Feminismo

Todo lo que siempre quiso saber sobre feminismo pero nunca se atrevió a preguntar (parte II): Feminismo e igualdad

23 Dic, 2014 - - @politikon_es

En el artículo anterior describimos la justificación liberal de la igualdad de oportunidades, la idea según la cuál la posición que cada individuo termine ocupando es considerada legítima si, y solo si, resulta de sus elecciones y no de diferencias en la situación de partida. Esta intuición es justificada por los liberales con la idea del velo de la ignorancia que permite superar la barrera del oportunismo. Terminamos el artículo con una pregunta. Si el feminismo es la lucha contra las desigualdades ligadas al género, ¿qué añade la crítica feminista al argumento liberal?, ¿no es el género un ejemplo de libro de desigualdad creada por una condición independiente de la elección individual?

La agenda feminista de la igualdad

Y en realidad, no hay nada radicalmente distinto al nivel filosóficamente abstracto entre el argumento igualitario/liberal, y el igualitario/feminista (Nusbaum 2000). Tal vez la mejor forma de entender esta diferencia no sea tanto como una crítica, sino como un programa revisionista de las consecuencias prácticas del igualitarismo que se distingue por su agenda y por su especial énfasis en los aspectos de dominación y desigualdad asociados al género.

Si bien en principio los teóricos liberales y sus críticos debatían alrededor de la igualdad como concepto abstracto, en la práctica, las aplicaciones se enfocaban a problemas e instituciones tradicionales de justicia distributiva. ¿Qué nivel de desigualdad es tolerable? ¿Puede el mérito, el esfuerzo o las diferencias innatas, legitimar las desigualdades? ¿Qué correctivos deben aplicarse al mercado para que sea legítimo?. Todos ellos aceptaban muchas instituciones que desde el punto de vista de las feministas eran injustas y perpetuaban las desigualdades.

Muchas feministas denunciarán que existen reglas aparentemente neutrales que, debido a la estructura de género de la sociedad, tienen en la práctica consecuencias discriminatorias. Por ejemplo, aunque a priori un sistema de promoción interna en una empresa que premie mucho la antigüedad y la continuidad en el puesto (algo que no es necesariamente óptimo, Akerlof QJE 1976) es igual para hombres y mujeres, en la práctica puede tener el efecto de castigar más a las mujeres que soportan una mayor carga del trabajo doméstico o tienen que interrumpir su carrera para tener hijos.

Pero una parte importante de la desigualdad que se puede considerar arbitraria no viene directamente de las instituciones legales, sino de otras que, por pertenecer a la esfera «privada», estaban tradicionalmente excluidas de la discusión política. Entre éstas están por ejemplo las normas sociales, los roles que nos son inculcados por la interacción entre nuestra biología y nuestro entorno social y en las expectativas que los otros tienen hacia nosotros.

El énfasis de las distintas corrientes del feminismo va a situarse alrededor de las relaciones de subordinación que surgen en el ámbito privado, y en particular en el seno de la familia y de la pareja. Van a ser centrales temáticas que afectan a la sexualidad, al control del cuerpo de las mujeres, a las interacciones entre la familia, la maternidad y el mercado de trabajo. El reparto del trabajo y las relaciones de dependencia afectivas que surgen en el ámbito de la pareja pueden crear relaciones de subordinación, llegando incluso a producirse situaciones de maltrato. A continuación ilustramos algunas de estas temáticas aprovechando para presentar las distintas corrientes feministas que las promueven.

