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Naturaleza, ambiente y diferencias de género: epitafio de un debate.

10 Feb, 2015 - - @politikon_es

¿Son las diferencias entre hombres y mujeres debidas al ambiente o están enraizadas en la naturaleza sexuada de nuestra especie? No hay discusión sobre género, como la del artículo que publicamos hace dos semanas, en la que tarde o temprano este debate no aflore, invariablemente levantando ampollas.

Como documentamos en otro sitio (I y II) el debate sobre la influencia relativa de los genes y el entorno se ha revitalizado recientemente. Tradicionalmente, desde las ciencias sociales se trabajaba bajo la hipótesis de que el grueso de la influencia sobre lo que somos es ambiental. Sin embargo, con los avances en las ciencias cognitivas y las ciencias naturales, se ha descubierto que el «hardware» puede tener un efecto decisivo sobre como opera el «software» individual.

En el caso del género el debate tiene sus propias particularidades. Existe hoy una pequeña industria (de productividad variable) alrededor de la conexión que existe entre el «género» (el conjunto de caracteres «sociales» asociados a ser mujer u hombre) y el «sexo» (biológico). A un lado se suele encontrar a autoras feministas que, trabajando desde las ciencias sociales o las humanidades, enfatizan el papel de los roles de género, la educación y las normas sociales; al otro lado, científicos que vienen del campo de las ciencias «duras» que enfatizan las diferencias neurológicas, evolutivas y biológicas de hombres y mujeres y su conexión con el comportamiento social.

En este artículo, intentaremos mostrar por qué la orientación habitual de este debate es errónea. Concretamente, intentaremos convencer al lector de que existen diferencias sistemáticas en el comportamiento social de hombres y mujeres; que éstas afectan al estatus de cada uno de ellos; que algunas o bastantes de ellas tienen una raíz «natural» y no son sólamente el fruto de la influencia ambiental; pero que (tal vez sorprendentemente) casi nada de lo anterior es relevante a la hora de pensar en la desigualdad de género cuando se hacen las preguntas adecuadas.

Del sexo al comportamiento social

La idea de que hombres y mujeres tienen comportamientos sistemáticamente distintos es algo que está ampliamente documentado (Bertrand 2012 para un resumen). Las mujeres son menos agresivas, menos asertivas en las negociaciones (Babcock y Laschever 2003), más aversas al riesgo, tienen más empatía y menos propensión a la sistematización, tejen redes sociales de forma distinta y también existen diferencias sistemáticas entre hombres y mujeres en sus capacidades cognitivas y forma de razonar (Benbow et al 2007Halpern 2013). Podríamos seguir, pero ir más allá de la enumeración nos ocuparía mucho más espacio del que disponemos.

Aún cuando estos hechos, por otro lado difíciles de negar, se acepten, es frecuente encontrar críticas basadas en que éstos se deberían a la «socialización» y a los «roles de género» (los papeles que espontáneamente nos acostumbramos a jugar en la interacción con otros individuos) y por tanto no tendrían nada que ver con factores naturales. Estas son sin embargo dos ideas distintas: mientras que es indiscutible que intervienen factores sociales, es un asunto muy distinto que esto implique que sean los únicos responsables. Los hombres y las mujeres funcionan biológicamente de forma distinta y que aspectos como las hormonas o el funcionamiento cerebral (e.g. Inghalhalikar et al 2014) afecten a su comportamiento o a su psicología es algo que parece verosímil. A esto se añade que el origen de muchas de estas diferencias se puede entender relativamente bien haciendo referencia a la historia evolutiva de la especie humana (Geary 2009).

En un libro (ya) clásico, la psicóloga Eleanor Maccoby documentaba las diferencias entre distintas facetas del comportamiento entre hombres y mujeres. Uno de los aspectos que estudiaba era cómo estas diferencias evolucionaban a lo largo del ciclo vital. Un hecho bastante interesante era que las diferencias aparecían a una edad muy temprana, mucho antes de que la socialización, la educación o el entorno en general pudiera razonablemente tener un impacto. Maccoby descubría que estas diferencias tendían después a amplificarse hasta la adolescencia y, después, en la edad adulta, la brecha tendía a cerrarse.

La hipotésis «bio-psico-social»

La evidencia enumerada en el párrafo anterior hace difícil sostener cualquier tesis que sugiera que las diferencias de género son solamente un artefacto de la socialización. La identidad de ser hombre o mujer no funciona igual que la derivada de ser francés o alemán. Sin embargo, la mayor propensión de las mujeres a asumir tareas domésticas no funciona tampoco igual que el color de pelo natural. Hoy día, en realidad, los investigadores trabajan bajo lo que Diane Halpern llama la «hipótesis bio-psico-social» (Halpern 2006).

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Fuente

Como describe el diagrama, la forma razonable de pensar en el origen de las diferencias de género no es como una competición por la importancia relativa entre los factores innatos y ambientales. Estos no actúan de forma aditiva, sino que interactúan y se retroalimentan: las predisposiciones genéticas y también el ambiente afectarían al desarrollo biológico y cerebral; éste, en interacción con el entorno, produciría comportamientos y actitudes y a su vez esto volvería a afectar sobre el desarrollo personal en forma de cambios internos/hormonales y aprendizaje que en última instancia llevaría al comportamiento y de nuevo empezaría el ciclo.

El interés de esta perspectiva está en iluminar cómo la importancia relativa del entorno y los aspectos innatos, como el sexo, son elementos variables (discutimos extensamente esta idea aquí). Veámoslo con un par de ejemplos (inventados con fines estrictamente ilustrativos). Parece previsible que la ovulación seguirá siendo un rasgo principalmente femenino. Imaginemos que un investigador quiere estudiar cómo afecta el ciclo menstrual a la productividad de las mujeres. El período afecta de forma distinta a distintas mujeres, así que para entender el efecto causal, hace una encuesta donde pide a las mujeres que hablen de su ocupación, su salario, y cuánto les afecta el periodo. Seguidamente, descubre que las mujeres a las que el período afecta poco o nada tienen salarios similares a los de los hombres en esas ocupaciones, y que son las más afectadas por él las que tienen salarios sistemáticamente menores que los hombres o están sobrerrepresentadas en ocupaciones a tiempo parcial o de menor proyección profesional. ¿Podríamos decir que esto -una correlación fuerte entre lo serio que es el período y la brecha salarial- demuestra que la desigualdad de género en el mercado laboral se explica por razones biológicas?

