Política

Los diques frente a la hegemonía

14 Abr, 2015 - - @kanciller

¿Con qué facilidad podemos trasladar marcos de pensamiento y acción política de otros contextos a España? Esta duda tiene cierto sentido en un momento de especial ebullición política como el actual. Por ejemplo, es indudable que durante esta crisis sectores de la izquierda española han buscado inspiración en las políticas de ciertos gobiernos de América Latina. Esto no tiene por qué extrañarnos tanto si al fin y al cabo tenemos un espacio comunicativo común y, ante nuestra profunda crisis económica, mucho dinero ha fluido desde el otro lado del Atlántico. No olvidemos que incluso los indignados importaron parte del repertorio participativo de ámbitos de protesta en el Cono Sur.

En este sentido, no se puede negar el marco de acción y pensamiento de Podemos viene muy influido por la experiencia latinoamericana. Sus líderes han estado muy ligados a la asesoría y participación política en los gobiernos de Ecuador o Venezuela. Laclau y todo su aparato conceptual, que ahora tiene tantas legiones de adeptos en España, también vienen de ese marco. Una acción política que habla de la construcción de hegemonías basadas en la antítesis entre Pueblo y casta como sus promotores nos han explicado tantas veces. En suma, que el partido que ha sacudido la política española es muy deudor de un contexto concreto en el cual se ha inspirado su praxis.

Dándole vueltas, sin embargo, me voy a atrever a defender una hipótesis: el discurso de la hegemonía lo tiene extremadamente difícil para conseguir su objetivo final, que es el poder irrestricto, en entornos complejos como el nuestro. O dicho de otra forma, que el populismo necesariamente fracasará en su fin último dado los contrapesos que acabarán ejerciendo nuestras instituciones.

Como sabéis, Guillem Vidal ya ha hablado aquí sobre el populismo y su difícil conceptualización. No quiero entrar por lo tanto en el fondo, del que no soy experto, como en el entorno en el que se ha desarrollado el populismo de América Latina. Como es conocido, este movimiento aparece en aquellos países por una serie de razones ligadas a la descomposición y falta de inclusión del sistema anterior. No quiero detenerme en sus causas pero sí subrayar que germina en sistemas presidenciales.

La literatura especializada señala muy bien que en contextos de gran volatilidad o (des) institucionalización de sistemas de partidos, es relativamente sencillo que un candidato nuevo llegue a la presidencia del país viniendo de fuera del sistema. Veo claramente aplicación práctica del discurso a la Laclau; un líder fuerte que haga baypass a los poderes establecidos para apostar por redistribución, la incorporación de los excluidos y/o barrer a los dirigentes anteriores.

Este líder, en muchos casos, se convierte por su identidad con el Pueblo en un padre de la patria que empuja a un nuevo momento fundante básico. De hecho, en algunos casos estos liderazgos carismáticos se tradujeron en procesos constituyentes por los que la autoridad del Congreso anterior fue anulada desde la Presidencia y que llevó a la emergencia de un régimen político nuevo. En algunos casos hacia la derecha, en otros hacia la izquierda. Sin embargo, y este es el argumento que trataré de defender, esta empresa dista muchísimo de ser inmediatamente trasplantable a un contexto como el nuestro.

Es indudable que en España hay menos división de poderes que un sistema presidencial cuando existe mayoría absoluta, pero se da la casualidad de que, al mismo tiempo, es complicadísimo para un partido nuevo pasar de 0 a más de 176 escaños. Dicho de otra manera, que nuestro sistema le da un enorme margen de poder a quien dispone de absoluta en el Congreso, pero resulta muy difícil obtenerlo a la primera dado el carácter proporcional (con pegas) de nuestro sistema. No es una elección a una bala como la presidencial sino que requiere una batalla que por necesidad se debe prolongar en el tiempo.

Dado esto existe un primer elemento de control que obliga al aterrizaje de las políticas. Claro que nuestro ejecutivo tiene mucho poder discrecional, pero cuando está en minoría en el Congreso emerge el primer contrapeso: el horizontal. Los partidos de la oposición tienen capacidad de fiscalizar y tumbar aquellas medidas extremas que quiera aplicar un gabinete. No se puede ir a barrer un sistema político entero porque te tienes que sentar en la misma mesa que otros partidos para aprobar leyes. Un elemento consociacional que aterriza las aspiraciones hegemónicas del recién llegado; el que dice representar a todos lo hace ni menos (ni más) que a la parte.

