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La igualdad de género es mucho más que un lujo feminista

4 Mar, 2015 - - @politikon_es

El próximo sábado estaré en Madrid de telonero de Silvia Claveria hablando de la incorporación de la mujer al mercado laboral. En el futuro, intentaré escribir algo más detallado sobre el tema con datos y referencias, pero hoy me gustaría comentarlo desde una perspectiva global, relajando un poco el tono denso y repollo que caracteriza mis posts, esperando que la pérdida en rigor se compense con la ganancia en legibilidad.

Durante el siglo XX ocurrió una gran transformación social y económica de envergadura histórica: la incorporación de la mujer al mercado de trabajo en los países industrializados. Solo en España entre 1977 y 2013, la tasa de empleo femenina pasó del 25% al 63%.

¿Qué hay detrás de este cambio? Como todos los fenómenos sociales, se trata de una realidad compleja con muchas causas. Pero una parte importante tiene que con cambios que no tienen vuelta atrás. Como ha señalado la economista feminista Barbara Bergmann la liberación de la mujer del ámbito exlcusivamente doméstico no se originó en los libros feministas, en una guerra ni en una gran inflación, aunque estas cosas contribuyeron a su progreso, sino que fue liderado por cambios en la tecnología. El progreso tecnológico liberó la fuerza de trabajo de la industria pesada hacia el sector servicios y la industria ligera. Asimismo, el desarrollo de los métodos anticonceptivos permitió controlar mejor las decisiones de matrimonio y maternidad y compatibilizarlas con el desarrollo de maternidad, al tiempo que el desarrollo de los electrodomésticos  redujo el tiempo necesario para mantener la economía doméstica en funcionamiento.

A estos cambios se unieron mutaciones en las instituciones y en las mentalidades que dejaron el paso abierto hacia el mundo que conocemos hoy en el que las mujeres perciben su carrera profesional como una parte más o menos irrenunciable de su identidad. El hecho es, sin embargo, que la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo no tiene vuelta atrás: es el resultado lógico del patrón de crecimiento que comenzó en la revolución industrial.

Sin embargo, la emancipación femenina ha traído consigo tensiones en muchas instituciones arraigadas en la sociedad y en particular para la familia y el Estado de Bienestar. Éste ha estado tradicionalmente diseñado sobre la plantilla de una familia estable, con un reparto del trabajo tradicional con un número de hijos por mujer relativamente alto. La sotenibilidad del sistema de pensiones depende de ser capaces de mantener tasas de fertilidad adecuadas para que el número de trabajadores activos pueda pagar la jubilación de los inactivos. La investigación reciente en ciencias sociales ha destacado la importancia que tiene el entorno familiar en la primera infancia. Son los primeros años de la vida del niño los que determinan con más fuerza el éxito en la trayectoria posterior. En un contexto en el que las familias son atípicas, más frágiles o existen muchas madres solteras, España tiene un entorno particularmente poco amigable para la maternidad: la baja por maternidad está en 16 semanas (alrededor de la mitad de la OCDE), el cuidado de los niños y adultos es el motivo aducido por más de un 30% de mujeres según la EPA para no participar en el mercado laboral, las guarderías cuestan más del 30% del salario medio y, mientras tanto, el número de hijos es sustancialmente menor al deseado.

Tal vez pueda parecer que, no habiendo vuelta atrás respecto a la incorporación de la mujer al trabajo, y habiendo traído ésta tensiones para el Estado de Bienestar, no existen razones para el optimismo. Lo cierto es que sí parecen existir. Paradójicamente, son los países del norte de Europa los que han conseguido hacerlo bien en ambas arenas: la del Estado del bienestar y la de la igualdad de género. ¿Cómo? El secreto parece estar en que las mismas políticas que permiten combatir la pobreza infantil y aumentar la natalidad pueden ser las que fomentan la igualdad en el mercado laboral. Mejorar el acceso al mercado laboral y los sueldos de las mujeres repercute positivamente sobre el bienestar de los hijos (en particular en el caso de las madres solteras) y aumenta el número de trabajadores respecto al de jubilados; las políticas de conciliación y la inversión en guarderías sufragadas por el sector público tienen como efecto responder tanto a los problemas demográficos y de desigualdad en la infancia, como a los relacionado con la igualdad de género.