Feminismo y feminismos

La de Susan Okin (Okin 1989) es una buena muestra de lectura crítica del argumento de Rawls desde el «feminismo liberal«. Okin reprochará a Rawls que, mientras que en su teoría de la justicia el argumento del velo de la ignorancia no excluye el género como fuente de desigualdad arbitraria, su discusión parece dar por buenos la institución familiar y el «sistema de género». Aparece aquí una constante del pensamiento feminista: la negación de que la esfera pública y la privada deban regirse por reglas diferentes. Okin sugiere que una «aplicación coherente y concienzuda de los principios de la justicia de Ralws pueden llevar a cuestionar de forma fundamental el sistema de género de nuestra sociedad» (Okin 1989; pg 89) dado que se encuentra en la raiz de la subordinación femenina para. A continuación explicita como el argumento de Rawls del velo de la ignorancia puede ser utilizado para escrutar las instituciones del ámbito privado y sugerir que tras el velo los individuos optarán por un sistema social basado en la igualdad de género.

La originalidad de las feministas llamadas «radicales«, reside en centrar su atención en debates sociales y culturales relacionados con la sexualidad, la reproducción y el control del propio cuerpo. Con el lema de «Todo lo personal es político» aparece de nuevo el cuestionamiento de la división entre el ámbito privado y el público. El común denominador de las feministas radicales es la idea de que las normas sociales que estructuran la sexualidad, las relaciones de pareja y la reproducción tradicional están hechas a la medida de los hombres, «objetizan» y son opresivas para la mujer. Sin embargo (seguimos la clasificación de Tong 2013) dentro de la corriente existe una división entre las «radical-libertarias» y las «radical-culturales» que llegan a conclusiones sistemáticamente distintas.

Las libertarias aspirarán a una sociedad caracterizada por la «androginia» dónde hombres y mujeres podrían elegir libremente los rasgos con los que querrían formar su identidad sin que estos guarden una conexión necesaria con su sexo biológico (como ejemplo el famoso «BITCH manifesto» de Jo Freeman). A la inversa, las radicales culturales preferirán poner el acento sobre la superioridad de muchos rasgos femininos y como la sociedad patriarcal, relegándolos a un segundo plano es nociva para todos. Las libertarias suelen tener visiones relativamente optimistas respecto de la sexualidad (Ferguson 1984) y la reproducción. A menudo enmarcables en el sex-positive feminism, animarán a las mujeres a experimentar con su cuerpo e incluso con formas transgresoras de sexo consentido -como la pornografía o el BDSM- como forma de emancipación respecto de los tabúes impuestos por la cultural patriarcal. En el lado opuesto del debate, las radical-culturales verán la pornografía (y por supuesto la prostitución) como una práctica denigrante para las mujeres que las objetiza y contribuye a reforzar una cultura de subordinación. También se acercan de forma crítica a las relaciones sexuales entre hombres yendo, en algunas casos como el de Sarah Hoagland, incluso hasta a ser escépticas respecto la heterosexualidad. Finalmente, mientras que las libertarias ven en la reproducción una de las principales cargas para las mujeres y esperan que la tecnología -como la reproducción asistida- sea un vector de emancipación, las radicales culturales ven las tecnologías de reproducción como una amenaza que objetiza el cuerpo de las mujeres.

Una última corriente feminista que examinaremos es la marxofeminista. Las aproximaciones marxistas suelen doblar la explotación de género (el patriarcado) de una de clase (el capitalismo). Aunque el intento de conectar causalmente ambas formas de explotación ha tenido un éxito variable (Hartman) un tema de interés particular es el del trabajo familiar. Como el lector recordará de sus clases sobre el materialismo dialéctico, la teoría marxista de la explotación postula que la existencia de la plusvalía (la diferencia entre el valor generado por el trabajo y el salario que recibe el trabajador) implicaba que una parte del trabajo no era remunerado. Las marxofeministas encontrarán en la familia un caso particular de esta idea dado que el reparto de tareas que ocurre dentro de la familia parece ser el caso paradigmático de trabajo no remunerado (Folbre 1982). Hoy, más allá del enfoque marxista, el énfasis en la importancia económica del trabajo doméstico (Hochschild y Machung), el cuidado de los hijos (Folbre 2010) y las relaciones de subordinación a las que da lugar han pasado a ser debates de interés general.

