Los economistas, a pesar de la mala fama que tenemos, a veces hemos sido un poco cándidos. Hasta hace unos años, modelizábamos los hogares usando el modelo unitario; esto es, entendíamos que los miembros de la pareja tenían distintas preferencias, pero pensábamos que sus preferencias se podían agregar de forma más o menos armónica y consensuada porque a fin de cuentas, love is in the air (Samuelson, Becker). Sin embargo, hay evidencia que apunta a que el proceso de toma de decisiones en el núcleo familiar no es tan idílico, sino que más bien se corresponde con un proceso de negociación de Nash, según el cual el individuo que tiene más fuerza para imponer sus preferencias dentro del acuerdo es aquel que menos tiene que perder si el acuerdo se rompe. Traducido a términos de pareja, quiere decir que la parte que disfrute de mayor bienestar económico en caso de separación es la que va a tener más opciones de imponer su visión de las cosas dentro de la unión.
¿Que cómo lo sabemos? Bueno, de momento no nos metemos en casas ajenas para comprobar cómo toman las parejas sus decisiones,¹ pero tenemos los experimentos naturales. La idea es sencilla: si hay un cambio exógeno que altera el estatus de una de las partes en caso de separación y seguidamente observamos un cambio en las decisiones familiares, esto es consistente con la explicación de la negociación de Nash. Si por el contrario las preferencias se agregan, los cambios de estatus en caso de separación no deberían tener ningún efecto sobre las decisiones finales.
Esto es precisamente lo que testea Marcos Rangel en su artículo publicado en el Economic Journal en 2006. Para su estudio se sirve de un cambio en la legislación brasileña acontecido en diciembre de 1994, según el cual se extiende el derecho a pensión compensatoria a la parte más vulnerable de la pareja cuando se termina una relación de cohabitación. Más llanamente, hasta la reforma de la ley solo las parejas casadas tenían derecho a pensión compensatoria tras el divorcio, y con la reforma este derecho se extiende a las parejas de hecho. En este punto merece la pena remarcar dos cosas: primero, que el cambio legislativo respondía a una necesidad social en Brasil, donde las relaciones de cohabitación son frecuentes, aceptadas como unión por la mayoría de la sociedad y fundamentalmente monógamas (las personas que eligen esta opción se refieren a sí mismas como casadas y a sus parejas como sus esposos); segundo, que había que cumplir una serie de requisitos para ser amparado por la ley: la relación tenía que ser conocida públicamente y haber durado al menos 5 años. Además, la parte beneficiaria solo tiene derecho a pensión compensatoria hasta que comience una nueva relación estable o mientras justifique necesidad financiera (casi invariablemente definida por los tribunales en términos de ganancias potenciales). Esta última condición es muy importante por su relación con el capital humano y el nivel educativo de la persona: los jueces entendieron que las mujeres más educadas no podían justificar dicha necesidad financiera, puesto que tenían la opción de trabajar fuera del hogar a cambio de salarios razonables.
En cualquier caso, este cambio legislativo extendiendo el derecho a pensión compensatoria es un estupendo ejemplo de experimento natural: primero, porque se puede interpretar como un cambio exógeno en las relaciones de poder que favorece a las mujeres que optan por una relación de cohabitación; segundo, porque el hecho de que las parejas formalmente casadas no se vean afectadas por la nueva ley nos permite usarlas como grupo de control.
Rangel utiliza las oleadas de 1992, 1993 y 1995 de la Pesquisa Nacional de Amostra de Domicilios (el equivalente a la Encuesta de Presupuestos Familiares), elaborada por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística. Cada muestra anual consta aproximadamente de 45000 observaciones de parejas adultas y de unas 65000 observaciones de niños entre 5 y 17 años. Con la información recogida busca saber el efecto de la nueva ley sobre cómo reparten los adultos su tiempo (entre ocio, trabajo fuera de casa y tareas domésticas) y sobre las inversiones en el capital humano de los hijos.
