Internacional

El poder de la resistencia civil

21 Nov, 2014 - - @o_garcia_ponce

Las expresiones colectivas de descontento social pueden tomar formas muy distintas, desde marchas silenciosas con manifestantes vestidos de blanco hasta movimientos guerrilleros. Una diferencia fundamental entre los distintos tipos de movimientos sociales que buscan el cambio político es el uso de la violencia como método de lucha o de protesta. Si bien es cierto que en ocasiones la violencia surge de manera espontánea (por ejemplo, cuando las marchas desembocan en disturbios no premeditados), o de forma intermitente en distintas fases de un movimiento, hacer uso o no de la violencia física suele ser una decisión estratégica. Así como para Mao Zedong la revolución no podía triunfar sin lucha armada, para Gandhi—no sólo por razones normativas, sino también estratégicas—la resistencia civil era el camino a la independencia.

La violencia es siempre una opción en el menú de métodos de protesta. Y a juzgar por la evidencia empírica, no sólo es el método menos eficaz para lograr los objetivos políticos de un movimiento, sino el más perjudicial a largo plazo. En Why Civil Resistance Works: The Strategic Logic of Nonviolent Conflict (Columbia University Press, 2011), Erica Chenoweth (Universidad de Denver) y Maria Stephan (United States Institute of Peace) estudian más de 300 casos de campañas violentas y no violentas—es decir movimientos de resistencia civil—en las que participaron al menos mil personas entre 1900 y 2006. Según el análisis de las autoras, sólo uno de cada cuatro movimientos armados fue exitoso, mientras que en la mitad de los casos de resistencia civil se logró el objetivo político principal: el cambio de régimen. La resistencia civil, argumentan, es más incluyente y supone menos obstáculos morales y riesgos físicos que la resistencia armada, por lo que a largo plazo tiene más expectativas de éxito—sobre todo si se lleva a cabo de forma organizada.

Ahora bien, desde el punto de vista estadístico, es factible que en los casos analizados por Chenoweth y Stephan no exista una relación causal entre el tipo de resistencia (civil versus armada) y la probabilidad de lograr el cambio político, sino una mera correlación. Quizás los casos de resistencia civil eran, de entrada, más fáciles de “ganar”, por lo que no había necesidad de recurrir a las armas o a métodos violentos. También es posible que exista algún tercer factor en juego, es decir alguna característica correlacionada con el tipo de resistencia y la probabilidad de cambio de régimen. Pienso, por ejemplo, en el grado de urbanización de un país, que pese a estar correlacionado con métodos no violentos de protesta, podría conducir al cambio político por razones no necesariamente vinculadas a la ausencia de violencia.

Sin embargo, otras investigaciones académicas han encontrado evidencia causal que apunta en la misma dirección. En un artículo reciente, titulado “Quiet Riot: The Causal Effect of Protest Violence”, Emiliano Huet-Vaughn (Middlebury College) trata de estimar—desde un enfoque micro-empírico—el efecto causal del uso de la violencia en la probabilidad de éxito de una protesta. En el estudio se incluyen todas las protestas ocurridas (por día) en Francia desde 1980­ hasta 1995. Además del tipo de protesta, la base de datos especifica si se incurrió en algún tipo de violencia (como destrucción de propiedades) y si el gobierno Francés hizo algún tipo de concesión tras la protesta. Para asilar el efecto causal de la violencia sobre el resultado de la protesta, Huet-Vaughn usa el método de variables instrumentales, que lo lleva a concluir lo siguiente: las condiciones climatológicas en días de asueto afectan la probabilidad de éxito de una protesta a través del efecto que éstas tienen sobre la propensión a la violencia. En otras palabras, en días muy calurosos es más factible observar protestas violentas; y cuando las protestas son violentas, es menos probable obtener algún tipo de concesión por parte del gobierno.