Algo importante que hay que entender es que no hemos probado nada del mecanismo por el que opera la causalidad. Por ejemplo, imaginemos que existe una legislación laboral o un conjunto de prácticas empresariales o sindicales que penalicen con fuerza las bajas (una hipótesis de este tipo es sugerida por Goldin 2014 para explicar la brecha de género). Este tipo de prácticas están ancladas en el «entorno», no tienen nada que ver con la biología. Supongamos que el verdadero fenómeno es que esas prácticas penalizan a las mujeres que necesitan tomarse un día de baja y, además, esa penalización crea un ambiente fuertemente masculinizado (Torre 2014) que repercute en la motivación de las mujeres para seguir una carrera en ese sector. Es decir, el ciclo menstrual no afecta al número de horas y la calidad del trabajo que puede desarrollar una mujer, sino solo a cómo esto ocurre bajo ciertas condiciones de organización del trabajo, de forma que cambiar a un esquema en el que haya mayor flexibilidad laboral eliminaría el efecto. En este ejemplo, la diferencia de género tiene que ver con una diferencia biológica, pero esta solo se manifestaría bajo ciertas condiciones ambientales.

Otro ejemplo de interacción es el del comportamiento de los niños. Los niños y las niñas tienen predisposiciones distintas en sus estilos de juego o incluso los juguetes que prefieren (Jadva et al 2008). Supongamos que estas diferencias son predisposiciones suficientemente profundas para ser consideradas como «biológicas» (de hecho, se manifiestan de forma muy temprana). El efecto sería que niños y niñas tenderían a segregarse a edades tempranas. Más importante aún, es muy difícil romper la dinámica de la segmentación y ser el primero en dar el paso y cambiar de grupo. El hecho de que niñas y niñas crezcan en ambientes diferenciados (unos con amigos y otras con amigas) tiene (probablemente) el efecto de magnificar las diferencias iniciales, donde, por dinámicas de imitación y exposición los niños desarrollan comportamientos más masculinos y las niñas comportamientos femeninos (léase esto a modo de ejemplo, la historia real es bastante más complicada Booth y Nolen 2009). En este caso, el efecto de un rasgo de raíz biológica (la agresividad, el comportamiento más cooperativo) tiene el efecto de llevar a elegir un ambiente (femenino o masculino) distinto.

Un ejemplo más cercano a la realidad sería la hipotesis de que la presunta preferencia de las mujeres por carreras no cuantitativas (Ceci et al 2009) puede posiblemente estar relacionada con algún tipo de predisposición biológica. Sin embargo, dejar que esta diferencia se manifieste en desequilibrios importantes entre campos probablemente tiene el efecto de crear estereotipos y afectar a la formación de preferencias de cada sexo (Polavieja 2012). En este caso, una diferencia biológica puede manifestarse de forma más o menos intensa en función de cuál sea el ambiente en el que opere.

Biología, comportamiento y políticas públicas

La idea fuerza es que la existencia de factores biológicos en la cadena causal es esencialmente irrelevante a la hora de criticar la eficacia de políticas públicas. Lo relevante es como de rígido (difícil de cambiar) es un comportamiento ante una política pública. Si, en los ejemplos ilustrados, una política pública puede tener el efecto de cambiar la organización del trabajo o cómo se forman grupos entre niños y niñas, es razonable esperar resultados distintos a pesar de que la causa última es biológica.

Que la humana es una especie sexuada y que ello tiene consecuencias dramáticas sobre la organización social, a través de nuestra historia evolutiva y nuestras predisposiciones psicológicas, es algo que no debería ser demasiado controvertido. Sin embargo, la mayoría de diferencias entre hombres y mujeres no actúan de forma directa, sino que se manifiestan mediadas por efectos ambientales. En última instancia, la existencia de una causa natural en una diferencia no elimina necesariamente todo el margen de maniobra para modificarla mediante políticas públicas.

A la inversa, que una desigualdad de género sea trazable a diferencias ambientales no significa necesariamente que esta sea «arbitraria» o se pueda modificar a través de políticas públicas a coste cero. Volviendo al ejemplo anterior, Claudia Goldin explica en su artículo (2014) cómo las desigualdades salariales tienden a aparecer en profesiones en las que se valora la continuidad en el puesto de trabajo dado que las mujeres son más propensas a tener discontinuidades derivadas de la maternidad. Tanto la división del trabajo doméstico como la organización del trabajo en un bufete de abogados son causas principalmente «ambientales», pero eso no significa que exista una receta efectiva para eliminar la brecha de género.

Concluyendo, a la hora de pensar en las diferencias de género, el debate sobre si estas son de origen «ambiental» o «natural» es de relevancia dudosa. Dos preguntas que en cambio si son relevantes en el discurso político son: ¿En qué tipo de sociedad nos gustaría vivir y por qué? ¿En qué medida es posible acercarnos a ella mediante distintas políticas públicas? El principal mensaje de este post es que el debate «nurture-nature» tiene muy poca utilidad a la hora de responderlas.


51 comentarios

  1. gerion dice:

    Vaya. De todo lo que salió en los anteriores artículos, ha conseguido obtener y presentar unas conclusiones que me gustan mucho.
    Sin embargo, me parece utópico que se pudiese responder a la pregunta del tipo de sociedad, porque cada individuo tiene su propia concepción de cómo sería su sociedad deseada, y como explican la teoría del caos, el principio de incertidumbre de Heisenberg, el gato de Schröedinger y el efecto mariposa, cualquier modificación en ese concepto, incluida su mera observación, tendrá consecuencias imprevisibles en el conjunto del modelo. Pasa lo mismo en economía: jugamos a predecir, pero en general nadie tiene ni idea de todas las repercusiones de un acto en la cadena.
    Por tanto, casi mejor pensar a corto plazo y con sentido común: ¿quién me va a rescatar en brazos de un incendio? ¿A quién le sale mejor el potaje? ¿A quién busco si me siento triste y quiero hablar? ¿A quién si quiero una pachanga de baloncesto?
    Pues quiero que mi Estado me dé lo mejor en cada caso.

    • albert dice:

      No es del todo cierto, tratamos de modelizar bajo observación para obtener predicciones. Cuanto mejor sean nuestros modelos mayor precisión. La modelización nos permite conocer las variables para poder parametrizar y predecir comportamientos frente a cambios. Los cambios pueden ser inducidos mediante el modelo para obtener optimización de resultados.
      Por cierto, mezclar cuántica con sociología o economía es, como mínimo, no entender nada de cuántica

      • Gerion dice:

        En realidad, no entiendo ni de economía, ni de sociología ni de cuántica. Pero me suena que habitamos el universo más probable de los muchos que se forman y desaparecen con cada movimiento del electrón – vamos a suponer que es siempre el mismo, en distintos tiempos -, según la probabilidad asociada a sus orbitales atómicos. Es decir, nuestra existencia es aleatoria, pero sujeta a una desviación estadística finita. Es una opinión.