Más allá de la vida pública

Los argumentos que hemos repasado son a menudo formulados por académicas provenientes del campo de los estudios literarios o la filosofía y su conexión con los datos es a menudo tenue, sus aspiraciones pueden sonar utópicas, sus conclusiones extravagantes y sus premisas especulativas. Y esta es probablemente una de las causas de la mala prensa de los estudios de género y el feminismo como movimiento. Sin embargo, el rasgo distintivamente interesante de la ética feminista reside en las preguntas que formula. Pone el foco en instituciones sociales y culturales -como la sexualidad o la familia- que emergen en el ámbito privado y que son normalmente dadas por buenas en el debate político. Sin embargo, esto es algo cuestionable dado que estas instituciones estructuran normativamente las interacciones sociales y tienen un impacto sobre la igualdad y por ello, con motivación feminista o sin ella, parece sensato pensar que la reflexión ética debe alcanzar el ámbito de la vida privada igual que el de la pública.


16 comentarios

  1. Magnífica serie de artículos. A mí el tema del feminismo me recuerda al tema del comercio internacional. Que exista una diferenciación puede ser muy positivo, porque posibilita un mejor aprovechamiento de las ventajas del intercambio. Teóricamente cada sexo se podría especializar en aquellas tareas que usan intensivamente las cualidades que la naturaleza o las propias circunstancias le han dotado de una manera relativamente más abundante. Sin embargo, la realidad nos muestra que las condiciones iniciales, las circunstancias en las que vivimos, son con frecuencia injustas. Si no supiésemos si cuando naciésemos fuésemos a ser hombres o mujeres seguramente, bajo el velo de la ignorancia, no aceptaríamos muchas de esas condiciones que son abiertamente injustas hacia las mujeres en muchas ocasiones y hacia los hombres en algunas. Es algo semejante a los países en los que se dice que una cierta renta procedente de extranjeros justifica por ejemplo la prostitución infantil. Eso es aberrante y hay que luchar contra las injusticias de partida, de lo contrario todo el discurso de la libertad de elección se viene abajo.

    Un cordial saludo.

  2. Por cierto, ¿por qué es preferible el término género a los términos sexo, sexo femenino o sexo masculino? ¿Genero no tiene, en español, una connotación gramatical? Perdón de antemano por mi ignorancia, pero lo veo mucho escrito y no sé cuál es la ventaja de usar el término género.

    Un cordial saludo.

    • Mercedes Expósito García dice:

      que “sexo”, “género” y “sexualidad” estructuran un panorama compuesto por “teorías de la diferencia de/entre los sexos”, “teorías de género” y “teorías queer” . Hasta la llegada del “paradigma de género”, el feminismo se situaba en el “paradigma de la diferencia de sexos” , pero la noción de género acaba por introducirse como novedad -y al tiempo da lugar a las teorías queer que establecerán una ruptura con las de género, pues sustituyen el concepto de género por el de sexo (entendido como sexualidad)-.
      La filósofa francesa Geneviève Fraisse considera que la “Teoría de Género” es un mito porque no hay nada compartido ni demostrado como tal teoría en filosofía. Para ella, la cuestión sigue siendo la identidad de la mujer en el cruce entre naturaleza, cultura e historicidad, es esto lo que conforma los sistemas de “Democracia Excluyente” actuales, que excluyen a las mujeres sin que esta exclusión esté declarada expresamente en la ley. La democracia estaría generando exclusión porque la dominación masculina es un trazo que se oculta. La cuestión de la “dominación” aportaría una visión de conjunto de todas las piezas del puzzle, del cual, sin embargo, solamente se analizan piezas separadas que evitan mirar al conjunto y que hacen perder energía en pequeñas luchas que aportan poco a la igualdad.
      La idea de dos paradigmas (de género» y «de la diferencia sexual») sirve también para diferenciar un feminismo europeo (reflexión sobre la diferencia sexual) de un feminismo norteamericano (de género) que busca su hegemonía en la Union Europea.
      NOTA: La noción de «género» se impuso en la Conferencia de la Mujeres de la ONU en Pekín en el año 1995 y a partir de ahí se disemina en los estudios feministas más académicos que a su vez originan las políticas públicas en materia de igualdad. En mi opinión la adopción del término «género» sirvió para ocultar la mala prensa del término feminismo, pues declararte feminista, especialmente en países como España, te descalificaba automáticamente haciendo peligrar incluso la posibilidad de seguir adelante con tu carrera o tus investigaciones.