Finalmente, el uso de la violencia no sólo tiene consecuencias sobre los objetivos inmediatos de un movimiento (como lograr concesiones por parte del gobierno o derrocar a un dictador), sino que también tiene efectos a largo plazo sobre el desarrollo de las instituciones y la cultura política. En “Critical Junctures: Independence Movements and Democracy in Africa”, un estudio en coautoría con Leonard Wantchekon, mostramos que el desarrollo de la democracia en África está vinculado de manera causal al tipo de movimiento de independencia de cada país. Los países que buscaron independizarse mediante insurgencias rurales de tipo Maoísta tienden a ser más autocráticos hoy. En cambio, aquellos que organizaron movimientos de oposición no violenta a la administración colonial—mediante marchas y huelgas, por ejemplo—tienden a ser más democráticos. Los movimientos armados generaron una cultura de exclusión política que ha perpetuado el uso de la violencia como forma de expresión política y de resolución de conflictos. Los movimientos pacíficos, por tener una estructura organizativa más horizontal e incluyente, permitieron el desarrollo de normas democráticas.

Así pues, tanto del punto de vista normativo como empírico, el uso de la violencia cómo método de protesta es una decisión desacertada. Protestar de forma violenta disminuye la probabilidad de lograr el cambio político y aumenta la probabilidad de que el siguiente conflicto se resuelva de forma violenta. La resistencia civil hace exactamente lo contrario.

Epílogo

Estos días (todos los días) pienso en México. La desaparición forzada de 43 estudiantes en Ayotzinapa, Guerrero, aunada a la violencia que ha venido azotando al país durante los últimos años, ha motivado una ola de protestas sin precedentes. En estos momentos es importante salir a las calles y alzar la voz. Hay que protestar y exigir justicia. Pero aún más importante es hacerlo de forma pacífica y organizada, con táctica. Cada puerta incendiada da un motivo más—si bien no una justificación—al gobierno para hacer uso de la fuerza. El poder de la resistencia civil recae en dejar al gobierno sin argumentos para apagar un movimiento de forma violenta y así obligarlo a negociar, o a rendir cuentas. Como dijo Bob Marley en su última entrevista, “I wanna tell ya: if them want to win the revolution, them have to win it with Rasta. Cuz if you win another way, you have to go fight again. When you’re Rasta and you win, there’s no more war.”


4 comentarios

  1. Abulico dice:

    Una primera obviedad, que no parece que se incluya en esos estudios: la resistencia no violenta puede funcionar bien en regímenes democráticos o semidemocráticos, en los que existe un mínimo de información y la opinión pública cuenta. Ante dictaduras férreas y sanguinarias o grupos fanáticos la no violencia no parece tener éxito. Gandhi y sus seguidores fracasaron totalmente al intentar detener la violencia entre musulmanes e hindúes: a diferencia de lo que les ocurría a los ingleses, a los radicales de ambos bandos no les suponía ningún problema masacrar civiles o pegarle tres tiros a Gandhi.

    La resistencia civil pacífica se ha demostrado muy vulnerable ante la violencia y brutalidad extremas (matanzas indiscriminadas, torturas, deportaciones y encarcelaciones masivas), sólo que pocos regímenes mantienen un control tan extremo sobre la población como para poder permitirse este tipo de actuaciones.

    • antonio dice:

      ‘Quizás los casos de resistencia civil pacifica eran más fácil de ganar’ Esta objeción tuya al estudio es, en mi opinion, LA OBJECCION.Las medidas de ‘resistencia ‘ mas violentas son directamente proporcionales al grado de dificultad.Y esa dificultad puede venir dada por el grado de desigualdad del poder económico de las partes enfrentadas. Saludos.

      • Joan dice:

        El régimen de Pinochet se desmoronó, en buena medida, gracias a la resistencia civil organizada de los ochentas. Marchar fue más efectivo que poner bombas para tirar una de las dictaduras más crueles de la historia reciente en América Latina.

  2. Mario Díaz Luis dice:

    Si quieren una ampliación del tema y en un caso específico, Le Monde diplomatique publica este mes en su periódico una entrevista con Srdja Popovic, uno de los responsables de la caída de Milosevic en Yugoslavia en el año 2.000 mediante la resistencia civil.
    En este artículo se incluye además una referencia al mismo estudio que realizaron Erica Chenoweth y María Stephan.

Comments are closed.