  2. Vellana dice:

    Estoy completamente de acuerdo. De hecho el debate empieza justo ahí

    ¿En qué tipo de sociedad nos gustaría vivir y por qué?
    ¿En qué medida es posible acercarnos a ella mediante distintas políticas públicas?

    Mi punto de vista, que creo que ha quedado claro en los posts anteriores, es que seguramente no nos pondremos de acuerdo en lo primero, ademas por la ideología de partida, por la ineficiencia y efectos secundarios de esas políticas públicas.
    Y creo que actualmente se están haciendo muchas de esas políticas sin definir cuantitativamente los objetivos, los costes, los sobrecostes, siendo además los primeros magros y los demás enormes.

    Por cierto, yo me cuidaría de usar expresiones como «comportamientos masculinos y femeninos» («los niños desarrollan comportamientos más masculinos y las niñas comportamientos femeninos»), que hay algún fan por ahí que le puede tachar de ignorante inquisitorial o no sé qué sandeces que pueblan su mente.
    Un saludo.

  3. Emilio dice:

    Tengo la impresión de que primero has determinado cuál debía ser la conclusión de tu discurso y luego has operado con todo lo demás en esa dirección. Aspecto por lo demás que comparten la inmensa mayoría de los estudios de género.

    • Luis Abenza dice:

      Hola,

      En efecto, este problema es uno en el que llevo pensando desde que empecé a interesarme por los estudios de género así que, una vez que conseguí formarme una opinión/intuición general, me he esforzado por ver si resistía el contraste con la investigación que se hace en distintos campos de las ciencias sociales y naturales y, en general he revisado mi opinión cuando ha sido necesario. Y por supuesto, una vez que sabía lo que quería contar en el post me he esforzado por buscar argumentos referencias que apoyen mi punto de vista.

      Y sí, esto es algo común, creo, a como se construyen argumentos en la investigación científica.

      • Emilio dice:

        Yo diría más bien como se construye una ideología con pretensión de base científica. El propio concepto de género es completamente ideológico y determina ya de antemano cuál deba ser la conclusión, ¿o sería posible partiendo de ese concepto que el resultado fuese que el discriminado es el varón?
        Analizas el trabajo a tiempo parcial como discriminación laboral de las mujeres, lo cual en mi opinión es completamente discutible, pero te resulta indiferente que los trabajos de mayor riesgo y esfuerzo los desempeñen los hombres. Y así podría seguir en una larga enumeración que como mínimo harían tambalearse esa idea de la dominación masculina que sin embargo conduce a una menor esperanza de vida, un mayor alejamiento de la familia, una mayor posibilidad de muerte violenta, el desempeño de las profesiones más duras y arriesgadas, la recluta obligatoria para la guerra y etc.

        • Luis Abenza dice:

          Hola,

          Me parece razonable que «sociologices» mi artículo, es decir, que especules sobre mis motivaciones de fondo basándote en los ejemplos que doy o el tono que empleo, que parece que no te agrada en exceso. Es algo con una larga y respetable tradición en el pensamiento occidental que va desde Marx hasta Bourdieu, Merton o Latour. No puedo defenderme contra una acusación de deshonestidad más allá de decir que, dentro de los límites de mis competencias, me he esforzado por discutir los argumentos que conozco y me parecen relevantes y ofrecer elementos de juicio -y un espectro de referencias bastante plurales- al lector para que se forme su propia opinión.

          Únicamente me gustaría destacar que eso -las posibles motivaciones detrás del artículo- no afecta a si la validez de sus conclusiones son correctas o incorrectas.

          • Emilio dice:

            Si el debate va a continuar y desde luego es mi deseo confío en que no se censuren mis comentarios como ha sucedido en otra entrada. Y ese sería el ruego que te haría.

            En relación con tu respuesta hago una serie de afirmaciones concretas incluso una pregunta directa, cuál es la de si por partir del concepto de género solo puede concluir que el sexo discriminado es el femenino.

            No hago ninguna alusión a tu honestidad, como tu tampoco puedes poner en cuestión la mía porque manifieste mi posición al respecto.

            Por eso te rogaría que si es posible nos ciñésemos a la validez de los argumentos, sin que excluyésemos la posibilidad de que quepa interpretar que estás preso, como seguramente yo mismo, del sesgo de confirmación: suponer una verdad como indiscutible y luego seleccionar de la realidad lo que la confirma rechazando todo lo demás.

            • David dice:

              Los acertados comentarios de Emilio que ponen de manifiesto la universal dificultad de distinguir la ciencia social de la ideología. En ese sentido y abundando en los ejemplos propuestos por Emilio, siempre me ha llamado la atención la enorme cantidad de movimiento, legítimo sin duda, que surge al considerar la desigualdad salarial entre hombres y mujeres y el pavoroso silencio frente al mayor fracaso escolar de chicos frente a chicas, casi el único dato universal del que disponemos en educación.

              • Luis Abenza dice:

                Hola David;

                No soy un experto en educación, pero hasta dónde yo sé las diferencias de género en educación es algo bastante estudiado. El libro que cito de Diane Halpern, por ejemplo, contiene si no recuerdo mal bastantes discusiones al respecto.

              • Emilio dice:

                Y lo más sorprendente David es que la pretendida discriminación salarial femenina jamás ha sido demostrada de forma directa y sin embargo son multitud los casos en que los alumnos varones obtienen mejores resultados en las pruebas externas que en las evaluaciones con sus profesores. El último caso los premios extraordinarios de la ESO en los que justamente se invierten las proporciones. Ellas obtienen los sobresalientes durante el curso en la proporción de 2/3 por 1/3 de ellos pero en los premios extraordinarios las proporciones se invierten.
                http://www.agenciasinc.es/Noticias/Las-chicas-gallegas-obtienen-mas-sobresalientes-pero-sus-companeros-se-llevan-los-premios-extraordinarios

            • Luis Abenza dice:

              Yo diría que aludir a mis motivaciones ideológicas a la hora de decidir lo que cuento en el post sí es hacer referencia a mi honestidad, pero bueno…

              • Emilio dice:

                Insisto Luis, pecar del sesgo de confirmación para mi no es atacar la honestidad de nadie porque sé que todos estamos presos del mismo, en mayor o menor medida. La ideología funciona de la forma que lo hace porque casi todos pensamos que los únicos que no la tenemos somos nosotros.