  3. Javier dice:

    Un listado muy bueno. En tan poco espacio no se podía mencionar más cosas, y dan ganas de leer una ampliación de estos temas.

    Se echa de menos más contexto, una explicación de qué dió origen a las ideas: por ejemplo, el feminismo separatista no se puede entender sin la teoría de la «tabla rasa» ni sin el movimiento anticolonial y las ideas de Fanon. También falta lo más importante, el «dónde estamos hoy». Qué campañas u objetivos tienen los movimientos feministas hoy. ¡Algo difícil de resumir!

    La última frase del artículo la entiendo como un intento de buscar un terreno común. La reflexión ética debe alcanzar todos los ámbitos, hasta el más personal. Eso no lo negará nadie.

    El debate está en las medidas prácticas a tomar en ese ámbito por parte del Estado, en vista de que la introspección ética no rinde los resultados esperados. Las revoluciones culturales a base de regañinas tienden a parecer demasiado lentas.

    Al fin y al cabo, la distinción entre la esfera pública y la privada es una de las conquistas claves del liberalismo. Precisamente frente a ideologías y religiones que pretendían regular la moral privada como algo inseparable de la política.

  4. Epicureo dice:

    El debate que ya ha surgido en otros temas, no solo en el feminismo, es sobre el hecho de que para que haya más igualdad (efectiva, no solo teórica) es necesario coartar la libertad de al menos algunas personas.

    Es interesante constatar que no todos los «feminismos» tienen las mismas aspiraciones, en algunos casos incluso son contrapuestas. Esto también ocurre en otros movimientos igualitaristas o emancipadores.

    No obstante hay una diferencia, y es que en el feminismo, incluso (y sobre todo) en el más radical, no ha aparecido la creencia en que «el fin justifica los medios». A lo más que se ha llegado es a imponer ciertas cuotas, no sin discusión. La práctica inexistencia de «terrorismo feminista» no ha impedido un éxito similar o mayor al de cualquier otro movimiento del siglo pasado. Esto por sí solo es una gran lección.

  5. […] Feminismo e igualdad […]

  6. Sergio dice:

    Siendo un feminista bastante militante algunas veces me sorprenden las corrientes que intentan hacer análisis feminista a las ciencias exactas o a otros ámbitos donde se roza la pseudoscience en sus afirmaciones. A pesar de defender la igualdad, estas corrientes caen en el rol tradicional de la mujer de defender la intuición frente a la razón. No le va a hacer gran favor en su vida a las niñas ignorar el método científico y la investigación basada en la evidencia.

    También me molesta cuando en los medios, se justifican los comportamientos negativos masculinos (mayor riesgo en su vida, alcoholismo, baja formación académica) como algo genético e inevitable.

    A veces en el discurso igualitario me cuesta identificarme con las feministas de la segunda o tercera ola y, si se critican sus puntos de vista se vuelve un ataque contra el feminismo al completo desde el patriarcado.

    Me recuerda a cómo los nacionalistas se apropian de la nación. Cuando Pablo Iglesias los criticó se estaba metiendo con Cataluña.

  7. Gerion dice:

    En este asunto, como en tantos otros, el tiempo antes que el debate determinará el punto alrededor del cual nos moveremos. La tendencia dominante será una combinación de las existentes, sin duda. Y siempre habrá gente insatisfecha.
    Interesante exposición, en cualquier caso.

