Economía

Partidos, crecimiento y desigualdad (II)

16 Feb, 2015 - - @manuj_hidalgo

La primera parte del artículo se encuentra aquí.

Otros trabajos se han centrado en análisis más parciales, pero no menos importantes, especialmente cómo las condiciones económicas pueden influenciar al votante ante varias alternativas políticas. Por ejemplo, Przeworski y Limongi (1993) muestran que las decisiones de los gobiernos referentes a cuestiones económicas son importantes, pero no así el tipo de régimen de gobierno aplicado. En otras palabras, las democracias, per sé, no implican ni mayores ni menores tasas de crecimiento a largo plazo.

También, Pontusson and Rueda (2006) analizan las preferencias políticas del votante mediano y su efecto en la desigualdad en renta, así como ésta y su efecto en la elección de partidos de izquierda. Además analizan como dicha desigualdad puede polarizar los resultados políticos en unas elecciones, determinando si el gobierno cae en manos de un partido de izquierda o conservador, así como las políticas realizadas por estos una vez adquieren la responsabilidad del poder. Para ello, a partir de dos medidas de desigualdad, la desigualdad salarial y la desigualdad en ingresos de los hogares, y para varios países encuentran que:

  • A mayor desigualdad salarial mayor polarización política.
  • Dicha polarización es asimétrica. Es decir, a mayor desigualdad, la derecha se radicaliza, mientras que la izquierda se mantiene.
  • La desigualdad en las rentas del hogar no influyen en la polarización.

 

Estos resultados se pueden racionalizar a partir del concepto del votante mediano. Según esta teoría, los partidos están motivados en ganar las elecciones independientemente de las políticas que vayan a desarrollar. En un sistema político bipartidista, esto implica que los partidos pueden ganar compitiendo ambos por el mismo tipo de votante, por lo que pueden promover políticas muy similares, cercanas a las preferencias de este votante. Sin embargo, a mayor desigualdad económica mayor polarización. Y por lo tanto, cuanto mayor es la desigualdad mayor será la distancia entre los ingresos de los”median-voter” de izquierda y los de derecha. Más a favor de la redistribución estarán los primeros y menos a favor los segundos. En este caso el cuerpo básico ideológico de los partidos adquiere mayor relevancia, por lo que los partidos de izquierda tendrán más incentivos a llevar a cabo políticas favorecedoras de las clases sociales más bajas mientras que los conservadores buscarán aplicar políticas liberales favorecedoras para organizaciones sociales y económicas como empresarios, etc…(Strom, 1990; Aldrich, 1995).

En otro trabajo de 2010, (Pontusson and Rueda, 2010), estos autores encuentran que existe una cita paradoja para varios países de la OCDE en dónde no se encuentra relación entre desigualdad y voto a partidos de izquierda. Sólo en el caso de que esta desigualdad adquiera un cariz elevado los votantes darán mayoritariamente su apoyo a partidos de la izquierda. Su explicación es que los votantes con menos ingresos son difícilmente movilizables a menos que su percepción de desigualdad sea elevada. Esto, en general, determina que a menos que dicha desigualdad aumente excesivamente, los partidos de la izquierda moderarán sus políticas respecto a esta cuestión.

Para terminar, otros hechos alejados de las preferencias de los votantes pueden influir claramente en la posición de los partidos, su elección electoral y sus políticas aplicadas una vez en el poder. Por ejemplo la fatiga impositiva de los votantes de clase media, la globalización, el propio crecimiento económico que limita la capacidad redistributiva, o por ejemplo, algo que resulta interesante para el caso español, la menor participación de los trabajadores en la vida activa sindical, y que puede reducir la influencia de las preferencias de estos en los partidos de izquierda, llevándolos más hacia el centro. Por último, parece que en numerosos países existe un claro incremento en la abstención de los votantes con menores ingresos, llevando a los partidos de izquierda más a la captura de votos en el centro lo que reduce la necesidad de realizar políticas más redistributivas.

En resumen, la posición del votante mediano determina la estrategia de los partidos. En un sistema bipartidista, la posición del votante mediano tiene mucha importancia para el resultado electoral. Esto es así incluso en un sistema de múltiples partidos.

En relación a la importancia del votante mediano en las políticas económicas aplicadas, Kim y Fording (1998, 2002 y 2003) llevan a cabo un análisis empírico con la intención de observar regularidades. Estos autores parten de tres supuestos :

  • Suponen que los votantes se distribuyen monótonamente sobre una ”línea” de izquierda a derecha en función de su ideología, valorando la ideología en 0 si es radical de izquierdas y 100 si lo es de derecha.
  • Suponen que la ideología del electorado determina los resultados electorales.
  • Suponen que existe comparabilidad, es decir, que la separación entre izquierda-derecha puede ser comparable entre países.

 

Partiendo de estos supuestos estiman la ideología del votante mediano en dos pasos. Primero, elaboran una “medida” de la ideología de cada partido para cada país. A partir de esta medida construyen la medida de la ideología del votante mediano mezclando el resultado anterior con los obtenidos por cada partido en las elecciones anteriores. Sus resultados evidencian que según la posición del votante mediano la s políticas aplicadas por los partidos son más o menos polarizadas. También encuentran que las condiciones económicas pueden influir en la posición del votante mediano. Sin embargo también observan que en las últimas décadas en los países occidentales la ideología parece no mostrar claras separaciones entre izquierdas y derechas. No obstante, a pesar de esto, parece mostrarse aún la clara relevancia de la separación de la ideología entre izquierda y derecha.