      • Victor dice:

        No puede ser que plantees que algo científico es partir de una opinión o resultado y luego buscar la confirmación. Porque eso es, de hecho, anti-cientifico. Lo que deberías haber hecho es ver los hechos y de ahí sacar las conclusiones. No confundas plantear hipótesis con partir de una idea y buscar datos que la confirmen. Por otro lado, todos los papers que has ido comentando y el argumentario en general me parecen eso: intentos de encajar la realidad biológica de la diferencia en preferencias, actitudes y aptitudes asociadas al sexo con una ideología preexistente y sus postulados. Y eso no es ciencia.

  4. Vellana dice:

    «La idea fuerza es que la existencia de factores biológicos en la cadena causal es esencialmente irrelevante a la hora de criticar la eficacia de políticas públicas.» Demuéstrese.
    Sólo hay que pensar en el cuerpo de bomberos, en un equipo de fútbol (que haya 6 jugadoras titulares por equipo, o 2 jugadores de 20 años, 2 de 30, 40, etc., o de baloncesto (la paridad de los bajitos), la paridad de los miopes en aviación, o de los mancos y mudos en la OCNE).

    Y ese es el problema de estas políticas de ingeniería social, que sin haber una base empírica medianamente aceptable en cualquier campo medianamente efectivo y eficiente, se lanzan como locos a no conseguir nada… bueno, sí, afectados por un lado y las mamandurrias por el otro.
    Un saludo.

    • Luis Abenza dice:

      Siento que de tu primer comentario a este segundo el artículo te haya dejado de gustar.

      En última instancia, todas las diferencias de género son diferencias de sexo (biológico) porque el género es una consecuencia del sexo. Lo que es cuestionable es que sean más o menos inevitables. En todos los ejemplos que pones, estás asumiendo (implícitamente) interacción con variables ambientales. Ser miope solo es un obstáculo en un mundo sin gafas (o sin operaciones de vista); ser bajito en baloncesto solo es un obstáculo si asumimos que no hay formas -alguna tecnología ahora de ciencia ficción- de hacer que estos salten más, etc

      Naturalmente, muchos de estos factores ambientales son lo suficientemente rígidos -como la ausencia de piernas mecánicas para que los bajitos salten más- como para considerarse fijos así que toda la variación que observas es en los factores de origen natural. Pero en última instancia lo que te interesa es el comportamiento y la capacidad/consecuencias que como sociedad tiene de modificarlo con intervenciones públicas. Lo que intento explicar en el artículo es que esto tiene poco que ver con si el origen es natural o ambiental; hay factores ambientales que son muy poco modificables y hay factores «naturales» que de hecho pueden desarrollarse en distintos sentidos.

      Sobre los bomberos hay un artículo de Claudia Goldin (busca «Pollution theory of discrimnation») que lo cuenta muy bien.

  5. Efectivamente deberíamos centrarnos más en el mundo en el que queremos vivir y, sobre todo, si es factible que en las diferencias entre sexos. Pero las diferencias entre sexos surgen de un proceso más amplio de diferenciación, de hecho esa es una de las principales razones del éxito de los seres vivos sexuados. Un ser vivo sexuado puede diferenciarse de su progenitor más allá de mutaciones genéticas, porque tiene dos, mientras que un ser vivo que se reproduce de forma asexual no puede encontrar esas diferenciaciones. La clave está en que si existen individuos distintos unos tienen más posibilidades de sobrevivir que otros, dado el entorno al que se enfrentan. Por ver los dos extremos de la distribución, los que han heredado lo mejor (tanto genéticamente como de convivir en el mismo entorno) de su padre y de su madre tendrá muchas más probabilidades de sobrevivir que quien haya heredado las cualidades más destacadamente negativas de ambos.
    La naturaleza, de la que no olvidemos que nosotros mismos y nuestro entorno institucional formamos parte, implica diferencias, y una evolución a través de la selección. Las diferencias entre hombres y mujeres son sólo una parte de esas diferencias, pero existen enormes diferencias entre los propios hombres y entre las propias mujeres. Eliminar toda diferencia entre los seres humanos es no sólo imposible sino indeseable, lo que hay que buscar es una manera de que los efectos que producen las diferencias sean más acordes al mundo en el que queremos vivir pero, como dicen gerión y Vellana en sus comentarios, ponerse de acuerdo en eso es complejo.

    Un cordial saludo.

  6. Reparaz dice:

    No existe un mundo donde queramos vivir. Son muchos mundos. Hay sociedades que están de acuerdo con las diferencias de los sexos y otras no.
    La biología decidirá esta dicotomia. Mirad las demografías de los países y también dentro de los países quien tiene las tasas de reproducción más elevadas y creo que la respuesta está clara salvo cisnes negros.
    No conozco ningún mamífero que los dos sexos tengan los mismo roles/ capacidades.
    Un jefe de un clan que tuviera 25 mujeres podemos imaginar la descendencia que tendría. Una matriarca con 25 hombres de que le serviría?
    Que sociedad queremos? Quien tiene la respuesta? Puedes responder aunque sea por ti?

  7. Carlos dice:

    Luis el post es muy interesante equilibrado y bien razonado. Fui crítico en el otro post destacando que a veces desde la sociología se ignoran los conocimientos de las «ciencias duras».
    Mi crítica, que no sé si es aplicable a ti pero sí a la discusión general sobre género, es en qué nos basamos para definir cuál es «la sociedad ideal». Por comentarios que deslizas parece que ese ideal de sociedad es absolutamente refractario a lo que nos aportan los conocimientos biológicos. Ojo yo no estoy diciendo que la ciencia deba definir nuestros objetivos sociales, simplemente que esos objetivos últimos deben «estar informados» de la ciencia y que deben ser replanteados frente a nuevos descubrimientos.
    Y creo que es planteable que existan diferencias sin que ello signifique injusticia, siempre y cuando esas diferencias potencien nuestras habilidades diferenciales y promuevan el bienestar social.
    Os recomiendo un gran libro que tiene mucho que ver con este tema aunque el título os pueda confundir: «Ciencia vs Religión» de Jay Gould (biólogo evolutivo). En su libro «religión» es un concepto amplio que abarca ética, moralidad y nuestros objetivos como sociedad entre otas cosas.

    • Luis Abenza dice:

      Hola Carlos;

      Me alegro de que te haya gustado el post.

      En el pasado he escrito sobre los aspectos normativos de los problemas de género (hay tres enlaces en los dos primeros párrafos). Creo que la exposición del debate es aceptablemente informativa, aunque se deje entrever con qué puntos de vista simpatizo más.