  8. Mercedes Expósito García dice:

    El autor de este artículo sostiene que «el énfasis de las distintas corrientes del feminismo va a situarse alrededor de las relaciones de subordinación que surgen en el ámbito privado, y en particular en el seno de la familia y de la pareja».
    Para llegar a comprender por qué esto no es del todo así, es necesario, en primer lugar, distinguir lo que en la producción teórica feminista se conoce como «las tres olas del feminismo»: 1.El período sufragista y feminista (recordar que el término «feminismo» hace referencia a «femme», que surge en Francia a finales del XIX -lo emplea por primera vez la pionera feminista francesa Hubertine Auclert- y que es adoptado tras algunos debates en el movimiento de mujeres anglonorteamericano) 2.El feminismo de los sesenta/setenta 3. El de los «estudios de las mujeres” (una parte del mismo es feminismo “académico”) en los años ochenta del siglo XX, momento en que surge la noción de «género» como confrontación frente a la noción «diferencia sexual».
    En segundo lugar, el análisis de las relaciones de subordinación que se desarrollan en el ámbito privado no es algo que enfaticen todas las corrientes del feminismo. Puede considerarse tan solo una pequeña parte de la temática feminista; de hecho, el feminismo de la «primera ola» se preocupó más por la cuestión política del ámbito público que por la cuestión política del ámbito privado o doméstico. El derecho a desarrollar la personalidad se les niega a las mujeres pero es un derecho político, pensaban las primeras feministas, lo personal viene estructurado desde las instituciones políticas, pensaban las feministas de la segunda ola. Pero esto era solo una de las dimensiones de un gran problema social. En realidad, si queremos caracterizar a las corrientes feministas en conjunto, podríamos decir que su objetivo es pensar la historia de la construcción de dos ámbitos segregados, doméstico y político, así como la asignación del primero a las mujeres -y con ello su subordinación- y del segundo a los hombres -y con ello su dominación política, simbólica y cultural-. Pensar ese orden de los sexos para poder destruirlo: Libertad o Muerte fue, de hecho, una de las consignas del feminismo radical de la primera ola, liderado por Pankhurst; un momento en que las huelgas de hambre en la cárcel eran secundadas por una gran parte de las sufragistas inglesas. La filosofía feminista, así como sus distintas corrientes, tratan hoy más que nunca de reconstruir una historia social de segregación por sexos, una historia de la «sexuación» de los cuerpos humanos que condujo al poder económico, cultural y político, de un sexo sobre el otro.

    Finalmente, en tanto que investigadora en filosofía feminista, me siento incapaz de reprimir el comentar la frase siguiente: «los argumentos que hemos repasado son a menudo formulados por académicas provenientes del campo de los estudios literarios o la filosofía y su conexión con los datos es a menudo tenue, sus aspiraciones pueden sonar utópicas, sus conclusiones extravagantes y sus premisas especulativas. Y esta es probablemente una de las causas de la mala prensa de los estudios de género y el feminismo como movimiento».
    No se entiende por qué lo teórico y desconectado de lo real va a tener mala prensa de modo automático pues, por el contrario, otros ámbitos de la teoría son muy respetados. Creo que las mujeres intelectuales sí han sido –somos- denostadas en la modernidad occidental tanto por parte de filósofos como por la sociedad en general que leía/lee lo intelectual como atributo propiamente masculino, que por lo tanto «masculinizaría» a las mujeres, les restaría lo que les propio: el atractivo sexual, y alteraría así el orden jerárquico de los sexos, masculino superior y femenino inferior.
    Por otro lado, la «mala prensa» del feminismo existía aún cuando no había «académicas» feministas. Kant ridiculizó a Emilie de Chatelet, una mujer sabia, pero con la aparición misma del movimiento de mujeres que tomará el nombre de «feminista» con el cambio del XIX al XX comienza todo un proceso de demonización del feminismo que probablemente tiene que ver con elementos del imaginario cultural que asocian a las mujeres con la maldad, la brujería y en general los poderes nefastos -especialmente si se trata de mujeres que ponen en cuestión el orden social existente-. Eva es la culpable desde los comienzos mismos del relato religioso cristiano, las sufragistas serán caricaturizadas en la prensa de la época como feas, gritonas (lo propio de las mujeres es permanecer calladas), molestas y sobretodo como las que pretendían «feminizar» a los hombres. Esta visión negativa fue, sin embargo, puesta en cuestión tanto desde un movimiento pacifista pro-feminista así como por una parte del movimiento socialista de comienzos del XX. No obstante, esta época de intensa agitación política que fue mal vista por medios conservadores será reinterpretada posteriormente como «amenaza roja» al orden social. La industria de los medios de comunicación de masas, impulsores de la cada vez más pujante sociedad de consumo, se encargará de conjurar al feminismo hacia mediados del siglo XX. La época dorada del feminismo (1880-1930) acabará sumida en el olvido, y la figura de la sufragista y la feminista que conquistaba cada vez más derechos sociales acabará siendo olvidada, incomprendida y reprobada desde el interior mismo de esos cada vez más poderosos y formadores de la opinión pública medios de comunicación de masas. Llegado el momento, el hecho mismo de declararse “feminista” significará para una mujer un mayor o menor grado de autocondena al ostracismo social.
    Por si aporta algo, decir que lejos de aspiraciones “utópicas” o “premisas especulativas”, el feminismo francés se ha caracterizado por integrar la producción teórica en la práctica política –y viceversa-. El propio término “feminismo” indica que los procesos de transformación social se articulan alrededor de una categoría, que parece necesario que la reflexión y las armas teóricas aparezcan como indisociables de las prácticas políticas.
    Salud!