Michel Rocard, que fue primer ministro socialista en Francia, suele decir que (cito libremente) la identidad europea, es la democracia más la seguridad social. En el contexto de los retos del Estado de Bienestar, la apuesta de acomodar el nuevo papel de las mujeres como madres y como trabajadoras con mayor igualdad de género resulta ser mucho más que una reivindicación feminista en sentido estricto; hoy es también una exigencia de la sostenibilidad y modernización del modelo social Europeo.


4 comentarios

  1. Emilio dice:

    ¿En qué consistirá la igualdad de género?

    Las feministas se quejan a menudo de la invisibilidad a que se ven sometidas las mujeres en algunas ocasiones. Yo leo la entrada anterior que versa sobre la igualdad de género y no veo a las hombres por ninguna parte por lo que deduzco que se trata de un tipo de igualdad que no necesita dos términos y le basta con uno solo, aunque desconozco qué tipo de igualdad pueda ser esa solo relata las aspiraciones femeninas.

    Pareciera que se puede hablar de la sociedad, la que tenemos y la que vendrá, hablando exclusivamente de los deseos y necesidades de ellas. No sé si porque los hombres no están o porque su papel es tan claro que no necesita mentarse, o porque en suma lo que les tocará será acomodarse en los huecos libres de una sociedad en la que la mitad del espacio ha gozado de derecho de reserva.

    Una sociedad en la que lo que procede es denunciar un permiso de maternidad de solo 16 semanas cuando el de paternidad es de 15 días, y en la que los sueldos a mejorar son los de ellas a quienes además deberán ir dirigidas las políticas de conciliación, porque así estarán mejor atendidos los hijos. ¡Cualquiera diría que se trata de la reedición del rol histórico de cuidadora de los hijos! Aunque bien pensado si a lo anterior añadimos la negativa a la custodia compartida estaremos ante las posiciones del feminismo en nuestro país. Y todo ello después de citar como modelo a los países nórdicos donde evidentemente son otras las políticas que se aplican, entre ellas, permisos de paternidad y maternidad iguales, custodia compartida, y acceso equilibrado de ambos sexos a la función pública por citar algunas de ellas.

    En relación con la educación de los hijos y la escuela es paradigmático que siempre se olvide el caso finés en el que los niños no se incorporan a la escuela hasta los 7 años pero que a los 15 son de los mejores del mundo y la envidia con que sus vecinos suecos observan lo que allí pasa y se preguntan qué ha sucedido en el suyo que siendo uno de los mejores en los años 70 ahora ocupa una discreta posición media y unos porcentajes de fracaso escolar crecientes que afectan a hijos de clases bajas y particularmente los varones, aspecto éste en el que se iguala con lo que sucede en el nuestro después de haber multiplicado varias veces el presupuesto educativo en las últimas décadas. Por cierto todo ello cuando lo que se anunciaba era igualdad de género en las aulas.

    En fin, una análisis en el que se cree poder hablar de la sociedad mentando solo a una de sus partes como si se tratara de compartimentos estancos en los que lo que ocurra cono uno de los sexos se puede estudiar y analizar ignorando lo que vaya a pasar con el otro. Y donde por supuesto la igualdad se identifica con un catálogo de exigencias de una de esas partes. Igualdad que por eso es necesario apellidar como de género para que nadie pueda confundirla con la de verdad, con la que no necesita apellido porque es entendible en sí misma. En esta sociedad hay cinco millones de parados pero algunos consideran que tomarlos a todos por damnificados sería un error porque hay que centrar los esfuerzos en solo alguno de sus colectivos y que así es posible construir la igualdad.

  2. Sabela dice:

    El artículo me gusta, pero no me convence que se hable de la mujer como «trabajadora y madre» sin mencionar en ningún momento la necesidad de que las medidas de conciliación sean igualitarias para que no solo ellas tengan que asumir esa dualidad.

    • Luis Abenza dice:

      Si, yo pienso que las medidas de conciliación deben ser igualitarias y debería haberlo mencionado, pero es uno de los detalles que desaparecieron al hacer síntesis.

      • Aloe dice:

        Hombre, es que eso no debería ser «un detalle». Es tanto como la diferencia entre ayudar a las familias que tienen hijos, por ser algo que la sociedad debe compartir por su propio interés, y ejercer el paternalismo conceptualizando toda ayuda familiar o medida de conciliación como «ayuda a las mujeres», siguiendo con la asunción tradicional de que los hijos son cosa de las mujeres.
        (Y los padres mayores y el resto de las tareas de cuidado). La diferencia no es un detalle, ni es una distinción académica.

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