      Lo he hecho en intentando en general tomar partido explícito en parte, no solo porque no me interesa tanto denunciar como divulgar, sino también porque no tengo puntos de vista suficientemente generales más allá de una simpatía genérica por tender a un mayor igualitarismo y la percepción de que la sociedad ganaría si muchos entornos (la vida pública por ejemplo) estuvieran más feminizados. Ambas son preferencias «conservadoras» en el sentido de que solo son sobre cambios marginales. No tengo muy claro si vivir en una sociedad asexuada sería algo positivo o no, en parte porque no me hago a la idea del aspecto concreto que tendría; sí que creo que sería más positivo (e intuyo posible) vivir en una sociedad dónde las mujeres se desarrollaran profesionalmente con la misma proyección que los hombres.

  8. Aloe dice:

    Un aspecto que me parece valioso en esta entrada es que abre el debate a un aspecto que suele quedarse en la sombra en este tipo de discusiones: el de la relación del sexo con la propensión promedio a cierta conducta o capacidad… pero efectiva, y no meramente rutinaria, o tradicional, o presunta: esa que habría que demostrar para cada caso cuando se quiere fundamentar una diferencia de conducta en la diferencia biológica.
    Un ejemplo de lo que quiero decir: si consideramos un campo como el de la medicina, tanto podemos fundamentar en características innatas la preponderancia en él de las mujeres, como fundamentar en características innatas la exclusión de él de las mujeres. Y no es un ejemplo imaginario, porque ambas cosas han sucedido y han sido, sucesivamente, el lugar común campando triunfante y apenas contestado.
    En algunos lugares del mundo ir al mercado es trabajo de hombres y en otros es trabajo de mujeres; en ambos casos, hablando de sociedades tradicionales con una segregación ocupacional muy marcada. Lo mismo se puede documentar con: cargar peso cuando se viaja, construir las viviendas, cultivar, fabricar objetos como tejido o alfarería, y muchos más. En todos los casos, se trata de actividades que en su sociedad se ven (o veían) como femeninas o masculinas por razones biológicas, naturales, esenciales y eternas.

    Es decir, que podemos imaginar perfectamente un escenario plausible en el que algunas actividades y conductas son innatamente más probables por parte de los varones o por parte de las mujeres, y en el que, correlativamente, se puede esperar una diferencia estadísticamente significativa en la proporción de ambos en tal o cual trabajo o profesión, o en su capacidad y rendimiento promedio al realizarlas. Solo que, en términos generales, esa distribución no tendría por qué coincidir con la que vemos, ni en trabajos ni en remuneración.

    Es un sobreentendido que los «innatistas» (digamos por simplificar) dan por sentado, el que esas diferencias biológicas explican (conducen espontáneamente a) la desventaja de las mujeres, la que vemos en la realidad de los hechos, en salarios, puestos bien pagados o posiciones con poder. Pero en realidad no hay nada de eso. Los tipos de actividad donde eso es innegable y evidente (los que exigen mucha fuerza muscular) no son en general el caballo de batalla de estas discusiones, porque con la excepción de deportistas de élite y bomberos, no tienen prestigio ni están bien pagados, ni son los que la mayoría de los varones quieren hacer. En los demás campos, no está nada claro de qué lado caería la ventaja biológica… si es que la hubiera, y si es que fuera de alguna entidad.
    ¿Estarían igualmente propensos a asentir con entusiasmo a toda afirmación que enfatice la diferencia biológica si resultara que esa diferencia biológica, una vez demostrada caeteris paribus, diera ventaja en promedio a las mujeres en la muchos campos como la administración y organización de empresas, la investigación y docencia, el arte, la medicina, la arquitectura y diez o doce más, y correlativamente insistiera en que la ventaja de los varones es solo en los trabajos que exigen mucha fuerza muscular y mucha propensión a jugarse la vida, y quizá también en un par de campos concretos como (qué sé yo) ploteado de planos y pilotaje de drones? Por supuesto que no. Y además harían bien.

    Hace mucho se dijo aquello de:
    «Ten cuidado con lo que deseas, no sea que lo obtengas»

    • Reparaz dice:

      La ventaja promedio que auguras que podrían tener las mujeres no se ha dado nunca en la historia de la humanidad ya es conocido, lo que pasa que ahora se estan derrumbando los mitos post 68 y se hacen esas aseveraciones.
      Recomiendo este post http://ilevolucionista.blogspot.com.es/2014/12/el-efecto-cola-de-la-distribucion.html?spref=tw y que leáis algo de Helena Cronin.

      • Aloe dice:

        Dado que sabemos entre poco y casi nada sobre la historia de la Humanidad desde su origen hasta hace unos pocos miles de años, al menos en lo que a este tema respecta, quizá es más prudente no hace aseveraciones gratuitas sobre el asunto.

        Por otra parte, en realidad da lo mismo: nunca antes en la historia de la Humanidad hemos vivido tampoco en una cultura basada en la lectoescritura universal, la mortalidad infantil ínfima, el empleo abrumador de energía mecánica, la movilidad geográfica a nuestra escala o docenas más de características nuevas. Durante la mayor parte de la historia de la Humanidad ni usted ni yo estaríamos vivos en este momento de nuestra vida con muchísima probabilidad, y de ahí en adelante siga contando.

      • Aloe dice:

        De todas manera yo no «auguro» nada. Simplemente digo lo siguiente:
        Si analizamos en detalle muchas (no todas) de las diferencias que cada cultura y cada momento histórico considera biológicamente determinadas para cada género, nos encontramos con una variabilidad muy considerable. Incluso durante nuestra vida y en nuestra propia cultura, hemos visto pasar de ser «masculinas» a ser «predominantemente femeninas» áreas enteras de actividad como la medicina o segmentos de la docencia. Si extendemos un poco más la vista, pasa igual con otras cosas (de las que yo mencionaba algunas).
        Por supuesto en todas estas discusiones hay que fingir que se habla de capacidades y especialización, no de poder y riqueza. Desde el punto de vista del poder y la riqueza, es cierto que, hasta donde alcanza nuestro conocimiento del pasado humano del reparto del poder y la riqueza (unos pocos miles de años) nunca ha habido ventaja ni supremacía de las mujeres. De hecho, ni siquiera igualdad.
        Pero estamos hablando de capacidades y especialización, no de eso.
        No puede decir (porque no lo sabe) que campos de actividad que en nuestra cultura tradicional son masculinos lo fueran también en todas las culturas de todos esos miles de años. Desde la construcción hasta los distintos oficios artesanos, desde la curación hasta la magia, desde la agricultura hasta el arte.
        Podemos decir con cierta seguridad que la guerra, la caza mayor y la crianza han estado siempre repartidos mayoritariamente como lo entendemos en nuestra tradición. Y son actividades que han ocupado muchísimo tiempo a nuestros antepasados y han condicionado mucho su organización social. Pero ya no lo hacen, y actividades, habilidades o intereses que fueron relativamente marginales durante todo ese tiempo son ahora mucho más importantes que esas, o si no, ocupan proporcionalmente mucho más tiempo de nuestra vida y repercuten mucho más en la educación, el nivel de renta y la inversión de recursos.