Pero además en países como el nuestro existe algo que no existe en marcos como los de América Latina, un estado descentralizado. Podemos discutir sobre el margen real de auto-gobierno de las comunidades autónomas, sobre el papel que partidos nacionalistas/ regionalistas juegan en sus bastiones, pero es indudable que existen en mayor grado que en casi toda América Latina. Frente a países donde la descentralización es más administrativa que política, en España encapsula un conflicto existente, con un marco competencial variable pero amplio (como poco co-deciden sanidad y educación) y con escenarios mucho más plurales.

Todo esto hace que con ganar La Moncloa al modo más jacobino-hegemónico no sea suficiente. Existen contrapesos en el nivel autonómico que operan, del mismo modo que las comunidades autónomas contravienen decisiones políticas del gobierno de Rajoy. Por lo tanto, este segundo elemento lo que hace es levantar un freno, un mecanismo de control vertical. Emerge una nueva fuente de conflicto que no hace aplicable inmediatamente la identidad gobierno nacional-patria de más allá del Atlántico. Porque patrias tenemos muchas, y más en nuestro estado nacionalmente compuesto.

Creo que estos dos elementos señalan un problema casi fundacional en el intento de trasladar la hipótesis populista a España. Mucho cuidado, con esto no quiero decir que su práctica electoral no esté siendo exitosa, incluso aunque ahora se hable más de Ciudadanos. Cualquiera que haga de menos el mérito que tiene Podemos se equivoca de pleno. Al fin y al cabo, ha tenido una enorme capacidad de transformación de nuestro escenario político, de cambiar la estructura de nuestro sistema de partidos gracias a este discurso.

Eso sí, es muy probable que aplicar las mismas estrategias, los mismos marcos conceptuales, a entornos con contextos y ordenamientos diferentes tenga sus límites. Por eso es posible que la hipótesis populista vaya a colisionar con el dique de unas instituciones que, con muchísimos defectos, siguen pensadas para fragmentar el poder. Al menos en el corto plazo. Veremos qué pasa el mismo mayo, cuando se tengan que aterrizar muchos gobiernos sentándose a la misma mesa pueblo y casta. Ya se sabe, cuando los gobiernos se tengan que tomar por consenso y no por asalto.

***

Nota 1: Curiosamente creo que justamente el porcellum italiano es lo que ha colocado a ese país al borde del fin de su sistema de partidos. Si Beppe Grillo hubiera ganado en 2013 habría tenido inmediatamente la absoluta en el Congreso y cerca la del Senado. Un poder, con diferencia, mucho más irrestricto.

Nota 2: En Politikon hemos sacado un Ebook sobre Podemos por si queréis profundizar en esta y otras cuestiones sobre el tema.


10 comentarios

  1. Mr. X dice:

    A veces, al leer un artículo, da la impresión de que la democracia en España funciona, no sé, como en Islandia o, en el país de moda, entre nuestra clase política, Dinamarca.

    Examinemos, por ejemplo, al partido en el gobierno, el PP (me autocito de otro comentario)

    ¿Qué define a un partido populista?

    “Los partidos populistas son hostiles a los intermediarios entre el pueblo y los tomadores de decisiones.
    Abogan por una vinculación más directa de las masas a las élites (democracia participativa).
    Tienen una concepción predeterminada de la voluntad del pueblo que no deja lugar al pluralismo o la deliberación.”

    A mí me parece que esas tres características encajan como un guante para el PP.
    -Han anulado la separación de poderes, de manera que el poder judicial se ha convertido en una herramienta del poder ejecutivo y usan instrumentos del estado que deberían ser “apolíticos” como la hacienda pública para perseguir a los que ven como adversarios y también para crear grupos de comunicación afines. Utilizan elementos que deberían estar sujetos a criterios objetivos como la concesión de licencias de tv como método de presión a los grupos de comunicación para que no den voz a los grupos políticos más críticos.
    -Utilizan la apelación al “pueblo” para silenciar las críticas que vienen desde ámbitos culturales, judiciales o periodísticos: podemos robar, aprobar leyes como cadena perpetua o la ley mordaza porque el “pueblo” nos apoya; de hecho, vota a candidatos manifiestamente corruptos.
    -Tienen una visión exclusivista del estado vincula a una tradición notablemente antiliberal como es el nacionalcatolismo español, que tiene su origen en los pensadores reaccionarios del siglo XIX como Balmes y el carlismo: todo el que no la comparte es un”antisistema” o, directamente, es ETA.

