probabilidad es estrictamente superior a la pregunta clásica sobre voto esperado ya que recoge información más profunda y detallada. Y es verdad que debería ofrecer una idea más clara del perfil de preferencias del entrevistado y da pistas sobre los partidos entre los que el entrevistado está dudando. La desventaja es que este tipo de pregunta require más (quizás demasiado) esfuerzo cognitivo del entrevistado. Pensémoslo de este modo: si alguien tiene dificultades para tomar una decisión sobre cómo se comportará en el futuro, poco podemos esperar de su capacidad para “cardinalizar” sus preferencias sobre todos los posibles partidos. Debemos tomar esta pregunta con todas las precuaciones y aceptar que será más ruidosa que la intención de voto típica. Suena paradójico, pero uno debe acostumbrarse en el mundo de las encuestas a que preguntar más cosas no implica obtener más o mejor información.

En cualquier caso, los datos nos permiten observar, para cada posible localización ideológica, cómo votarían los votantes a cada uno de los cinco partidos protagonistas ahora mismo. En el siguiente gráfico se representa la media de la probabilidad asignada de votar a cada uno de los cinco partidos para votantes que se autolocalizan en un determinado punto de la escala ideológica. Así, los votantes localizados en el 5 asignan una probabilidad media del 15% de votar al PP, un poco menos del 15% de votar a IU, un 20% de votar al PSOE, etcétera.

fract_pvote_desc

Lo que vemos resulta resulta familiar con la excepción quizás de la capacidad de PSOE y Ciudadanos de presentarse como opciones atractivas para cualquier grupo en la escala ideológica, ya que ningún grupo parece negarles el voto. No importan dónde se localicen los votantes, todos los intervalos le asignan siempre una probabilidad no nula de apoyar a PSOE o Ciudadanos en las próximas elecciones. Sin embargo, incluso para estos dos casos se cumple una observación más general y más interesante para nuestros propósitos, que es que, para cada partido, la probabilidad de ser votado alcanza un máximo en puntos que parecen consistentes con su posición ideológica y decrece a medida que nos alejamos de ahí.

Pero la figura no nos ofrece tanto como querríamos. Para empezar, no nos dice nada sobre la distancia con la que los partidos son percibidos para cada individuo (solo usa la localización del entrevistado), y no va más allá de resumir la información que nos dan los entrevistados, con lo que puede ser el resultado de muchos otros mecanismos de decisión que nada tienen que ver con el que nos interesa. Por tanto, necesitamos ahondar un poco más en la relación entre datos y teoría. Por ejemplo, podemos intentar determinar qué ocurriría si los votantes utilizasen la distancia ideológica como único input en su decisión electoral y ver si el comportamiento que se deriva de ese mecanismo se corresponde con el observamos en la figura de más arriba. Eso es exactamente lo que refleja la siguiente figura, que no es más que el equivalente de la de más arriba tras haber simulado el comportamiento de los votantes usando nuestro modelo teórico²:

fract_pvote

El modelo no sabe quién está en el gobierno, quién es un orador con un mensaje más seductor, o cuál es el nuevo partido que ilusiona a la gente. Solo ve la posición ideológica que cada individuo se asigna a si mismo y a los diferentes partidos. Y sin embargo, el modelo hace un trabajo excelente a la hora de recuperar los hechos estilizados. Todos los atributos esenciales de la figura de más arriba aparecen todavía aquí (la localización de los partidos y la caída en la probabilidad de voto a medida que nos alejamos de ella), con lo que uno no puede si no sorprenderse de que haga falta tan poca información para ser capaz de recrear el comportamiento electoral agregado.  Existen aún algunas discrepancias muy interesantes entre las dos figuras. El PP obtiene peores resultados entre los votantes a la derecha en el modelo teórico de los que observamos en la primera figura y el modelo es más generoso con IU en relación a Podemos de lo que parece ser el electorado. Quizás sea más sencillo ver dónde falla el modelo si tomamos la diferencia entre las dos figuras:

fract_pvote_diffNota: Valores por encima de cero indican que el partido obtiene mejores resultados en el modelo teórico que en la realidad

Si algo salta a la vista es que el modelo funciona peor en el centro político que en los extremos. Pero esto no es del todo sorprendente si tenemos en cuenta que “centro”, tanto ideológica como “espacialmente”, no tienen tanto significado como los extremos: ni está claro qué es una ideología de centro ni parece prudente descartar que los entrevistados estén usando el centro como satisficing point. No parece pues justo que sustraigamos como mérito del modelo lo que es probable que sea un problema del modo en el que capturamos la ideología en las encuestas.