  9. Emilio dice:

    Como has citado a Marx, creo que puede ser pertinente señalar la plena coincidencia en sus derivadas de los conceptos de plusvalía y género en el sentido de que si aquél lleva implícita la explotación del trabajador por el empresario, y por ende que solo será posible una sociedad justa si se acaba con el capitalismo, en el caso del género ocurre otro tanto de lo mismo aunque referido a los sexos, presuponiendo discrimininación y subordinación de la mujer al hombre, y en consecuencia que esa sociedad justa solo será posible acabando con los géneros -algunas hablan de los sexos-, y eso no se vislumbra por ningún lado cómo se pueda hacer, aunque mientras tanto debamos atenernos todos a la agenda de género.

    Es por eso que me resulta difícil ver cómo, desde esos postulados, es posible debatir en qué tipo de sociedad queremos vivir y con qué valores. Porque mientras tanto, algunos signos de ese futuro sin diferencias de género son más que preocupantes, y la desigualdad jurídica y en consecuencia la social, se va estableciendo en nuestras sociedades, y lo hace siempre como anticipo de nuevas diferencias y no de todo lo contrario.

  10. Andrés dice:

    Hay un documento muy interesante sobre el tema. Monod, el premio Nobel de Biología, creó una institución, que ignoro si sigue existiendo, llamada «Centro de Estudios sobre el Hombre», cuyo papel era desarrollar debates sobre temas «naturalmente interdisciplinares», es decir que abarcaran desde la biología a la historia. El primero que hicieron tenía el título de «El hecho femenino» y las aportaciones fueron recopiladas y prologadas por Evelyne Sullerot, una conocida socióloga francesa,especializada en el estudio del impacto del trabajo (asalariado) femenino. El libro se editó en francés y se tradujo al castellano alrededor de 1980. Aunque la temática es más amplia el problema que plantea este artículo recorre muchos de los textos…y la reflexión de la compiladora en el prólogo. Cuando lo leí, al poco de ser traducido, me dejó un poco perplejo. Si la testosterona influye en el desarrollo cerebral¿qué podíamos hacer?Hasta que llegué a la conclusión de que más y mejor lo que nuestra sociedad estaba ya haciendo.Aclaro que entonces se suponía que había dos modelos de sociedad, pero que en lo que se refieren a este tema eran parecidas:sociedades en que las mujeres podían tener un proyecto de vida propio y en que la socialización atenuaba en buena medida la agresividad masculina. Quienes en respuestas anteriores piden algo así como no contrariar a la biología, están reivindicando la vuelta a la humanidad de cazadores-recolectores, en que sin duda el dimorfismo físico y psíquico era funcional, igual que lo era el infanticidio (directo o indirecto) femenino. Afortunadamente todos los pueblos (que pudieron) empezaron a salir de ese estadio, y , probablemente las sociedades resultantes ofrecen ahora mejores condiciones de vida para sus miembros. Probablemente es inevitable que algunas mujeres tengan mareos durante los embarazos. Pero lo que es perfectamente evitable es que eso perjudique su situación laboral: basta con que la ley las proteja y la sociedad condene las prácticas discriminatorias. Podríamos empezar con una reforma de la ley de contratos del Estado que incluyera como uno de los epígrafes puntuables en los concursos públicos el peso en las estructuras y en las remuneraciones de las mujeres en la empresa y las facilidades que den éstas (a ambos sexos) para compaginar el trabajo y la vida privada. En cierto sentido como se hace evaluando la idoneidad medioambiental. Junto a medidas de este tipo habría que hacer calar en toda la sociedad el principio de que si consideramos deseable que la humanidad se perpetúe, no podemos hacerlo a costa de los ingresos o de las satisfacciones individuales de aquellas que, al menos al principio, necesariamente llevan el peso del proceso.
    N.B Me disculpo por lo impreciso de las referencias del libro que cito al principio, pero lo perdí hace muchos años y todos mis esfuerzos en conseguir un ejemplar(en cualquier lengua»cercana») por el momento han sido infructuosos

    • Carlos dice:

      Al final es una cuestión de matices como siempre y de gradaciones.
      De acuerdo en que hay que fomentar políticas de conciliación laboral para mujeres y también para hombres. De acuerdo en que no se debe castigar laboralmente a las mujeres por tener hijos, de acuerdo en que fomentar la presencia de mujeres en ciertos sectores de la sociedad será beneficioso para todos y etc. Ahora bien lo de que no contrariar a la biología significa una vuelta a la caza-recolección es una barbaridad. Esa asociación naturaleza-barbarie frente a normas artificiales-civilización es falsa. Tan natural en el hombre es la violencia como la capacidad de asociarse y formar sociedades complejas, tan natural es dejarse llevar por el deseo que reprimirlo en pos de un bien superior (esto es algo que la gente le cuesta entender, siempre asociando biología sólo con las pulsiones básicas). No, la civilización no es artificial y no debe construirse en contra de nuestra naturaleza.
      Muchos pensamos que no es que no se deba contrariar a la naturaleza (algo muy complejo de definir por cierto) sino que los conocimientos acerca de nuestra biología, junto con otros factores, nos deben dar pistas sobre cuál es la sociedad óptima en la que queremos vivir. La ideología de género, por ejemplo, niega siquiera que la naturaleza influya en la formación del género, y son estos extremos acientíficos (pseudoreligiosos) los que hay que evitar a toda costa.

  11. Ullman dice:

    Bueno post y buen colofón a la serie. Se toca, creo, el aspecto central del debate. Un debate además que aunque aquí

    está expuesto de forma plural y crítica, se simplifica enormemente en el ámbito público. No

    olvidemos que la evidencia desde la ciencias «duras» es muy abundante y sorprendentemente se oculta en muchas

    ocasiones por ignorancia o por sesgos ideológicos.