    En serio, ¿quién es el populista? ¿El PP no es populista y sí lo es Podemos? ¿Por qué?

    • zalo dice:

      ¿Quién está hablando del PP aquí?

      • Mr. X dice:

        Pues yo.
        Estaba comentando que, al leer el artículo, uno tiene la sensación de que se refieren a un país que no es España donde los mecanismo de garantías y la separación de poderes y demás existen y funcionan. Un país donde ha emergido un movimiento populista inédito en nuestras fronteras. Un país donde no se utilizan los instrumentos del estado para abatir enemigos políticos. Me refiero a que el adjetivo «populista» en la situación real en la que nos hallamos no tiene ningún significado, se utiliza simplemente como medio de ataque de unos contra otros, ya que hay numerosos argumentos para designar así a unos u otros.

        • peixe dice:

          El adjetivo populista tal y como se usa en el debate público (que no político) hoy en día no tiene ningún significado, eso es cierto, pero no es como se está usando aquí. Y respecto a los puntos que tu enumeras en los que según tú el PP encaja no estoy de acuerdo:

          El PP no aboga no ataca a la representación política y ellos no se presentan como iguales a nadie, estamos de acuerdo en que no se creen la separación de poderes ni, si me apuras, el estado derecho y eso te convierte en muchas cosas malas pero no en populista.

          Respecto al tema de leyes como la ‘ley mordaza’ o la cadena perpetua, aprobar leyes de mierda no te convierte en populista; una vez más el populismo es una forma de hacer política, no la peor ni la única de hacer cosas mal.

  2. juan dice:

    Aparte de lo expuesto, hay algunas cosas adicionales que dificultan la creación de un movimiento hegemónica.

    a) Volatilidad mediática: hay una sobreabundancia de información y contenidos que impiden fijar un discurso, miles de opiniones con variantes hacen imposible simplificar objetivos básicos comunes.

    b) Efecto «yo y mi mochila». Cuando el movimiento surge de un grupo con un peso ideológico grande, donde sacar cosas de la mochila es un drama: «los principios, los principios», se generan múltiples dimensiones de división (monarquía a soportar mientras centrarse en las cosas de comer vs república primero), toros sí sin apoyo público vs toros prohibidos, etc,

    El problema es cuando cada individuo quiere un discurso hegemónico basado en «su mochila ideológica», se hace esta imposible de alcanzar.

  3. Ferrim dice:

    Excelente, Pablo. Es curioso que, de los autores de esta página, tú eres el que me despierta mayores emociones con tus posts, y en ambas direcciones: o muy en desacuerdo, o muy de acuerdo. Éste es de los de muy de acuerdo.

  4. Carlos Díaz dice:

    En mi opinión, existe un tercer elemento que señala el «problema casi fundacional en el intento de trasladar la hipótesis populista a España»: la pertenencia de España a la Unión Europea (pertencia que Podemos no discute). En el artículo se ha hecho referencia a las importancias competencias de las Comunidades Autónomas, pero las competencias de la Unión Europea son, a mi juicio, todavía más trascendentales. Con carácter general, las Comunidades Autónomas pueden desarrollar y matizar la normativa estatal, pero es esta normativa estatal está condicionada por la normativa europea. Es más: la propia Constitución Española parece estar sometida a la normativa europea.

  5. Carlos Villanueva dice:

    Hay que tener en cuenta que la hegemonía no es meramente el control total de las instituciones, sino la predominancia de determinados valores e ideas en la sociedad, esa es la verdadera lucha hegemónica de la que hablan Laclau y Mouffe. Es difícil que podemos gane las elecciones, pero casi imposible que contribuya a un cambio de perspectiva en el modo de ver los asuntos políticos y sociales en el electorado, esto último, para mi desgracia, es una lástima en una sociedad individualista y consumista como son las nuestras.