Otras teorías

En otro orden de explicaciones sobre la influencia de la posición ideológica del electorado y la elección de partidos, encontramos la llamada “Naive Theory”, o Teoría Simple, y que supone que el soporte electoral de los partidos socialdemócratas es directamente proporcional al peso de los trabajadores manuales (blue-collar) en la fuerza laboral. Sin embargo las comparaciones internacionales parecen refutar esta idea. Así, Kitschelt (1994) que entre los 50 y 60 el SPD alemán tenía menos soporte electoral que los partidos socialdemócratas en Austria, Dinamarca, Noruega o Gran Bretaña, siendo el peso de la clase trabajadora mucho mayor en el primero. En los ochenta, en España, Francia e Italia la socialdemocracía no sólo avanzó, sino que se mantuvo fuertemente en el poder a pesar de los fuertes cambios sociales y estructurales acaecidos en sus economías. por ejemplo, también en Suecia y durante los ochenta, mostró pocos cambios a favor de los partidos conservadores, y todo ello a pesar de la fuerte reducción del peso de la clase trabajadora desde veinte años antes. Por último, la desindustrialización vivida por numerosos países ha mostrado efectos muy diversos en cuanto a los éxitos de los partidos socialdemócratas desde los setenta.

Así, para buscar una explicación de la elección de un partido debe irse más allá de la teoría del votante mediano y del peso de trabajadores obreros o “blue-collars” en una economía. Por ejemplo deben valorarse otras variables como ocupación, pertenencia a sindicatos, religión…

En este sentido, y para España, Richard Gunther and José Ramón Montero (2000) se preguntaron si el voto es una expresión de la diferenciación social. Mediante un análisis multivariante encuentran que la capacidad predictiva de varias variables socio-económicas (religión, conciencia de clase y pertenencia a un sindicato), no explica suficientemente los cambios electorales, ni las elecciones en España desde 1980. Además, el efecto de estas características parecen debilitarse aún más en los noventa. El menor peso de los sindicatos en la vida laboral, la secularización de la vida española y los cambios socio-económicos, han debilitado los posibles efectos de estas variables sobre los resultados electorales. Para el caso concreto español, más importancia parecen tener el concepto sobre los líderes políticos y la memoria política de los votantes, que generación tras generación parecen votar a un mismo partido.

En definitiva, la relación entre ideología, condiciones económicas, resultados económicos y partidos económicos representa una madeja de difícil separación. Aunque la literatura existente ha conseguido establecer algunas relaciones básicas, muchas quedan por esclarecer. En gran parte, esta dificultad estriba más en que los métodos de estimación son complejos y difíciles de discernir, y, sobre todo, en que las comparaciones internacionales entre partidos es cuando menos confusa.

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Richard Gunther and José Ramón Montero (2000): The Anchors of Partisanship: A Comparative Analysis of Voting Behavior in Four Southern European Democracies Estudio/Working Paper 2000/150, March 2000


3 comentarios

  1. Un tema muy complejo pero muy estimulante. Creo que es un tema muy complejo la medición de las ideologías. Si tomamos datos de corte transversal nos encontramos con la dificultad de que lo que en un sitio puede ser considerado más de derechas, en otro puede ser más de izquierdas. Si los datos son de series temporales, nos encontramos con la dificultad de la crisis de las ideologías. Hay momentos clave en las últimas décadas, uno muy claro es la caída de la Unión Soviética, en los que aparecen muchos desencantados de las ideologías, hay procesos de desideologización. Si no tenemos un buen instrumento para medir lo de izquierdas o de derechas que es un partido, es muy complejo llegar a resultados esclarecedores.

    Por otro lado, no coincido con Przeworski y Limongi en que la democracia no favorezca el crecimiento. La democracia disminuye los riesgos del intercambio, favoreciendo la seguridad jurídica. Y un factor muy importante es el aprovechamiento de las ventajas del intercambio exterior al disminuir el riesgo país.

    Un cordial saludo.

    • Alatriste dice:

      Un tema espinoso donde los haya, pero los hechos parecen confirmar que por cada dictadura que es un verdadero diccionario de todos los tipos de desastre económico existe otra capaz de un crecimiento importante y sostenido (el contraste entre China y Corea del Norte, vecinas y supuestamente amigas, es chocante) y aunque la mayoría de las democracias muestra un crecimiento muy razonable tampoco hay que escarvar demasiado para encontrar casos flagrantes de gestión económica fracasada; en ocasiones repetidamente fracasada (Argentina y Grecia son ejemplos evidentes).

      Lo que sí parece claro es que los frutos del crecimiento se reparten más – y mejor – cuanto más democrático es el país, y que en las dictaduras ocurre lo contrario, cuánto más tiránico el sistema más se acumula la riqueza en manos de un grupo más y más reducido.

      • Efectivamente, Alatriste, pero creo que una pregunta interesante es: ¿China va a seguir siendo una dictadura o camina lentamente hacia la democracia? Yo creo que el crecimiento de China ha venido de la apertura, más que de la planificación dictatorial. ¿Eso la llevará hacia la democracia algún día?¿Si China se convirtiese en una dictadura más cerrada seguiría creciendo? En el caso de Corea del Norte parece que la comparación con Corea del Sur hace afianzar las conclusiones sobre que la democracia promueve el crecimiento.

        Me da la sensación de que en los casos de democracias en proceso de fracaso el problema surge en gran parte por buscar atajos, es decir, respaldar decisiones restrictivas de los derechos humanos a través del voto mayoritario. Cuanto más se separan esos regímenes de una economía con un clima de seguridad jurídica y respeto a los derechos humanos, menos intercambios, más injusticia, más clientelismo político, otras formas diferentes de corrupción, mayor dependencia de los principales sectores planificados, es decir, el clima menos indicado para el crecimiento económico.

        Un cordial saludo.

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