    Por lo demás la conclusión del post me parece discutible: «Concluyendo, a la hora de pensar en las diferencias de

    género, el debate sobre si estas son de origen “ambiental” o “natural” es de relevancia dudosa. Dos preguntas que en

    cambio si son relevantes en el discurso político son: ¿En qué tipo de sociedad nos gustaría vivir y por qué? ¿En qué

    medida es posible acercarnos a ella mediante distintas políticas públicas? El principal mensaje de este post es que el

    debate “nurture-nature” tiene muy poca utilidad a la hora de responderlas. »

    ¿Cómo va a ser el debate de los factores que generan los resultados algo irrelevante?. De hecho la efectividad de las

    políticas públicas dependerá de esos factores, ya que si bien se puede actuar (y sólo de forma limitada) sobre los

    factores ambientales, la actuación sobre los factores naturales es muy limitado (eugenesia aparte). Por lo tanto los

    factores biológicos actúan como restricciones a la efectividad de las políticas públicas y es necesario entenderlos

    para responder a la segunda pregunta del párrafo anterior. Incluso es relevante para la primera ya que la sociedad en

    la que nos gustaría vivir debe estar dentro del conjunto más reducido de la sociedad en la que podríamos vivir dadas

    las restricciones existentes en la realidad sociobiológica. Por lo demás los tres ejemplos ilustrativos del post (incluido el primero con ciertas matizaciones) se pueden entender como situaciones en las que los factores ambientales amplifican las diferencias biológicas con lo que se deduce que actuando sobre las primeras sólo conseguiremos reducir los efectos no deseados hasta un límite.

    Un saludo

    • Ullman dice:

      A ver si ahora queda mejor el texto que lo anterior es ilegible:

      Buen post y buen colofón a la serie. Se toca, creo, el aspecto central del debate. Un debate además que aunque aquí está expuesto de forma plural y crítica, se simplifica enormemente en el ámbito público. No olvidemos que la evidencia desde la ciencias «duras» es muy abundante y sorprendentemente se oculta en muchas ocasiones por ignorancia o por sesgos ideológicos.

      Por lo demás la conclusión del post me parece discutible: «Concluyendo, a la hora de pensar en las diferencias de género, el debate sobre si estas son de origen “ambiental” o “natural” es de relevancia dudosa. Dos preguntas que en
      cambio si son relevantes en el discurso político son: ¿En qué tipo de sociedad nos gustaría vivir y por qué? ¿En qué medida es posible acercarnos a ella mediante distintas políticas públicas? El principal mensaje de este post es que el debate “nurture-nature” tiene muy poca utilidad a la hora de responderlas. »

      ¿Cómo va a ser el debate de los factores que generan los resultados algo irrelevante?. De hecho la efectividad de las políticas públicas dependerá de esos factores, ya que si bien se puede actuar (y sólo de forma limitada) sobre los factores ambientales, la actuación sobre los factores naturales es muy limitado (eugenesia aparte). Por lo tanto los factores biológicos actúan como restricciones a la efectividad de las políticas públicas y es necesario entenderlos para responder a la segunda pregunta del párrafo anterior. Incluso es relevante para la primera ya que la sociedad en la que nos gustaría vivir debe estar dentro del conjunto más reducido de la sociedad en la que podríamos vivir dadas las restricciones existentes en la realidad sociobiológica.

      Por lo demás los tres ejemplos ilustrativos del post (incluido el primero con ciertas matizaciones) se pueden entender como situaciones en las que los factores ambientales amplifican las diferencias biológicas con lo que se deduce que actuando sobre las primeras sólo conseguiremos reducir los efectos no deseados hasta un límite.

      Un saludo

      • Luis Abenza dice:

        los factores biológicos actúan como restricciones a la efectividad de las políticas públicas y es necesario entenderlos para responder a la segunda pregunta del párrafo anterior.

        Pero puede tratarse de restricciones inocuas. Lo importante es la conducta y su rigidez frente a modificaciones externas. Si miras el diagrama, el ambiente también tiene efectos sobre los factores «naturales» ( busca «socioeconomic status and the brain» y «Martha Farah» en google; tiene cosas muy interesantes. ). Al revés, hay muchos efectos ambientales que «en el estado de la tecnología actual», si se me permite la licencia, no sabemos como manipular para que cambien.

        Lo que intento subrayar es, sobre todo, que la observación de que la biología femenina lleva desarrollar comportamientos femeninos es contingente al entorno en el que esos comportamientos se desarrollan. Otra cosa es que es, como decía más arriba, que uno pueda argumentar que ese entorno es muy difícil de cambiar, como de hecho es en muchos casos… pero destacar lo primero no dice nada sobre lo segundo.

        Por lo demás los tres ejemplos ilustrativos del post (incluido el primero con ciertas matizaciones) se pueden entender como situaciones en las que los factores ambientales amplifican las diferencias biológicas con lo que se deduce que actuando sobre las primeras sólo conseguiremos reducir los efectos no deseados hasta un límite.

        No, esto es solo así para el tercer caso que he usado para ilustrar el caso de la amplificación a propósito. Por construcción, en el ejemplo de la segregación – una política que obligue a los niños y a las niñas a jugar juntos en el colegio cambiaría. En el de las penalizaciones de la discontinuidad ocurre similar: si existiera un sistema que permitiera trabajar desde casa sin problemas de supervisión (algo que con la informática no es absurdo), eliminarías la diferencia.

        • Javier dice:

          El ejemplo de los niños lleva a una conclusión lógica: es intolerable vivir en una sociedad en la que existan medidas como esas «para conseguir la sociedad en la que queremos vivir».

          • Luis Abenza dice:

            Hola;

            El ejemplo tiene una finalidad ilustrativa para mostrar como una predisposición natural así que no creo que revele demasiado. La verdad, yo no creo organizar las políticas de «coeducción» como las llaman esté intrínsecamente mal.

            Entiendo sin embargo que sí, el tipo de intervenciones que uno puede abogar para remediar ciertas diferencias pueden ser potencialmente demasiado intrusivas para la vida privada privada y eso es una razón para, desde alguna posición ética que uno justifique, oponerse a ello. Pero creo que esto es algo (a ) Distinto del tema del artículo y (b) Que debe discutirse para casos concretos

  12. Emilio dice:

    Empezando por el final diría que el debate sobre la sociedad en que nos gustaría vivir de aceptar esa sociedad dividida en sexos de forma tan dicotómica y maniquea como sostiene la perspectiva de género, deberíamos aceptar despedirnos del ciudadano como centro de la vida política y de la sociedad liberal que situó al individuo, a las personas en ese lugar.

    • Luis Abenza dice:

      Hola Emilio;

      He escrito sobre feminismo y teorías de la justicia en el pasado. Te enlazo arriba la serie. Espero que responda a tus preguntas.