    • Carlos Díaz dice:

      Coincido en que la «hegemonía» se refiere, ante todo, a las ideas y valores de la sociedad. La cuestión es, a mi juicio, que, aunque esa hegemonía diera lugar a una hegemonía institucional, las competencias de las Comunidades Autónomas y, sobre todo, de la Unión Europea harían altamente difícil la llegada del populismo a España.

    • svampa dice:

      Realmente todos los partidos (de hecho, cualquier forma de poder) aspira a la hegemonía en las instituciones.

      Lo que diferencia a los populismos es su declaración abierta de que tienen que tener la hegemonía tomando como base una ideología que divide claramente al mundo en buenos y malos. No hay matices, no hay distintas opiniones, ni siquiera opiniones equivocadas. O estás de acuerdo con todo o eres de los malos.

      De nuevo nos encontramos con que todos los partidos caen a menudo en acusar a los oponentes de ser la encarnación del mal.

      Otro punto es las soluciones a los problemas. Los partidos populistas tiene soluciones para todos los problemas, que lo único que falta es voluntad de los malvados que gobiernan en aplicar las soluciones evidentes. A menudo ni siquiera se molestan en exponer las soluciones, se limitan a decir que el problema es que gobiernan los malvados, si gobernaran ellos todo iría mejor, que no hay ningún problema, lo único que pasa es que sobran los malvados.

      De nuevo nos encontramos con que todos los partidos, cuando están en la oposición a menudo se limitan acusar al gobierno del fracaso de sus políticas sin entrar en demasiados detalles de como lo harían ellos.

      ¿Qué es, entonces, lo que diferencia a un partido populista de otro? Pues creo que básicamente una cuestión de grado. Todos los partidos hacen uso del populismo, acusan a veces a los oponentes de ser la encarnación del mal, que ellos deben controlar todas las instituciones porque si caen en manos de los otros vamos a la hecatombe.

      La diferencia entre, en este caso Podemos, y otros partidos es que otros partidos «normales» hacen uso del populismo a veces, en cambio, hay partidos que son «populistas puros».
      1) Los partidos «normales» nacen con unas ideas de como deberían hacerse las cosas, y aspiran a influir en el gobierno de la nación, por supuesto alcanzar el poder es la mejor forma de influir. (luego, en la lucha por el poder pueden pasar muchas cosas).
      En los partidos populistas, entre sus principios fundacionales está «hay unos enemigos a los que se debe derrotar por cualquier medio», y aspiran al poder abiertamente hegemónico, declaran que es imposible influir nada si no se tiene el poder y se controlan todas las instituciones.

      2) Los partidos «normales», aunque tienen un núcleo de ideas, tienen una visión más o menos global de los asuntos de gobierno. Por supuesto miran encuestas para ver por donde van las preocupaciones de los votantes, y en esa medida son populistas.
      Los partidos «populistas puros» centran en dos o tres aspectos de un grupo de votantes (desempleo, corrupción, nacionalismo, centralismo…) y básicamente todo su discurso se centra en estos aspectos. El origen de estos problemas no es complejo, ni sus soluciones. El origen está en los malvados que gobiernan y la solución está en que ya no gobiernen.

      2) En los partidos «normales» una parte de su discurso es justificar porque ciertas medias que proponen son mejores que otras.
      En los partidos «populistas puros» en el discurso no hay justificación de porque sus medidas son mejores. Son mejores, es evidente, y si no se toman es porque los malvados ocupan el poder, y el que opine lo contrario es porque es de los malos. De hecho, en el discurso apenas hay descripciones de medidas a tomar, sino arengas contra el enemigo.

      3) Los partidos «normales», cuando pactan, intentan justificar ante sus votantes que era la mejor opción y dejan bien claro que lo respetarán mientras el otro lo respete. Luego quizá rompan el pacto, en ese caso acusarán al otro de haber incumplido su parte o de haberse saltado una línea roja.
      Los partidos «populistas puros» no pactan con nadie. Y si pactan, dejan bien claro a sus votantes que no sienten lealtad hacia ese pacto y que lo respetarán en la medida que consideren oportuno. Luego quizá rompan el pacto, en ese caso, , si han escalado en el poder o han hecho daño, no deben justificar nada, es un triunfo.

      Vuelvo a decir que es cuestión de grados. Todos los partidos con populistas en cierta medida.

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