Pero más interesante todavía es que PSOE es el partido más sobreestimado por el modelo espacial (una consecuencia mecánica de la ubicación que le otorgan los votantes), mientras que Podemos y PP se reparten la infraestimación en sus respectivos espacios ideológicos. Estas diferencias, quizás sistemáticas, capturan todos los elementos que el modelo no ha considerado: como la valence de cada partido, o el valor intrínseco de presentarse a las elecciones desde el gobierno. Es razonable pensar que las discrepancias no nos hablan de un problema fundamental en el modelo tanto como de las limitaciones que vienen de considerar una explicación basada en un único factor.

Hay dos vías por las que el error puede permear de forma sistemática en el modelo y es importante tenerlas en cuenta antes de evaluarlo. Por una parte, lo ya dicho sobre que los votantes pueden no ser demasiado diestros manejando probabilidades para todos y cada uno de los partidos. O incluso la escala ideológica, si me apuran. Por otra, que la posición percibida de los partidos tiene componentes psicológicos de atracción y repulsión que es difícil tener bajo control. En todo caso, ninguna de las dos observaciones invalidan el modelo. Si algo, corregir estos problemas lo mejorarían.

A pesar de que todo el ruido reciente acerca de una postpolítica transversal, de una política que supere las menudencias de la competición partidista tradicional en favor del sentido común o de una alianza vertical contra las élites, los votantes todavía buscan ser representados en sus preferencias ideológicas cuando van a votar. Y esto no debería ser motivo de sorpresa o preocupación. Más bien al contrario, ya que el voto ideológico está en la base del modelo representativo —me atrevería a decir que de cualquier mecanismo democrático. Al fin y al cabo, al votar ideológicamente estamos otorgando apoyo a quien creemos que se comportará en el gobierno del modo más parecido a como lo haríamos nosotros mismos y no hay motivo para pensar que este es un mal heurístico ni individual ni colectivamente.

Es verdad que el comportamiento electoral individual engloba muchos otros componentes que van más allá de una posición más bien abstracta en una escala unidimensional como la ideología, o al menos del modo en el que la ideología es concebida en esta nota. Al añadir más elementos a nuestra teoría del comportamiento electoral, haremos que nuestra imagen del electorado se vuelva más precisa, pero también más complicada. La cuestión es pues una sobre la magnitud del valor que añade cada nueva pieza a nuestra explicación. Y parece que el voto ideológico sigue siendo la piedra fundacional de la estructura de comportamiento electoral. Es una buena noticia que sea así.

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¹: Voy a suponer aquí que todos sabemos y estamos de acuerdo en qué significa ideología. Otro supuesto, quizás este menos aceptable que el resto de los que hago en esta pieza.

²: El modelo que sostiene la figura es una extensión directa de un logit condicional en el que la contribución a la log-verosimilitud de cada observación se corresponde con la probabilidad de que el entrevistado le vote. El modelo únicamente contiene interceptos para cada partido y la distancia (en valor absoluto) entre las distancias que el individuo indica para si mismo y para cada uno de los partidos. Para la simulación he usado como posición de los partidos la media de las asignadas en toda la muestra.


2 comentarios

  1. Jose Salvador Salver dice:

    No estoy tan seguro de que sea una buena noticia. La causa de la aparición de los dos nuevos partidos ha sido, precisamente, el hartazgo social ante la tradicional división derecha-izquierda, sustituida por la división corruptos-no corruptos.

    El problema fue, en el caso de Podemos, que esa visión inicial se ha visto empañada por la sucesión de noticias que les han colocado, también, en el lado de los «corruptos» a los ojos de muchos ciudadanos.

    El mero transcurso del tiempo «unifica» la visión que los electores tienen de los partidos, y les hace ser vistos a todos como parte de la conocida «casta». Así, el efecto novedad de Podemos se ha desinflado, e incluso Ciudadanos empieza a dar síntomas de agotamiento.