      • Emilio dice:

        Leeré lo que me sugieres pero parece evidente que si situamos los géneros en el centro de lo político y lo jurídico, el individuo, las personas se verán relegadas a una posición secundaria. Y eso ni tan siquiera se está estudiando de la forma que merecería.

  13. Joshua dice:

    Da gusto. La entrada y el debate son para aprender. Gracias.

  14. heathcliff dice:

    «¿En qué tipo de sociedad nos gustaría vivir y por qué?
    ¿En qué medida es posible acercarnos a ella mediante distintas políticas públicas?»

    O sea que tras dar quinientas vueltas, regresamos al punto de partida…

    Pues vaya…

    • Luis Abenza dice:

      Hola;

      Siento que te decepcione el post. Pero sí, la estrategia argumental del post es intentar ver a dónde lleva el debate «nature-nuture» que suele aparecer en las discusiones, cuando lo usamos para responder estas preguntas para concluir que, después de todo, no es demasiado fructífero.

  15. Baldwin dice:

    Muy interesante cómo has entrado y salido de los diferentes niveles explicativos sin meterte en muchos líos. De verdad que es un logro muy grande que ni siquiera los psicólogos (desconozco su formación) son capaces de alcanzar en muchos de sus debates sobre esta cuestión.

    Me quedo con el debate científico que planteas (cuestiones personales) y le invito a leer algo de Baldwin. Me ha enseñado a no caer en la falsa disyunción ambiente-factores biológicos, o filogenia-ontogenia que se nos plantea desde el día que Platón se puso a escribir.

    Un saludo y siga usted así.

  16. Emilio dice:

    Resumiento Luis, lo que sostienes es la vieja tesis de la tabla rasa, quizá con el matiz del reconocimiento de que las diferencias biológicas existan, pero no son relevantes a efectos de la «ciencia»social.

    Lo que está en perfecta consonancia con el pensamiento feminista de todos los tiempos y el bagaje conceptual y argumental que de él se deriva. El propio concepto de género por contraposición al de sexo es eso lo que quiere enfatizar: sexo-biología, género-construcción social.

    Lo que sin embargo tanto la neurociencia como la biología ponen al descubierto es el error de negar la naturaleza humana y el hecho de minusvalorar las diferencias hombre-mujer y los graves errores a qué esa actitud puede conducir.

    • Luis Abenza dice:

      Hola Emilio,

      La verdad, no creo estar hablando de «tabla rasa», y siento si se entiende esto. Fíjate si :

      La evidencia enumerada en el párrafo anterior hace difícil sostener cualquier tesis que sugiera que las diferencias de género son solamente un artefacto de la socialización.

  17. […] parte y segunda parte), la representación de las mujeres en los gobiernos, el papel de las diferencias innatas y el ambiente en la desigualdad de género, la importancia de las preferencias individuales a la hora de explicar […]

  18. Emilio dice:

    Observa que también es tuya la frase que sigue:
    «La idea fuerza es que la existencia de factores biológicos en la cadena causal es esencialmente irrelevante a la hora de criticar la eficacia de políticas públicas.»
    Pero más que la frase entrecomillada, todo el aparato conceptual y metodológico que utilizas está construído desde una visión culturalista de las sexos que es la predominante en el ámbito de la perspectiva de género. Quizá sea por eso que por ejemplo no se te ocurra pensar que quizá en el jardín de infancia y la enseñanza primaria una mayor presencia masculina sería necesaria, dado que niños y niñas muestran maneras diferentes de aprender pero también formas de estar en el aula distintas.

    • Luis Abenza dice:

      Hola Emilio;

      Tengo la sensación de explicarme realmente mal. Una cosa es (a) la idea de que la naturaleza importa a la hora de explicar por qué los hombres y las mujeres son distintos; (b) la otra es que este hecho afecte a la eficacia de las políticas públicas.

      Esto es lo principal: las dos son cosas distintas y demostrar a) es distinto de demostrar b). En general, los trabajos en psicología, biología o psicología evolutiva solo hablan de (a) y subrayan que la naturaleza importa mucho, algo que me parece una discusión zanjada e irrelevante. La segunda parte, creo, es algo que hay que discutir con más profundidad que apelando a una supuesta falacia culturalista. Esto, usar (a) para probar (b) es un caso de «falacia de motte-and-bailey» http://blog.practicalethics.ox.ac.uk/2014/09/motte-and-bailey-doctrines/

      El siguiente punto es que es perfectamente posible que factores de origen ambientales impongan límites fuertes a las políticas de igualación. Por ejemplo, los niños y niñas no nacen sus actitudes de género, tal y como las observamos, inscritas en su ADN, sino que probablemente su entorno social y familiar interactúan para desarrollarla. Pero que tengan un origen ambiental, no significa que con políticas públicas puedas borrar de un plumazo estos roles.

      Por eso, no pienso que el debate sobre el origen ambiental o natural de las diferencias de género tenga realmente nada que aportar al debate.

      Espero que esta aclaración te ayude

      Un saludo

  19. Emilio dice:

    Hola Luís, empezando por el final diré que no, no me ha ayudado esta explicación. Los factores naturales efectivamente no actúan como un dato sino en interacción con el medio, por eso su toma en consideración ha de hacerse en su imbricación y no de forma aislada o separada. Pero hacerlo de ese modo exige ese reconocimiento desde el principio. Los conceptos y metodología tienen que acomodarse a ese presupuesto y no al revés.

    Las políticas públicas. por ejemplo el empeño desde hace décadas en que niños y niñas jueguen a los mismos juegos y con los mismos juguetes jamás ha conseguido demostrar cualquier tipo de eficacia en relación a la igualación de los comportamientos de chicos y chicas, más allá de una cierta estigmatización de los juegos masculinos, pero esta realidad perentoria jamás ha sido admitida por las posiciones feministas y culturalistas porque el velo mental y conceptual que las envuelve impide su correcta consideración, de tal modo que su fracaso siempre puede ser atribuido a otros factores ambientales no considerados inicialmente.

    Los seres humanos nacemos diferentes y pretender que esas diferencias se puedan hacer desaparecer no solo es reprobable moralmente sino que resulta una quimera. Cosa bien distinta es que siendo diferentes el marco social y cultural en que nos desenvolvemos deba realizar un esfuerzo constante y permanente de igualdad. Igualdad de derechos, no supresión de las diferencias. Los planos son distintos. La conquista de civilización no está en el igualitarismo o la uniformización sino en la garantía de igualdad de derechos y la evitación de los abusos respetando las naturales diferencias de cada cual, que en última instancia han constituído, y lo seguirán haciendo no te quepa duda, el principal motor del progreso de la humanidad.

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