Hay varias cosas reseñables respecto a los adultos: primero, que las parejas que cohabitan son en media más jóvenes y con menos educación que las parejas casadas formalmente; segundo, que las mujeres en ambos grupos están más educadas que los hombres y que esta diferencia perdura en el tiempo; y tercero, que las mujeres (tanto las casadas formalmente como las que cohabitan) dedican más tiempo que los hombres a las tareas domésticas y menos a trabajar fuera de casa. En lo referido a los menores, lo más importante es que los hijos de las parejas casadas se matriculan más en la escuela que los de las parejas que cohabitan, pero en ambos grupos se observa una tasa de matriculación superior para las niñas que para los niños.
Para identificar si existe o no un efecto debido a la extensión de la pensión compensatoria, se usa un grupo de control (las parejas casadas) que es comparable al grupo que recibe el tratamiento (las parejas que cohabitan). Los grupos son comparables porque los estadísticos descriptivos revelan que ambos siguen las mismas tendencias en las horas dedicadas a distintas actividades, la matriculación de los hijos en la escuela y otras características de control (como la educación relativa de hombres y mujeres). Para evitar posibles sesgos adicionales en la composición de características no observables, se incluyen análisis en diferencias.
Los resultados obtenidos son nítidos. Se concluye que las mujeres que cohabitaban eligieron dedicar menos tiempo a las labores del hogar y también menos tiempo a trabajar fuera de casa (en relación a sus comparables casadas); esto es, aumentaron su tiempo de ocio. Es un resultado esperado porque las mujeres pasan a controlar una proporción mayor de los recursos del hogar, lo cual las hace más ricas y trabajan menos. No se concluye que los hombres alteren su distribución del tiempo. En principio, estos resultados no tienen que ver con ninguna característica propia de Brasil, por lo que podríamos esperar respuestas similares en países que adoptaran el mismo cambio legal.
Sin embargo, los resultados obtenidos para los hijos sí parecen depender de características socioculturales propias de la sociedad brasileña. Se observa un aumento de la inversión educativa en las hijas primogénitas de las parejas que cohabitan con respecto a sus comparables casadas. Esto puede parecer sorprendente, pero se aclara cuando uno tiene en cuenta primero que las esposas suelen sobrevivir a los maridos, y segundo que en Brasil son las hijas primogénitas las que normalmente se hacen cargo de sus madres cuando se quedan viudas. Así, esta reacción en realidad se corresponde con una preferencia de las madres de que su soporte económico futuro tenga un mayor nivel de vida.
Solo resta preguntarnos si todas las mujeres no casadas formalmente respondieron de la misma forma ante el nuevo derecho adquirido a pensión compensatoria. Lo que hace Rangel es dividir la muestra según el nivel educativo de las mujeres, y encuentra que los efectos comentados sobre la distribución del tiempo y las inversiones educativas en los hijos no se observan en parejas donde la mujer posee un nivel de educación alto. Esto apunta a que estas mujeres ya tenían poder de negociación en sus hogares antes de la implantación de la nueva norma, puesto que su bienestar económico en caso de separación estaba asegurado.
Sin menospreciar la importancia de los derechos sociales (que la tienen y mucha), si son mujeres lo mejor es que estudien, afiancen su carrera laboral y aseguren su bienestar económico. No solo es un colchón en caso de separación, sino que en hogares que no se rompen van a tener más poder de negociación para imponer sus preferencias. Obviamente, el consejo está supeditado a poder conciliar la vida familiar y la vida laboral, pero eso lo dejamos para otro post.
_____________________________________
¹: Siempre me entra la risa cuando me imagino la posibilidad de tener a un economista en una casa observando muy atentamente el proceso de toma de decisiones mientras toma notas en un cuaderno.
En este artículo no se hace mención al grupo de control por excelencia: a los cohabitantes varones con derecho a una pensión compensatoria de sus ex cohabitantas tras la separación.