    • Luis Abenza dice:

      Hola,

      Un par de apuntes. El principio organizativo de la serie es usar como teoría por defecto que captura los prejuicios normativos del lector medio el igualitarismo liberal e intentar explicar por qué la ética feminista tendría algo que añadir. Intento reconstruir dos tipos de críticas feministas a la igualdad liberal y lo hago de una forma analítica, es decir, ahistórica (por eso no hablo de las tres olas por ejemplo) y reconstruyendo argumentos de forma algo artificial a cambio de ganar algo de linealidad lógica y hacerlo más fácil de entender. No intento ser exhaustivo, porque el espacio es limitado. En mi defensa diré que el esquema de presentación no se me ha ocurrido a mí; es parecido al del manual de filosofía política de Will Kymlicka o al del artículo de la SEP http://plato.stanford.edu/entries/feminism-ethics/ sobre el tema.

      No me gustaría que se tomara el párrafo del final como más amplio de lo que es. En general, a la gente que -como yo- está educada en la tradición analítica y analítica, el lenguaje de la teoría, feminista generalmente proveniente de la tradición continental y post-positivista nos produce cierto rechazo porque nos aparece opaco y mezcla demasiado los problemas normativos y positivos. Lo único que intento decir es que más allá de que no encajen demasiado con los estándares metodológicos de las ciencias sociales cuantitativas, las preguntas que aparecen en los debates feministas son relevantes y una vez que uno las traduce a un lenguaje más analítico merecen atención.

  9. Mercedes Expósito García dice:

    Tal vez usted prefiera los “discursos analíticos”, abstractos, cuantitativos e incluso “sexualmente neutros” de las “ciencias sociales cuantitativas” pero creo que uno de los mensajes más potentes del feminismo a lo largo de la historia ha sido declarar en voz bien alta que “Hombre” no es un término “universal” (la feminista francesa M. Pelletier afirmó, allá por el 1920 que era un término “unisexual”). “Hombre” quiere decir demasiado frecuentemente “hombre” y no “mujer”. Nombrar la diferencia social-sexual, desenmascararla como diferencia que se establece para apuntalar el dominio de un sexo sobre otro, es el único camino posible hacia la igualdad, hacia la justicia social que supone el reconocimiento de las mujeres como seres humanos completos.
    Coincido con usted en que el discurso “analítico” y la filosofía “analítica” han tenido su importancia. Pero desde los años sesenta los discursos estructuralistas y posestructuralistas han mostrado su influencia en todos los campos de la cultura, ciencias sociales incluidas. Lejos de la “opacidad” que usted le atribuye a un feminismo no-analítico (supongo que quiere decir “posmoderno”), considero que la gran aportación de este feminismo ha sido poner de manifiesto que la política son “prácticas”, compromisos, acciones, que de lo que se trata es hacer circular nuevos discursos, nombrar la realidad de otra manera, porque sin esto los cambios en los códigos y normas pueden ser difíciles. Por otro lado, la “opacidad” siempre puede superarse con un poco de esfuerzo intelectual -si bien “hablando se entiende la gente”.
    Y si digo todo esto es porque el tono de sus artículos, lejos del mero análisis cuantitativo del «científico social», bien pudiera sugerir una preocupación por la cuestión de la transformacición social.

