El objeto de esta pequeña recopilación de datos es más descriptivo que argumentativo. Se trata de contar una historia relativamente sencilla: las mujeres se han incorporado al mercado laboral español a un buen ritmo en las últimas décadas, pese a que no estamos todavía en la media de los países de nuestro entorno. Esta incorporación no se ha hecho a costa de una diferencia enorme en los salarios de nuestras trabajadoras y trabajadores bajo contratos estándar, pero en el ámbito del empleo a tiempo parcial la cosa parece distinta. Dada la tendencia de esta modalidad en los últimos tiempos quizás cabe estar alerta ante un posible coladero de la desigualdad.
1. La tasa de ocupación de las mujeres
En las últimas dos décadas, la evolución del empleo femenino en España ha sido muy significativa, de modo que en 2013 la diferencia entre la tasa de ocupación de los hombres y la de las mujeres era de solo 9.2 puntos porcentuales, por debajo de la media de la OCDE y no tan lejos de los países escandinavos, que se encuentran en torno a 5-7. Utilizo este dato en lugar de las tasas de ocupación de hombres y mujeres para poder minimizar el efecto de otros factores. Porque de hecho en términos absolutos nuestra tasa de ocupación femenina era en 2013 del 51.4% frente a un 62.7% del conjunto de la OCDE. En otras palabras: a pesar del camino andado aún queda un buen trecho por recorrer, pero no parece posible que lo hagamos sin mejorar nuestras perspectivas demográficas y de desempleo estructural: para los hombres, al fin y al cabo, la diferencia es del 60.6% frente a una media del 75.4%.
Por descontado, esta tendencia se ha visto favorecida tanto por un efecto demográfico como por la crisis. Respecto al primero, hay que tener en cuenta que el envejecimiento paulatino de la población afecta más en la «retirada» del mercado laboral a hombres que a mujeres simplemente porque éstos suponían la mayoría de los empleados en el pasado. Es, en cualquier caso, lo que cabe esperar y lo que ha sucedido en cualquier país que ha combinado una población cada vez más envejecida y una mayor participación de las mujeres en la economía (esto es, casi todas las naciones occidentales, si bien en momentos y a ritmos distintos en las últimas seis décadas). En cuanto a la crisis, sobre todo en los primeros años, cuando la burbuja inmobiliaria estalló, el empleo en sectores masculinizados se vio particularmente afectado. El resultado es, en cualquier caso, que de mantenerse la tendencia llegaremos a una práctica paridad en la siguiente década.
2. La brecha salarial
La igualación entre sexos en presencia dentro del mercado de trabajo no parece tener hoy en día enormes consecuencias para los salarios de unos y de otros. En términos de diferencia entre lo que gana un hombre y lo que gana una mujer a tiempo completo (independientemente de su puesto de trabajo), con una tendencia oscilante pero en principio a la baja en el largo plazo, la brecha salarial española queda lejos de la de países como Alemania o Portugal.
Sin embargo, cabe subrayar que el cálculo de la OCDE favorece valores más bajos que otros, que arrojarían cifras superiores (véase la página del INE al respecto), pero que no permiten comparaciones entre países. También es cierto que dada la varianza de año a año el nivel de 2010 incluido en la tabla no debe ser tomado como referencia clara y meridiana.
Pero aún más importante que estas cautelas metodológicas es el hecho de que cuando no tenemos en cuenta el tiempo de dedicación estas diferencias se incrementan significativamente. Según la Encuesta de Estructura Salarial del INE, en el año 2011 el salario anual más frecuente en las mujeres comprendía tan solo el 78,4% del salario más frecuente en los hombres. En el salario mediano este porcentaje fue del 78,2% y en el salario medio bruto del 77%. Aún más significativo resulta comprobar que la diferencia en el salario medio por hora en los trabajos a tiempo parcial se mantiene en un 79%. Es decir: las mujeres que están empleadas bajo esta modalidad parecen tener puestos de considerablemente peor calidad que los hombres.
3. El empleo a tiempo parcial
Es por lo arriba explicado que la reciente evolución de los empleos a tiempo parcial involuntarios (es decir, la persona declara que preferiría trabajar más horas) merece nuestra atención. Entre 2003 y 2013 el porcentaje de hombres y de mujeres trabajando a tiempo parcial se ha incrementado de manera considerable: de 2.7% a 7.3% y de 16.4% a 23.4% respectivamente. Así es, según el último dato disponible casi un cuarto de las trabajadoras españolas trabajan por menos de una jornada completa o casi completa. La cifra no parece particularmente alta si se compara con el 61.1% de Holanda o el 45.7% de Suecia. La diferencia entre aquellos países y el nuestro radica en que mientras en los primeros solo un mínimo porcentaje de las mujeres desearían trabajar más horas (1.6% para Suecia y 3.4% para Holanda), en España esta cifra supera el 11% y es la más alta de Occidente salvo por Irlanda (12.6%).