Brasil es un país muy grande. Aunque la mayor parte de las cohabitantas ganasen menos que sus cohabitantes varones siempre habrá un número apreciable de centenares o miles de cohabitantes varones que ganen menos o incluso sean totalmente dependientes de sus cohabitantas. Sobre todo teniendo en cuenta que, como se afirma, las mujeres cohabitantes tienen un mayor nivel educativo que los varones.
Gracias a esta ley, dichos cohabitantes varones también se verían igualmente empoderados en sus negociaciones domésticas por la posibilidad de recibir una pensión de sus ex cohabitantas. Ese empoderamiento en las negociaciones también se debería ver reflejado en un mayor tiempo de ocio, etc. Y en exactamente la misma medida que en el caso de las cohabitantas que fueron empoderadas de la misma manera.
Sin embargo, como dice el artículo, «No se concluye que los hombres alteren su distribución del tiempo». Si esto fuera así para los varones que se convirtieran en perceptores potenciales de pensiones compensatorias, la conclusión sería clara: el efecto se debe a otros motivos, no a la pensión compensatoria.
Como en la gran mayoría de estudios de este tipo desde hace mucho tiempo, el foco siempre se centra en la mujer, ignorando de que forma el varón sale perjudicado, asumiendo siempre beneficios por defecto. Lo que habría que ver para concluir lo que dices es si efectivamente los varones perciben pensión compensatoria en la separación cuando las condiciones así lo dictan. Es algo que seria interesante comprobar y que me da que no se cumple.
Es decir, una nueva medida y estudios asociados en los que el varón es sistemáticamente tratado como material fungible y como cartera con patas, puesto que los datos indican que es la mujer la que suele tener mejor educación y las hijas las que reciben mas esfuerzos educativos. Se habla de que la justificación es el cuidado que proporcionara a la madre al ser adulta, que se queda viuda en mayor porcentaje. Pero se asume como natural e inevitable que el varón muera antes (no tendrá que ver con los trabajos y esfuerzos que ha de hacer para mantener la familia y pagar la pensión que le toque por defecto?) y que los hijos varones reciban menos educación porque «se sabe» que no van a invertir en el cuidado de la madre (hay alguna evidencia de que esto es así si los hijos tienen un nivel mayor de educación, o es consecuencia de que los hijos al crecer tienen peores trabajos por una menor formación y han de afrontar cargas como pensiones de manutención y de criado de los hijos?). Seguimos «estudiando» fenómenos partiendo de sesgos discriminatorios para el varón y nos seguimos dando palmaditas por lo bien que lo estamos haciendo. Aquí y en Brasil, por lo que parece.
He observado un efecto a gran escala relacionado en el comportamiento de las familias en mi entorno geográfico inmediato: los hijos varones son sistemáticamente malcriados por la parte femenina del clan – madres, abuelas, tías, hermanas, allegadas… -, lo que los convierte en unos inútiles complacientes e irresponsables cuando llegan a adultos.
Las hijas, al contrario, soportan un nivel de exigencia importante por parte de esa misma parte femenina, como si tuvieran que «estar a la altura», y a su vez entran en el juego de malcriar a los varones. Como los varones no pintan mucho, se impone el criterio de la parte femenina que, paradójicamente, consiste en matarse ellas para tener contentos a los chicos. Parece mentira, pero lo vivo a diario.
Respecto a los estudios y estadísticas, no les hago mucho caso, porque siempre están sujetos a interpretación, como la Ley, la Justicia, el Bien, el Mal,….
Y por qué te molestas en leer un blog dónde se hablar esencialmente de estudios y estadísticas?
[…] Asimismo, sabemos que que un mayor poder de negociación de las mujeres en el matrimonio redunda al cuidado de los niños (Blumberg 1988). De esta forma el amor que sienten los abuelos por sus nietos tenderá a que estos […]