  10. Gerion dice:

    Me preocuparía que, siendo peyorativo el término «machista», no lo fuera el término «feminista». Lo veo como otro comportamiento que cuestiona mi virilidad, bastante tocada ya porque la sociedad reprueba mi instinto dominante, arriesgado y arrogante.

    • Mercedes Expósito García dice:

      Creo que es propio de las personas que tienen un compromiso político con el pensamiento de izquierdas admitir que existen tres tipos de desigualdad: de clase, de raza y de sexo, es decir, el pensamiento de izquierdas admite que existe una «dominación» injusta de una clase social sobre otra, de una raza sobre otra y de un sexo sobre el otro. Pertenecer a determinada clase, raza o sexo privilegiada/o da privilegios y por tanto ventajas en la linea de salida. Yo pertenezco a la raza blanca y quizás comparta con usted el considerar mi «racialidad» «bastante tocada» porque la sociedad reprueba mi posición dominante. Pero tengo que admitir que quienes hablan del racismo de mi raza tienen razón y que mi deber político (y moral) es hacer lo posible para no identificarme con la «blanquidad» de mi raza. Tengo que admitir que los negros nunca iniciaron un proceso de esclavitud hacia los blancos y no quiero identificarme con la raza de los traficantes de esclavos sino con el negro, la posición débil. Del mismo modo, hay hombres que se identifican con la posición inferiorizada y subalterna de las mujeres -y en este sentido colaboran a transformar la sociedad- mientras que otros niegan legitimidad a todo un movimiento social de mujeres que a comienzos del XX se organizó en torno a la palabra «feminista» (término que usaban las pioneras sufragistas en Francia, -«feministe» viene de «femme»-). Creo que sin las luchas abolicionistas y feministas las diferencias raciales y sexuales serían más profundas de lo que son, por eso reconozco la importancia de esos movimientos y me declaro antiracista y feminista. La cuestión de la clase, la raza y el sexo, es la cuestión social. Hay quienes se preocupan por esta cuestión y quienes se desinteresan de ella, hay quienes niegan incluso la legitimidad de tal cuestión.
      La dicotomía feminismo-machismo solo ha servido para descalificar a las luchas feministas o a determinadas personas feministas. No creo que lo contrario de una feminista sea un machista pues si bien una feminista persigue la igualdad entre hombres y mujeres -y por tanto la de un colectivo discriminado-, un machista persigue mantener la desigualdad entre los sexos porque esa desigualdad le da privilegios, favorece la posición privilegiada de su sexo masculino. Creo que el machista es como un racista que defiende la desigualdad de razas o el capitalista que defiende la desigualdad de clases; mientras que el feminismo, al igual que el socialismo, persigue la justicia social; de hecho el movimiento feminista y el socialista son contemporáneos (toman impulso en el siglo XIX) y han tenido desarrollos bastante paralelos.

    • Gerion dice:

      Mi perspectiva está muy alejada del socialismo en lo referente a la «justicia» de la dominación, de la misma forma en que no creo en la desigualdad filosófica entre raza o sexo – aunque sean inventadas por ciertos colectivos interesados en vivir de esa discriminación, tanto de izquierda como de derecha -. Antes creo en la dominación, cultural o por la fuerza, entre sociedades y grupos humanos, que es la forma en la que percibo el entorno: un montón de gente tratando de imponerse a otro montón, con cualquier medio disponible y con el único objetivo de prevalecer, no de construir algo mejor para todos.