Este efecto es común a ambos sexos, sí, pero en tanto que hay una considerable desproporción en la cantidad de empleados y empleadas a tiempo parcial, afecta particularmente a las mujeres, y cada vez más. Como se aprecia en la tabla, en desequilibrio solo nos sobrepasa Italia.
La moraleja es que hay más de una manera de abordar el empleo a tiempo parcial, y éste puede ser tanto un instrumento para igualar como para discriminar entre hombres y mujeres si el resto de condiciones necesarias para que lo primero suceda no existen. Por supuesto, este efecto se ve acrecentado por la enorme tasa de paro y la presión que esto pone sobre los hogares para conseguir ingresos. La doble cara de la incorporación de la mujer al mercado laboral sin un apoyo estatal correspondiente se expresa con claridad en este caso.
En resumen, sirva este pequeño repaso como cautela y recuerdo de que ni tan mal estamos, ni tan bien parece que vamos. La lucha por la igualdad, como la mayoría de contiendas políticas, se libra entre grises.
Quiero comenzar dando las gracias a Politikon por abordar los temas que aborda y de la forma que lo hace. El debate de género cuando es de ese modo permite justificar el acuerdo o desacuerdo sin caer necesariamente en la presunción de que quien no asume sus postulados se sitúa en el terreno del machismo o la negación de la igualdad. Hay un campo para la racionalidad y el debate y una exigencia de rigor que en general no se estila.
El reciente informe de UGT sobre brecha salarial ha llegado a la opinión pública como menor sueldo por el mismo trabajo, que las mujeres deben trabajar no sé cuantas horas más para cobrar lo mismo que los hombres o trabajar 11 años más para cobrar la misma pensión y los políticos lo han traducido de la forma que vimos en el Estado de la nación y apurando a tomar medidas a favor de las mujeres en todos los campos posibles sin pararse a pensar si eso va en la dirección de la igualdad o de la pura discriminación hacia el varón.
Me congratula leer que no todo está tan mal, ni ha sido tan desastroso como la literatura feminista al uso acostumbra a tratar todos los temas. Pero no quisiera olvidar que en la sociedad han calado algunos mensajes con una visceralidad propia de creyentes en momento de guerra de religiones. Ayer en 24 horas comentando el reciente informe de la OCDE que señala que los niños son mejores en matemáticas y las niñas en comprensión lectora, llevaba a uno de los contertulios a traducirlo como que “los niños eran más cuadriculados” y las “chicas más emocionales” y por eso a él le gustaría estar del lado de ellas.
Esta dinámica no es buena. Ni arregla los problemas en general ni los de la igualdad en particular. Por centrarme en la educación diría que los españoles debemos ser muy poco “cuadriculados” porque nuestro nivel en matemáticas no es nada bueno, pero tampoco muy emocionales porque las lagunas en comprensión lectora son muy abundantes. Y nuestros problemas con la natalidad, la familia, las ineficiencias del sector público o la pérdida de pulso tecnológico y económico seguirán porque en este contexto confuso lo único que se prodiga son los palos de ciego.
Las mujeres tienen un mayor nivel educativo, sin embargo, salvo las carreras sanitarias, eligen itinerarios que no presentan buenas perspectivas laborales: humanidades, educación, ciencias sociales… En comparación con las ciencias o nuevas tecnologías.
Habría que pensar por qué las chicas rehuyen de las ciencias y las profesiones técnicas en secundaria. Sin embargo, a veces parece que los medios de comunicación reflejan una especie de conspiración machista, cuando se trata de un problema de elecciones (personales o condicionadas por el género).
Merece una lectura:
http://personasnogenero.blogspot.com/2015/03/igualdad-que-como-donde.html
De los datos que proporciona el autor y de la experiencia de contratar a muchos miles de personas a lo largo de la vida –y nunca ver un caso de diferencias de remuneración a igualdad de trabajo, antigüedad y desempeño– me ha gustado su enfoque en un momento en el que con este asunto se está produciendo una Manipulación Masiva de la opinión mintiendo sin que la Prensa se atreva a denunciarlo.
Lo explica muy bien este comentario de un lector que acabo de ver de El País.
Cito:
«¿Alguien conoce un Juez, un Profe de universidad, un Médico, un Enfermero, etc. que por ser mujer gane menos con la misma antigüedad, horario y resultados? Yo no lo he visto nunca.
Pero, claro, si hago la estadística metiendo en ella a todas las empleadas domésticas emigrantes pues salen los datos que me dé la gana.»