    En estas condiciones, cuando lo novedoso, lo limpio, lo renovador, empieza a no ser lo único que se considera a la hora de votar a un partido nuevo, la ideología, simplificada aquí con el esquema izquierda-derecha, vuelve a primer plano.

    Y, llegados a este punto, creo que los partidos pueden asumir dos estrategias: o bien hacerse fuertes en un sector, intentando acaparar casi todos los votos y laminar a la competencia (el PP va camino de conseguirlo para los puntos 6 a 10 del gráfico, mientras que Podemos ha fracasado para los puntos 1 a 4, donde PSOE e IU se niegan a abrirle el paso), o bien te sitúas en una posición central y lanzas desde ella un discurso «transversal», cosa que, hoy por hoy, creo que solo puede intentar hacer Ciudadanos. Incluso el PSOE puede intentar esta segunda opción, aunque matizada porque su largo historial hace que esté marrcado con la palabra «izquierda», a los ojos de muchos electores.

    La situación es realmente muy interesante. Ciudadanos, por ejemplo, puede cosechar en el descontento de casi todos, y dispararse, si las circunstancias le favorecen, muy por encima de los demás partidos, dada su posición «central». Pero si esos vientos amainan, se verá fagocitado por su misma centralidad, al regresar una parte de los potenciales electores a los tradicionales PP y PSOE.

    En cuanto a Podemos, creo que ya se puede decir que ha perdido la apuesta. Ni es visto como una opción transversal, ni ha conseguido capitalizar el voto izquierdista. Así, se irá viendo arrinconado en el extremo izquierdo del gráfico, donde no se puede cosechar más de un 15% de votos.

    De este modo, si finalmente el debate político se centra en la discusión «izquierda-derecha», creo que PP y PSOE gozarán de ventaja, con Podemos recogiendo un importante pero minoritario voto protesta y Ciudadanos reducido a un papel de bisagra residual. Pero si en el escenario siguen presentes de manera persistente noticias sobre corrupción, el elector centrado optará por lo nuevo. Entonces los puntos 4, 5 y 6 del gráfico, donde se concentra el mayor porcentaje de personas, huirán en parte del PP y el PSOE. Ciudadanos tendrá así una gran oportunidad de acabar siendo el primer partido de España a finales de este año. Porque la siembra ya la ha hecho.

    Veremos.

    • No tengo tan claro que existiese un hartazgo social ante la división heurística izquierda-derecha: pese al discurso ‘transversalista’ de Podemos, ha tenido una percepción ideológica alejada del centro por parte de la ciudadanía -si no recuerdo mal, el último barómetro del CIS le daba un 2,2 muy alejado del centro ideológico-.

      La diferencia entre Podemos y C’s es que Podemos aprovechó la creciente debilidad de IU y logró ‘entrar por la izquierda’ y hacerse con buena parte de ese segmento (asestando un duro golpe al PSOE) mientras viajaba hacia el centro, donde la acumulación de competidores impide que siga comiendo terreno. Ciudadanos, sin embargo, impactó desde el centro, ante la imposibilidad de ‘entrar por la derecha’ del espectro. El fracaso de Vox permanece fresco. Esto le permitió avanzar a izquierda y derecha, y presionar a PP y PSOE.

      La centralidad del tablero español es un tejado picudo: todos los huevos acaban cayendo hacia uno u otro lado. Ningún partido ha logrado mantenerse en ese difuso, ambigüo, desigual y cambiante ‘centro’ político. Por ello el PSOE no abandonará su discurso de izquierda moderada, ya que dar más aire a Podemos podría suponer quedar emparedado entre éstos y C’s/PP, lo que les pondría en un peligro innecesario.

      Soy de quienes no ven tan claro el cacareado declive de Podemos. Robar votos del 4 ideológico hacia la izquierda no debería resultarles difícil con propuestas más moderadas que en sus inicios, al tiempo que ningún partido les hace sombra en estos momentos a la izquierda del 3, con una IU en estado de confusión y enredo.

      Lo que está claro es que Ciudadanos se encuentra en una posición dulce de cara al 24 de mayo, y los pactos post-electorales podrían favorecer su institucionalización. Eso sí, la carrera hacia las generales será larga tanto para los de Rivera como para los de Iglesias, ya que ambos partidos se mantienen en equilibrios precarios y son vulnerables a shocks externos.

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