  11. Pau dice:

    Es evidente que el término «belicista» entra en oposición a «pacifista», sin necesidad de que ambos sean extremos de un eje moral, ya que este último no tiene la misma connotación negativa que el primero. Lo mismo ocurre con machismo-feminismo, que se podría transformar para mejor comprensión en una dictadura de género frente a la igualdad de género. Si la percepción de esto es distinta, tal vez hay que revisar la bibliografía consultada y argumentar donde se percibe el feminismo como una cultura del condicionamiento social a través de todos los ámbitos de la vida para la dominación de un grupo de personas sobre otro. Si alguien es capaz de ver esto así, me gustaría escuchar esos argumentos.

    Por otro lado, pese a que los equilibrios competitivos premian de forma bastante justa la buena/mala gestión de excedentes, es mediante equilibrios cooperativos como hemos crecido históricamente, ya que la paz social se asegura de manera proporcional a la seguridad del sustento y la movilidad social. Esto puedes aplicarlo al machismo y a como pueden alterarse los equilibrios de manera injusta hacia el colectivo de hombres si este pervive frente a un colectivo de mujeres consciente de que las injusticias que sufren son inmutables. No sé tu, pero incluso ajeno al velo de la ignoracia, simplemente como estrategia masculina me gustaría adelantarme y hacer innecesaria una posible y explicable solución SCUM.

    • gerion dice:

      Las connotaciones dependerán del grupo humano al que nos refiramos. Sospecho que el término «machista» comenzó a tener una connotación negativa a raíz del apogeo de las tesis «feministas» y su uso por grupos políticos para obtener votos. De la misma forma que llamar «belicista» a Guillermo de Prusia, Trajano, Alejandro Magno, o Gengis Khan, habría supuesto un halago para los prusianos, romanos, macedonios o mongoles durante sus etapas expansionistas, antes que un insulto.
      El feminismo, por su mera existencia como corriente filosófica, entra en conflicto con varias otras, y cualquier apologeta de alguna de estas se sentirá atacado; imaginemos que el machismo se pudiera considerar una corriente filosófica asociada, por ejemplo, al islamismo: conflicto servido.
      El hecho de que en nuestra actual sociedad cristiana occidental, los términos «belicista» y «machista» tengan connotaciones negativas, no implica que lo sean. Se ha convertido en la percepción dominante debido a la progresiva implantación de una filosofía «pacifista» y «feminista», ambas contrarias a varias características – no hablo de virtudes o defectos – tradicionalmente atribuidas al macho humano. Esas características se han visto demonizadas, de manera que la supresión resulta deseable a ojos de nuestras sociedades – lo que supone una contradicción, dado que se fomentan en ciertos ámbitos, pero tratando de no asociarlas al rol masculino -.
      De aquí infiero que aunque el feminismo no sea mencionado en la bibliografía como una filosofía dirigida al condicionamiento y la dominación, por fuerza ha de serlo, dado que disputa terreno a otra previamente establecida, recurriendo incluso a argumentos claramente demagógicos que a un machista no se le aceptarían.
      Respecto al equilibrio cooperativo, comparto la apreciación, pero al contrario de la opinión dominante, pienso que el equilibrio está roto hacia el lado feminista – que no femenino -, y que lo estamos pagando ya en forma de descenso de calidad de vida – ambos miembros de la pareja trabajando, menos tiempo para educar a los hijos, descenso de la natalidad, dos sueldos necesarios en el hogar para la subsistencia, … -. Y no abogo por que la mujer renuncie a sus derechos, ni mucho menos. Sencillamente, habría que plantearse más seriamente quién gana con todo esto, y determinar con mayor precisión en qué consiste el equilibrio cooperativo, y a quién sirve.

Comments are closed.