Fin de cita.
Hay muchos vividores mintiendo, viven de ello y parece que el tiempo se les acaba.
El comentario le habrá puesto palote, pero para concluir lo concluido el sagaz lector debe conocer nominas, horarios y resultados de jueces, profesores, médicos, enfermeros, etc.
Sólo médicos tiene como 150.000.
Asumiendo que estamos ante un genio no reconocido con contactos y muchísimo tiempo libre, tampoco es mucho decir. El acceso a la función pública es pura meritocracia e independiente de la arbitrariedad del contratante.
Monica Oriol lo dijo bien clarito: contratar mujeres es un riesgo, tienen hijos, corren a cuidarlos antes que los maridos, son una apuesta mas arriesgada en definitiva. Preferimos hombres y por lo tanto, les pagamos mas. En contratos estandar (ej. cajer@ del mercadona) no ha lugar a diferencia salarial, pero en puestos de mayor valor, pagados por encima de convenio, la arbitrariedad está servida.
Un cordial saludo.
Pero de lo que hablas, entonces, es del «techo de cristal» y no de la discriminación salarial.
Donde yo he trabajado tampoco he visto discriminación salarial. Y si he visto condiciones de muy bien remunerada semiesclavitud, con jefes de sección y departamento -(y jefas de sección renunciando a ascender) presumiendo de sueldo a cambio de no ver a la mujer y los hijos, de estar a disposición de la empresa – incluido traslados de domicilio- 330 días al año, 24 horas al día.
No se regala nada en los escalones intermedios de la empresa privada y, a veces, cuando miras la relación horas/salario/disponibilidad, es para echarse a llorar.
No mezclemos aspectos distintos.
Ostias, que no es discriminación salarial, es el techo de cristal. Suena poético y todo, ya puedo dormir tranquilo.
Si relee con (mas) atención mi texto se dará cuenta de que no hablo de discriminación salarial, sino de discriminación laboral a secas.
Debiera citarnos algún caso señor Kabukiman
Ya, vale, según usted, el autor puede hablar d elo que quiere, que yo hablo de lo que me da la gana..o digo de lo que hablo, aunque no hable…
Aquí parece bien clarito:
«Preferimos hombres y por lo tanto, les pagamos mas. En contratos estandar (ej. cajer@ del mercadona) no ha lugar a diferencia salarial, pero en puestos de mayor valor, pagados por encima de convenio, la arbitrariedad está servida.»
A ver si mejoro…
Preferimos hombres y les pagamos más…NO, no les pagamos más por ser hombres, sino que diseñamos puestos en los que los hombres pueden competir mejor porque no vienen con unos condicionantes de serie. Se paga bien pero es una vida para personas un poco psicopatas y las dulces, empáticas y colaboradoras mujeres encuentran que no compensan. Recurra al imperativo biológico, hormonal o cultural, al que prefieran.
«En contratos estandar (ej. cajer@ del mercadona) no ha lugar a diferencia salarial, pero en puestos de mayor valor, pagados por encima de convenio, la arbitrariedad está servida.»
En puestos de mayor valor, pagados por encima de convenio, ese plus viene por objetivos. Tanto vendes, tanto mejoras tus resultados, tanta producción sacas, así cobras. Un empleador, en puestos fuera de convenio, se preocupa de los resultados, no es el fijo lo que engorda la nómina , y las arbitrariedades se producen de acuerdo con lo simpática que le caiga la persona al jefe. Así los bajitos, gordos y calvos, cobran menos que sus homologos altos, atleticos y con una brillante cabellera ( o, en su defecto, una calva sexy) . Y eso no lo digo yo, lo dicen sesudos estudios sociologicos, los guapos no solo follan más/mejor o con más, sino que cobran más a igual trabajo, así de injusta es la vida. Incluso para las cajeras de supermercado, ser un bellezón les puede representar un plus, ya sea en metálico o en especie.
Y yo no tengo miles de contratos a mis espaldas, pero conocí lo suficiente la vida en una gran empresa del sector del comercio. No hay arbitrariedad salarial, hay condiciones de trabajo que te hacen elegir entre dinero y tipo de vida. Y, de momento, los hombres eligen dinero.
Dulces, empáticas y colaboradoras…
Usted no está casado, a que no?
Lo de que el acceso a la función pública es pura meritocracia es una falacia de proporciones considerables y no solo por los casos que periódicamente salen a la luz con procedimientos poco respetuosos con el mérito tanto en la entrada como en la promoción. Lo ocurrido en el Tribunal de Cuentas sirva de ejemplo.
Muy buen artículo, completísimo. Evidentemente hay que tener cuidado con la «magia» de las estadísticas. Pero este no es el caso.